PASTORAL EN EL MATRIMONIO

PASTORAL EN EL MATRIMONIO

Vivimos tiempos desafiantes, la relación de pareja y el matrimonio están siendo cuestionados en su forma y fondo. Nosotros, como pastores de la grey, debemos mantener los ojos bien abiertos y los oídos atentos a nuestro entorno y a la Palabra de Dios.

Contrario a lo que algunos afirman, no todos los cambios que se han dado en nuestra época son negativos y opuestos a la voluntad de Dios. Lo que sucede es que, el desconcierto que provoca lo nuevo, a veces produce miedo y éste, nos lleva a replegarnos y refugiarnos en lo que consideramos seguro. Necesitamos estar conscientes de esa reacción natural, para que al detectarla, asumamos una postura crítica, mas no cerrada, ante los acontecimientos y definiciones recientes.

Respecto al matrimonio, los planteamientos contemporáneos, han aportado diversos matices de comprensión, que ayudan mucho a las parejas en su plenificación. Por ejemplo, hoy como nunca antes, se valora la buena convivencia, sana comunicación y realización, en el marco de la vida en pareja. Por otro lado, los matrimonios occidentales, en general, no son obligados ni condicionados, por personas externas a la pareja, sino consensuados ¡esto es bueno!

Sin embargo, tampoco debemos pasar por alto que el hedonismo y el individualismo, propios de nuestra época, también han condicionado a muchas parejas. Esto se hace evidente en la búsqueda del disfrute a toda costa, y en la condicionante producida por dicha búsqueda: se piensa que, el matrimonio, debe mantenerse mientras todo esté bien. Esto ha provocado, entre otras cosas: parejas con poca tolerancia al sufrimiento compartido, y muchos divorcios.

También, hay parejas en las que la soledad se hace presente. El individualismo, que afecta a ambos, los lleva a tener vidas paralelas, en donde, los integrantes, sólo son dos desconocidos que comparten la cama, y a veces, la mesa, con proyectos personales completamente distintos, y hasta opuestos.

Dadas las circunstancias actuales, como pastores, tenemos la encomienda de acompañar a matrimonios y darles pautas para su vivencia en pareja. Dichas pautas, deben ser, por un lado actuales, tomando en consideración los cambios que en la vida de pareja implica la vida moderna; pero también contextuales, considerando la realidad propia del matrimonio que se acompaña. Por ejemplo, en nuestras congregaciones, hay matrimonios que han asumido un modelo tradicional (patriarcal), otros que han asumido un modelo más equitativo (moderno). Considero que el modelo no es el problema en sí, lo que debemos brindarles como pastores, son herramientas y orientaciones que abonen en relaciones basadas en la Palabra: justas, restauradoras y, sobre todo, amorosas. Esto no implica, imponer un modelo de pareja ajeno. Nuestras pautas y orientaciones pastorales, sobre todo, deben ser guiadas por Dios, en su Espíritu, a través de su Palabra.

A continuación, les comparto algunas reflexiones bíblicas y herramientas prácticas; con la esperanza de que estas se añadan a su capacidad y experiencia pastoral, para el mejor acompañamiento y orientación de los matrimonios que el Señor ha encomendado a su cuidado.

Definición de matrimonio en nuestro credo

«El matrimonio es el propósito de Dios para la pareja, en el que un hombre y una mujer se comprometen a unir sus vidas mediante un pacto de amor y fidelidad. Inicia ante las autoridades civiles con testigos de la sociedad y es bendecido por el Creador, ante la Iglesia, para que dure toda la vida, en un marco de igualdad, tolerancia, respeto y apoyo mutuo, que honre a ambos»1

Acercamiento a la Palabra

Polvo y Soplo: el matrimonio está hecho de fragilidad humana y suficiencia de Dios.

Cuidemos los conceptos: el matrimonio, como definición, no está unificado en el canon bíblico. Sin embargo, hay un texto que resulta fundamental para comprender el matrimonio a la luz de la voluntad de Dios: Génesis 2:7-25. Haremos un breve acercamiento a algunos versos de dicho texto.

El concepto de matrimonio monógamo surge en el contexto del pueblo de Israel como contracultura, en oposición a la cultura circundante cananea, en cuyos pueblos la poligamia era lo normal. Este texto, surge en el siglo X a. C., con la intención de validar teológicamente y afirmar al matrimonio monógamo, así como defenderlo ante las influencias cananeas.

En Génesis 2:7, se nos dice que el ser humano fue hecho del polvo de la tierra y del aliento de vida infundido por Dios en la nariz. El ser polvo de la tierra deja en claro la debilidad, la insuficiencia, el fracaso implícito que somos. Sin embargo, el soplo de vida de Dios, nos hace fuerza, suficiencia y logro posible en todo momento. Lo del polvo de la tierra, recibe de Dios la posibilidad de superación. Pero el texto nos deja un detalle valioso, el soplo de vida lo infundió Dios en la nariz; es una imagen muy bella y tierna: el Creador-alfarero, no sólo se ensucia las manos para hacer al ser humano, también se acerca mucho a él. Es un acercamiento amoroso para infundir en él, su soplo. De eso estamos hechos todos los seres humanos, incluidos los que decidimos conformar una pareja.

Esta sencilla verdad, nos debe hacer conscientes, por un lado, de la fragilidad con la que están hechos los matrimonios: los cónyuges son polvo de la tierra, imperfectos y frágiles, por naturaleza. Por otro lado, nos hace conscientes, de la infinidad de posibilidades de bien, de desarrollo y crecimiento; porque tenemos la fuerza que viene de Dios.

En Génesis 2:18, Dios reconoce y afirma que no es bueno que el hombre esté solo. Esta hermosa frase deja en claro que fuimos hechos para el encuentro con el otro, el ser humano no puede ni debe vivir en el aislamiento. Ante esa soledad, Dios promete hacer ayuda idónea para el ser humano. Ningún animal creado por Dios, logra suplir esa necesidad del hombre (2:20). Y es que ayuda idónea, es ayuda que viene de arriba, que completa, que plenifica; nada que venga sólo de lo terreno puede hacer eso en el humano, sólo lo que es, además de polvo, soplo.

Resulta muy significativo que, Dios tomase del costado del hombre, para hacer a la ayuda idónea, una costilla que estaba resguardando el corazón. Alude a dos cosas significativas: lo primero es, la vulnerabilidad del hombre que se enfatiza al dejarlo sin esa costilla que protegía su corazón, ahora está vulnerable. Pero al mismo tiempo, de esa costilla será creada quien será su ayuda, su fuerza.

La expresión de Adán, ante la visión maravillosa de su compañera deja en claro esto (2:23): Hueso de mis huesos: ella es mi fortaleza. Carne de mi carne: también mi debilidad. La carne, representa el espacio limitado, pero abierto a Dios.

En el verso 25, se enmarca la importancia de la «desnudez» en la relación de la primer pareja. Dicha desnudez, no es, sobretodo, física, implica bajar la guardia, abrirse al otro, lo cual conlleva vulnerabilidad.

El matrimonio implica tres cosas: dejar, unirse y ser una sola carne

Ponemos aparte el comentario del verso 24, debido al marco básico que da para el matrimonio, seguimos aquí el aporte de Walter Trobisch en su libro «Yo me casé contigo»2

«Dejar». Implica por un lado poner a los padres en segundo término, cortar relaciones de dependencia con ellos, tanto en lo emocional, económico y en cuanto a las decisiones. Por otro lado, hacer completamente público el amor y el deseo de estar juntos.

«Unirse». Se refiere al amor, tiene que ver con los sentimientos, pero también con la voluntad de estar con otro. Es el anhelo de querer estar con alguien más cerca y permanentemente.

«Ser una sola carne». Implica la fusión de horizontes, de prioridades, de proyectos de vida, que se consuman en matrimonio, particularmente en la intimidad sexual.

Dios en el matrimonio

La vida en pareja, es un don de Dios, nace en Su corazón, como un regalo de su amor. Sin embargo, es un don que requiere nuestra colaboración; el matrimonio se construye entre dos. Es un proyecto que Dios diseña e inicia, y el ser humano, desarrolla con la guía del Espíritu.

Sin embargo, una de las cosas que debemos evitar es priorizar a la pareja en lugar de a Dios. Es Él quien nos proveyó en su amor al cónyuge y nunca debiera éste, sustituir a Dios; al hacerlo nuestra relación con Dios se debilita y nuestra relación con la pareja se pone en riesgo, pues incurrimos en idolatría.

Por otro lado, también es peligroso priorizar a alguien o algo más (otra persona, el trabajo, objetos, etcétera), por encima de nuestra pareja. Eso también es peligroso, y es incurrir en una idolatría que nos distancia del ser amado.

En cuanto a la sexualidad en la vida de pareja, esta debiera ser siempre una entrega totalizadora, buscando que el otro sienta, sobre todo, el amor que se le tiene. A través del acto sexual se debe amar con todas las células.

Desafíos actuales del matrimonio

Hoy, ocurren muchos más divorcios que antes ¿es buena o mala señal? No se puede categorizar sencillamente como buena o mala, se debe a múltiples factores, entre ellos, el demográfico. En la actualidad, hay mucho más parejas que se casan, respecto a antes. Sin embargo, el hecho de que haya más divorcios indica, entre otras cosas, que las expectativas en cuanto al matrimonio han cambiado.

Bien lo explican Jean Stapleton y Richard Bright: «El matrimonio no es una institución que está muriendo. Es una institución en cambio. Hoy día más gente se casa en algún momento de su vida como nunca antes. Hoy se divorcian más personas que nunca, también, no porque divorciarse sea más fácil sino porque esperan mucho más del matrimonio: la intimidad sólo prospera cuando el compromiso es incondicional y de largo plazo… y la intimidad solo es posible cuando dos personas se consideran iguales»3

Expectativa del matrimonio:

Antes:

Hijos

Familia

Intimidad

No estar solo

Tener quien me cuide

Tener un proveedor

Una cocinera

Ahora:

Buena comunicación

Comprensión

Respeto

Justicia

Cariño

Apoyo

Compañerismo

Hoy, se busca un matrimonio que potencie a ambos. La expectativa de antes aún sigue vigente; pero en muchos matrimonios, sobre todo en los citadinos y de clase media a alta, se espera más que eso. Sin embargo, aunque la expectativa es alta, en la mayoría de los casos, las parejas no cuentan con los recursos suficientes para ver cumplidos sus anhelos.

Por lo anterior, una de las tareas fundamentales del pastor es brindar pautas y herramientas que nutran las relaciones de las parejas, para que éstas puedan ver cristalizados sus anhelos.

Intimidad matrimonial: ¿genitalidad o sexualidad?4

Una primer cuestión que hay que aclarar es qué entendemos por vida sexual y sexualidad. Dios nos creó. A Él se le ocurrió que hubiese hombres y mujeres, y que ambos fueran hechos a su imagen. Es decir, la sexualidad y la posibilidad de relaciones sexuales, están impresas en la vida humana desde sus comienzos; no se trata solamente del hecho de tener órganos genitales o aparatos reproductores diferentes.

La vida sexual abarca todo aquello que se vive como hombre o como mujer. En este sentido, toda nuestra vida es sexual porque es sexuada. Todo lo que hacemos, lo realizamos como hombres o mujeres, según el caso. Por tanto, la vida sexual, incluye el conocimiento de la propia persona: cómo se es, lo que se cree, lo que se siente, lo que se percibe, lo que se hace. Cuando la persona se pregunta quién es, se descubre como persona, pero no como una persona neutra, sino como hombre o como mujer.

La vida sexual abarca también la manera en que se relacionan los hombres con las mujeres, las mujeres con los hombres, las mujeres con las mujeres y los hombres con los hombres. En el sentido más estricto de la palabra, existe una amplia variedad de relaciones sexuales: tenemos padres, madres, hermanos y hermanas, jefes y jefas, empleados y empleadas, conocidos y conocidas, colegas, camaradas, amigos y amigas, enemigos y enemigas, amigos y amigas íntimos, novios y novias, prometidos y prometidas, esposos y esposas, etcétera. Todas nuestras relaciones, están marcadas por la cultura y la sociedad en que vivimos.

La sexualidad, es una construcción social donde se asignan los lugares y los roles, y se crean los moldes y estereotipos sexuales. Algunas de esas cuestiones son un obstáculo para ejercer la sexualidad adecuada y tener relaciones sexuales sanas, ya que expresan una deformación social. Este es, por ejemplo, el caso del machismo, donde se otorga la responsabilidad del desarrollo de los hijos sólo a la mujer, en la concepción del cuerpo como pecaminoso, el del mito del amor romántico espontáneo, etcétera. Los medios de comunicación masivos, también contribuyen a reforzar diversos modelos y, sobre todo, implementar ciertos mitos: como el del varón experimentado, fuerte, distante y atractivo; frente a mujeres vulnerables, vírgenes, jóvenes, con un cuerpo escultural.

La cultura y la sociedad levantan diferencias entre los sexos, que conducen a relaciones constructivas o destructivas, entre el hombre y la mujer. La familia, como producto de su sociedad y su cultura, reproduce el modelo y la calidad de estas relaciones. La familia, es la primera célula que influye en la socialización de las actitudes sexuales. No es lo que se dice, sino la actitud hacia lo sexual y la manera en que se tratan los hombres y mujeres —aquello que los niños aprenden en el regazo de sus padres y en el seno familiar—, lo que determina sus conductas futuras. La capacidad de hablar abiertamente, y la disposición a cambiar, son los valores más positivos que se pueden generar en los niños: esto es verdad y de particular importancia en el terreno de lo sexual. Por el contrario, el temor, el ocultamiento y los secretos vergonzosos, son sentimientos y costumbres, que estorbarán a la vida sexual general, y que contaminarán la relación de pareja. El respeto por los que son de sexo diferente, la aceptación de cada persona como ser único e irrepetible, cuya contribución al mundo es esencial e insustituible, son un rico tesoro que los padres pueden dar en herencia a sus hijos.

Las relaciones entre hombres y mujeres pueden volverse constructivas o destructivas. La Biblia llama «pecado» a la capacidad de destrucción inherente al ser humano, su cultura y su sociedad, y esta capacidad aparece unida al rechazo a Dios. Las relaciones destructivas entre hombres y mujeres son pecaminosas. Cuando un hombre usa a una mujer para su propio provecho, sin importarle las consecuencias para la persona que es ella, está pecando. Cuando una mujer hace lo mismo, o permite que la usen, peca.

La Biblia llama «amor» a la capacidad de construcción potencial del ser humano, y esta capacidad aparece unida a su esencia de imagen de Dios y a su respuesta positiva a Él. Cuando procuramos construirnos a nosotros mismos y construir a los demás, estamos ejerciendo nuestra sexualidad, dando gloria a Dios y cumpliendo los dos grandes mandamientos que resumen toda la ley: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y ama a tu prójimo como a ti mismo (Lucas 10:27).

La expresión íntima, emocional y física de la sexualidad en un matrimonio es parte de su vida sexual más amplia. Los casados, no dejan de relacionarse con otros hombres y mujeres por el hecho de haberse casado. Su sexualidad de pareja no sólo la expresan en el lecho conyugal, sino también en las múltiples actividades que realizan juntos, dentro y fuera del hogar. La expresión emocional y física de su intimidad sexual incluye piropos, masajes, abrazos, mimos, caricias, juegos amorosos y también el trato diario y continuado. El aspecto genital de la sexualidad es solamente un matiz en el amplio arco iris de la vida sexual de una pareja. Sin embargo, es un matiz importante del que no se habla, se habla poco o se habla demasiado, ya sea de una forma despreciativa, que provoca culpa, o exaltándolo exageradamente. En ocasiones, el aspecto reproductivo de la sexualidad es sobrevalorado; se le privilegia de tal modo que opaca, obstaculiza e incluso, oculta otros aspectos de la vida sexual igualmente importantes.

La vida sexual de un matrimonio abarca, entonces, una amplia gama de aspectos. Incluye el conocimiento de uno mismo, el tipo de relación existente en la pareja: la comunicación, el compañerismo, la amistad, los roles que se acuerda asumir en la intimidad sexual.

Al referirnos a la intimidad conyugal sexual, estaremos intentando abordar tres aspectos:

  1. La intimidad emocional. La relación hombre-mujer en el matrimonio incluye el respeto, la tolerancia, la generosidad, la solicitud del uno para con el otro, los sentimientos de agrado y desagrado, de seguridad y de inseguridad, de satisfacción e insatisfacción, el trabajo conjunto, el enfrentar problemas juntos, el diálogo, la admiración, la ternura, la calidez, la autenticidad, la fidelidad. Todos éstos son los ingredientes que conforman el amor.

                  Además, si dos se acuestan juntos, uno a otro se calientan; pero uno solo, ¿cómo va a entrar en calor? Uno solo puede ser vencido, pero dos podrán resistir. Y además, la cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente (Eclesiastés 4:11-12).

                  El placer sensual. La intimidad física en la relación matrimonial incluye los besos, las caricias, los cariños o mimos, los abrazos, el tacto corporal, la explotación y el goce del cónyuge con todos los sentidos.

                  ¡Dame un beso de tus labios! Son más dulces que el vino tus caricias, deliciosos al olfato tus perfumes, tu nombre es perfume derramado. ¡Por eso te aman las mujeres! (Cantares 1:2-3).

                  Calma tu sed en el agua que brota de tu propio pozo… ¡Bendita sea tu propia fuente! ¡Goza con la compañera de tu juventud, delicada y amorosa cervatilla! ¡Que nunca te falten sus caricias! ¡Que siempre te envuelva su amor! (Proverbios 5:15, 18-19).

  1. El acto sexual. Es la unión física, cuerpo a cuerpo, entre el hombre y la mujer. Específicamente, la unión genital cuyo nombre científico es coito, que consiste en la penetración del pene en la vagina y puede ejecutarse en diferentes posiciones.

                  ¡Llévame pronto contigo! ¡Llévame, oh rey, a tus habitaciones! Que ponga él su izquierda bajo mi cabeza y que con su derecha me abrace!(Cantares 1:4; 8:3).

Estos aspectos interactúan entre sí y no pueden separarse totalmente unos de otros. Representan el carácter integral y la variedad que conforman a todo ser humano. Se manifiestan e interactúan en forma diferente, según la apreciación subjetiva que tenga cada persona acerca de la calidad e intensidad de la relación, según el carácter y la personalidad de cada cónyuge, y según la época y circunstancias que se vivan en lo personal, y como familia. La vida sexual íntima es generalmente un espejo de la vida en común.

Bibliografía

1                 Punto de fe 19 del Fundamento Doctrinal.

2                 Trobisch, Walter, «Yo me casé contigo», Salamanca: Editorial Sígueme: 1996.

3                 Frase citada en Clinebell, Howard, «Asesoramiento y Cuidado Pastoral», Grand Rapids, Libros Desafío: 1999 (p. 233).

4                 Este apartado ha sido tomado y adaptado de: «Intimidad sexual: una aventura con dos protagonistas» escrito por Jesús Camargo López y Carmen Pérez de Camargo, capítulo 6 del libro «Hacer el amor en todo lo que se hace», Padilla, C. René y Pérez de Camargo, Carmen, Buenos Aires: Kairós, 2002 (pp. 96-100).

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LA PASIÓN MÁS GRANDE

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“Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano” (Isaías 55:6).

Aún cuando un científico se apasiona intensamente por los avances de sus investigaciones o descubrimientos, o un minero por encontrar un yacimiento de su metal soñado, o quien busca apasionadamente una oportunidad en el mundo de los negocios, o simplemente quien se apasiona al ver ganar a su equipo favorito, nada de eso es comparable a la pasión que algunos hombres han sentido por encontrarse con Dios. Ciertamente no hay comparación, porque todas las otras pasiones son temporales, es decir, son metas y objetivos efímeros, pero la búsqueda y experiencia de Dios, nos sacia aquí en la tierra y nos da la posibilidad de mansiones eternas (Proverbios 2:4-5; Salmo 73:25).

Buscar a Dios tiene opiniones encontradas. Por un lado, se nos dice que es Espíritu, inmortal, y que vive en luz inaccesible, que los cielos de los cielos no lo pueden contener, y que mirarlo produce la muerte; y por otro lado, se dice que está a nuestro lado, muy cerca de nosotros, cerca de nuestra mano y de nuestro corazón, que si lo buscamos podemos encontrarlo y experimentar la gloria de su presencia (Juan 4:24; Jueces 13:22).

De hecho, aunque normalmente no lo vemos, por ser Espíritu, en verdad nos envuelve y nos llena con su presencia sin nosotros saberlo ni sentirlo, pues su poder nos sustenta. En ciertos momentos de la historia bíblica, se ha manifestado, es decir, ha permitido que algunos humanos lo experimenten. En ocasiones, fue Dios mismo quien tomó la iniciativa, se hizo presente a gente que no lo estaba buscando, las sorprendió irrumpiendo en su vida y les dio un nuevo significado; como diría el escritor del libro a los Hebreos: espacio nos faltaría para seguir recordando gente que se apasionó por Dios sobre todas las cosas, que sobresalió en la búsqueda de Dios y experimentó su presencia, como aquel comerciante de perlas que un día encontró una que llenó su corazón, y gustoso vendió todo lo que tenía para adquirirla.

Lo que estorba

Según hemos visto, las circunstancias difíciles no impiden que Dios sea experimentado, más bien hacen que el corazón se aferre a la promesa, en contra de imperios, peligros de muerte, ser despojados de todo y presiones por todos lados no bastaron para disuadir su dependencia del Señor. Más bien, lo que impide la búsqueda de Dios es la ignorancia de su existencia, las tradiciones religiosas que ya se han conformado con reglas y formas externas lejos del dinamismo del Espíritu. El profeta Isaías dice que es el pecado lo que hace un abismo entre Dios y los hombres, y Pablo, que eso nos destituye de su gloria. Es pues el pecado, traducido en opresión, indiferencia, orgullo, soberbia y autosuficiencia que nos impide apasionarnos por Dios, nuestros intereses son otros (Isaías 59:2-7; Santiago 4:6).

Dios espera que lo busquemos

A pesar de que en el Edén, el hombre  volvió la espalda al Señor, Él se dio a la tarea de buscarlo. Le causó profundo dolor ver cómo el mundo antiguo fue destruido por su pecado, por su inclinación continua al mal, a través de los profetas. El Señor dijo: «buscadme y viviréis», «buscadme mientras puedo ser hallado», «clama a mí y te responderé», «volveos a mí», y tantas otras, pero por más que Dios buscó en tiempos claves de la historia, no encontró nadie que se volviera a Él  (Génesis 3:8-9, Ezequiel 22:30).

Dios se hizo visible y cercano

Todas las formas previas en la búsqueda divina, Él mismo las va a superar enviando a su Hijo a la tierra, ya no será asunto de señales, símbolos, promesas o pequeñas manifestaciones, sino la presencia misma del Hijo explicándonos y acercándonos al Padre (Juan 1:18; Hebreos 1:2).

Jesús nos revelará al Padre de una manera tal, que dice que quien lo ve a Él, ve al Padre; y lo muestra tocando a los enfermos, invitando a los pecadores, declarando su preferencia por las viudas y los huérfanos, y diciendo que había venido a buscar y salvar lo que se había perdido. Con la venida de Cristo, su vida, muerte y resurrección, Dios se puso al alcance de la mano y del corazón, a través de la fe (Juan 14:9; Romanos 8:32-34).

La invitación de Jesús

El Señor nos invita para llevar todas nuestras cargas a Él, nos está esperando en la intimidad de nuestra recámara, dice que velemos y oremos para vencer la tentación, está a la puerta llamando, rogando la atención de nuestro corazón, y bien sabemos que donde Él está hay paz y vida abundante, pues conocer al Padre y al Hijo es la vida eterna (Mateo 6:6; Juan 17:3).

Estar en comunión con Dios es un privilegio de sus hijos, es nuestro privilegio. Quitemos todo pecado que estorbe, para que nos sea familiar su presencia y cercanía; teniendo su palabra y una Iglesia que nos ame. Y ya que la sangre de Cristo nos ha limpiado y ha abierto el camino al mismo trono y teniendo en nuestro corazón el Espíritu Santo, corramos la carrera que nos es propuesta, con gozo cada día, sabiendo que Él quiere hacerse manifiesto entre nosotros, seguramente no nos arrepentiremos. Busquemos apasionadamente el rostro de nuestro Señor (Hebreos 12:1-2).

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LA PAZ DE DIOS

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La paz es un don

La paz es un don de Dios, basado en la comunión con Él1, produce un estado de bienestar abundante2 que afecta todos los aspectos de la vida humana3: espiritual, físico, mental, social, político y económico; así, como sus relaciones4: con él prójimo y la creación.

1Isaías 48:17-19; 57:2; Juan 14:23-27; 2Isaías 9:6-7; 3Salmo 51:10-12; Jeremías 33:6-9; Marcos 5:34; Romanos 8:6; Filipenses 4:7; 1 Tesalonicenses 5:23; 4Zacarías 8:16,17
La paz es la característica principal del Evangelio por su estrecha relación con la salvación1. El creyente tiene como fruto del Espíritu la paz 2que gobierna su corazón3 y sus pensamientos por lo tanto vive libre del dominio del temor, la ira y el enojo4.

1Isaías 52:5-7; Lucas 2:10-14; Hechos 10:36; Efesios 6:15; 2Gálatas 5:22; 3Romanos 14:17; Filipenses 4:7; 4Juan 14:27; Colosenses 3:8,15

La paz es una tarea

Además de ser un regalo, la paz es una tarea que Dios encarga a sus hijos como parte integral de su participación en el anuncio del Evangelio1. Los creyentes son llamados a ser constructores de paz y esta tarea es una bienaventuranza2.

1Romanos 12:17-19; 2Mateo 5:9

Jesús otorgó la paz no solo con sus acciones y milagros también con el saludo “Paz a vosotros1, pues las veces que lo expresa a sus discípulos convierte su angustia y sentimiento de desamparo en completa paz.

1Shalom” saludo en hebreo que se traduce: “Paz a vosotros” en Lucas 24:36; Juan 20:19, 21, 26; Biblia Reina-Valera 1909

El “Paz a vosotros” es en realidad una bendición que convierte a los creyentes en portadores de paz1, enviados por Jesús y respaldados por su autoridad. No es un saludo o formulismo común ni una contraseña; porque al darlo, los creyentes asumen un compromiso que los obligaba a construir un estado de paz entre ellos, que incluye a sus enemigos2. Este saludo es entonces una bendición que le aporta un don a la persona que lo recibe y un compromiso para quien lo da.

Mateo 10:12-13; 2 Mateo 5:44-45; Romanos 5:6-7

La paz se opone a la violencia

Jesús enseñó el amor a los enemigos1 y lo cumplió hasta las últimas consecuencias2, heredando a sus discípulos su compromiso por la paz, mismo que se puede apreciar en las exigencias que a su vez ellos dejaron a los creyentes en sus cartas3. El Señor no recurrió a la violencia para realizar su ministerio; defenderse4, ni en contra de los que lo rechazaban5.

1Mateo 5:44-45; 2Romanos 5:6-7; 3Colosenses 3:15; Hebreos 12:14 4Mateo 26:51-53; Juan 18:36; 19:10-11; 5Lucas 9:51-56

El episodio de Jesús echando a los cambistas en el templo1 obedece a la profecía del Salmo 69:9, y es una expresión de indignación santa, ante la injusticia y los abusos de los administradores del templo.

1Marcos 11:15-17; Juan 2:13-17

El creyente reprueba la guerra porque al ser promotor de la paz y se opone a todo tipo de violencia. Sin embargo, por su condición de ciudadano, participa solo en servicios de ayuda humanitaria si es requerido por su gobierno en conflictos armados.

PAZ

Para traducir shalom (paz en el idioma hebreo) el idioma griego no disponía de otra palabra que eirene. En Grecia eirene significaba el período de transición entre dos guerras. No era, pues, una traducción muy buena de shalom.

El Nuevo Testamento tiene los siguientes significados de la palabra eirene (paz):

Eirene = orden.

“Dios no es Dios de confusión, sino de paz”, escribe Pablo en 1 Corintios 14:33. Eirene tiene aquí el significado de orden. Donde hay eirene todas las cosas están en su lugar y funcionan según la voluntad de Dios. Así también en la congregación: todas las cosas deben hacerse con orden; no hay que hablar con dos o tres profetas a la vez, sino uno por uno. En el Reino de Dios no reina el desorden, sino el orden. Algo de esto debe reflejarse ya en la iglesia.

Eirene en la visión de los tiempos del fin en el Nuevo Testamento.

Eirene es el don de Dios del tiempo del fin, que se hace realidad por medio del Mesías. A esta luz debemos leer Lucas 1:79 y el cántico de los ángeles de Lucas 2:14.

En la tierra paz es igual a: en la tierra la salvación del tiempo del fin. Ahora que el Mesías ha nacido, los ángeles ven ya la tierra llena de esta situación de buenas relaciones, bienestar y felicidad que no se conocía desde el paraíso. También Lucas 19:42 se refiere a la paz mesiánica. Es la paz del cielo, que el Mesías ha traído a esta tierra (Lucas 19:38).

Esta paz se establece por medio del Mesías Jesús (Efesios 6:15; Hechos 10:36; Efesios 2:17). Dios, por medio de la predicación de los apóstoles,     llamó a esta paz a judíos y gentiles (1 Corintios 7:15). Jesús da esta paz a sus discípulos (Juan 14:27). Es su paz la que da (Juan en su evangelio        habla de la salvación del tiempo del fin como ya conocida y presente ahora). Frente a la miseria de la opresión, encontramos en Juan 16:33 la paz en Jesucristo: los discípulos viven todavía en el mundo, pero ya pertenecen al mundo de gozo y felicidad que en Cristo ya es realidad.

Esta es también la paz en que pensaban los cristianos al usar la salutación judía (Pablo al comienzo de sus epístolas). En Lucas 10:5-7 podemos apreciar cuán en serio se tomaba este saludo.

A esta gran paz mesiánica se refiere también Hebreos 12:13 donde la traducción “procuren estar en paz con todos” (DHH) puede dar lugar al malentendido de que la idea es que hay que tratar de vivir en paz con toda la gente. La interpretación correcta es: Tratad de conseguir, en conjunto con todos los cristianos, la paz, que es el gran don que la cristiandad ha recibido de Dios. Esta paz reina en el corazón (Colosenses 3:15) y es un poder que conserva a los hombres (Filipenses 4:7); es inimaginable, porque supera todo entendimiento.

Según su contenido, eirene es la situación en que Dios y el hombre están en su propio lugar normal, de manera que ha sido restablecido el orden correcto en el mundo y los hombres son lo que deben ser como hombres de Dios.

Negativamente esto significa la ausencia de todo mal (Romanos 16:20); positivamente significa: estar en casa, vivir por fin en el sentido pleno de la palabra, ser plenamente hombre, haber alcanzado la situación de normalidad.

El mundo de ahora no conoce esta paz, ni la puede dar (Juan 14:27); no conoce la verdadera vida, porque no conoce esta paz; sólo conoce la muerte (Romanos 8:6); toma lo anormal por normal. Gracias al Espíritu los cristianos tratan de conseguir la vida y la paz (Romanos 8:6). Esta paz es salvación para todo el hombre, en espíritu, alma y cuerpo (1 Tesalonicenses 5:23). Esta es la promesa dada a los cristianos, esto es lo que por la fe en Jesucristo recibieron y lo que tratan de conseguir. En Cristo Jesús han descubierto el verdadero ser hombre y esto les ha sido prometido. Son participantes de ello. ¿No desearían entonces poder vivir, por fin, como personas normales, como personas que responden a la norma y que en la situación concreta de su vida viven en shalom? Romanos 8:31-39.

Eirene = paz con Dios.

Sólo raras veces eirene tiene el significado de una relación de paz con Dios, que viene a reemplazar a la enemistad. Tenemos que mencionar Efesios 2:14-17 donde Cristo es anunciado como Aquel que puso fin a la ley y de esta manera a la enemistad entre Dios y los hombres, y entre los hombres mutuamente. En vez de enemistad puso la eirene, en vez de la separación entre los judíos y gentiles puso la unidad de la nueva humanidad. Derribó la pared que separaba (la enemistad).

Tenemos que mencionar especialmente Romanos 5:1. Esta relación de paz con Dios llegó a establecerse porque los hombres que eran enemigos de Dios fueron reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo (Romanos 5:10).

Eirene = paz entre los hombres.

“El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17). En este pasaje Pablo se dirige a los “fuertes” que quieren vivir plenamente la libertad del cristiano y que por eso se irritan con los “débiles” que se abstienen de comer carne de animales que fueron sacrificados a los ídolos (14:2). Les dice que no deben creer que el reino de Dios consista en mover a los débiles a comer y beber cosas que para su conciencia están prohibidas, sino en que reinen la justicia, la paz y la alegría. Esa paz, que tiene que ser buscada, es igual a: el vivir el uno con el otro en amor (14:19). Así será el reino de Dios.

La paz tiene este significado también en 1 Corintios 7:15; Gálatas 5:22; Efesios 4:3; Santiago 3:18; 1 Pedro 3:11; 1 Tesalonicenses 5:13; Mateo 5:9.

Eirene = paz en el alma.

Sólo podemos mencionar Romanos 15:13. Pablo ruega que los cristianos sean llenados por Dios de todo gozo y paz en el creer. Paz significa aquí que un hombre está interiormente “en orden”, que todas las cosas están en su lugar, de manera que no es presa de toda clase de perturbaciones. Es un anticipo del gozo y la paz del tiempo del fin.

Bibliografía:

Pop, F. J. (1972) Palabras bíblicas y sus significados, Argentina: Editorial Escatón. pp. 260-261.

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A SOLAS CON JESÚS

A SOLAS CON JESÚS

Durante un viaje a Nicaragua hace algunos meses, me encontré con una frase de Ernesto Cardenal – poeta, teólogo, religioso y escritor, oriundo de ese país – que cimbró mis pensamientos: «…al ser humano moderno ya le resulta difícil estar solo; por el deseo de acrecentar su yo, le es casi imposible. Pero si alguna vez está consigo mismo, en su pequeña habitación, y a punto de conocer a Dios, enciende la radio o el televisor». Quizá me llamó poderosamente la atención, porque en aquellos meses, debido al mucho trabajo, pocos momentos de calma y solitud lograba tener.

Solitud se diferencia de soledad. La soledad, la pudiéramos resumir como la carencia circunstancial de la compañía. Bien puede ser voluntaria, pero la mayoría de las definiciones la señalan como involuntaria. Otra acepción de soledad, la refiere como el «pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo»(i). A menudo, a la soledad se le relaciona con sentimientos desagradables o negativos.

El término solitud, en cambio, expresa lo que el ser humano necesita para revisar su interior y también su exterior. Las definiciones de solitud la enuncian como carencia de compañía. La mayoría añaden que ésta es voluntaria. Se relaciona con sentimientos de quietud y sosiego. Se le vincula con la introspección y la meditación.

Mientras que a la soledad se le dan connotaciones negativas, las cuales manifiestan que, a veces, no necesariamente surge de la voluntad; a la solitud, se le dan connotaciones positivas, en las que se alude que puede surgir de la voluntad. Si bien, etimológicamente se relacionan, para los propósitos del presente artículo, la solitud expresa mejor lo que deseamos compartir.

En los Evangelios, es frecuente ver a Jesús que toma espacios para la solitud y el silencio. Al hacer referencia ahora al silencio, es importante aclarar que no es propiamente un método de relajación: «es más bien el ejercicio de actitudes esenciales que nos formula una exigencia: la necesidad de abrirnos a Dios»(ii).

Uno de los momentos de solitud más dramáticos que tuvo Jesús, lo encontramos en Marcos 14:32-36(iii)Vinieron, pues, a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que yo oro. Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad. Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de él aquella hora. Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú.

Del relato, podemos resaltar varios elementos valiosos que la solitud y el silencio nos regalan para enriquecer nuestro itinerario espiritual:

Distancia de la vida.

Jesús se apartó a orar dice el relato. Lo hacía de manera recurrente, aún en medio de la mucha necesidad y de la búsqueda incesante de la gente. A veces, trataba de encontrarle sentido a su llamado, pues, por momentos, implicaba dolor y sufrimiento. De andar por el desierto y desgastarse, se alejaba de la muchedumbre y se encontraba consigo mismo, y con su Padre, siendo lleno así, de aliento y esperanza.

La vida es nuestro propio desierto, de donde será necesario apartarnos a nuestro Getsemaní. En el camino de la vida poblado de fracasos, derrotas, luchas, miedos, alegrías, victorias, certezas y sueños; el apartarse y contar con la compañía y presencia de Dios será vitalizante. Nos ayudará a no perder el sentido.

En el camino de la existencia, a veces es necesario tomar distancia. Como el pintor de su obra, para verla de lejos completa, después acercarse y retocarla. Así es necesario distanciarse de las propias obras de la vida.

Permite ver hacia adentro.

El apartarse permite ver dentro de sí. Jesús, encuentra en su interior tristeza y temor cuando ora en el Getsemaní. No los evade. Los asume y expresa al Padre. En la solitud se encuentra con Él como vulnerable.

La solitud y el silencio permiten vernos hacia dentro. Vernos de frente, para encontrarnos. Ver nuestras miserias, luchas, sombras; ver nuestra humanidad. En el silencio tenemos los propios desatinos ante nuestros ojos. En el silencio no miramos a los otros, miramos a nosotros mismos y nos enfrentamos a lo que descubrimos. No juzgamos a los demás. El Silencio es una forma de encuentro consigo mismo, donde es necesario asumir la propia contingencia y vulnerabilidad.

Ir a dentro, a veces causa miedo, por temor a lo que se puede encontrar. Sin embargo, es necesario, para aprender y crecer; para sanar y recuperar.

Da libertad.

Jesús puso distancia del trajinar constante. Los momentos en el Getsemaní, evidencian su práctica invariable. Él puso distancia. Los valores de la época no lo dominaron; caminó libre, y dio libertad.

El retiro da libertad. La libertad de los moldes y exigencias sociales, que a menudo nos abrazan y pretenden engullir. La distancia de la vida que es validada por la productividad y, aparentemente, saciada por el consumismo.

La solitud manifiesta la renuncia a las exigencias de la época en la que se vive; al trabajo incesante para producir, a las propias expectativas de la vida, de nosotros mismos. El silencio permite encontrar las expectativas del Dios que libera.

Jesús se apartaba y revisaba su corazón. Las tentaciones en el desierto, no lo vencieron. Ante éstas, permaneció firme. En el alejamiento y el silencio se renuncia no sólo a hablar, sino también a todas aquellas ocupaciones que apartan de Dios y de uno mismo, a aquellas tentaciones que pretenden robar la libertad.

Permite nuestra alineación con Dios.

Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú: fueron las palabras de Jesús en su oración aquella noche en el Getsemaní. La distancia de la vida, permite también distanciarse de todo aquello de nosotros que desea ir en sentido contrario a Dios; para así poder decir: no lo que yo quiero, sino lo que tú.

«La lucha más grande es contra nosotros mismos»(iv). Contra nuestras insatisfacciones, vacíos, anhelos contrarios a Dios, que nos separan de Él. Ideas y visiones que nos distancian de los sueños y anhelos del Padre. Deseos excesivos egoístas, que nos alejan del Reino. La distancia de la vida, representará el alejamiento de la obsesión por querer ocupar siempre el centro. Sí, necesitamos solitud y silencio, para quitarnos del centro y poner a Dios.

Abre a su voluntad y al amor.

…Sea lo que quieres tú, fue la oración de Jesús. La voluntad de su Padre, por encima de todo, era lo que deseaba hacer. El silencio ayuda al oído a percibir la voluntad, la Palabra de Dios. Aumenta la sensibilidad para captar la presencia del Buen Pastor como espacio en el que nos movemos y para atender su voz que nos indica el camino que es vida y lleva a la vida.

Jesús se alejó con un grupo de discípulos. El otro, recuerda, representa a Jesús. El que en el silencio está abierto a la Palabra de Dios, también presta oído a las palabras de los hermanos, también puede ver en el prójimo la presencia del Señor. La solitud y el silencio, se viven desde la comunidad. Parafraseando las palabras de Bonhoefher: «en la realidad de la otra persona se manifiesta el Jesús presente y resucitado»(v).

La solitud no es aislarse, y dejar de relacionarse. Es tomar distancia del ajetreo que distrae, -del entorno deshumanizante e individualista que envuelve-, para acercarse a Dios, y también así, unirse al hermano. Es la solitud que permite la vida en comunidad. Carencia de la compañía del entorno, que permite estar en la compañía del hermano, y amarlo. Mirar hacia adentro, para salir, entrar en el corazón de Dios, y así, desde el amor, mirar el corazón del otro, abriendo el propio.

A solas con Jesús.

En estas épocas recientes, donde la tecnología se ha convertido en el principal instrumento que afecta nuestras relaciones, no solamente con Dios, sino también con las personas amadas y con las cercanas, se hace necesario tomar distancia(vi). «A solas con Jesús», es el título de un hermoso himno, que resume muy bien, las bendiciones que esos momentos de retiro nos regalan:

A solas al huerto yo voy,

Cuando duerme aún al floresta;

Y en quietud y paz con Jesús estoy,

Oyendo absorto allí su voz.

CORO

¡Él conmigo está, puedo oír su voz!

Y que suyo, dice, seré;

Y el encanto que hallo en Él allí,

Con nadie tener podré.

Tan dulce es la voz del Señor,

Que las aves guardan silencio;

Y tan sólo se oye esa voz de amor,

Que inmensa paz al alma da.

Con Él encantado yo estoy,

Aunque en torno lleguen las sombras;

Más me ordena a ir que a escuchar yo voy, Su voz doquier la pena esté.

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ÚLTIMA CENA, INICIO DE LA VIDA NUEVA

ÚLTIMA CENA, INICIO DE LA VIDA NUEVA

“Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fué entregado, tomó pan”

(1 Corintios 11:23).

La mayoría de los pueblos, tiene una narración con la que cuenta la historia de su fundación. Roma contaba la historia de Rómulo y Remo alimentados por una loba. Los aztecas contaban la leyenda de cómo, sus deidades los guiaron hasta encontrar el águila devorando una serpiente apoyada sobre un nopal, en medio de un lago, lugar en el que fundarían su gran ciudad. El México moderno contará la historia de su independencia y pondrá especial interés en el momento conocido como «el grito», evento que se recordará año con año como «símbolo» de la emancipación y del nacimiento de La Nación.

La Pascua fue para los israelitas la historia de su fundación, no surgieron como nación a partir de que ocuparon el territorio prometido, sino a partir de su liberación en Egipto. Desde entonces, cada año, se recordó en Israel aquel evento, no solo por ser un mandamiento de Dios sino por ser tan importante para su historia y significativo para su vida. De esclavos a libres, de no ser pueblo a ser pueblo elegido por Dios, de vivir oprimidos a formar una sociedad justa, de ser propiedad de otros a tener su propiedad, de estar lejos de Dios a tenerlo como tesoro más preciado, cercano y compañero de jornadas.

La ceremonia, permaneció con aquellos símbolos que recordaban los actos extraordinarios de Dios y las bendiciones recibidas, incluso; con el paso del tiempo, se añadieron elementos como las oraciones, los himnos y la bendición de la copa. Sin lugar a dudas, para el pueblo de Israel, la Pascua es la celebración más importante, pues en ella están contenidos los símbolos de la fe, de la explicación de su origen como pueblo y de sus más altos valores.

Para cada pueblo, contar su historia fundante no representa solo el saber acerca de su origen, el dato histórico de hecho es lo menos importante, lo que más interesa son los valores que se desprenden de su historia, por eso, la narración y sus símbolos tienen un gran peso, pues llegan a determinar la cosmovisión, la forma de ser y de pensar de quienes se ven identificados con ella, en consecuencia sirve para dar forma a sus estructuras sociales, políticas, económicas y religiosas. En el relato de fundación se justifican las acciones, las decisiones y los derroteros que se eligen en el desarrollo histórico de cada pueblo.

El nuevo pueblo de Dios: la Iglesia, no es la excepción. También contamos con una historia en la que explicamos nuestro origen y todo lo que ello comprende. Para nosotros, no es el relato de Pentecostés (Hechos 2), sino el Evangelio, y este está representado en el relato de la Cena del Señor. Desde el inicio de la Iglesia, reunirse a participar de la Mesa del Señor, mediante los emblemas del pan y del vino, ha sido el evento más importante entre las celebraciones que la comunidad tiene. El inicio de nuestro pueblo está determinado por la entrega de Jesús como cordero perfecto. Esa narración, con la profundidad de sus símbolos, son determinantes para la vida de la Iglesia y no se pueden tomar a la ligera ni confundir o diluir con otros, pues al hacerlo también se puede demeritar su contenido y fuerza.

Si bien, es cierto que la Cena del Señor se instituyó en el marco de la celebración de la Pascua judía, no es equivalente. Es decir, la Cena del Señor no es para los cristianos lo que la cena de Pascua (Séder) para los judíos. Sin embargo, hay quienes pueden confundir ambos eventos y ponerlos en la misma dimensión. Esto, quizá se deba al hecho de que el apóstol Pablo menciona a Cristo como «nuestra pascua» y a que ambos eventos coinciden en el tiempo. Será importante entonces señalar algunas diferencias, aunque necesitamos comenzar con sus «similitudes».

La primera similitud que salta a la vista es la fecha. Dentro de la gran celebración de pascua, que duraba siete días y se componía de dos eventos, el primero, era la cena de Pascua conocida como Séder, que se comía en la tarde, al final del día 14 del primer mes (Nisán), después de que se sacrificaba a los corderos (Éxodo 12:6). Con esta cena, comenzaba la celebración de los panes sin levadura o los ázimos (matzá/mazzot) que comenzaba en la tarde que da inicio al día 15, la cual duraba siete días (Éxodo 12:14-20). El Maestro no instituyó la Cena en la fecha que corresponde al Séder, sino que «se adelantó» (Juan 13:1) y la tomó al inicio del día 14. Juan 18:28 indica que la mañana en la que el Señor fue juzgado, precedía a la Cena pascual, por lo tanto, aunque la Cena del Señor y la Pascua (Séder) se comen el día 14 de nisán, la primera se realiza al inicio y la segunda al final, y esto tiene un propósito que más adelante comentaremos.

La segunda similitud es la referencia a la palabra Pascua. La palabra Pesaj (Pascua), hace referencia a un brinco, a un salto, al movimiento que hace un cojo al caminar. Es muy probable que esta expresión refiera a la acción de Dios al pasar aquella noche y «saltarse» las casas que tenían la señal en el marco de la puerta. En 1 Corintios 5:7, Pablo menciona que Cristo es nuestra pascua, en este contexto, no se refiere a la fiesta sino a la acción mediante la cual, por medio de su sangre somos libres de la muerte. Aquí, la palabra pascua se utiliza de la misma forma que la levadura, como símbolos de la experiencia cristiana, con la primera se refiere a la experiencia de haber sido liberados de la muerte y la segunda acerca de la pureza moral a la que los creyentes somos llamados.

La tercera similitud es el uso de pan ázimo. El maestro tomó el pan que era parte del Séder (aunque no era la fecha) e hizo el rito como era costumbre, sin embargo, introdujo una explicación diferente a la tradicional, con ello, rompe el significado original y le da un nuevo sentido. Para los Israelitas, el ázimo significaba la prisa con la que tuvieron que salir de Egipto, representaba que la acción liberadora de Dios dio lugar a una salida rápida, sin previsiones (Éxodo 12:34, 39). Jesús por su parte dijo: este es mi cuerpo que por vosotros es entregado (Lucas 22:19). En otros textos del Nuevo Testamento, la levadura tiene una interpretación diferente.

Hemos visto que las similitudes solo son aparentes, es decir, aunque el mismo símbolo está presente, su significado es muy diferente. Completaremos el conjunto de diferencias atendiendo a los elementos distintivos de la Cena del Señor.

La presencia de los doce. La Cena pascual se realizaba regularmente entre familiares, por supuesto había excepciones, sin embargo, en el caso de la Cena del Señor es claro que la presencia de los discípulos no fue accidental, estaba determinada por el propósito de Jesús. En los doce se representa a un Nuevo Pueblo, con ellos se fundará la Iglesia, ellos son, las primicias del Reino de Dios que ha llegado (Apocalipsis 21:14). El número doce representa elección y no es casualidad que sea el mismo número de los patriarcas de Israel que dieron origen a las tribus que conformarían el Pueblo de Dios.  Estos doce fueron llamados, Jesús los eligió, están sentados a la mesa por la gracia de Dios, son lo vil del mundo y lo menospreciado (1 Corintios 1:28), aún el que entregaría al Maestro está allí, símbolo de la inclusión, y los otros le abandonarán, pero serán redimidos. En aquella mesa estaba presente la gracia, la aceptación, el perdón, la justificación, la redención y el amor de Dios vertidos sobre doce discípulos que nos representan a nosotros: la Nueva Humanidad.

El vino. Este no era parte de la cena de pascua que se relata en el libro del Éxodo, se incorporó después como copa de bendición (en realidad eran cuatro). Para los hebreos, el vino representa la alegría de los hombres (Jueces 9:13), se incorporó a la ceremonia como símbolo que expresa alegría, lo opuesto a las hierbas amargas, que les recordaban la condición de esclavitud y los sufrimientos. Jesús utiliza una copa e introduce la frase: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada (Marcos 14:24). Aquí, Jesús da otro giro, completamente novedoso e inesperado al ceremonial, porque carga con un significado incomparable al acto de participar de la copa, es Su sangre y es un Nuevo Pacto.

La consigna de Jesús: haced esto en memoria de mí (Lucas 22:19, 1 Corintios 11:24, 25).  Otro elemento diferente es la encomienda del Maestro, claramente está diciendo que esto es algo nuevo y diferente a la Pascua, está instituyendo. Normalmente cabe la pregunta acerca de las interrogantes que podrían suscitarse en la mente de los discípulos, ya que la instrucción para ellos era la de preparar la Pascua (Lucas 22:13), sin embargo; todas estas diferencias: adelantarse, dar significado nuevo al pan y al vino, hablar de su cuerpo partido, de su sangre derramada y del establecimiento de un Nuevo Pacto, no concordaban con la tradición, era de esperarse que Jesús les dejara claro que estaba estableciendo un Nuevo Memorial, pues se estaba dando origen a algo completamente novedoso. Así que no hubo preguntas, aunque la comprensión vendría después.

¿Y el cordero? Es evidente que Jesús no tomó la «pascua de los Judíos» con sus discípulos, dentro del memorial está completamente ausente el cordero. En esto es necesario detenerse porque Jesús dejó muy claro que iba a morir, que su cuerpo iba a ser partido y su sangre derramada, Él iba a ser el cordero sacrificado. Por ello, es importante resaltar que el día 14, fecha en que murió Jesús, a la hora de la tarde, en medio del proceso de su crucifixión, de manera simultánea, estaban siendo sacrificados muchos corderos como parte de la preparación para la cena pascual. Jesús murió como cordero, su muerte estaba terminando con aquella tradición, un justo estaba siendo víctima de la injusticia, el inocente Cordero de Dios se estaba entregando, eso sería el colmo de la maldad humana y al mismo tiempo el culmen de la gracia divina. En la última cena de Jesús no hubo cordero ni lo habrá después, porque Jesús murió y con su entrega terminó con los sacrificios, pues el suyo, vale una vez y para siempre (Hebreos 9:26; 10:12-14).

Aquella última Cena, narra el inicio de la Vida Nueva, el origen de nuestro Pueblo. En ella están contenidos los símbolos únicos e inigualables que relatan y dan fe del porqué, este Nuevo Pueblo puede ser la luz, la esperanza y el modelo para crear una nueva humanidad.  Nuestros símbolos sagrados, no hayan comparación en ninguna cultura, en ningún acontecimiento histórico, aún la Pascua hebrea, con todo y que fue instituida por Dios, queda como una sombra ante la grandeza de la gloria manifestada en la cruz del calvario. Vivamos nuestra celebración, nuestra pascua, conscientes de los valores, las expectativas, los desafíos y las bondades que están representadas en los símbolos que nos unen a la experiencia de la salvación, de la Nueva Creación, del Nuevo Pacto, del Nuevo Pueblo de Dios, de la Nueva Humanidad y de la Nueva Creación, hasta que lleguemos al banquete celestial, a la cena en la que El Cordero estará presente para unirse con su Novia.

Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero.

Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios (Apocalipsis 19:9).

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UNA IGLESIA PRECIOSA

UNA IGLESIA PRECIOSA

Demos gracias a Dios porque nos permite pertenecer a esta familia hermosa llamada: Iglesia de Dios (7° día) A.R. sin duda, es una Iglesia preciosa, como muchas veces lo cantamos: «Hay una Iglesia preciosa, esta es la Iglesia de Dios».

En esta Iglesia el Señor nos ha permitido tener una familia, amigos, hermanos en la fe, pero sobre todo hemos encontrado el gozo de la Salvación que es en Cristo Jesús. En esta Iglesia hemos aprendido acerca de las promesas de Dios para nuestras vidas, hemos escuchado su palabra muchas veces, «Palabra fiel y digna de ser recibida», hemos encontrado que nuestro Fundamento Doctrinal es sólidamente Bíblico y Cristo-céntrico, es una Iglesia que busca la verdad y privilegia guardar los mandamientos de Dios.

La Biblia es nuestra única norma de Fe que contiene la voluntad y Palabra de Dios, la Biblia es un tesoro y un testimonio para nosotros, testimonio que ha sido escrito para nuestra enseñanza. Porque todo lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribió a fin de que por medio de la paciencia y el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza (Romanos 15:4).

Es una Iglesia bien estructurada con un sistema funcional que continuamente se adecua a las necesidades y demandas de nuestra Asociación Religiosa, los líderes que ocupan los cargos y puestos administrativos son elegidos democráticamente y creemos que Dios es Él que pone a cada uno en el ministerio para el cuál lo quiere usar, pues la Iglesia es de Dios y los líderes, pastores y administradores únicamente somos instrumentos en las manos del Redentor.

Las más de 800 comunidades de Fe, que hay en el país, trabajan desde una misma Visión y Misión, nuestra Iglesia cuenta con un Plan Rector que marca las líneas de trabajo para todas las congregaciones y promueve la unidad en medio de la diversidad, buscando cumplir con la misión encomendada por el Señor Jesucristo en el Evangelio: Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén(Mateo 28:19-20).

Al ser una Iglesia que abarca todos los estados del territorio Nacional, cada comunidad de fe tiene sus propias características, necesidades y formas de ser y de accionar, cada congregación tiene sus rasgos característicos propios del lugar en donde está establecida. En este sentido cada congregación es diferente y singular, sin embargo, como Iglesia de Dios (7° día) hay algo que nos une y que nos identifica como comunidad.

El común denominador de todas las congregaciones locales que nos une es: «La fe, la esperanza y el amor» el apóstol Pable escribe: Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor (1 Corintios 13:13).

A estas cualidades se les conoce como «virtudes teologales», es decir; son las virtudes que nos conectan con Dios, que nos vinculan con el Padre, son virtudes con las que el ser humano puede accionar y son dadas por Dios.

Como Iglesia nos une la fe en Dios y en Jesús su amado hijo, nos une la la esperanza en Dios, la esperanza en la resurrección, la esperanza en el regreso de Cristo Jesús por su pueblo, y sobre todo nos une el amor a Dios y a Jesús, el amor como hermanos unos a otros, el amor al prójimo.

La fe, la esperanza y el amor son las virtudes que nos hacen tener un mismo sentir, y también al aceptar a Jesús y reconocerle como nuestro Señor y Salvador nos hace participes para estar en su Mesa. Es una bendición y un privilegio pertenecer a la Iglesia de Dios y poder compartir la Mesa con nuestro Señor Jesús y en comunión con los hermanos.

Como Iglesia estamos llamados a ser una Iglesia santa y consagrada a Dios, también a ser una Iglesia unida, la santidad y la unidad son virtudes de la Iglesia que Dios anhela, Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie vera al Señor (Hebreos 12:14). Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras; como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna (Salmos 133).

Cuando una Iglesia es unida y busca la paz, cuando una Iglesia es santa y consagrada a Dios nada ni nadie la puede destruir, porque la Iglesia es un proyecto divino, no humano, la Iglesia nace en el corazón de Dios. Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella (Efesios 5:25), procuremos que al llegar a la Mesa del Señor lleguemos en paz con nuestro prójimo, máxime con nuestros hermanos en la fe, con nuestra familia.

Continuemos construyendo la Iglesia que Dios quiere que seamos, pon tus dones y talentos al Servicio de Dios, para hacer de esta Iglesia, cada día, una mejor Iglesia: A fin de presentársela a sí mismo, una Iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha (Efesios 5:27). Esforcémonos por ser la Iglesia que Dios espera que seamos, busquemos todo lo bueno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, dejemos a un lado la indiferencia, la apatía, la murmuración que para nada edifica, sólo destruye y daña a nuestras congregaciones, seamos una luz en medio de un mundo que vive lleno de malas noticias, que la Iglesia sea portadora de buenas noticias, sea el heraldo del Reino de Dios aquí en la tierra, y que sólo piense y actué en todo lo que sea de buen nombre, en lo que tiene virtud y en lo que es digno de alabanza.

Preparemos nuestros corazones para estar en la Mesa del Rey una vez más, procuremos la unidad, el apoyo mutuo, el servicio cristiano, cuidemos de los más pequeños, fomentemos el gozo, la alegría de vivir vidas consagradas para Dios Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca (Hebreos 10:24-25), promovamos relaciones fraternas, vínculos de hermandad y unidad, busquemos ser una Iglesia saludable.

Mantengamos y promovamos la unidad en la Iglesia para que el mundo crea que Jesús es el Cristo, el hijo del Dios viviente. Cumplamos el deseo de Jesús de ser UNO: Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste (Juan 17:21). Si así lo hacemos, la Iglesia se edificará, fortalecerá y continuará cumpliendo su razón de Ser, el Señor nos bendecirá, y con gozo podremos proclamar y cantar:

«Oh ven, ven, ven,

Ven a la Iglesia de Dios

Donde podrás descansar

Otro sitio tal vez nunca encuentres

Cual la Iglesia de Dios sin igual».

Nuestra Iglesia es:

a) Una Iglesia que tiene su fundamento de fe basado en la Biblia

b) Una Iglesia que guarda los principios bíblicos y cristianos

c) Una Iglesia que privilegia guardar lo mandamientos divinos

d) Una Iglesia que promueve el ministerio de todos los creyentes

e) Una Iglesia que predica fielmente la Palabra de Dios

f) Una Iglesia que Sirve

g) Una Iglesia que Adora

h) Una Iglesia que Edifica

i) Una Iglesia que Evangeliza

j) Una Iglesia que vive en comunión

En suma, una Iglesia que cumple su misión, una Iglesia en acción.

Sigamos preparándonos para ser la Iglesia que Dios espera encontrar cuando venga y cuando cara a cara podremos verle y participaremos juntamente con Él en su Mesa.

Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso Reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa (la Iglesia) se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos (Apocalipsis 19:6-8).

Y el Espíritu y la Esposa dicen: «Ven, Señor Jesús».

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UNO QUE SE OFRECE POR TODOS

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El mandamiento de Jesucristo de celebrar el acto de comer el pan y beber el vino tiene una profunda trascendencia. Mucho más allá de lo que alcanzamos a ver, en su origen mantiene un significado que jamás deberá cambiar con el paso de los años. Vale la pena que intentemos recuperar el sentido de las expresiones y descubrir no una frase, sino una presencia y unidad dados por el acto sublime de la Cena del Señor.

La frase pronunciada al distribuir el Pan partido: Esto es mi Cuerpo (Marcos 14:22) significa: «Esto soy yo mismo; con este pan me doy a mí mismo». Según esto, si Jesús interpreta la acción de distribuirles el Pan partido (una acción con significado) con las palabras: «Esto soy yo», esta frase quiere decir que: al recibir los discípulos el pan, participan de la auto entrega de Jesús. Y la frase de la copa: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada (Marcos 14:24b), derramar la sangre se usa cuando se habla de la muerte violenta y de entregar la vida. En otras palabras equivaldría a: «Esta es mi muerte por la multitud», que interpreta la muerte de Jesús como expiatoria y ofrecida en nombre y representación de la muchedumbre; o sea, «uno que se ofrece por todos».

Al distribuir el pan partido y al pasar el vino, la realidad significada por las palabras indica que los discípulos participan de la entrega que Jesús hace de su propia vida por los demás. Debemos agregar a esto la perspectiva profética (Marcos 14:25), que coloca a la Cena del Señor en un horizonte del futuro: Jesús introduce a sus discípulos ya ahora en la venida del Reino de Dios.

«La última Cena es la última de las comunidades de mesa que Jesús tiene con sus discípulos; y, al igual que todas estas comunidades, fue un anticipo de su pleno cumplimiento en el Reino de Dios. Aquí y ahora los hijos Pródigos pueden ya sentarse a la mesa del Padre. A la vez, es un ruego para que lleve a cabo la consumación de su Reino» (Joachim Jeremías).

En 1 Corintios 11:28, tomar la Cena o dejar de hacerlo es una responsabilidad personal; cuando participamos cada uno de nosotros nos sometemos a la acción salvífica de Dios o a su juicio. La invitación a participar de la mesa nos pone de nuevo frente a esta decisión.

Participamos de los emblemas en comunidad y no individualmente. Nuestra vida en la Iglesia es confirmada en la Cena. No podemos evadir las disensiones que tuviéremos con nuestros hermanos. No debemos dividir el Cuerpo de Cristo. Él, como padre de la familia reparte a todos sus hijos.

La Cena del Señor tiene a lo largo del Nuevo Testamento un carácter festivo. Vivamos con alegría y reverencia de la prenda que Él ha dejado. En medio de este mundo sin esperanza, en un tiempo de tormentas, el ser cristiano se alza triunfante viviendo y amando la eternidad del Reino de Dios.

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PAN Y VINO: SÍMBOLOS DE AMOR Y DESAFÍO

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El 4 de abril de éste año, se cumplen cuarenta y ocho años del asesinato de Martin Luther King, quien fuera un pastor evangélico estadounidense. Estuvo al frente de un movimiento que buscaba el reconocimiento de los derechos civiles para los afroamericanos. Participó como activista en numerosas protestas contra la Guerra del Vietnam y la pobreza en general. Organizó y llevó a cabo diversas actividades pacíficas reclamando: 1) El derecho al voto, 2) La no discriminación y 3) otros derechos civiles básicos para la gente de color en Estados Unidos.

El 28 de agosto de 1963, en Washington, durante la «Marcha por el trabajo y la libertad», en un momento considerado como definitorio en el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, ante más de 250,000 personas, en lo que constituyó la manifestación más grande que haya tenido lugar en la capital estadounidense, pronunció el discurso «Yo tengo un sueño» (considerado de los mejores de la historia por su retórica). En éste, habló poderosa y elocuentemente sobre su deseo de un futuro en el cual, la gente de raza negra y blanca, pudiesen coexistir armoniosamente y como iguales. He aquí un fragmento: «¡Yo tengo un sueño hoy!, que un día… pequeños niños negros y pequeñas niñas negras serán capaces de unir sus manos con pequeños niños blancos y niñas blancas, como hermanos y hermanas».

Martin Luther King murió asesinado de un disparo el 4 de Abril de 1968, a los 39 años de edad. El 30 de marzo de ese año, King fue a Memphis (Tennessee) para apoyar a los empleados afroamericanos de obras públicas sanitarias, que habían estado en huelga desde el 12 de marzo para pedir salarios más altos y mejor trato. El 3 de abril, King volvió a Memphis, pues participaría en una reunión. Se alojó en la habitación 306 de un hotel. El 4 de abril, a las 18:01, mientras estaba asomado al balcón, una persona de raza blanca, racista, le disparó. La bala entró por su mejilla derecha, le rompió la mandíbula y pasó por la médula espinal antes de alojarse en su hombro. Sus últimas palabras en el balcón fueron para el músico Ben Branch, que debía actuar esa noche en el evento al que asistiría King: -Ben, asegúrate de que cantes: «Toma mi mano, precioso Señor» en la reunión de ésta noche. Cántalo muy real-.

Durante el funeral, a petición de su viuda, se reprodujo el último sermón de King, en la Iglesia Bautista de Eben Ezer. Era una grabación de su famosa predicación «Drum Major» (Tambor Mayor), en base a Marcos 10, realizado el 4 de febrero de 1968. En aquel sermón, King pedía que en su entierro no se hiciera ninguna mención a sus premios y honores, sino que se dijera que él trató de «alimentar al hambriento», «vestir al desnudo», «ser justo sobre la cuestión de la guerra» y «amar y servir a la humanidad». Por la petición de King, su buen amigo Mahalia Jackson cantó su himno favorito «Toma mi mano, precioso Señor» en el funeral.

La vida de este hombre, es un buen ejemplo de cómo vivir lo que representa la Cena del Señor, todos los días. Tal vivencia, es más que sólo mantenerse en comunión con los demás. Implica una entrega hasta el final, por amor, como lo hizo Jesús. La Cena del Señor, representa el modo de ser que pasa de Jesús a sus seguidores y, por el testimonio de éstos, tiende a irradiarse en la sociedad y en el mundo.

Los Evangelios y el apóstol Pablo, en su primera carta a los Corintios, hacen referencia a éste acto tan central e importante para la fe cristiana. Evento que tiene como emblemas centrales, el pan, que representa al cuerpo de Jesús, y al vino, que simboliza su sangre.

El Pan

También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo: este pan es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí(Lucas 22:19, NVI).

El sentido inmediato del pan es el de alimento, y como tal, indispensable para la vida. Es el que sustenta, el que sacia el hambre, el que da fuerza y vigoriza. Es Jesús, en ese sentido, el pan que nos sostiene, alienta y fortalece; es alimento y sostén espiritual para el pueblo de Dios que camina en la historia.

El pan era símbolo de la Ley, al tomarlo Jesús como emblema, significa también que, Jesús, en su persona y obra, resume el código de la alianza antigua. En otras palabras, la norma de vida para el discípulo es Jesús mismo, su vida y su actividad.

Jesús dice que el pan es símbolo de su cuerpo. El «cuerpo», en la mente hebrea, representa la manera en que una persona está presente en el mundo; a la forma como ésta vive, y por tanto, al impacto que su manera de vivir genera en la historia. De esta forma, las opciones de Jesús transformadas en actos son «cuerpo»; los gestos con los que comunica sus sentimientos son «cuerpo»; sus pensamientos exteriorizados en palabras son «cuerpo».

Jesús, invita a los discípulos a comer el pan. El acto de comer o masticar, adquiere, en el testimonio bíblico, un carácter simbólico. Es más que sólo consumir alimento. El comer, hace referencia al acto de apropiación de una determinada realidad, para asimilarla e interiorizarla de tal forma que ya sea parte indisociable de quien la come. En ese sentido, comer el pan en la Cena del Señor, significa que hacemos propias las ideas de Jesús, su voluntad, sus sueños  y anhelos, los cuales, son del Padre, que cuando estuvo en la tierra, los tradujo en actos de amor, justicia y misericordia. Comer en la cena, significa entonces que asumimos la forma de vida del Resucitado, como paradigma de la nuestra, lo cual es todo un desafío.

En resumen, al darles el pan a sus discípulos, Jesús les está diciendo: «¡Hagan suya mi vida, mi forma de pensar y actuar, anuncien, también con sus pensamientos traducidos en acciones, que el Reino de los cielos se ha acercado!».  Al darnos el pan en la Cena del Señor, ese es su mensaje, ese es su deseo. Jesús, por medio de su cuerpo (la iglesia) posibilita la renovación y transformación del mundo, conforme a los propósitos del Reino.

El vino

…tomó la copa después de la cena, y dijo: esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes (Lucas 22:20, NVI).

En el pensamiento hebreo, el vino simboliza el amor. Así, en las bodas, el signo del amor que unía a los esposos, se expresaba mediante la abundancia del vino en el banquete. Por eso, cuando se termina el vino en las bodas de Caná, a las que Jesús asistió, parece ser un serio problema.

En el texto bíblico, el vino simboliza el amor de Dios en la alianza con su pueblo. En el testimonio de los evangelios sobre la última cena, el vino representa la sangre de Jesús, precisamente porque fue derramada por amor. Es el Hijo, la manifestación máxima del amor del Padre, por eso la cruz es la expresión de todo lo que se opone a Él. La sangre, pues, simboliza el amor derramado, entregado hasta la muerte, y desde la muerte, ese mismo amor genera vida, y vida en abundancia.

El vino entonces, es señal de amor y de perdón; pues es el perdón una de las expresiones más sublimes del amor. En la cruz, estará concretizándose todo lo nuestro que se opone a Dios, y en la sangre, se manifiesta el perdón a ese rechazo que nuestra forma de vida ha evidenciado. El perdón de nuestros pecados es posible por su sangre.

Beber el vino, en la Cena del Señor, significa asumir ese perdón que ha sido ofrecido de parte del Padre a través de Jesús. Representa la conciencia de que, por más terrible que hubiese sido la manera como nos opusimos a Él, nos perdona, si abrazamos a Jesús. Beber el vino, entonces, representa la disposición a amar de quien lo bebe; a amar, de la misma forma que Él, sin esperar nada a cambio. Tomar de la copa, evidencia también la disposición a perdonar las ofensas de los demás, así como Él ha otorgado el perdón.

La Cena del Señor

La Cena del Señor, entonces, ante todo, representa la vida misma de Cristo. Vida que es modelo, ejemplo y desafío, para la vida del discípulo. Comer el pan que simboliza su cuerpo, es estar dispuestos a vivir como Él. Beber el vino que simboliza su sangre, es estar dispuestos a amar como Él.

Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, también el que come de mí, vivirá por mí (Juan 6:55 -57, NVI).

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EL ÁRBOL QUE DA VIDA

EL ÁRBOL DE LA VIDA

Y Jehová Dios […] hizo nacer el árbol de vida en medio del huerto, pero aconteció que en aquel tiempo dos seres humanos probaron del árbol que les fue prohibido y fueron expulsados del Huerto del Edén antes de que comieran del árbol de la vida y vivieran para siempre (Génesis 2:9),

Esta historia la encontramos en Génesis 2:9, podemos observar que hasta este punto el árbol de la vida es inaccesible para la humanidad, sin embargo, algo sorprendente acontece en Apocalipsis 22:2, ¡así es! «Estaba el árbol de la vida, que produce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones»; es sorprendente que en estos versículos se plasma nuevamente la visibilidad de aquel árbol que en el comienzo de los tiempos le fue prohibido al ser humano, pero, ¿qué tienen en común el árbol del final de los tiempos con el árbol del comienzo de los tiempos?

Aparentemente estos dos árboles no tiene nada en común, por un lado el árbol ubicado en medio de la calle de la ciudad santa produce frutos que dan vida y hojas que son sanidad para las naciones, por su parte, el árbol plantado en medio del Huerto de Edén solo da un fruto, pero si nos detenemos a observar encontraremos que el elemento que tienen en común es el agua.

La referencia de agua la podemos encontrar a lo largo de la Biblia, pero Jesús es el mayor ejemplo, recordemos esa escena cuando se acerca a la mujer Samaritana y le dice: Todo aquel que bebe del agua que le daré, no tendrá sed jamás (Juan 4:14), es Jesús la fuente de vida y amor inagotable que alimenta al árbol cuyos frutos nunca terminan y sus hojas son de sanidad.

Vivimos rodeados de violencia, intolerancia e indiferencia, aspectos que se reflejan en problemas como el narcotráfico, la trata de personas, corrupción, injusticia, marginación, entre otros aspectos que caracterizan al siglo XXI. Es evidente que el mundo requiere ser tocado por las hojas de aquel árbol que produce frutos cada mes, el cual proviene de la salvación otorgada por Jesús y que se encuentra visible para todo aquel que se acerca. Los cristianos, hombres y mujeres, hemos sido llamados para ser agentes de cambio y dar a conocer esa fuente de poder inagotable (vida y esperanza) que emana del amor infinito de Dios a través de su hijo Jesucristo.

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TE DEJO GANAR MIS BATALLAS

TE DEJO GANAR MIS BATALLAS

-«Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león.

-No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives. ¿Dónde están todos estos animales?

Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron:

Estos animales los llevamos dentro; los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. Tengo que entrenarlos para que sólo se lancen sobre presas buenas, son mis ojos. Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y ayuden sin herir, son mis manos. Los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las situaciones difíciles. Tengo que enseñarles a estar quietos aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no me gusta, son mis pies. Lo más difícil es vigilar la serpiente aunque se encuentra encerrada en una jaula de 32 varillas. Siempre está lista para morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula, si no la vigilo de cerca, hace daño, es mi lengua. El burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber. Pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día, es mi cuerpo. Finalmente necesito domar al león, quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, es vanidoso y orgulloso, ese, es mi corazón»(1)

Cuando se acerca la Cena del Señor, la gran mayoría de nosotros desearíamos escuchar mensajes que nos recuerden del gran amor de Dios, de su infinita misericordia y de las promesas que tiene para nuestra vida, pero poco reflexionamos sobre la obediencia que Él quiere de nosotros, del enorme esfuerzo que tenemos que hacer para vivir en santidad, porque así lo pide Dios, de que tenemos que vivir bajo el control del espíritu y no dominadas por la carne, como Él nos lo enseñó.

Tal vez quisiéramos que todo fuera fácil, aunque nadie dijo que lo sería, por lo tanto, para andar firmes en el camino de la espiritualidad, sin poner en riesgo el Don de la Gracia, es importante dominar todo nuestro ser y vivir conforme a los deseos del espíritu. Es en nuestro Señor Jesucristo donde encontramos un genuino ejemplo de lucha, de espiritualidad, de obediencia y sacrificio. No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas. Lucas 6:43-44

LA LUCHA CONTRA MI PENSAR Y ACTUAR

Una persona perversa resuelve hacer un presente a una persona pobre por su aniversario e irónicamente manda preparar una bandeja llena de basura y desperdicios. En presencia de todos, manda entregar el presente, que es recibido con alegría por el agasajado. Gentilmente, el agasajado agradece y pide que lo espere un instante, ya que le gustaría poder retribuir la atención. Tira la basura, lava la bandeja, la cubre de flores, y la devuelve con un papel, donde dice «Cada uno da lo que posee»(2)

Todo lo que somos, rige aquello que pensamos, nuestros pensamientos dirigen nuestro proceder y nuestro proceder determina nuestra verdadera espiritualidad y relación con Dios, por lo tanto, es el momento de analizar quienes somos realmente, qué poseemos en nuestro interior, ¿De qué estamos llenas, basura o flores?, ¿Qué gobierna nuestro pensamiento y nuestro actuar?

Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios (Gálatas 5:19-21).

Los pensamientos que tenemos y las palabras que decimos invariablemente están formando nuestras vivencias; muchas veces Dios permite que por causa de éstas, vivamos las pruebas y las luchas que moldearán lo que somos. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová (Isaías 55:8).

Un pensamiento carnal es prejuicioso y nos lleva a juzgar las cosas sin tener cabal conocimiento, muchas veces ocasionando divisiones dentro de la Iglesia o llevándonos a la separación de los amigos, de la familia o de la pareja, echando por tierra toda buena obra, por eso es importante que cultivemos pensamientos y acciones de bendición, para evitar que el pecado entre en nuestra mente y se apodere de nuestro corazón, trastocando la espiritualidad con la que debemos conducirnos siempre, y no solo cuando se acerca la Cena del Señor.

Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu (Romanos 8:5), y, por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad (Filipenses 4:8).

LA LUCHA CONTRA LAS PALABRAS NECIAS

Muchas personas agreden a los demás con sus palabras, y no sólo no se dan cuenta del mal que hacen, sino que piensan que están haciendo un bien porque Dios les ha dado el poder de corregir lo que consideran que es incorrecto y van dejando detrás de sí una estela de dolor y desaliento.

Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención (Efesios 4:29-30).

El apóstol Pablo nos dice que las palabras de un cristiano deben infundirle fe y ánimo al que lo escucha. Nuestras palabras deben ser un medio de gracia y deben ser dichas con gracia: Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno (Colosenses 4:6)

Cada una de nosotras es confeccionista de lo que somos, nuestras palabras y acciones determinan nuestra espiritualidad o nuestra carnalidad, éstas son las batallas que debemos vencer día con día, la carne contra el espíritu. Somos miembros de la Iglesia de Dios, somos parte del cuerpo de Cristo, tenemos un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo y año con año recordamos el pacto hecho en Cristo, con su cuerpo y con su sangre, sin embargo aún vivimos en un cuerpo de muerte y la ley de los miembros de éste, se rebela contra la ley de Dios. Lo difícil es poner resistencia en la batalla y ceder a lo más fácil, el pecado, poniendo en riesgo la gracia salvadora. Jesucristo es quien nos ha liberado del pecado dando su vida por nosotros, entonces, ¿por qué queremos volver a colocarnos el yugo del pecado?

Finalmente, para ganar la batalla de la carne contra el espíritu y acercarme dignamente a la mesa del Señor, es necesario tener fortaleza para enfrentar las pruebas y vencer el combate contra el enemigo, y sólo puedo obtenerla por medio de la oración constante. También necesito valentía para vencer el miedo y para salir victoriosa en la tentación, ya que en la lucha entre la carne y el espíritu gana a quien alimentamos más. Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él (Romanos 8:9).

Es importante vivir día con día una auténtica espiritualidad, como una oportunidad constante de obrar y probar que estamos sujetas a los deseos del espíritu, siguiendo el ejemplo de nuestro Salvador, no tenemos excusa, ya que aun con sus virtudes humanas, espirituales y emocionales, que constantemente estuvieron afectadas por las circunstancias sociales en las que vivió, todo el tiempo actuó conforme al Espíritu. Permitamos que el poder de Dios actúe en nosotros y tome dominio de nuestra persona, nuestras palabras, sentimientos y actos.

Al renovar cada año el pacto con Cristo y anunciar su venida a través de la cena, podemos considerar entonces que Cristo es nuestro Rey, por lo que debemos seguir esperando su venida, con una vida donde la carnalidad esté sometida al Señor, permitiendo que Él pelee nuestras batallas. De manera que, cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor (1 Corintios 11:27).

En la disposición que tenemos por lograr una espiritualidad genuina a veces tropezamos y caemos haciendo constantemente lo que le desagrada a Dios, pero no debemos olvidar lo que Romanos 8:26-27 nos dice:

Así mismo el espíritu ayuda a nuestras flaquezas: porqué qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; sino que el mismo espíritu pide por nosotros con gemidos indecibles. Más el que escudriña los corazones sabe cuál es el intento del espíritu (Romanos 8:26-27).

Fuentes de referencia

  1. (1) URL: http://www.tengoseddeti.org/apuntes-del-camino/el-viejo-anacoreta/
  2. (2) URL:  http://www.actosdeamor.com/queposeeuno.htm

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