Proclamando el evangelio
Min. Antonio Ixcot Quiche
Por gracia y misericordia de Dios somos iglesia, es una de las experiencias más gratificantes para mi vida. Recuerdo que de adolescente viví la emoción de apoyar en la realización de actividades en una cancha de básquetbol de nuestro municipio. Dichas campañas eran dirigidas por el grupo juvenil de la iglesia local. Estas actividades atraían músicos de otros lugares, inclusive de otras congregaciones, con predicadores invitados. En consecuencia, despertaban en la iglesia en general una motivación tal, que la asistencia a los eventos ascendía. Nuestros vecinos y amigos, en un número considerable, asistían a las actividades en estas campañas juveniles, como se denominaban en aquel tiempo, las cuales duraban dos noches.
Como resultado de estas actividades, al pasar algunos años nuestro grupo juvenil llegó a experimentar tal crecimiento que sumamos más de cien jóvenes. Aquello despertó interés en el pastorado de ese entonces; de allí en adelante se iniciaron las campañas evangelísticas a nivel de iglesia en general. Comenzamos con tres noches consecutivas, pero luego se pensaba en todo el esfuerzo y recursos que se invertían para tres noches, y que esto pudiese aprovecharse mejor si fuese por una semana. Entonces se pasó a una semana de campañas evangelísticas. Y desde hace aproximadamente doce años atrás las celebramos, para honra y gloria de Dios, durante dos semanas.
Hasta aquí ha sido una gran bendición celebrarlas sin importar el esfuerzo, dedicación y sacrificio; el cual es compensado con las diferentes formas en que nos ha bendecido el Señor, en diversas áreas como iglesia.
Todos los recursos que se utilizan son el resultado de ofrendas y aportaciones que llegan a un comité de recaudación local, el cual se crea solo para dicha actividad. Se organizan comisiones para la realización de todo el evento, se procura tomar en cuenta a toda la iglesia en general. Varias de estas comisiones trabajan meses antes del evento. Todo esto ha traído edificación, se fortalecen las relaciones, los nuevos oyentes se integran en comisiones y al ver ofrendar y trabajar a otros anima en nosotros ese deseo de servir. La temática de las dos semanas se enfoca en tres áreas: temas de evangelización donde proclamamos a Cristo, temas que invitan a una vida cristiana y en la finalización de cada tema se realiza un llamado al arrepentimiento.
Estos eventos hacen que algunos que habían dejado de asistir se sientan motivados a retomar el camino, ya que dichas actividades se realizan en un lugar público. Esto hace que a los invitados se les facilite la participación, ya que no es lo mismo atender una invitación al templo. Hemos tenido la dicha de ver llegar a familias casi completas asistir a las noches de campañas. Nos gozamos al ver que en las últimas noches algunos de los invitados ya nos saluden con “paz”, el saludo que nos distingue también como iglesia. Se toma nota de los invitados que asisten cada noche para darle seguimiento. Nos alegramos de recibirlos y que juntos nos gocemos en actividades donde experimentamos una bendición especial de Dios sobre nuestras vidas como iglesia.
Una de las actividades previas a celebrar las campañas, son tareas evangelísticas, en las que, desde hace unos años atrás, tenemos la bendición de hacer que toda la congregación salga a las calles a predicar y tocar puertas para invitar. Para ellos se hacen pequeños grupos donde se integra a bautizados acompañados de oyentes, jóvenes y niños, que tienen asignado previamente una manzana del municipio, un área o un camino vecinal para evangelizar. Toda esta distribución se trabaja y se da a conocer a la iglesia con anticipación y se postean en un muro para informarles a todos. También, antes de ese día, hacemos un repaso sobre los métodos, formas y recomendaciones para compartir el Evangelio, pero también les indicamos que compartan la invitación como se sientan más cómodos, que los métodos son una guía y que Dios a través de su Espíritu puede hacernos evangelizar como Él quiera. Esto da la posibilidad que lo hagan de manera libre y muchos que dominan el idioma nativo, el kiché, también lo usen, pues algunas veces esto genera mayor confianza. Estas “evangelizaciones masivas” –como las denominamos– las realizamos tres veces al año. Y estos últimos nos hemos esforzado para no llevarlas a cabo en sábado, sino en otro día. Hemos obtenido una respuesta positiva por parte de un 85% de la iglesia aproximadamente. Aparte, se comparten invitaciones escritas y se publican en las diferentes plataformas de las redes sociales. Procuramos hacer presencia para que la comunidad a la que pertenecemos se informe de las campañas y nos acompañen de forma presencial o de manera virtual.
Hoy, somos una iglesia a la que Dios le ha regalado un crecimiento tal que contamos con nueve misiones, una de ellas ya fue ascendida a estatus de iglesia, y ahora ya tenemos algunas más que han crecido y están cerca de ser nombradas iglesias también. Dios se ha manifestado de muchas maneras dándonos el fruto del trabajo de su iglesia, el mayor número de bautizados que hemos tenido en un año como congregación es de 72 personas.
Que la iglesia sea una que predique a Cristo, que sea proclamadora de la salvación que hay en Jesús, no ha sido fácil y, aún más, que la iglesia casi en su totalidad salga a las calles a evangelizar. Se experimentan miedos y estos nos pueden detener, por otro lado, la iglesia no se moverá de manera natural a predicar, necesitamos enseñarla y motivarla. Ya lo dice la Palabra: ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! (Romanos 10:15).
Durante años, intentamos de varias maneras motivar a la iglesia a que saliera a compartir el Evangelio, sin lograr ningún resultado; sin embargo, lo que ayudó fue el poder de la Palabra. Hubo un año donde predicamos por lo menos un sermón al mes, en sábado, haciendo conciencia de nuestra responsabilidad evangelizadora; procuramos aplicar las formas sencillas en las que se pueda compartir el Evangelio de Cristo. Tratamos de motivarlos mediante el testimonio de nuestros hermanos y los resultados que se obtenían.
Recuerdo que un sábado, en la puerta del templo, donde me he quedado atrás algunas veces para intentar saludar a la mayoría cuando van llegando, vi a una hermana llegar con una invitada al servicio de culto. El próximo sábado, la invitada llegó nuevamente, pero ahora no estaba acompañada de la hermana quien la llevó por vez primera, sino ahora de una persona a la que ella misma había invitado; dicha hermana solo tenía un sábado como experiencia en nuestra congregación, pero al siguiente sábado ya había hecho una labor evangelística llevando consigo a otra persona al servicio de culto. Y me pregunté: ¿qué método evangelístico utilizó? ¿Qué le dijo a esta persona para llevarla a la iglesia? ¿Cuántas capacitaciones ha recibido sobre cómo evangelizar? Sucede que, cuando la experiencia con el Evangelio llega a nuestro corazón, no podemos callar lo hermoso que es. Nos pasa como a los discípulos que dijeron: porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído (Hechos 4:20). Entonces, no se trata de métodos solamente, sino de testimonios para hacer que otros deseen también vivir y disfrutar lo que vivimos por la gracia de Dios.
Compartir el Evangelio es una de las tareas más edificantes que como iglesia tenemos que realizar. Esta labor no se hace solo desde los púlpitos, tampoco debe ser responsabilidad de unos pocos dentro de la congregación delegado a un grupo o a quienes tienen el don de evangelizar, y no debe estar limitado por nuestros métodos. Lo mejor es hacerlo de manera vivencial. Que nuestra evangelización se base en compartir nuestro tiempo, recursos y mesa. Que las personas no solo disfruten de la Palabra en nuestros eventos, sino a través de nuestra amistad y sincero interés. Debemos procurar que se sientan bien y disfruten nuestra compañía, visibilizándolos dentro de nuestras actividades, compartiendo la comida, conversando y riendo con ellos. Son de las cosas que más efecto tienen para mostrar el amor de Dios hacia los demás, como lo dijo Jesús: Yo les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer, para que el amor con que me amaste esté en ellos y yo en ellos (Juan 17:26).
En una ocasión algunos administradores de la iglesia nos cuestionaban por qué gastábamos muchos recursos en las actividades evangelísticas, específicamente en las celebraciones de las campañas. Nos hicieron ver que estos recursos podrían utilizarse en la compra de terrenos o mejorar la infraestructura del templo, para ese tiempo se invertían aproximadamente cincuenta mil quetzales (son más de $100,000 pesos mexicanos). Ante esto, decidimos no celebrar las campañas ese año y lo informamos a la iglesia. Esta guardó silencio sujeta a nuestra decisión, pero al transcurrir los meses ya se empezaban a oír comentarios de que deberíamos realizar las campañas. Lo que terminó por hacernos cambiar de parecer fue que las personas ajenas a la iglesia, vecinos de nuestro municipio, empezaron a abordarnos y nos preguntaban: “¿cuándo y dónde se llevarán a cabo las campañas?, porque no hemos escuchado ningún anuncio o publicidad del evento”. Esto nos hizo reflexionar, pues nos sentíamos mal de responderles que ese año no se realizarían, y nos dimos cuenta de que era necesario realizarlas. A tan solo un mes de la fecha que normalmente las celebramos, nos movimos y recaudamos lo indispensable, no tuvimos expositores invitados, pero las realizamos y hubo resultados sorprendentes. Una vez más nos dimos cuenta de nuestro papel como iglesia y que por ningún motivo deberíamos de callar para proclamar el reino de Dios.
He comprendido que, como líderes ante una congregación, nos vemos tentados a optar por los caminos más cómodos. Tratar de guiar a la iglesia en el cumplimiento de la tarea de predicar a Jesús no es fácil, pues nos expone a situaciones incómodas como la negativa de la iglesia, que por lo regular no desea salir de la comodidad del templo. Cuántos líderes no han logrado llevar a cabo actividades de evangelización, han acabado agotados, frustrados y terminan conformándose con que haya algunos pocos, que, si lo hicieran, se piensa que eso podría ser suficiente.
La tarea de la evangelización también trae salud a nuestras congregaciones, nos exige compromiso, nos enseña a dar nuestro tiempo y recursos, nos obliga a responder dudas, los que nos ha llevado a interesarnos a estudiar a sentir el deseo de aprender para poder compartir de una mejor forma el Evangelio, nos hace vivir la alegría de ver como Dios trae a personas para hacerlas parte de su iglesia, somos fortalecidos al ver cómo el poder del Espíritu Santo obra cambiando vidas. Evangelizar es un ministerio lleno de bendición.
Este año, en la iglesia, habilitamos una clínica de consultas médicas y un pequeño dispensario de medicinas que busca ofrecer servicios gratuitos, pues comprendemos que no basta con hablar de Cristo, también estamos desafiados a vivir sus enseñanzas. Esperamos que este proyecto crezca para bendición de nuestra comunidad y familias necesitadas, que a la vez tengamos más áreas de servicio donde la iglesia pueda ejercer sus dones, profesiones y deseos de servir. Por el momento contamos con ocho médicos en la congregación, dispuestos a apoyarnos. Estamos atendiendo dos jornadas por mes, creemos que como iglesia somos sal de esta tierra y no quisiéramos perder nuestro sabor. Que en nuestras prioridades como iglesia esté el predicar de Cristo siempre. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo (Hechos 5:32).
* El Min. Antonio Ixcot es pastor dedicado de la Iglesia de Dios en San Sebastián, Retalhuleu, Guatemala, Centroamérica.