Hacedores de paz
Min. Julio A. Jacal Aldaz
¿Qué es lo que causa las disputas y peleas en la humanidad? ¿Por qué persisten los conflictos en el mundo?
Soñar con un mundo mejor reverbera en el interior de todo ser humano. Los crímenes, las desapariciones, las injusticias, la corrupción y la inseguridad son campos fértiles para aspirar a una vida de sosiego. Ante la enorme ola de violencia suena utópico pensar que la tierra puede ser abrazada por la hermandad.
¿Qué origina los conflictos? ¿Qué interrumpe la paz en el mundo? Ciertamente ya lo respondió Jesús: Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias (Mateo 15:18-19).
Jesús fue claro al decir que el ser humano, con sus actitudes y deseos centrados en sí mismo, genera inestabilidad en la vida. La Biblia deja en claro que el mal no proviene de Dios, el responsable del mal en todas sus manifestaciones, incluyendo los discursos de odio, las disputas, los asesinatos y las guerras, es el mismo hombre.
En la Escritura también se explica claramente el origen de la violencia en el conflicto. La violencia surge del desprecio al otro. Los altercados cargados de odio y maltrato tienen su fundación en el rechazo del diferente, se ejerce violencia sobre aquel que piensa de manera opuesta a mí, aunque sea mi hermano. En Génesis 4:8 dice: Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.
En la Palabra vemos que Caín se enfureció, su semblante mudó y su actitud se transformó cuando su ofrenda no fue aceptada por Dios. No es el mismo Caín que presentó la ofrenda. El semblante solo es la expresión de lo que internamente sucede, las emociones están al borde y sus decisiones serán dirigidas por sus entrañas.
Que decayó el semblante de Caín, no solo es reflejo de su interior, sino de su ruptura con Dios y su prójimo; es una expresión de rechazo, pues no puede ver a Dios a la cara y mucho menos a su hermano. Levantar el rostro hubiese significado para Caín, aceptar la palabra de Dios y aceptar a su hermano. La propuesta de Dios para la solución del conflicto es profunda; levantar el rostro, implicaba alegrarse del logro de su hermano, celebrar su vida y su cercanía con Dios, incluso imitar su actitud sencilla.
Pero Caín no estuvo dispuesto a dejar de lado su ego. Decidió matar a su hermano, pues no fue capaz de dar el rostro, ni a él ni a Dios. Optó por ignorar la propuesta recibida: Si cambias ¿no serás enaltecido? (v. 7).
Conocemos esta historia, nos ha enseñado mucho y la pregunta que sigue vigente y retumbando hasta nuestros días es: ¿Dónde esta tu hermano?. En el ejercicio de la violencia a través de guerras y peleas, esta interrogante de Dios pretende hacer eco en los victimarios.
Lo anterior nos puede llevar a otra pregunta: ¿cómo construir la paz en un mundo lleno de violencia?
Jesús invitó a sus discípulos a encontrar alegría en la búsqueda de la paz: Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mateo 5:9). ¿Por qué algo tan complicado ha de producir alegría? Hacer la paz es muy difícil.
Cabe mencionar que no dice bienaventurados los pacíficos, porque esta expresión cambiaría por completo la visión de Jesús, esa palabra sugiere la idea de una actitud pasiva o indiferente, propia de esas personas tranquilas que no molestan a nadie ni quieren ser molestadas. Jesús invita a la acción.
La propuesta de Jesús implica no matar al enemigo y mucho menos a nuestro hermano (Mateo 5:44), pero va mas allá: nos llama a trabajar por la paz, misma que se logra a través de la reconciliación (Efesios 2:14-16). Es fácil mantener una actitud de rechazo al otro, o simplemente suprimirlo de nuestra vida o dejar que el resentimiento, el celo y la queja pululen dentro de nosotros. Nuestro camino es el difícil pero correcto: la paz.
La paz no es solo la ausencia de conflicto sino la forma en como resolvemos los conflictos. ¿Cómo se resuelven los conflictos en el matrimonio, familia, iglesia, sociedad, países? La ética de Jesús nos invita a humanizarnos en los conflictos, a ser sensibles y edificar puentes en lugar de muros.
Los bienaventurados piensan en construir la paz por medio de acciones y no solo con oraciones. Hay quienes pretenden construir un mundo mejor, pero sin actuar, y usando como único recurso la oración; pretenden resolver problemas con el prójimo orando a Dios, pidiéndole que los perdone o nos perdone, sin siquiera buscar al prójimo (Mateo 5:23-24). Haciendo esto se evade lo más importante: asumir la responsabilidad en el conflicto.
La alegría de la que habla Jesús, se produce cuando se trabaja en la construcción de un mundo mejor. No es posible encontrar la felicidad cruzado de brazos. El mundo está lleno de conflictos, la iglesia requiere generar propuestas desde la fe para la construcción de la paz.
Concluimos que ser dichoso no solo es la descripción de aquellos que no hacen violencia, sino de todo aquel que lucha incansablemente para que la paz sea una realidad para todos. Ser pacificador es dirigirse voluntariamente hacia el bien supremo que es la paz entre Dios y los hombres, y entre los hombres como hermanos.