NUESTRO FUNDAMENTO DOCTRINAL
PRIMERA SECCIÓN
1. LA BIBLIA
La Biblia es la Palabra de Dios. Es el único libro de inspiración divina y de valor eterno. En sus páginas se halla la completa revelación del Plan de Salvación y la voluntad de Dios para el hombre.
La Biblia es la Palabra de Dios
Creemos que toda la Biblia es Palabra de Dios, incluyendo aquellas expresiones que no provienen directamente de Él1, pero que al ser parte del texto sagrado sirven a su propósito. En la Biblia, Dios, se nos revela y por medio de ella aprendemos a relacionarnos con Él, con nuestros semejantes y con nuestro entorno. Al leer y recibir su mensaje con fe, Dios hace posible una vida renovada en comunión con Él2.
1Job 42:2 (Job); Job 42:7 (Elifáz); 2Hebreos 4:12; 2 Timoteo 3:14-17; 1 Juan 1:3; Apocalipsis 1:1-3
La Biblia está compuesta por dos secciones conocidas como Testamentos, ambas son escritura inspirada por Dios y por lo tanto, de eterna vigencia y destinada para todos los seres humanos1.
1Romanos 15:4
El Antiguo Testamento, conformado por 39 libros, es palabra de Dios para todos los pueblos, Jesús basó en Él su mensaje y posteriormente, también sirvió como fuente para la predicación de sus discípulos. La comunidad cristiana comprendió que con la llegada del Mesías, lo anunciado en esta Escritura inició su cumplimiento, traspasando los límites del pueblo hebreo y por ello la utilizó para proclamar el Plan de Salvación de Dios para toda la humanidad1.
1Lucas 24:27; Romanos 1:1-2; 2 Timoteo 3:15
Jesús y sus discípulos revelaron el sentido correcto del Antiguo Testamento. Sus enseñanzas y prácticas dieron lugar a nuevos escritos que conformaron el segundo grupo de la Biblia: El Nuevo Testamento, conformado por 27 libros, el cual no invalida al Antiguo, sino que lo avala mostrando su pleno significado y observancia1.
1Mateo 5:21-32; 15:1-9; Romanos 16:25-26
La inspiración de la Biblia
Reconocemos la inspiración divina de la Biblia1. En el proceso de redacción, selección y conservación de los libros que la integran participaron seres humanos investidos del Espíritu de Dios2.
12 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:20-21; 2Deuteronomio 29:29
Su contenido es normativo y está completo
La Biblia, por ser Palabra de Dios, es la instrucción completa de Dios1, instrucción que por su sentido hebreo: Toráh, es la Ley que incluye todo lo que el creyente necesita para vivir la mejor vida posible2. Así, en el sentido más amplio, la Biblia es la Ley de Dios y por lo tanto, tiene carácter normativo, está completa y es perfecta. Por esta razón, a lo largo de los siglos, la Iglesia ha comprendido que no debe añadirle ni quitarle a su contenido3, y a no ir más allá de lo que el texto inspirado llega. En donde este guarda silencio, también lo hace la iglesia.
1Josué 1:8; 2Salmo 112; 3Deuteronomio 4:2; Proverbios 30:5-6; Apocalipsis 22:18-19
Tiene valor eterno
La Biblia, en su carácter de Palabra de Dios, es eterna porque el mensaje que transmite será cierto siempre1 y por otro lado, porque su naturaleza es santa y pura. Este valor eterno la diferencia de cualquier otro libro o mensaje, pero en especial, la diferencia de la naturaleza humana; en razón de ello es que necesitamos la gracia de Dios para entenderla y vivirla2.
1Mateo 5:18; 2Salmo 119:34; Romanos 7:12-14
La Biblia es el criterio determinante para todas las creencias y prácticas cristianas de todos los tiempos; el bien y el mal no son cuestión de opinión, ni de época, porque no son conceptos culturales, sólo pueden ser identificados verdaderamente a la luz de la palabra de Dios1.
11 Reyes 15:34; Salmo 51:4; Romanos 7:7.
La Biblia, en su condición de obra literaria, fue realizada por comunidades de creyentes que tuvieron una auténtica relación con Dios y que experimentaron su poder para transformar1. Fue escrita como un testimonio que tiene el propósito de despertar la fe de los lectores para que también ellos participen de esa relación y ese poder2. No fue escrita con criterios ni propósitos científicos e históricos modernos. Los escritores relataron los hechos buscando trasmitir el valor espiritual que había detrás de ellos, haciendo uso libremente de los detalles, de manera que las comunidades captaran la verdad divina3. La verdad bíblica se refiere más a la forma de ser de Dios y a las intenciones espirituales propias del autor del texto, que a la precisión de los datos4. Por todo esto, se puede apreciar el por qué la principal exigencia de la Biblia es que la pongamos por obra5.
1Salmo 19:7; 2Santiago 1:21; 3Comparar Marcos 5:2 con Mateo 8:28; 4Salmo 25:10; 100:5; Juan 1:14; Efesios 4:15; 5Josué 1:6-9; Mateo 7:24; Santiago 1:22-25; Apocalipsis 1:3
2. DIOS
Dios es el creador de todas las cosas. Es el único ser digno de adoración, habita en las alturas, es cercano a sus criaturas y ama eternamente. Se ha dado a conocer expresando su amor y gracia: de manera general en la creación, de forma especial mediante su palabra escrita y su más grande revelación ha sido a través de su Hijo. La importancia de revelarse está en darnos a conocer su voluntad.
Dios es el creador de todas las cosas
El mundo es el resultado de una decisión soberana de Dios. Su creación fue sin competencia frente a un principio o poder malo. En su libertad y amor estableció el orden sobre el caos y la nada. El mundo no es de su misma naturaleza, pero es su obra buena en la cual se regocija. El Creador está comprometido con su mundo: lo creó, lo sustenta y lo hará nuevo en el futuro1.
1Génesis 1:31-2:3; Job 38:4-38; Salmo 8; 19:1-6
Dios es el único ser digno de adoración: Es Santo
Dios es Santo en sentido perfecto, porque Él es el Creador y no un ser creado que tenga principio y fin1. Está aparte de toda la creación y todas las criaturas2. Esta separación también se muestra en las acciones que realiza3, pues en todo lo que hace no hay inmundicia4 y resalta de manera especial su trato comprensivo a los arrepentidos5.
1Isaías 42:5; Hechos 17:24-25; 2Deuteronomio 26:15; 1 Samuel 2:2; Salmo 11:4; 3Isaías 35:8; 4Oseas 11:9; 5Isaías 57:15
Debido a su Santidad, sólo Él es digno de ser adorado, pues adorar significa: El reconocimiento de que la vida sólo procede de Él1, la convicción de estar en sus manos2, y la rendición total a su señorío3. Esta es la verdad más importante sobre el ser de Dios4.
1Hechos 17:25; 2Salmos 23; 91; 3Deuteronomio 6:5; Mateo 4:10; Filipenses 2:11; 41 Crónicas 16:29; Mateo 4:10, Apocalipsis 4:11; 22:9
También la Santidad de Dios incluye características que ningún otro ser tiene o pueda tener: Dios es único1. Es Todopoderoso para hacer su voluntad sin cometer ningún tipo de injusticia2. Es Sabio sin comparación3. Y de una manera incompresible para nosotros, Él está presente en todos lados y en cada uno, con todo su ser4. Es celoso, es decir, exige del hombre una conducta digna de la atención que Él le concede5.
1Deuteronomio 6:3-4; 1 Samuel 2:2; Juan 17:3; 1 Corintios 8:5-6; 2Éxodo 15:11; Job 37:23; Romanos 13:1-3; Apocalipsis 16:7; 3Salmo 147:5; Romanos 16:27; 1 Corintios 1:20-25; 4Jeremías 23:24; Salmo 139:7-12; 5Éxodo 20:5; Josué 24:19
Dios está en lo alto: Es Espíritu
Cuando Jesús, en el evangelio de Juan, afirma que Dios es Espíritu1, nos revela que Dios habita en una dimensión inalcanzable para los seres humanos2, también que sus valores y conducta son de lo alto, en contraste con la habitación, valores y conducta de los seres humanos que pertenecen a la dimensión de abajo, es decir, terrena.
1Juan 4:24; 2Isaías 40:26; 57:15
También la afirmación: Dios es Espíritu, nos revela que Él no tiene las limitantes que tiene nuestro ser, en especial las de nuestros cuerpos. La mente humana no está en posibilidades de comprender y mucho menos de describir su ser personal. Dios no es una idea, o abstracción, no es energía pura, ni ningún otro sentido material o inmaterial pero se puede deducir que es espiritual en un sentido semejante al que Pablo plantea en 1 Corintios 15:44.
Junto a la realidad de que Dios es espíritu, está la realidad de que Dios es luz; esto significa que en su ser y en su manera de actuar no hay maldad alguna1; y que desde el principio de la creación ha estado y está por encima de ella2.
1Juan 3:19; Santiago 1:17, 1 Juan 1:5-7; 2Génesis 1:2; Juan 3:31
Dios está cercano a sus criaturas
Dios está en una dimensión inaccesible, pero al mismo tiempo, está muy cercano a sus criaturas dándoles la posibilidad de adorarlo y de ser el centro de su vida1, pero sin ser controlado por medio de un lugar o de un rito2. La Biblia describe a Dios “caminando” junto a su pueblo, prometiendo acompañar a los que envía en la misión e interesado permanentemente en los suyos3.
1Isaías 57:15; Juan 10:10; 2Juan 4:21-24; 3Éxodo 3:12; Salmo 23:4; 145:18; Mateo 1:23; 28:20
Dios es amor. Ama antes de que lo amen
Dios ama a los seres humanos desde antes de que estos lo conozcan; toma la iniciativa para salvarlos1 y se compromete a hacerlos sus hijos2 brindándoles un trato cálido y fiel3, dirigiéndose a sus corazones, porque es ahí, según el texto bíblico, donde está la capacidad para decidir4. Es ahí, en el corazón, donde se elige a quién y cómo amar5.
1Juan 4:9-10; 2Juan 1:12; 3Santiago 2:23; 4Génesis 6:5; Mateo 15:19; 52 Corintios 2:4; 1 Timoteo 1:5
El amor de Dios es más que un sentimiento, es un apego fundamentado en una decisión que se mantiene en todo tiempo, aún cuando los sentimientos y las circunstancias de sus criaturas cambian. Un amor que perdura, incluso cuando los creyentes mueren, pues Él afirma que sigue siendo su Dios1 y que habrá de resucitarlos2 para que disfruten eternamente su presencia3.
1Mateo 22:32; 2Romanos 8:11; 3Apocalipsis 21:3-4
Dios se relaciona con nosotros: La Gracia
Desde los antepasados en la fe, pasando por su intervención en la vida de cada creyente y abarcando lo que hará por todos sus hijos1, Dios obra a favor de los seres humanos sin que lo merezcan2, cuando lo necesitan y a través de su Hijo3. La gracia establece con el creyente una relación de confianza y gratitud que demanda nuestro mayor esfuerzo para vivir a la altura del favor recibido4, eliminando con esto toda jactancia personal que resulta de la búsqueda de méritos5. Pues la grandeza de Dios se manifiesta especialmente en su manera de tratar a los que le dan la espalda6.
1Romanos 5:15; 1 Corintios 15:10; Filipenses. 1:6; 2Romanos 5:8; 3Juan 1:17; 1 Corintios1:4; 4Efesios 2:8-10; Romanos 4:1-4,16; 11:6; 51 Corintios 4:7; 15:10; 6Oseas 14:4
Dios se ha revelado. La creación muestra al creador
Dios se manifiesta a los seres humanos en la creación. Aunque por medio de los sentidos se puede apreciar la grandeza de la creación, sólo por la mirada de fe se puede reconocer la grandeza del Creador1, pues su existencia es una realidad inalcanzable por los medios y recursos terrenos2. Sólo la fe es el recurso que tiene el creyente para reconocer que el mundo, el lugar que hace posible la vida, fue hecho por Dios y es de Dios3. Su amor y justicia se muestran en la manera que la creación permite la vida para todos: buenos y malos4.
1Salmo 19:1; Hechos 14:15-17; Romanos 1:20; Hebreos 11:6; 2Isaías 40:28; 55:9; 1 Timoteo 6:16; 3Deuteronomio 10:14; Salmo 24:1-2; 4Mateo 5:45
Dios se ha revelado de manera especial en su palabra
Dios ha querido revelarse de manera especial por medio de la Escritura, ella da testimonio fiel de su voluntad, carácter y propósito. Ningún otro documento posee esta categoría1.
1Salmo 78:5-7; Apocalipsis 21:5
Dios se ha revelado de manera perfecta en su Hijo
Dios, se ha revelado de manera perfecta en la persona de nuestro Señor Jesucristo; Él es la culminación del proceso de revelación de la voluntad, carácter y propósito de Dios en la historia, que ha pasado por lo general y especial a lo pleno y definitivo1.
1Juan 1:14,18; 14:8-11; 2 Corintios 4:4; Colosenses 1:15-19; Hebreos 1:1-3
Dios revela su voluntad
Dios supera el abismo que lo separa de los seres humanos, haciendo posible que ellos lo conozcan, no en su plenitud1, pero sí lo necesario para que, por medio de la Biblia, comprendan su voluntad y la pongan por obra2. Para que la lectura de la Biblia tenga impacto en la vida, es requisito indispensable que el lector no sólo la lea, sino que la escuche3, es decir, que crea en lo que está escrito, de no hacerlo así, el lector, no obstante que la escudriñe profundamente, puede no llegar a tener fe y rechazar la revelación de Dios4.
11 Corintios 13:12; 2Jeremías 9:24; 22:15-16; 3Romanos 10:17; Santiago 1:22-25; 4Juan 5:39; Apocalipsis 1:3; 2:7
3. EL HIJO DE DIOS
Jesús es el Unigénito Hijo de Dios. Siendo Dios y participando de la gloria eterna de su Padre se hizo hombre como el Mesías prometido, revelando al Padre bueno. Es el Salvador del mundo por su vida sin pecado, su muerte y resurrección; y hoy vive glorificado como Señor, dando el poder de ser hechos hijos de Dios a todos los que creen en Él e intercediendo por ellos.
Jesús es el Unigénito Hijo de Dios
Jesús es el unigénito Hijo de Dios1. Fue engendrado2 por Dios en la eternidad3, en una realidad no determinada por el espacio y el tiempo propios de la naturaleza de las criaturas4. El término “engendrado” implica que Jesús es, lo que Dios es. Posee la misma naturaleza divina de su Padre. Fue engendrado sobrenaturalmente desde dentro de Dios mismo. La Biblia no explica cómo sucedió, simplemente declara que Jesús es el Unigénito Hijo de Dios. Es el único glorificado o exaltado por sobre todas las criaturas celestes y terrestres5.
1Marcos 1:1,11; Juan 3:16; 1 Juan 4:9; 2Hebreos 1:5-6; 3Juan 1:1; 4Salmo 39:4-6; Eclesiastés 3:1; 5Juan 1:14,18; 3:16,18; 1 Juan 4:9
Jesús es Dios1
El Hijo no sólo existía en la eternidad, sino que existía en la eternidad siendo Dios2. La naturaleza divina de Jesús fue afirmada por el Padre mismo3, respaldada por sus obras4 y proclamada por los apóstoles5. Jesús se asume como el “Yo soy”, expresión característica de Dios en el Antiguo Testamento6. Se identifica plenamente con el Padre7. Es adorado como Dios8 pues participa de la gloria eterna de su Padre9.
1Romanos 9:5; 2Juan 1:1; 3Mateo 3:17; Lucas 9:35; 4Juan 5:19-23; 14:11; 5Marcos 8:29; Colosenses 2:9; Tito 2:13; 6Éxodo 3:14; Juan 18:5-6; 7Juan 5:18; 10:30, 33; 14:10; 8Mateo 28:17; Juan 20:28; Filipenses 2:10-11; Hebreos 1:6; Apocalipsis 5:11-13; 9Juan 17:5
La pre-existencia del Hijo de Dios
El Hijo era desde el principio, cuando todas las cosas comenzaron, Él ya estaba1. El Hijo trasciende la dimensión del tiempo2. Fue la causa y razón de la creación3. Tenía gloria eterna con su Padre antes que el mundo fuese4. No es parte de la creación, es decir, no es una criatura5, el término primogénito de la creación6 hace referencia a la autoridad y preeminencia que tiene sobre ella7, como en el caso de Efraín que siendo el menor recibe la bendición del primogénito8 y el reconocimiento de su primogenitura de parte de Dios9.
1Juan 1:1-3; 2Juan 8:58; 3Colosenses 1:15-17; 4Juan 17:5; 5Juan 5:18; 6Colosenses 1:15-17; 7Colosenses 1:18; 8Génesis 48:14-19; 9Jeremías 31:9
Se hizo hombre como el Mesías prometido
Fue declarado anticipadamente que el Mesías tendría ascendencia divina1 y en cumplimiento de esa expectativa, el Hijo de Dios se humanó2 naciendo de una mujer virgen, engendrado por el Espíritu Santo3. Se hizo real y plenamente humano y experimentó las mismas tentaciones de los seres humanos4, en especial, las mismas tentaciones como Adán en el huerto5 e Israel en el desierto6. Pero a diferencia de estos, Jesús no desobedeció ni desconfió de Dios, venció por su obediencia radical7 y no por medio de portentos o huestes celestiales. Haciendo el bien deshizo las obras del Malo8. Su vida no fue determinada por los valores y miedos del mundo9. Su ministerio adoptó el modelo de “El Siervo Sufriente”10, figura designada por Dios para el Mesías prometido y rechazó las expectativas triunfalistas de sus contemporáneos11.
4. EL ESPÍRITU SANTO
Por el Espíritu Santo, Dios está presente de manera activa y vivificante en el mundo. Es poder de Dios que da vida nueva, hace de los creyentes hijos de Dios, les une en auténtica comunión y les hace capaces para ser testigos de Jesús hasta lo último de la tierra. Por el Espíritu Santo, Dios y su Hijo, actúan en el corazón de cada creyente dándole el amor genuino como fruto y tarea, que incluye el ejercicio de los dones que el mismo Espíritu reparte a cada uno.
El Espíritu Santo hace posible experimentar
la presencia y acción vivificante de Dios en el mundo
En Jesús se manifestó la plenitud del Espíritu Santo, dejando ver la irrupción del Reino de Dios entre los seres humanos1. Luego de la ascensión del Señor resucitado, Dios continua, por medio del Espíritu Santo la obra de salvación2 y prepara el corazón de las personas, aún antes de recibir la predicación del Evangelio3.
1Lucas 4:18-19; Mateo 12:28; Hechos 10:37-38; 2Juan 16:7-8;
3Hechos 11:12-14
Explícitamente Jesús afirmó la procedencia del Espíritu Santo: viene de Dios1. Es una realidad que se origina en Él y le pertenece2. El hecho de que el Espíritu Santo venga de Dios, revela la gran verdad de que Dios está profundamente comprometido con sus criaturas, y busca que éstas lo experimenten como cercano, presente, atento y dispuesto a habitar permanentemente en ellas3.
1Juan 15:26; 2Mateo 10:20; 3Juan 14:16-17
El Espíritu Santo viene de Dios como respuesta a la necesidad humana de salvación, de dirección, de redención y de restauración. Es la expresión amorosa de Dios que continúa dándose en una relación íntima, de padre a hijo1.
1Tito 3:4-7
El Espíritu Santo da vida nueva
El Espíritu Santo hace nacer al creyente a la vida nueva que viene de Dios y le sustenta en ella1. Esta vida nueva es un milagro de Dios que demanda del creyente su disposición a la influencia del Espíritu Santo; que se traduce en una vida activa, responsable y anhelante de su plenitud2.
1Juan 3:3-6; Romanos 8:2, 6, 10-11; Efesios 3:16; 2Romanos 8:23; Gálatas 5:16-25; 6:8; Efesios 5:17-20
El Espíritu Santo hace de los creyentes hijos de Dios
Dios toma como hijo a la persona que cree en Jesús1, y por el Espíritu Santo trasforma su corazón para que experimente a Dios como Padre2 y esté dispuesto a cumplir su voluntad como lo hizo Cristo3.
1Juan 1:12; 2Romanos 8:14-17; 3Romanos 8:29; 1 Juan 4:17
El Espíritu Santo une a los creyentes
en auténtica comunión
La transformación que realiza el Espíritu Santo en el corazón de los creyentes, no sólo permite experimentar a Dios como Padre, sino a los creyentes como verdaderos hermanos1 y miembros de un mismo cuerpo2.
1Efesios 2:18-19; 4:1-6; 21 Corintios 12:13
El Espíritu Santo hace capaces a los creyentes para ser testigos de Jesús hasta lo último de la tierra
El poder y la autoridad necesaria para la misión redentora a las naciones, emana del Espíritu Santo a los creyentes1. De su fuerza reciben la capacidad para testificar, superando el miedo y las limitaciones que intentan frenarlos, y ellos se convierten en expresión viva de ese mensaje hasta la muerte misma2. Al acompañarlos confirma y completa la obra de los enviados por Jesús3. De él nace la compasión que deja ver y sentir la soledad, el dolor y la miseria que agobian la vida del ser humano4.
1Juan 20:21-23; Hechos 1:8; 2 Corintios 3:4-6; 22 Corintios 4:16-5:5; Filipenses 1:27-30; Hechos 21:13; 3Mateo 10:19-20; Romanos 15:19; 4Lucas 4:18
El fruto del Espíritu Santo es el amor
Por el Espíritu Santo, Dios y su Hijo actúan en el corazón de cada creyente, dándole el amor genuino como fruto y tarea, para apreciarlo es necesario ver en paralelo Gálatas 5:22-23 y 1 Corintios 13:4-8; pues las características del amor en Corintios se corresponden y son enlistadas en Gálatas. La apertura al Espíritu Santo en la persona y en la comunidad, se manifiesta en el amor sincero que inspira la obediencia, el servicio y la preocupación por el bienestar de unos por otros1, incluye el ejercicio de los dones que el mismo Espíritu reparte a cada uno2. El amor hace que el surgimiento, la búsqueda y el uso de los dones, sea para la edificación y el bien de los demás en el cuerpo de Cristo3 teniendo como meta la madurez y plenitud propias de Jesús4.
1Gálatas 5:13; Hebreos 10:24; 1 Juan 2:8-11; 4:7-9; 21 Corintios 14:1,12; Efesios 4: 7,11-13; 3Efesios 4:11-13; 4Colosenses 1:28-29
5. EL SER HUMANO
El ser humano, hombre y mujer, fue creado por Dios a su imagen y semejanza, para su gloria. Fue bendecido por Él para que, en obediencia, cuidara y fomentara la vida en la creación. El ser humano, por su libre decisión desobedeció, ocasionando la entrada del pecado, la corrupción de la vida en la creación, el dominio de Satanás y la irrupción del poder de la Muerte. Por el efecto del ser humano en la creación, tanto él como la creación misma, necesitan ser salvados.
El ser humano fue creado por Dios
a su imagen y semejanza para su gloria
El ser humano fue creado por Dios en su tierno amor, para que tenga vida en comunión con Él. Su origen está en la soberanía de Dios y, al igual que la creación, fue hecho en gran manera bueno. El ser humano comparte con el resto de la creación: origen, sustancia y meta, pues fue formado del polvo; al mismo tiempo se distingue de ella, pues fue coronado de gloria y honra al ser creado a imagen y semejanza de Dios1. Recibiendo su bendición y el soplo de su mismo aliento que lo convirtió en un ser viviente, íntegro e indivisible2.
1Génesis 1:31; 2Génesis 1:27; 2:7; Salmo 8:5-8
La condición distintiva del ser humano lo faculta para tener una relación especial con Dios, es decir, una relación personal. Sus facultades le permiten hablar con Él, escuchar su voz, hacer su voluntad y representarlo en la tierra para convertirse en motivo de su beneplácito e instrumento de su gloria1.
1Éxodo 7:1; Números 7:89; Job 1:1, 8; 2:3; Isaías 43:7; Efesios 2:10; 1 Pedro 2:12
El ser humano fue bendecido por Dios para que,
en obediencia, cuidara y fomentara la vida en la creación
El ser humano fue bendecido por Dios como ninguna otra criatura. Con su bendición, lo facultó para: ser fructífero y pleno; y para ser cuidador y mayordomo de la creación; desarrollando dominio y capacidad de gobierno, a fin de conservar el orden y fomentar la vida en la creación1.
1Génesis 1:27-28; Salmo 8
En cuanto a sus semejantes, el ser humano puede y debe mantener una relación de igualdad ya que fueron creados por el mismo Dios, tienen la misma imagen y semejanza. También, comparten la misma vida que proviene del soplo de Dios, recibieron la misma bendición, la misma tarea, las mismas facultades y responsabilidades, aún siendo de diferente género. Por ello, el ser humano fue llamado a establecer relaciones de justicia, de paz y de amor con sus semejantes y a considerarlos sus hermanos1.
1Hechos 17:26-29; Efesios 3:14-15; Hebreos 2:5-11
La caída del hombre
El ser humano, por su libre decisión desobedeció. Fue creado en libertad y con ello capaz para decidir por sí mismo; esta libertad representa también, la opción de oponerse a Dios y alejarse1. Haciendo uso de su libertad, los seres humanos han querido, como lo hizo el primer humano Adán, ser como Dios2, decidiendo por sí mismos lo que es bueno y lo que es malo3. Así, los seres humanos han decidido construirse una vida según les dictan sus impulsos y no como Dios les dice4.
1Génesis 3:5; 6; Deuteronomio 30:14-15; Jeremías 2:17-19; 2Oseas 6:7; 3Nehemías 9:29-30; Romanos 1:21-23; 4Eclesiastés 7:29; Jeremías 2:13; Marcos 7:9
Por la desobediencia del ser humano entró el Pecado
El pecado entró al mundo por la decisión del ser humano de separarse del camino de Dios, apoderándose de la vida humana, de tal forma que todos los seres humanos quedaron bajo pecado1. Por el estado de pecado al que la humanidad quedó sujeta, no se sacia de oponerse a Dios2.
1Romanos 3:9; 5:12; Gálatas 3:22; 1 Juan 1:8-10; 2Génesis 6:5,11-13; Salmo 69:5; Eclesiastés 7:20; Isaías 59:2,12; 64:5; Marcos 7:21-23; Juan 8:34; Romanos 3:9-23; 6:16; 7:15-21
El pecado consiste en separarse de Dios1, obedeciendo a los deseos que se oponen al bien que está definido por la ley de Dios, ya sea traspasando sus límites2 o dejando de hacer lo que le pide3. Por esta razón, sólo se puede conocer lo que es el pecado al conocer la ley de Dios4, la cual pide: Amar a Dios sobre todas las cosas, con todo el corazón, con todo el entendimiento y todas las fuerzas5 y, amar al prójimo como a uno mismo, tratándolo con respeto, justicia y misericordia6.
1Isaías 30:1; 21 Samuel 15:24; Daniel 9:5; 1 Juan 3:4; 3Santiago 4:17; 4Romanos 3:19-20; 7:7; 5Éxodo 20:2-6; Deuteronomio 6:5; Mateo 22:37-38; 6Deuteronomio 24:15; Miqueas 6:8; Mateo 7:12; 22:39; Romanos 13:7-9
Es por ello que en términos generales el pecado consiste en:
a. Participar en la idolatría, que consiste en sustituir la adoración y el servicio al verdadero Dios por elementos, imágenes, ideas o representaciones fabricadas por el hombre ya que estas, al otorgarles un poder que no tienen, esclavizan y anulan la posibilidad de la vida verdadera, que sólo en Dios se puede tener1.
b. Realizar ceremonias ofrecidas a Dios como una manera falsa de mostrarle interés2.
c. Hacer del propio ser un simple objeto al servicio de pasiones y deseos desmedidos3.
d. Hacer del prójimo una cosa que se usa o desecha4.
e. Perder la conciencia de que lo creado es de Dios y debe preservarse5.
11 Crónicas 16:26; Salmo 97:7; Isaías 42:17, 45:22; Mateo 4:10; Romanos 1:23; 2Deuteronomio 23:21; 1 Samuel 2:17; Isaías 1:11-16; Jeremías 2:32-35, 7:1-5; 21-23; Amós 5:23; 3Salmo 24:3-4; Mateo 5:8; Romanos 6:12-13,19; 1 Corintios 6:18-20; Santiago 1:14-15; 4Levítico 19:13; Amós 2:6-8; 8:4-6; Santiago 5:4-6; 5Deuteronomio 10:14; 1 Samuel 2:8; 1 Crónicas 29:11; Salmo 24:1; Apocalipsis 11:18
Por la desobediencia del ser humano
se corrompió la vida en la creación
El ser humano, dominado por el pecado, corrompe la vida, pues pierde su facultad de darle plenitud y trascendencia, porque confía en el poder y esplendor que le otorga a las cosas materiales, olvidando que son fugaces y que no tienen el poder para permanecer1.
1Salmo 20:7-8; 49:6-14; Marcos 10:24; Lucas 12:15; 1 Juan 2:16-17
La corrupción de la vida humana se manifiesta en todas sus relaciones, transformando lo que debiera ser para vida en muerte. Así, en lugar de relacionarse con Dios, se relaciona con los ídolos1; en lugar de ejercer su mayordomía en la creación, la explota, abusa y destruye al grado que la creación misma desea y anhela la redención2; en lugar de establecer relaciones de justicia, paz y amor con sus semejantes, les cosifica, violenta y asesina3 y, él mismo, se hace ajeno a la vida plena entregándose a una vida reprobada4.
1Romanos 1:21-23; 2Romanos 8:19-21; 31 Juan 3:1-12,15; 4Romanos 1:28-32; 2 Pedro 2:12-13
Por la desobediencia del ser humano
se posibilitó el dominio de Satanás
El ser humano, en su alternativa de elección, desoyó la orden de Dios y se dejó seducir por la voz del engañador. Esta decisión le acarrea la consecuencia de quedar sometido bajo el dominio de Satanás, construyendo un sistema de relaciones basado en la mentira, la injusticia y el egoísmo1.
1Génesis 3:6; 4:6-7 comparar con 1 Juan 3:16; Mateo 4:8-9; Efesios 2:2; Juan 8:44; 10:10a; 2 Corintios 11:1-4; 1 Juan 5:19
Por la desobediencia del ser humano
irrumpió el poder de la Muerte
El ser humano se apartó del camino de Dios y así abrió la puerta al pecado y al mal; en consecuencia, no por la voluntad de Dios, la vida en la creación se corrompió y entró la muerte1, perdiéndose con ello, la posibilidad de la inmortalidad2.
1Romanos 5:12-21; 2Génesis 3:22; Romanos 8:19-21
La muerte, entendida desde la fe es, además del evento en que el ser humano deja de ser1, un poder que corrompe la vida humana, porque hay una conexión real entre el pecado y la muerte2. Por eso, al ser humano pecador aunque esté vivo, se le considera muerto3.
1Génesis 3:19; 2Romanos 6:23a; 7:13; Santiago 1:15; 3Juan 3:18; Efesios 2:1-5; Colosenses 2:13
El estado de los muertos
La muerte es la cesación de la vida. Al morir, el ser humano queda en la inconsciencia, sus sentimientos y pensamientos dejan de ser; entra en inactividad, en el silencio; y así ha de permanecer hasta que venga su resurrección1. La Biblia no enseña la inmortalidad del alma o que al morir, las almas buenas van al cielo ni que las malas al infierno, sino que, del lugar en donde estén los muertos, de allí han de resucitar2. Por ejemplo, Job espera en la tumba hasta que venga su mutación (transformación)3, los hombres santos del pasado no han recibido recompensa4 y nuestro Señor Jesucristo habló de la muerte comparándola con el “sueño”5.
1Salmo 115:17; 146:4; Eclesiastés 9:5-6; Juan 5:28-29; 2Isaías 26:19; 3Job 14:13-14; 17:13; 4Hebreos 11:32-40; 5Juan 11:11-14; Hechos 7:60
La necesidad de la salvación
Por su estado de perdición, el ser humano y el mundo requieren ser rescatados y liberados del imperio de Satanás y de la muerte1. El ser humano es incapaz de lograr la salvación para sí mismo y para el mundo2, ni siquiera puede ver su propia condición3. Aún sus mejores obras no pueden recuperar la vida y alcanzar la plenitud que le habían sido entregadas4. Todo su esfuerzo acaba en el vacío, y toda su pretensión y trascendencia terminan en la muerte5.
1Lucas 19:10; Juan 10:10b, Hebreos 2:14; 2Filipenses 3:7-8; 3Proverbios 16:25; Romanos 3:9-19; 4Isaías 64:6; Efesios 2:8; 5Proverbios 30:12
Ahora bien, el destino final del ser humano y el mundo no lo determina la muerte, sino el juicio de Dios. Él ha determinado un día en el cual todos los seres humanos comparecerán ante su presencia para dar cuenta de sus actos1.
1Salmo 7:11-16; Mateo 13:47-50; 25:31-33; Hechos 17:30-31
Sin embargo, Dios otorga la salvación por el Evangelio, mediante el cual concientiza al ser humano de su necesidad de redención1 y lo capacita para una vida nueva en Cristo Jesús2, además de enjuiciar, por el mismo Evangelio, a todos los poderes que lo oprimen3.
1Juan 16:8-11; Hechos 2:37-38; Efesios 2:2-5; 2Romanos 6:4; Efesios 1:17-23; Colosenses 3:3-4; 1 Juan 3:14; 3Juan 12:31; 1 Corintios 15:24-26; Apocalipsis 12:10-12
6. EL EVANGELIO
El Evangelio significa buenas noticias, es poder de Dios que salva a quien cree en Jesucristo: crea que murió y resucitó por los pecadores, conforme a las Escrituras, para darles vida, aceptando que en Él se hizo presente el Reino de Dios.
El Evangelio: Buenas noticias
La palabra evangelio significa buenas noticias, su origen está en el anuncio que se hacía al haber ganado una batalla, en otras palabras, era la buena noticia de una victoria. Los cristianos llamaron al mensaje que recibieron y proclamaban de Jesús, El Evangelio; porque éste habla de la buena noticia de que Dios, en Cristo Jesús, ha intervenido en el mundo para liberarle de los poderes que le pierden1. Así, en Cristo, la intervención de Dios en la historia humana es buena noticia porque trae victoria, libertad, vida y gozo al que está oprimido, esclavizado y empobrecido2.
1Marcos 1:14-15; Gálatas 4:4; 2Mateo 5:1-12; Lucas 2:8-11; 4:18-19
El Evangelio: Poder de Dios
La buena noticia es palabra poderosa de Dios que crea nuevas realidades; donde hay muerte, el Evangelio trae vida; donde hay opresión, el Evangelio trae libertad; donde hay enfermedad, el Evangelio trae salud; donde hay malas noticias, el Evangelio trae Buenas Nuevas1.
1Mateo 11:4-5; Colosenses 1:13-14
El Evangelio proclama la irrupción de Dios en la historia humana que, con la potencia de su gracia, perdona, restaura y puede recrear a toda la humanidad1. Potencia que también operó en Cristo Jesús para resucitarlo de los muertos, y que ahora opera en los creyentes para que anden en vida nueva2.
1Romanos 1:16, Efesios 2:4-9; 22 Corintios 5:17; Efesios 1:19-23
El Evangelio: Amor de Dios
El Evangelio es el evento histórico en el que Dios todopoderoso se hizo vulnerable por amor, asumiendo el precio de la reconciliación al enviar a su Hijo al mundo y permitir que muriese en la cruz del Calvario1. Este evento, también es expresión del amor de Cristo, quien renunció a su propia gloria, asumió condición humana, y como siervo obediente estuvo dispuesto a sufrir el rechazo y desprecio de los hombres, con tal de acercarse y reconciliar al mundo2. El Evangelio es la más grande expresión de amor por los seres humanos.
1Mateo 1:21-23; Romanos 5:1; 8:32; 2 Corintios 5:19; 1 Juan 4:10; 2Juan 1:14; Filipenses 2:6-8; Colosenses 1:21-22; Hebreos 5:7-9
La vida, muerte y resurrección de Jesús, el Cristo, se convirtió en el contenido central del Evangelio1 y aunque para los judíos haya sido tropiezo y para los gentiles locura, para el que cree es poder de Dios para salvación2.
1Juan 3:16; Romanos 5:8,10; 1 Corintios 15:1-4; Gálatas 1:6-9;
Hebreos 1:1-3; 2Romanos 1:16-17; 1 Corintios 1:18-24
El Evangelio: Mensaje de Salvación
El Evangelio es la proclamación de que Dios, en Cristo Jesús, ha manifestado plenamente la vida, salvando a su creación y liberándola de los poderes de muerte que la dominaban. El mensaje de salvación tiene como meta la reconciliación plena de Dios con el mundo, pues por medio del sacrificio de Cristo en la cruz se han eliminado las barreras que separaban a los seres humanos de Dios y entre sí mismos1.
1Romanos 8:18-24; Efesios 1:9-10; Colosenses 1:19-20; 2 Timoteo 1:8-10, Apocalipsis 7:10
Dios reconcilió consigo al mundo:
Buenas Nuevas para la creación
Por medio de Cristo, Dios quitó la barrera de separación con el mundo, trayendo reconciliación. Dios se acercó y en consecuencia se restableció la comunión, haciendo posible la vida. La muerte perdió su poder1, como las tinieblas sucumben ante la luz. Así, la creación entera fue liberada de la vanidad y sujeta a la esperanza de la gloria2.
1Romanos 5:17, 21; 6:9; Hebreos 2:14; 2Romanos 8:19-22; 1 Corintios 15:55-56; Colosenses 1:20-21
Dios reconcilió al ser humano con Él:
Buenas Nuevas para la humanidad
Como resultado de la reconciliación se manifiestan la salvación y la vida eterna. Salvación y vida que el creyente disfruta desde hoy, y que son definitivas porque persisten más allá del tiempo y espacio que conocemos. El creyente recibe en el Evangelio la confianza de que Dios y su Hijo, por medio del Espíritu Santo, conviven con él en una relación de cercanía y simpatía1. La realidad de la salvación se hace visible en la nueva comunidad formada por Dios y dispuesta a vivir por la fe, la esperanza y el amor, en justicia, gozo y paz en el Espíritú2.
1Juan 10:28; 17:3; 17:22-23; Romanos 5:1; 8:38-39; 2Romanos 14:17,
1 Tesalonicenses 1:3
Perdón
Para reconciliar al ser humano, Dios pasó por alto los pecados, restableciendo la paz con ellos, declarando a los creyentes sus hijos al darles su Espíritu Santo1. La muerte de Jesús hizo posible el perdón2. Por su gracia, Dios libra a los creyentes de la condenación que pesa sobre ellos a consecuencia de las demandas de la ley3.
12 Corintios 5:20; Romanos 8:15-16; 2Hebreos 9:11-12; 10:12-14; 3Romanos 5:8-11
Justificación
Dios ha tomado la iniciativa para que el ser humano pase de condenación a justificación. El ser humano es justificado gratuitamente por medio de Jesucristo cuando responde con fe a la invitación de Dios. El ser humano justo, es el que tiene fe, como la de Abraham, quién creyó a Dios y le fue contado por justicia1. Pero esta fe es única, es fe en Jesús; en sus palabras, su vida y en su obra a favor del ser humano2.
1Romanos 4:22-25; 2Romanos 3:26; 5:1
Santificación
Dios, por medio de su espíritu, regenera al creyente y lo capacita para que se entregue al servicio de la justicia y no sirva más al pecado1. El creyente responde a la acción de Dios obedeciendo su palabra y en consecuencia, oponiéndose al pecado en cualquiera de sus manifestaciones y a toda intención de maldad, construyendo relaciones de amor sincero con sus semejantes2.
1Romanos 6:18-22; Gálatas 5:16-24; 2 Corintios 10:3-5; 21 Juan 5:18; 2:9-11; 3:9,14
Dios reconcilió al ser humano con sus semejantes
La restauración de los creyentes los impulsa a vivir en comunión con su prójimo basado en el amor que recibe de lo alto. El amor de Cristo hace posible la aceptación del otro1, el perdón y las relaciones profundas basadas en la entrega sacrificial2.
1Romanos 15:7; 2Juan 13:35; 15:13; 1 Corintios 10:24, 33; 13:4-7; Efesios 5:21-29; Colosenses 3:12-14
El ser humano es reconciliado consigo mismo por Dios
El humano, en estado pecaminoso, es un ser en contradicción permanente, sujeto a una voluntad incapaz de hacer el bien para el que fue creado, y a la vergüenza de sí mismo por la culpa de no ser lo que debiera ser1. Imposibilitado así, para una vida plena. Al liberarlo del poder del pecado, Dios lo habilita para amarse y ser responsable de sí mismo, y por su Espíritu lo hace íntegro y lo vitaliza para una obediencia completa2. Es decir; lo restaura, lo armoniza para que tenga la vida abundante que fluye de sus promesas eternas3.
1Romanos 7:13-24; 21 Corintios 2:11-13; Filipenses 2:13; 1 Tesalonicenses 5:23; Santiago 1:4; 3Mateo 5:3-12; Juan 10:10
Aceptando a Cristo
El pecado del ser humano ha pervertido su camino, y con ello su vida porque se ha negado a poner su confianza en Dios y ha decidido depositarla en lo pasajero. En este error están implicadas su voluntad y su razón, por ello la fe comprende ambos aspectos, por un lado comprende un acto voluntario, que es “el creer que” y por otro lado, y de manera derivada, un acto de la razón que es “el entender que”, en otras palabras, tener fe en Jesús es creer que Él puede salvar, pero también es entender su persona, su obra, y sobre todo, su voluntad1.
1Marcos 12:33; Romanos 12:1-2; 1 Corintios 14:15; Efesios 1:18; 3:17-19; Colosenses 2:2
Aceptar a Cristo es mucho más que un acto intelectual, es depositar la confianza, abandonarse completamente y descansar en Él como fundamento, sustento y esperanza de la existencia1. Creer en Jesús es también creerle a Jesús, confiar en sus palabras, tomarlo como ejemplo de vida, aceptar su señorío y recibirlo como camino, verdad y vida plena2. Para recibir los beneficios del Plan de Salvación que Dios ha puesto al alcance de todos los hombres, cada persona tiene que aceptar que Jesucristo es su único y suficiente Salvador y Señor3.
1Mateo 11:28-30; Juan 15:4-5; Colosenses 3:3-4; 2Lucas 9:23; Juan 14:6; 3Hechos 4:12; Romanos 10:9-10; 1 Timoteo 1:15
La aceptación de Jesucristo como salvador personal implica el arrepentimiento de todos los pecados y el seguimiento de su ejemplo, en obediencia a su doctrina trazada como la auténtica voluntad de Dios. Esto es lo que se conoce como Conversión, Nuevo Nacimiento o Regeneración, que da lugar a un proceso por el cual el creyente experimenta la transformación de su antigua vida pecaminosa, viniendo a ser una nueva criatura en Cristo Jesús. Cuando esto se efectúa, el alma se renueva y desea ardientemente testificar de Dios, y de aquel que ha hecho posible su salvación1.
1Hechos 2:38; 26:18; 2 Corintios 5:17; Efesios 4:22-24; Tito 3:4-5; 1 Pedro 2:21; 4:3
Aceptar a Cristo, también es creer en Dios y creerle a Dios1, y por la comunión con Él ser incluidos en su pueblo2, obedeciéndolo por el gran impacto de su amor3, por todo aquello que ya concedió al creyente y no tanto para buscar su favor4.
1Juan 12:44-50; 2Juan 10:16; 3Romanos 1:5; 16:26; 2 Corintios 9:13; 4Juan 3:15,16, 36; 5:24-25
Quien murió y resucitó conforme las Escrituras
Para conocer quién es Jesús, es necesario aceptar el testimonio que ofrece la Biblia completa, pues las Escrituras Judías ya hablaban de Jesús antes de que apareciera en la tierra1. Pero para reconocerlo, los judíos debían reconocer sus señales; pues la vida, muerte y resurrección de Jesús se desarrollaron de acuerdo a lo que ya estaba escrito2.
1Salmo 22; Oseas 6:2-3; Lucas 24:25-27; Juan 5:39; 21 Corintios 15:1-18
También ahora, para conocer a Jesús, el ser humano debe dirigirse y ser dirigido por la escritura, por medio de ella, podrá saber quién y cómo es Él, su carácter y sus propósitos, y descubrirlo como el modelo que Dios desea desarrollar en cada persona, en cada comunidad y en toda la humanidad1.
1Hechos 8:35; Gálatas 2:20; 4:19; Efesios 3:19; 4:13-15; Colosenses 3:11
Para dar nueva vida
La vida que Dios ofrece es nueva; primero porque no es la vida que el hombre conoce, y después; porque en el Nuevo Testamento se describe como vida en abundancia o vida eterna, que abarca tanto el aspecto temporal: larga vida o vida inmortal; como el aspecto de su calidad: es vida que proviene de Dios, por lo tanto acorde a sus valores, principios y prácticas. Es una vida restaurada y potenciada por el Espíritu1.
1Juan 3:5-6; 5:24; 6:47; 7:38-39; Romanos 6:4-11; 8:13-15; Gálatas 6:8
La resurrección: victoria de la vida sobre la muerte
Jesús quitó el poder a la muerte mediante su resurrección1; porque antes de ésta, la muerte terminaba con todo, pero a Jesús la muerte no logró retenerlo porque su vida se ajustó perfectamente a la ley y no podía ser condenado2. ¡Ésta fue su victoria! Así la vida venció a la muerte y los creyentes tienen la seguridad de que la vida habrá de continuar3, pues para ellos, la muerte será como dormir4. Y no sólo esto; con su resurrección, Jesús venció también al diablo, que tenía el imperio de la muerte5.
1Lucas 24:1-5; 1 Corintios 15:55-56; 2Romanos 6:9; 1 Corintios 15:57; 1 Pedro 2:22; 3Romanos 5:16-18; 6:8; 41 Corintios 15:6, 20-21; 1 Tesalonicenses 4:14; 5Hebreos 2:14-15
En Él se hizo presente el Reino de Dios
La persona y las acciones de Jesús anuncian y hacen presente el Reino de Dios1: sus milagros de sanidad remiten al poder que vence la muerte2; los exorcismos que realizó demuestran el dominio sobre los poderes del mundo3; su Palabra de gracia y verdad refiere una realidad que está viniendo y que aunque comienza en pequeño, llegará a ser lo más grande4; sus acciones de misericordia ante las personas, especialmente los marginados e impuros, cuentan del profundo amor que motiva las decisiones de Dios5.
1Mateo 4:17; Marcos 1:15; Lucas 4:18-19; Hechos 1:22; 2Mateo 4:23-24; 11:1-9; Lucas 9:6; 10:9-11; 3Mateo 8:29; Lucas 11:20; 4Mateo 13:31-35; 5Mateo 11:5; 18:10-14
7. EL CREYENTE
Es la persona que al aceptar a Jesucristo por fe, reconoce su condición de pecado, se arrepiente, se vuelve a Dios, y es bautizado como expresión de la decisión de consagrar su vida a Él e integrarse a la Iglesia.
Creer es una decisión personal
Creyente es toda persona que acepta a Jesucristo por fe. Dios llama al ser humano a la comunión, y cada uno decide vivir con o sin Él. Su Palabra demanda una fe personal, no sólo de herencia familiar o comunitaria. Así pues; tener fe en Jesucristo es una respuesta consciente de cada persona1.
1Marcos 16:16; Juan 14:23; 2 Corintios 5:10; Apocalipsis 3:20
Reconoce su condición de pecado
Ante Dios, el ser humano se hace consciente de su pecado, reconoce su imperfección y toma distancia por el temor de perecer1. La conciencia de pecado le produce dolor y pena por no alcanzar las expectativas o la calidad de las respuestas exigidas2.
1Job 42:5-6; Isaías 6:5; Lucas 5:8; 18:9-14; 2Romanos 7:24; 2 Corintios 7:9-11
Se arrepiente y vuelve a Dios
El creyente acepta el llamado de retornar a Dios y elige vivir conforme a los propósitos de Él, para ser renovado hacia la plenitud de Cristo convencido de que Él es su identidad esencial y la mejor expresión de su persona1.
1Hechos 2:38; Efesios 4:13, 22-24; Colosenses 3:10; 2 Timoteo 2:25; 2 Pedro 1:4
El bautismo
El bautismo es la manifestación pública de la respuesta personal al Evangelio, de quien por fe se arrepiente y se convierte a Dios dispuesto a morir al pecado, para renacer y consagrar su nueva vida a Dios siendo integrante de la Iglesia1.
1Hechos 2:38; 1 Pedro 1:3; 3:21
El bautismo bíblico es por inmersión. El bautismo es la participación en la muerte y resurrección de Cristo, el creyente se sumerge en el agua simbolizando la sepultura de su pasada manera de vivir y emerge como signo de su resurrección a nueva vida para Dios1. Además de lo anterior, el bautismo simboliza: purificación del pecado2; revestimiento de Cristo3; renovación por el Espíritu4; experiencia de salvación5; salida de la esclavitud6; liberación con miras a una nueva humanidad en la que quedan superadas las barreras entre géneros, razas y situaciones sociales7.
1Juan 3:5; Romanos 6:3-5,11; Colosenses 2:12; 2Hechos 22:16; 3Gálatas 3:27; 4Tito 3:5; 51 Pedro 3:20-21; 61 Corintios 10:1-2;
71 Corintios 12:13; Gálatas 3:27-28.
8. LA IGLESIA
La iglesia es la comunidad de creyentes en Cristo Jesús. Fue creada en el corazón de Dios desde la eternidad por lo que trasciende los tiempos. Es el Cuerpo espiritual de Cristo. El templo en el que Dios habita por medio de su Espíritu. Pueblo que por medio de la fe desciende de Abraham sin importar el origen étnico o nacionalidad de las personas. En el Nuevo Testamento se le denomina Iglesia de Dios, esta identidad y pertenencia la compromete a vivir en Él, por Él y para Él. Su misión es formar discípulos de manera incluyente en todo el mundo.
La iglesia es el Cuerpo de Cristo
Los creyentes están relacionados con Cristo y entre sí, como lo están los diferentes miembros de un cuerpo, de modo que todos necesitan la participación de los demás, por lo que el estancamiento, ausencia o crisis de un creyente afecta a la comunidad completa, lo mismo sucede cuando algún creyente obra con protagonismo o individualismo1.
1Romanos 12:3-21; 14:1-12; 1 Corintios 12:12-13, 25-26; Efesios 4:1-6; 5:30; Santiago 4:11-12
La Iglesia es el Templo de Dios
La iglesia es el templo de Dios, esto significa que Él habita en la comunidad de creyentes por medio del Espíritu1, no en el edificio donde ésta se congrega. Ser Templo de Dios exige que cada creyente asuma lo que le corresponde hacer2 para fomentar la unidad y santidad; a fin de que, comunitaria e individualmente se refleje la presencia de Dios3.
1Efesios 2:21-22; 21 Corintios 3:9-17; 31 Corintios 6:19-20; 1 Pedro 2:5; 2 Corintios 6:14-18
La iglesia, por medio de la fe, desciende de Abraham
Por medio de Cristo, la historia y testimonios del pueblo de Israel relatados en el Antiguo Testamento son para la Iglesia, historia y testimonio suyos, pues por la fe, ha sido incorporada a la descendencia espiritual de Abraham; constituyéndose así, en el Pueblo donde se realiza la promesa hecha al Padre de la fe1.
1Romanos 11:1; Gálatas 3:7-9; 16-29; 1 Pedro 2:9-10
La misión de la Iglesia
La Misión de la Iglesia es formar discípulos de Jesucristo por medio de la proclamación del Evangelio1. Ésta consiste en ser testigo fiel del Señor Resucitado, quien la envía hasta lo último de la tierra2 con el fin de liberar al ser humano de la condición de pecado y enseñarle toda la doctrina de Jesucristo como forma de vida y no sólo conocimiento intelectual3.
1Mateo 28:19-20; 2Hechos 1:8; 3Mateo 7:24-27; 23:1-10; 28:19-20; Hechos 9:2; 22:4; 24:14; Gálatas 2:6-10; Efesios 1:18, 22; 4:15; Filipenses 2:10-11; 1 Timoteo 1:3
El nombre: Iglesia de Dios (7º día)
El título: Iglesia de Dios, se debe al hecho de que los creyentes son sellados como propiedad de Dios y que la base de su vida y quehacer son por Él y para Él1. Este nombre propio identifica a la comunidad de creyentes2, los cuales son congregados por el poder de Dios y para sus propósitos, a diferencia de otros grupos sociales que se unen para sus propios fines y realización de poder. La distinción de portar el nombre de Dios, de ningún modo debe ser motivo para arrogancia ante otros grupos, sino de saberse llamados y capacitados para ser bendición a los demás3.
1Efesios 1:13; 4:30; 5:8-11; 21 Corintios 1:2; Gálatas 1:13; 1 Tesalonicenses 1:1; 1 Timoteo 3:5,15; 3Mateo 5:13-16; Marcos 12:31-33; 1 Corintios 10:32; 1 Pedro 2:9; 1 Juan 4:11-12
El término: “7º día”1, por no ser parte del nombre bíblico de la Iglesia, se escribe entre paréntesis y se usa para distinguirla de otras Asociaciones Religiosas y para fines administrativos.
1Éxodo 20:11-12
La Iglesia de Dios (7º día), cuyo comienzo en México data de principios del siglo XX, es heredera de una rica tradición bíblica de diferentes comunidades de fe, que a lo largo de la historia ha expresado su amor a Dios obedeciendo de forma radical la Palabra, sus congregaciones están unidas siguiendo el ejemplo de la iglesia primitiva1 y teniendo como Señor a Jesús Resucitado.
1Mateo 23:8-10; Hechos 2:42; Efesios 1:22-23; Tito 1:5
SEGUNDA SECCIÓN
9. LA ORACIÓN
Punto de fe 9. La Oración
La oración es la comunicación del creyente con Dios a través de palabras o pensamientos, de todo corazón, con fe, guiado por el Espíritu Santo, en el Nombre de Jesús, y con la disposición de aceptar la voluntad de Dios.
La oración
El creyente ora a Dios porque esta práctica le permite: comunicarse con Él, experimentar su compañía, expresar confianza en su bondad, aprender a depender de Él y, de manera que no siempre comprende, hacer posible que intervenga en su vida. Cuando el creyente ora rinde su ser a Dios, sabe que es escuchado a pesar de que no le ve ni lo oye. No requiere informarle lo que necesita pues Dios ya lo sabe antes de que se lo pida. No obstante, le resulta tan necesaria esa experiencia que ora incesantemente.
La fe: indispensable para orar
Las Escrituras enfatizan que la fe es indispensable en la oración. Jesucristo enseñó claramente esto: Por tanto, os digo que todo lo que orando pidiereis, creed que lo recibiréis, y os vendrá1. Es en este contexto el Señor ordena: Tened fe en Dios2. Santiago instruye al creyente a pedir con fe3, y la Carta a los Hebreos enfatiza porque es menester que el que a Dios se allega, crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan4.
1Marcos 11:24; 2Marcos 11:22; 3Santiago 1:6; 4Hebreos 11:6
El Espíritu en la oración
En la oración, el Espíritu ayuda al creyente por causa de su debilidad para que pida como conviene en el Reino de Dios1. En el encuentro con Dios, el ser humano se confronta con la verdad2 de ser infinitamente inferior a Él, imperfecto y limitado3, descubierto en sus intenciones reales. Su reacción natural lo puede llevar a evadir esta verdad buscando hacer efectiva su oración mediante el manejo de una técnica, o copiando un modelo, por ello requiere ser asistido por el Espíritu, para que entre en una comunicación franca y confiada en la bondad de Dios; quien le dará más de lo que pide4, y hará que todas las cosas y situaciones resulten en bendición para él5.
1Romanos 8:26; 2Romanos 8:27 Comparar con Hebreos 4:12; 3Hebreos 10:21-22; 4Efesios 3:20; 5Romanos 8:28
En el Nombre de Jesús
Toda oración debe hacerse en “El Nombre de Jesús”, es decir, en la confianza de su obra intercesora, en el reconocimiento de su Señorío y manifestando comunión con Él. Decir “en el Nombre de Jesús” no es una contraseña, ni un conjuro con el que se pueda respaldar todo tipo de peticiones, no es una fórmula mágica que obligue a Dios a conceder todo lo que le piden1, como creyeron los hijos de Sceva2, o como las personas que reprendió Santiago3, pues el Señor no sólo dijo a sus discípulos que pidieran las cosas al Padre en su Nombre, sino también dijo: si me amáis, guardad mis mandamientos4.
1Santiago 4:3; 2Hechos 19:13-16; 3Santiago 4:6; 4Juan 14:13-15
El modelo de la oración
Jesús enseñó a sus discípulos cómo orar, dejando un modelo didáctico para los creyentes que incluye el reconocimiento de Dios como Padre, el deseo de su exaltación, la santificación de su Nombre, la rendición a su voluntad y la petición de que su Reino se haga realidad en el mundo; y peticiones relacionadas con las experiencias cotidianas del creyente: por el pan de cada día, el perdón de los pecados y la protección en las pruebas1. El Señor no pretende que los creyentes repitan siempre la misma oración, Él hizo otras oraciones en las que no siguió el mismo modelo2, y otras en las que sus palabras fueron las mismas3; enseñó a orar con libertad, amor y respeto al Padre.
Jesús rechazó la oración que recurre al uso de posturas pretendiendo ser visto por los demás o repeticiones y amplios discursos pretendiendo manipular a Dios y ganar su favor.
1Mateo 6:5-13; 2Juan 17:1-26; 3Marcos 14:39
Las posturas corporales
También son importantes la actitud y la reverencia con que el creyente ora1. Las posturas son la expresión corporal de los sentimientos, convicción y decisiones que la presencia de Dios y su obra han provocado en su vida. Jesús, además de orar postrándose2, lo hizo de rodillas3, de pie y con los ojos abiertos4. Pablo pidió que oraran con las manos levantadas5 y Nehemías oró en el pensamiento sin asumir ninguna postura especial para hacerlo6. La oración en voz alta es también adecuada como en los casos de Ana7 y del publicano8.
1Salmo 24:3-6; 51:17; 63:1-8; 95:6-7; 2Mateo 26:39; 3Lucas 22:41; 4Juan 11:41-42; 51 Timoteo 2:8; 6Nehemías 2:4-5; 71 Samuel 1:13; 8Lucas 18:10-13
10. LOS DIEZ MANDAMIENTOS
Los Diez Mandamientos se hallan en el Antiguo
y Nuevo Testamento
Primer Mandamiento: No tendrás dioses ajenos delante de mí1.
1Éxodo 20:3
Vigencia y observancia antes del Sinaí: Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos1.
1Génesis 35:2
Vigencia y observancia en el Nuevo Testamento: Entonces Jesús le dice: Vete, Satanás, que escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás1.
1Mateo 4:10
Segundo Mandamiento: No te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra: No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos, sobre los terceros y sobre los cuartos, a los que me aborrecen, y que hago misericordia en millares a los que me aman y guardan mis mandamientos1.
1Éxodo 20:4-6
Vigencia y observancia antes del Sinaí: Así dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos (Figuras y estatuillas, ídolos), y los zarcillos que estaban en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de una encina, que estaba junto a Sichêm1.
1Génesis 35:4
Vigencia y observancia en el Nuevo Testamento: Siendo pues linaje de Dios, no hemos de estimar la divinidad ser semejante a oro, o a plata, o a piedra, escultura de artificio o de imaginación de hombres1. Hijitos, guardaos de los ídolos2.
1Hechos 17:29; 21 Juan 5:21
Tercer Mandamiento: No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano1.
1Éxodo 20:7
Vigencia y observancia antes del Sinaí: Y dijo Dios más a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre, este es mi memorial por todos los siglos1.
1Éxodo 3:15
Vigencia y observancia en el Nuevo Testamento: Todos los que están debajo del yugo de servidumbre, tengan a sus señores por dignos de toda honra, porque no sea blasfemado el hombre del Señor y la doctrina1.
11 Timoteo 6:1
Cuarto Mandamiento: Acordarte has del día de reposo, para santificarlo: Seis días trabajarás y harás toda tu obra; mas el séptimo día será reposo para Jehová tu Dios: no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas: porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, la mar y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día: por tanto Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó1.
1Éxodo 20:8-11
Vigencia y observancia antes del Sinaí: Y acabó Dios en el día séptimo su obra que hizo, y reposó el día séptimo de toda su obra que había hecho. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda su obra que había Dios criado y hecho1.
1Génesis 2:2-3
Vigencia y observancia en el Nuevo Testamento: Y vino a Nazareth, donde había sido criado; y entró, conforme a su costumbre, el día del sábado en la sinagoga, y se levantó a leer1. Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios2.
1Lucas 4:16; 2Hebreos 4:9
Quinto Mandamiento: Honra a tu padre y a tu madre, porque tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da1.
1Éxodo 20:12
Vigencia y observancia antes del Sinaí: Y Cam, padre de Canaán, vio la desnudez de su padre, y díjole a sus dos hermanos a la parte de afuera. Y despertó Noé de su vino, y supo lo que había hecho con él su hijo el más joven: Y dijo: Maldito sea Canaán; siervo de siervos será a sus hermanos1.
1Génesis 9:22, 24-25
Vigencia y observancia en el Nuevo Testamento: Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa1.
1Efesios 6:2
Sexto Mandamiento: No matarás1.
1Éxodo 20:13
Vigencia y observancia antes del Sinaí: Y habló Caín a su hermano Abel: y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y le mató. Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi iniquidad para ser perdonado1.
1Génesis 4:8,13
Vigencia y observancia en el Nuevo Testamento: Porque: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; no codiciarás; y si hay algún otro mandamiento, en esta sentencia se comprende sumariamente: Amarás a tu prójimo como a ti mismo1.
1Romanos 13:9
Séptimo Mandamiento: No cometerás adulterio1.
1Éxodo 20:14
Vigencia y observancia antes del Sinaí: Y aconteció después de esto, que la mujer de su señor puso sus ojos en José y dijo: Duerme conmigo. Y él no quiso y dijo a la mujer de su señor:… ¿cómo, pues, haría yo este grande mal y pecaría contra Dios?1.
1Génesis 39:7-9
Vigencia y observancia en el Nuevo Testamento: Honroso es en todos el matrimonio, y el lecho sin macilla; mas a los fornicarios y a los adúlteros juzgará Dios1
1Hebreos 13:4
Octavo Mandamiento: No hurtarás1.
1Éxodo 20:15
Vigencia y observancia antes del Sinaí: He aquí, el dinero que llevamos en la boca de nuestros costales, te lo venimos a traer desde la tierra de Canaán; ¿cómo, pues, habíamos de hurtar de casa de tu señor plata ni oro?1.
1Génesis 44:8
Vigencia y observancia en el Nuevo Testamento: El que hurtaba, no hurte más; antes trabaje, obrando con sus manos lo que es bueno, para que tenga de qué dar al que padeciere necesidad1.
1Efesios 4:28
Noveno Mandamiento: No hablarás contra tu prójimo falso testimonio1.
1Éxodo 20:16
Vigencia y observancia antes del Sinaí: ¿No me dijo él: Mi hermana es: y ella también dijo: Es mi hermano? Con sencillez de corazón, y con limpieza en mis manos he hecho esto. Después llamó Abimelech a Abraham, y le dijo: ¿Qué nos has hecho? ¿y en qué pequé yo contra ti, que has traído sobre mí y sobre mi reino tan grande pecado? Lo que no debiste hacer has hecho conmigo1.
1Génesis 20:5,9
Vigencia y observancia en el Nuevo Testamento: Por lo cual, dejada la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros1.
1Efesios 4:25
Décimo Mandamiento: No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo1.
1Éxodo 20:17
Vigencia y observancia antes del Sinaí: Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella1.
1Génesis 3:6
Vigencia y observancia en el Nuevo Testamento: ¿Qué pues diremos? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Empero yo no conocí el pecado sino por la ley: porque tampoco conociera la concupiscencia, si la ley no dijera: no codiciarás1.
1Romanos 7:7
11. EL SÁBADO
El sábado es el día que Dios reposó, bendijo y santificó para que los seres humanos reposen de su trabajo cotidiano y la creación sea renovada en el descanso. El reposo sabático restaura a los creyentes, los inspira a adorar a Dios y a congregarse para motivarse al amor, la comunión y las buenas obras, celebrando su libertad y la bondad de la creación de Dios.
El sábado es el día que Dios reposó
Al completar la creación, Dios reposa de su obra. El reposo de Dios no se comprende como fatiga sino como celebración. La creación no estuvo completa hasta incluirle el descanso para la contemplación y el mantenimiento del equilibrio. La intervención divina no consiste en acciones compulsivas interminables, más bien son los actos que preparan la plenitud de la creación1.
1Génesis 2:2; Éxodo 20:11; Hebreos 4:4, 9-10
La importancia universal del mandamiento
sobre el Sábado
El primer relato de la Biblia está ordenado para resaltar las diferencias que hay entre el sábado y los demás días1. En el principio la tierra estaba desordenada y vacía, incapaz de albergar la vida. Dios, a lo largo de seis días, la ordena y la llena de vida, de manera que para el séptimo no hay más obra material que agregar. En ese día la tierra está libre y plena. El sábado es la corona de lo creado por Dios, creación en gran manera buena2. Esta es la razón por la que el sábado fue santificado, Dios lo puso aparte de los demás días y lo bendijo3, le dio poder para fructificar, es decir, para producir una vida abundante, y liberar de toda atadura material y egoísta4.
1Génesis 1:1-2:3; 2Génesis 1:31; 3Génesis 2:3; 4Génesis 1:22, 28; Éxodo 16:23-30
Tanto en Éxodo 20:3-17 como en Deuteronomio 5:7-21, el mandamiento sobre el sábado es el que más extensión ocupa. Su importancia es tan grande que cuando Dios reanuda la relación con su pueblo, durante el exilio, explícitamente menciona el sábado como una señal de su presencia en medio de ellos1; y además anuncia que es una bendición que no será cancelada o cambiada2, y no sólo para los judíos, sino para toda carne3. El Señor Jesús lo observó4; también sus discípulos5, y aún los gentiles6.
1Ezequiel 20:20; 2Éxodo 31:16; 3Isaías 56:1-5; 66:23; 4Lucas 4:16; 6:6; 13:10; 14:1; 5Lucas 23:56; Hechos 13:14-16; 6Hechos 13:44-48
Jesús Señor del sábado
Jesús es el Señor del sábado1 y con plena autoridad reveló el propósito de Dios al ordenar la observancia de ese día: El sábado fue hecho para beneficio del hombre2 pero la tradición judía, con sus múltiples prescripciones, lo había convertido en una pesada carga para el ser humano. Pasaron de la prohibición divina de realizar actividades económicas en sábado3 a negar la atención de un enfermo, si este podía esperar hasta el final del día de reposo. Les preocupaba más el día que el ser humano. No tenían misericordia4, aunque con ellos mismos no eran tan severos5, su conducta era parecida a la de quienes habían convertido el sábado en una carga para los pobres, misma que condenó el profeta Isaías6.
1Mateo 12:8; 2Marcos 2:27; 3Nehemías 10:31; 13:15-21; 4Mateo 12:7; 5Mateo 23:4; 6Isaías 1:13,17
El Señor observó el mandamiento del sábado conforme a la ley de Dios que tiene como meta esencial la vida abundante, y no la tradición de los rabinos1. Usó el ejemplo de David para enseñar que la ley de Dios tiene como prioridad la necesidad humana2; y, con el ejemplo de los sacerdotes que infringían el mandamiento por su actividad en el templo y no se les culpaba por ello, mostró que Él tiene una condición mayor para no inculpar a quien infringe el mandamiento por hacer un servicio a los demás3. Esto significa que es lícito hacer el bien en sábado conforme al principio mayor de la voluntad de Dios: la vida plena; y no, por capricho humano. Cuando algún creyente no sea libre para guardar el sábado, pedirá a Dios en oración por su pronta liberación, a fin de experimentar el gozo del reposo completo4.
1Juan 5:16-18; 2Mateo 12:3-4; 3Mateo 12:5-6; 41 Corintios 7:21
Jesús, con sus milagros realizados en sábado, lo recuperó como un espacio para el bien1, con su presencia brindó el auténtico reposo2 y con su autoridad declaró que la observancia seguiría vigente incluso después de su muerte. No existe ningún mandamiento de parte de Jesús o del Padre sobre la necesidad de cambiar el día de reposo3.
1Mateo 12:11-12; Isaías 56:2; 2Mateo 11:27-28; 3Mateo 24:20
La observancia adecuada del sábado
La observancia del sábado comienza reconociendo que Dios manifestó su voluntad respecto a ese día1, creyendo que no está disponible para su trabajo como lo están los demás días y llamarlo día de delicias, santo, glorioso del Señor2. Como resultado de esta decisión Dios le hará experimentar bendiciones que nada en el mundo le puede dar. La observancia del sábado es una bendición especial, basada en la presencia santificadora y restauradora de Dios, quien ha distinguido este día para su énfasis en la dimensión espiritual y el anuncio anticipado de la eternidad3.
Por otra parte, al reposar en este día, el creyente:
a. Imita a Dios quien fue el primero en reposar en este día y puede también contemplar la bondad de su creación4.
b. Se congrega y enriquece su vida en la comunión con otros creyentes5.
c. Celebra comunitariamente el gozo de la salvación, ya que el sábado es señal de libertad de cualquier tipo de opresión6.
d. Es edificado junto con otros creyentes por la enseñanza de la Palabra de Dios7.
e. Ejerce sus dones sirviendo a los demás8 como una señal de la cercanía del reino de Dios9, siguiendo el ejemplo de las primeras congregaciones cristianas cuyo estilo de vida era lo que más impacto tenía en su misión10, eran auténticas embajadas del reino de Dios.
1Isaías 58:13a; 2Isaías 58:13b, comparar con Éxodo 20:9-10; 3Isaías 58:14; Hebreos 4:9; 4Éxodo 20:8-10; 5Levítico 23:3; Nehemías 8:10; Hechos 2:42; 6Deuteronomio 5:15; Nehemías 8:10-11; 7Deuteronomio 4:10; 31:12; Lucas 4:16-20, 31; Hechos 13:14-15; 8Mateo 12:12; 9Hebreos 10:24-25; 10Hechos 2:44; 4:32
Como podemos observar, el sábado no es un tiempo de descanso ocioso, sino de una labor responsable a favor de la salvación de los seres humanos, tal y como Jesús lo hizo: Mi Padre hasta ahora obra, y yo obro1.
1Juan 5:17
En su sentido literal, el sábado es un período de 24 horas en el que Dios reposó, y al que santifica y bendice, diferenciándolo del resto de los días de la semana. Esta condición sagrada, exclusiva del sábado no la puede cambiar el ser humano en ningún sentido, simplemente lo observa o lo profana1.
1Ezequiel 20:12; 20; Lucas 23:56; Nehemías 13:16
La observancia del día de reposo inicia la tarde del día viernes y termina la tarde del día siguiente1, debido a que al inicio de la creación primero estaban las tinieblas y después resplandeció la luz2.
1Levítico 23:32; 2Génesis 1:5, 8, 13
Restauración de los creyentes
El descanso sabático da a los creyentes fieles la experiencia de restauración. Los creyentes se abandonan en las manos de Dios por la convicción de que Él sustenta toda su creación. Se liberan de la ambición desmedida de pretender dominarlo todo y poseerlo todo, de la exigencia terrenal de “ser alguien” para descansar en la identidad de ser hijos de Dios. El descanso sabático es el tiempo de abandonar la sociedad de competencia para integrarse en la comunidad de los iguales1.
1Proverbios 10:22; Mateo 6:25-34; Filipenses 1:6
12. LA LEY DE LA ALIMENTACIÓN Y LA SANTIDAD
La ley de la alimentación es una señal de la santidad de Dios en la vida cotidiana del creyente, que se observa cuando se consumen sólo los alimentos ordenados por Dios, y se comparten con el necesitado.
La importancia del acto de comer en la Biblia
Comer es un evento vital en la vida del ser humano: El mandamiento que desobedeció Adán fue sobre la comida1. En el sacrificio de comunión, comer ocupó un momento medular en el que Dios determinó lo que de la víctima podían comer los sacerdotes2 y lo que correspondía a los demás israelitas3. Para los pueblos antiguos la comida era una forma de agradar y tener comunión con sus dioses4. Incluso para Jesús fue tan importante la comunión en la mesa, que sus detractores lo tildaron de comilón5.
1Génesis 2:16-17; 2Levítico 10:8-15; 3Levítico 11; Deuteronomio 14:3-21; Hechos 15:20; 4Jueces 9:27; 5Lucas 7:34
Al comer, se ponen en movimiento instintos básicos del ser humano: la supervivencia, ver por el propio bien, cumplir gustos y deseos, ignorar las necesidades de los demás. Estos instintos pueden llegar a dominar la voluntad humana al grado de ser considerados como un dios1, pero también, en el acto de comer se pueden manifestar los sentimientos más nobles provocados por acontecimientos importantes2: la comunión con Dios3 y la liberación4; un nuevo comienzo5, el reino de Dios6, el nuevo pacto7.
11 Corintios 6:13; Filipenses 3:19; 2Génesis 24:54; 1 Crónicas 29:22; 3Génesis 18:8; 4Éxodo 12:4-10; 5Éxodo 12:18; 6Mateo 9:10; 16:9-10; 7Mateo 26:17-29
La ley de la alimentación es una señal de santidad
Desde el relato de la Creación observamos cómo Dios, manifiesta su carácter santo en lo cotidiano de los seres humanos, dándoles una dieta en base al fruto de la tierra1. Posterior al diluvio, amplía la dieta incluyendo animales determinados por Él como limpios2. En Levítico 11 y Deuteronomio 14 está la lista detallada de animales puros e impuros donde establece las características que los distinguen. Prohíbe la ingesta de carne de animales impuros y la sangre de cualquier animal, igualmente restringe la carne de animales ahogados y lo mortecino3. La santidad de Dios, que abarca todos los ámbitos de la vida, es la razón de esta distinción. Así, su pueblo se santifica obedeciendo sus mandamientos, incluidos los que norman la alimentación.
1Génesis 1:29; 3:18; 2Génesis 7:2-3; 9:3; 3Levítico 17:14; Deuteronomio 14:21; Hechos 15:20
Jesús y la ley de la alimentación
Jesús observó la ley de la alimentación, pero no las tradiciones de los ancianos del pueblo judío sobre el lavamiento de las manos y las demás tradiciones de pureza ritual, porque estaban más allá de lo ordenado por Dios1. Su interés era hacer evidente que un alimento es inmundo; no por tener contacto con las manos sin lavar ritualmente, ni por una sustancia que contenga; es inmundo, únicamente porque Dios lo ha determinado. Desobedecerlo, es lo que realmente contamina al comensal porque la rebeldía sale del corazón manchando, no sólo lo que come sino todos los aspectos de la vida, porque sobre todos ellos, Dios ha manifestado su voluntad. Con ello, Jesús muestra que se debe poner el mismo cuidado para seleccionar lo limpio de lo inmundo en la comida, que para seleccionar la clase de pensamientos, deseos y palabras que se dirigen a los demás2.
1Marcos 7:1-8; 2Marcos 7:18-23
Jesús muestra que la sola observancia de la ley de la alimentación no tiene sentido alguno, a menos que vaya acompañada de un genuino amor por el hambriento1.
1Isaías 58:7; Mateo 19:16-22; 25:35; Lucas 16:19-31; Santiago 1:27; 1 Juan 3:17-18
La iglesia primitiva y la ley de la alimentación
El apóstol Pedro tuvo una visión en la que se le pedía que comiera de lo que había en un lienzo, y ante su negativa oyó una voz que decía: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común1. Para él, esta frase no significó que estaba abolida la ley de la alimentación, pues al llegar a la casa de Cornelio2 dijo: me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo3.
1Hechos 10:10-16; 2Hechos 10:17-19; 3Hechos 10:26-29; 11:1-3
En la iglesia de Roma surgió un problema relacionado con los alimentos, porque había quienes comían sólo legumbres creyendo que esa era la voluntad de Dios y condenaban a quienes comían carne; y éstos, creyendo que tenían un conocimiento superior de la voluntad de Dios, menospreciaban a los primeros1. El apóstol Pablo los exhortó a superar estas diferencias basados en: la tolerancia, el respeto mutuo, el reconocimiento de que sólo Jesús es Señor y Juez de todos2 y la responsabilidad de las propias convicciones. Les mostró que lo importante en el Reino de Dios es no romper la comunión3.
1Romanos 14:3; 2Romanos 14:6; 15:1-2; 3Romanos 14:17
En otras congregaciones de la Iglesia primitiva había amenazas externas por medio de doctrinas que se oponían a la voluntad de Dios, prohibiendo el matrimonio y algunos alimentos puros. La Iglesia, combatió estas herejías con su conocimiento de la palabra de Dios y la oración, afirmando que todo lo que Dios crió es bueno, y nada hay que desechar, tomándose con hacimiento de gracias: Porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado, elementos indispensables para saber realmente lo que es santo, tanto para la relación del hombre con la mujer, como para el tipo de alimentos que Dios ha dado a los que han conocido la verdad1.
11 Timoteo 4:1-5
Lo santo en lo cotidiano del hombre
La santidad de Dios es una realidad que el creyente debe tomar en cuenta en todos los ámbitos de la vida cotidiana, sin olvidar que ante Dios todo está visto y ordenado, no sólo el espacio y tiempo del culto. Los alimentos diarios, en el marco de la ley de la alimentación, deben ser reconocidos como don de Dios; y al tomarlos con acción gracias, el creyente se ubica en el ámbito de lo sagrado1.
1Timoteo 4:4-5
El creyente es mayordomo de su propio cuerpo1, por tanto debe procurar la salud2, que en gran medida se determina por lo que come3. Entendiendo que la salud tiene como propósito servir a Dios y al prójimo4.
11 Corintios 6:20; 23 Juan 2; 3Éxodo 23:25; Daniel 1:8-15; 4Mateo 8:14-15
13. LAS BUENAS OBRAS
ciéndolos partícipes de su naturaleza, que se expresa a través de las buenas obras. El creyente realiza estas buenas obras como respuesta de gratitud al amor de Dios, manifestando una fe obediente y rechazando lo mundano.
Partícipes de la naturaleza divina
La relación de fe con Dios produce un cambio radical en la persona, propiciando una nueva manera de ser que encarna la vida de Dios. La esencia del creyente se manifiesta en una conducta acorde a los valores del Reino y digna de su nueva condición como hijo de Dios. Conducta que de otra manera no podría alcanzar1.
12 Corintios 5:17; Gálatas 2:20; 2 Pedro 1:3-4
Las buenas obras
Las buenas obras son de gran importancia porque por medio de ellas se manifiesta la fe, ya que como lo afirmó Santiago, Así también la fe, si no tuviere obras, es muerta en sí misma1. Las buenas obras han sido preparadas por Dios para sus hijos2, se hacen por amor a Dios y al prójimo, buscando la edificación mutua3.
1Santiago 2:14-18; 2Efesios 2:8-10; Gálatas 5:6; 3Efesios 3:17-19; Santiago 3:13-18
Las obras no sustentan la salvación
La salvación no se obtiene ni se mantiene por obras. En el Antiguo Testamento Dios perdonó a su pueblo en repetidas ocasiones1, el pueblo fue salvado y se mantuvo delante de Dios no por sus obras sino por su arrepentimiento y el perdón de Dios.
1Ezequiel 20:44; Oseas 11:1-9
El hecho de que Dios perdona no debe ser ocasión para menospreciar sus mandamientos. Él exige respeto y espera verlo en su pueblo mediante el esfuerzo genuino para hacer obras dignas de la atención que Él les prodiga1.
1Deuteronomio 7:6; comparar con Romanos 2:4
Toda la obra de salvación depende de Dios, quien la comenzó y la concluirá en los creyentes1. Y es Dios quien produce tanto el querer como el hacer2. Esto significa que el papel del creyente consiste en no menospreciar lo que se ha hecho, hace y hará por él. Debe tomar con responsabilidad su salvación y llamado3, obedeciendo la perfecta voluntad de Dios viviendo en la esperanza segura de la resurrección4.
1Filipenses 1:6; 2Filipenses 2:13; 3Filipenses 1:27; 4Filipenses 3:10-11
En Filipenses 2:12 el apóstol Pablo afirma que deben ocuparse de su salvación con “temor y temblor”. Esta declaración es realizada en el contexto de la obediencia de Cristo1. Por lo tanto, la participación del creyente es creerle a Dios y responderle con una vida de servicio, semejante a la de Cristo. La salvación es por gracia de Dios y no resultado de las obras del creyente2.
1Filipenses 2:5-11; 2Filipenses 1:6; 2:13
Todo fiel creyente hace buenas obras, no para ser salvo ni para mantener la salvación, sino porque es salvo1; como en el caso de Zaqueo2. Las buenas obras del creyente alegran a Dios, al prójimo y a sí mismo3.
1Mateo 7:16-20; 25:32-40; 2Lucas 19:8; 32 Corintios 9:11-13
Mundanalidad: Una amenaza para el creyente
El creyente es llamado a rechazar todas aquellas obras que no corresponden a su nueva condición, porque son expresión de una vida dominada por el pecado y producen sufrimiento, condenación y muerte1.
1Romanos 6:12-18
El creyente se encuentra entre dos fuerzas que batallan en su ser: Por un lado, la conciencia de que el pecado es inaceptable dada su condición de Nueva Criatura1 y por el otro, el hecho de que el pecado aún está presente en su vida2. No darle la importancia a cualquiera de estos dos aspectos no sólo afecta al testimonio del cristiano, sino su misma relación con Dios3. No se debe consentir al pecado, tampoco se debe negar el pecado del creyente. Todo creyente necesita continuamente del perdón de Dios4, hasta que llegue el día en que Dios lo haga incorruptible5 y ya no peque nunca más.
11 Juan 3:6; 8-9; 21 Juan 1:8-9; 3Hebreos 4:12-13; 10:29-31; 41 Juan 2:1-2; 51 Corintios 15:54-58; Filipenses 3:20-21
La salvación no produce un cambio mágico. El creyente sigue siendo vulnerable al poder del pecado y por lo tanto expuesto a la influencia de este mundo, por eso, en el Nuevo Testamento hay exhortaciones a mantener una conducta irreprochable1, que se hacen debido a la nueva condición del creyente2. Sin esa condición dichas exhortaciones no tendrían sentido, porque quien no ha sido reconciliado con Dios no quiere ni puede hacer la voluntad divina3.
1Toda la sección exhortativa de las Cartas del Nuevo Testamento; 2Romanos 13:13; 3Romanos 8:7-8
Mundanalidad: “Los deseos de la carne y de los ojos”
Una expresión de mundanalidad son los deseos distorsionados de la carne y de los ojos. Aquí, los términos “carne” y “ojos” son paralelos, ambos se refieren a los impulsos perversos que dominan a la persona y la llevan a transgredir los límites que Dios puso al placer y la sensualidad, desarrollando hábitos que la oprimen, degradan y contaminan1.
1Gálatas 5:19-21
En el caso del creyente, los deseos distorsionados también están presentes, pero gracias a su nueva condición puede dominarlos, respetando los límites que pone la Biblia1 y amparado en su relación con Dios2. Ahora puede dejar su pasado dominado por los deseos3, ofrecer un buen testimonio4 y corresponder al precio sin igual que se pagó por su vida5.
1Colosenses 3:5-9; 22 Corintios 7:1; 3Romanos 13:13-14; 4Tito 2:12; 1 Pedro 4:3; 51 Corintios 6:20
El creyente sólo puede participar en actividades o reuniones, dentro y fuera de la iglesia, que edifiquen, reuniones en las que la honestidad, la vergüenza, la modestia y la selección de lo que se debe consumir, sean la guía para el trato de los participantes. Para él debe ser más importante el testimonio que ofrece a la sociedad y a la iglesia que sus propios apetitos1. Debe ser capaz, incluso de renunciar a lo que tiene derecho por el bien y conciencia de los demás2.
11 Corintios 6:19; Filipenses 4:8-9; 21 Corintios 8:9; Gálatas 5:13
El creyente debe recordar que el dominio propio1 y el discernimiento2 son signos de su libertad. Por ello y aunque las cosas no sean malas en sí mismas, debe evitar las que causen daño a la conciencia de otros3, por el peligro de que su actitud sea un obstáculo para la misión de la iglesia en el mundo4.
12 Timoteo 1:7; 2 Pedro 1:6; 2Ezequiel 44:23; Hebreos 5:14; 31 Corintios 10:23; 4Hechos 2:47; 1 Corintios 10:32
Mundanalidad: La soberbia de la vida
Otra expresión de mundanalidad es la soberbia de la vida, que se entiende cómo; jactancia, vanagloria, altivez. En el mundo, la búsqueda de un lugar de privilegio y de poder, se considera un valor fundamental, por eso, sin ningún cargo de conciencia, muchos tratan bien a los que consideran superiores y mal a los inferiores. Esta conducta está condenada por Dios1.
1Isaías 13:11; Malaquías 4:1; 2 Timoteo 3:2; Santiago 4:6.
Hábitos impuros
El creyente debe abstenerse de los hábitos impuros enunciados en Gálatas 5:19-21 y Colosenses 3:5-9 porque de acuerdo a la Palabra de Dios, su cuerpo es templo del Espíritu Santo1, por tal motivo debe conservarse en pureza y santidad2.
11 Corintios 3:16; 21 Corintios 3:17; 6:19
Las festividades del mundo
La sociedad tiene ceremonias cívicas, que no tienen implicaciones religiosas y que son parte de las obligaciones ciudadanas; pero también, tiene ceremonias cuyo origen o contenido es idolátrico: navidad, cuaresma, “semana santa”, domingo como día de reposo, posadas, Hallowen, días de adoración a las imágenes y otras más y, aunque “el ídolo nada es”1, el creyente no debe participar en ellas porque tiene la responsabilidad de cuidar la conciencia de sus hermanos2, y no menospreciar la santidad de las ceremonias de la Iglesia en las que participa3.
11 Corintios 8:4-6; 21 Corintios 8:7-12; 31 Corintios 10:19-22
La idolatría tiene, también, manifestaciones que pasan inadvertidas, como el egoísmo, el amor al dinero y al poder, pues los ídolos no sólo se presentan en imágenes o figuras, también en cosas materiales o inmateriales, que se convierten en su principal preocupación y ocupación1.
1Lucas 16:13; 1 Corintios 10:14; Colosenses 3:5
14. LA PAZ DE DIOS
La paz que Dios da es un estado de bienestar abundante basado en la comunión con Él y que abarca todos los aspectos del ser de los creyentes y sus relaciones. Ellos son portadores de esa paz y del ministerio de la reconciliación, están comprometidos a construir un estado de armonía con el prójimo y la creación, oponiéndose a la violencia en cualquiera de sus manifestaciones.
La paz es un don
La paz es un don de Dios, basado en la comunión con Él1, produce un estado de bienestar abundante2 que afecta todos los aspectos de la vida humana3: espiritual, físico, mental, social, político y económico; así, como sus relaciones4: con el prójimo y la creación.
1Isaías 48:17-19; 57:2; Juan 14:23-27; 2Isaías 9:6-7; 3Salmo 51:10-12; Jeremías 33:6-9; Marcos 5:34; Romanos 8:6; Filipenses 4:7; 1 Tesalonicenses 5:23; 4Zacarías 8:16,17
La paz es la característica principal del Evangelio por su estrecha relación con la salvación1. El creyente tiene como fruto del Espíritu la paz2 que gobierna su corazón3 y sus pensamientos por lo tanto vive libre del dominio del temor, la ira y el enojo4.
1Isaías 52:5-7; Lucas 2:10-14; Hechos 10:36; Efesios 6:15; 2Gálatas 5:22; 3Romanos 14:17; Filipenses 4:7; 4Juan 14:27; Colosenses 3:8,15
La paz es una tarea
Además de ser un regalo, la paz es una tarea que Dios encarga a sus hijos como parte integral de su participación en el anuncio del Evangelio1. Los creyentes son llamados a ser constructores de paz y esta tarea es una bienaventuranza2.
1Romanos 12:17-19; 2Mateo 5:9
Jesús otorgó la paz no sólo con sus acciones y milagros también con el saludo “Paz a vosotros”1, pues las veces que lo expresa a sus discípulos convierte su angustia y sentimiento de desamparo en completa paz.
1”Shalom” saludo en hebreo que se traduce: “Paz a vosotros” en Lucas 24:36; Juan 20:19, 21, 26; Biblia Reina-Valera 1909
El “Paz a vosotros” es en realidad una bendición que convierte a los creyentes en portadores de paz1, enviados por Jesús y respaldados por su autoridad. No es un saludo o formulismo común ni una contraseña; porque al darlo, los creyentes asumen un compromiso que los obligaba a construir un estado de paz entre ellos, que incluye a sus enemigos2. Este saludo es entonces una bendición que le aporta un don a la persona que lo recibe y un compromiso para quien lo da.
1Mateo 10:12-13; 2Mateo 5:44-45; Romanos 5:6-7
La paz se opone a la violencia
Jesús enseñó el amor a los enemigos1 y lo cumplió hasta las últimas consecuencias2, heredando a sus discípulos su compromiso por la paz, mismo que se puede apreciar en las exigencias que a su vez ellos dejaron a los creyentes en sus cartas3. El Señor no recurrió a la violencia para realizar su ministerio; defenderse4, ni en contra de los que lo rechazaban5.
1Mateo 5:44-45; 2Romanos 5:6-7; 3Colosenses 3:15; Hebreos 12:14 4Mateo 26:51-53; Juan 18:36; 19:10-11; 5Lucas 9:51-56
El episodio de Jesús echando a los cambistas en el templo1 obedece a la profecía del Salmo 69:9, y es una expresión de indignación santa, ante la injusticia y los abusos de los administradores del templo.
1Marcos 11:15-17; Juan 2:13-17
El creyente reprueba la guerra porque al ser promotor de la paz se opone a todo tipo de violencia. Sin embargo, por su condición de ciudadano, participa sólo en servicios de ayuda humanitaria si es requerido por su gobierno en conflictos armados.
15. LA CENA DEL SEÑOR
La celebración de la Cena del Señor es un acto sagrado ordenado a la Iglesia como memorial de la muerte de Cristo y anuncio de su venida. Al participar en la mesa del Señor se revitaliza el pacto que en el bautismo se hizo con Dios y la comunión de la Iglesia como cuerpo de Cristo. La comunión de la Cena es la participación del pan ázimo y jugo de uva, como emblemas del sacrificio de Jesús.
La Cena del Señor es un acto sagrado
La Cena del Señor, es la celebración Cristiana que se realiza cada año para conmemorar la muerte de Cristo y anunciar su venida1, mediante la participación comunitaria de los emblemas: pan ázimo y el jugo natural de uva. También es llamada “la Comunión de la Sangre y del Cuerpo de Cristo”2; “la Mesa del Señor”3 y “Acción de Gracias” (eucaristía del griego eúcaristesas)4. El pan es símbolo del Cuerpo de Cristo y el jugo de uva es representación de su Sangre por medio de la cual hizo el Nuevo Pacto.5
11 Corintios 11:23-26; 21 Corintios 10:16; 31 Corintios 10:21; 41 Corintios 11:24; 5Lucas 22:17-19
El pan ázimo y el jugo natural de uva son representaciones simbólicas que tienen valor sólo dentro de la realización de la liturgia. La fecha para su celebración, se determina de acuerdo al calendario hebreo pues Jesús la instituyó en el marco de la Pascua Judía, fiesta que comienza el día 14 de nisán, primer mes del año1, y que anunciaba el renacimiento de la vida y la misericordia de Dios que trae liberación y vida plena.
1Mateo 26:17-19
En la Cena del Señor se revitaliza el pacto
En la Cena del Señor los creyentes se unen espiritualmente con la muerte del Señor y el pacto que selló con ella1. Por esto, los emblemas los motivan a la reflexión y valoración de lo que hizo el Señor por ellos y que los llevó al bautismo para convertirse en una comunidad de redimidos que espera su regreso2. El llamado a la reflexión y valoración de la conducta tienen como fin, promover la participación responsable de los Bautizados en la comunidad, invitando a quien se sienta indigno, a modificar su conducta errada. Ningún creyente debe abstenerse de participar de la Cena3.
Una vez terminado el culto, la función de los emblemas termina, el jugo de la uva y el pan ázimo son otra vez producto de consumo ordinario puesto que no son realmente la carne y la sangre del Señor, ni la contienen.
1Mateo 26:26-30; 21 Corintios 11:25-26; 31 Corintios 11:27-34; Jeremías 2:19
En la Cena del Señor se revitaliza
la comunión de los creyentes
En la Cena del Señor se reflexiona acerca de la relación del creyente con Dios y también sobre el valor que tiene la Iglesia, en la que se participa todo el año, como Cuerpo de Cristo. Por eso, tiene mucha importancia que los creyentes se esperen unos a otros, y así, juntos, en comunión, participar de la Cena1 reafirmando su decisión de seguir a Jesús y esperarle en comunidad.
11 Corintios 11:33-34
16. EL LAVAMIENTO DE LOS PIES
El lavamiento de los pies es un acto litúrgico que se realiza entre los miembros del Cuerpo de Cristo en el marco de la Cena del Señor, siguiendo el modelo de Jesús, como señal de que todos tienen la misma importancia y que están comprometidos permanentemente a servirse con humildad unos a otros sin jerarquías y diferencias.
Institución del acto litúrgico
Los creyentes se lavan los pies unos a otros como parte de la liturgia en la Cena del Señor. Este acto es una ordenanza instituida por Jesús y se realiza siguiendo su ejemplo de humildad, amor y servicio según lo describe Juan 13:1-17.
Significado del acto
En los tiempos de Jesús, sólo a los hombres libres se les lavaba los pies y únicamente los esclavos realizaban este servicio, por eso, cuando va a lavar los pies a sus discípulos Pedro se niega1. Con este acto, Jesús evidencia que todos los creyentes tienen la misma dignidad; en Él todos son hombres y mujeres libres para ponerse al servicio del prójimo.2 Al lavar los pies del otro, el creyente se compromete a servirle, considerándole tan importante como él mismo3, en todo lo que le sea posible y no sólo en el culto; por tanto, quien no participa del acto con dignidad, menosprecia a sus hermanos purificados y dignificados por Jesús.
1Juan 13:6-8; 2Gálatas 5:13; 3Filipenses 2:3-5
17. LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
Punto de fe 17. La Unción a los Enfermos
La unción es parte del acompañamiento pastoral a los enfermos, consiste en la oración en el Nombre del Señor y la aplicación de aceite en su frente, para fortalecerlos en la fe, en la esperanza de sanidad, perdón de pecados y en la seguridad de que su dolor y plegaria son compartidos por los miembros de la iglesia.
La pastoral a los enfermos
El servicio pastoral a los enfermos consiste en el acompañamiento comunitario encaminado a hacerles conscientes de la presencia salvífica de Dios y en su Nombre fortalecerles espiritualmente frente a las enfermedades corporales y emocionales1. Como parte importante del acompañamiento pastoral está la unción con aceite de oliva a los enfermos.
1Salmos 20, 46 y 86
La unción con aceite de oliva
El aceite era usado como ungüento para tratar las heridas1, para aliviar el cuerpo tras el viaje2. El enfermo recibía con el aceite cuidado amoroso del que lo unge. Es un acto que quitaba al enfermo de su soledad y lo integraba a la compañía que promovía su salud. Por eso la unción estaba vinculada a la santidad3.
1Lucas 10:34; 2Lucas 7:44-46; 3Marcos 6:13
La unción a los enfermos en el Nombre del Señor
En la carta de Santiago se afirma que la oración de fe, en el Nombre del Señor, acompañada de la aplicación de aceite al enfermo, le sana y perdona los pecados que hubiere cometido1. La oración y la unción no tiene poder en sí mismos, el escritor mismo afirma que “el Señor lo levantará”. La salud de los enfermos depende exclusivamente de la soberanía de Dios, quien puede obrar más allá de la mucha o escasa fe de los creyentes y sana con o sin unción.
1Santiago 5:14-15
El creyente puede confiar que Dios dará la respuesta que discierna como lo mejor para él y esta puede ser que continúe enfermo, por eso la oración de fe también brinda una capacidad espiritual para aceptarla, aun con sus momentos de temor, soledad y dolor, y transmite el gozo comunitario que revitaliza1. Es importante acompañar este acto con la lectura y reflexión bíblica para generar esperanza y confianza en Dios.
1Considerar Salmo 133
Los ancianos1 son los únicos autorizados para ungir
El acompañamiento debe ser comunitario, pero la unción es realizada sólo por los Pastores y Ministros, representantes de la congregación; así, el estado del enfermo ahora es un interés de la Iglesia, como se puede ver en el pasaje de Santiago 5:14-15, incluido en la sección 5:7-20, que pone el énfasis en que este sea un acto que supere el aislamiento, la marginación y las divisiones.
1Pastores y Ministros
18. DIEZMOS, OFRENDAS Y PRIMICIAS
Punto de fe 18. Diezmos, Ofrendas y Primicias
Diezmar, dar las primicias y ofrendar, son expresiones de amor a Dios y reconocimiento de su soberanía. El Diezmo es la décima parte de los ingresos del creyente, pertenece a Dios y por esta razón lo entrega a la Iglesia. Las primicias, son lo primero que el creyente gana en un periodo o cambio de su actividad económica, las aporta para apoyo de su pastor. Las ofrendas son aportaciones económicas que el creyente decide hacer como un acto de adoración a Dios y de apoyo a la Misión de la Iglesia.
Diezmos: Mandamiento y vigencia
Los creyentes, a lo largo de la historia, han reconocido el señorío de Dios sobre su actividad económica. Por amor y fidelidad han entregado el diezmo hasta la actualidad.
Abraham, el padre de la fe entregó el diezmo al Rey-Sacerdote Melquisedec en gratitud y reconocimiento por la bendición recibida1. Los Patriarcas entregaron sus diezmos como expresión y reconocimiento al Creador2.
1Génesis 14:18-20; Hebreos 7:1-8; 2Génesis 28:20-22
El Pueblo de Israel, entregaba a la tribu de Levi, sus diezmos por mandato de Dios, como instrumentos de su gracia y cuidado por quienes Él escogió para su servicio1.
El diezmo se apartaba de las cosechas y del ganado2, cuidando de no manipular la porción que le correspondía a Dios3.
1Números 18:20-21; Hebreos 7:5; 2Levítico 27:30-32; Deuteronomio 14:22; 3Levítico 27:33
Para el tiempo de Jesús, ya se diezmaba sobre toda actividad económica y no sólo sobre las ordenadas en el Antiguo Testamento. El Señor aprobó esta ampliación haciendo notar que lo más importante de la ley es la justicia, la misericordia y la fe para, en base a ellas, diezmar sobre toda actividad económica1.
Esta aprobación de Jesús le da vigencia permanente al mandamiento de diezmar, por eso los creyentes de hoy lo entregan como un acto de fidelidad, amor2 y adoración dentro del culto, aplicándolo a todos los ingresos por salario y/o por negocio que hacen posible su nivel de vida.
1Mateo 23:23; 21 Corintios 13:1-3
Su importancia para la fe
Al diezmar, el creyente, supera la tentación de amar las riquezas y el peligro de convertirse en su siervo1; ubica al dinero en su correcto lugar, como un instrumento al servicio del Reino; reconoce que todo los bienes que ha obtenido en realidad son don de Dios2; confía en que Él lo sostiene y le llenará de bendiciones que el dinero no puede comprar3; y actúa como su fiel mayordomo4.
1Lucas 16:13-14; 2Génesis 28:22; 1Crónicas 29:14; 3Malaquías 3:8, 10; 4Mateo 23:23-26; Lucas 11:42
El destino de los diezmos
Es evidente que Dios no necesita de los Diezmos, pero los pide y destina para la obra que realiza por medio de su pueblo, preferentemente para sostener a los creyentes que ha llamado a su servicio de tiempo completo.
La tribu de Leví, era la única que no contaba con recursos propios, no tenía tierra, ni con que asegurar el porvenir de su descendencia. Dios no pasó por alto esta situación y es precisamente a ellos a quienes destina los diezmos1, pero aún los levitas diezmaban2, dando lo mejor de lo que recibían3 a los sacerdotes4.
1Números 18:21,24; 2Números 18:26; 3Números 18:29; 4Números 18:28; Nehemías 10:38
El sacerdocio del Antiguo Testamento fue sustituido por el de Cristo, que es según el orden de Melquisedec1, y por él, se mantuvo vivo el principio de sostener con los diezmos a los que sirven a Dios. Los creyentes que se dedican por completo al Evangelio son sustentados, como lo fueron los levitas, con los recursos que los demás creyentes aportan2 y al igual que ellos, de lo recibido, aportan su diezmo. En otras palabras; los dedicados a la obra son sostenidos por Dios con el dinero que le pertenece.
Es necesario recalcar que en la administración del diezmo se debe incluir, hacer el bien a los necesitados3.
1Hebreos 7:12-17; 21 Corintios 9:11-14; Gálatas 6:6; 3Deuteronomio 14:28-29
Ofrendas
Las ofrendas son aportaciones voluntarias que el creyente realiza además del diezmo, son entregadas como parte del culto, para ser administradas en la ayuda a los necesitados y el sostenimiento de la Misión de la Iglesia. El amor y la alegría son los principales motivos de esta acción1 y pueden ser de tal magnitud que el creyente es movido a vender todo lo que tiene y entregar sus bienes para ser repartidos entre los pobres2.
1Marcos 12:41-44; 2 Corintios 8:14-15; 9:1-7; Efesios 4:28; 1 Timoteo 6:17-19; 2Hechos 4:34-37
Por otra parte, la Biblia exhorta a los creyentes a ofrendarse ellos mismos a Dios1 como lo hizo Jesús, mediante una vida santa entregada en amor y servicio al prójimo, no sólo dando dinero.
1Romanos 12:1; 13:7-9
Las primicias
Las primicias son ofrendas que consisten en dedicar a Dios los primeros frutos de la tierra y del ganado, y los primeros productos o las primeras ganancias1 para reconocer que Él es la fuente de todo su bienestar y para hacer reposar su bendición en las casas.
1Éxodo 13:1-2; 34:19; Levítico 27:26, 28; Deuteronomio 15:19
Las primicias se entregaban directamente a los sacerdotes y levitas, para su sustento, por ser las personas que eran las consagradas al servicio del Señor1.
1Deuteronomio 18:1-5; Ezequiel 44:30
Hoy el creyente también reconoce a Dios como fuente de todo su bienestar, ofreciendo las primicias de acuerdo a su actividad económica: los primeros frutos de la tierra y del ganado o su equivalente económico; el primer día de salario de su nuevo empleo, y a partir de aquí la ganancia del primer día de cada año, y/o la primera ganancia al iniciar un nuevo negocio1
1Proverbios 3:9-10; Números 15:21; Malaquías 3:8
Las primicias se entregan directamente a su Pastor local, quien por estar consagrado, es el equivalente al sacerdote o levita, quienes servían a Dios1.
1Deuteronomio 18:4; Levítico 23:20; 2 Crónicas 31:4, 5
El sostenimiento económico de la misión de la iglesia
La Iglesia necesita recursos económicos para realizar su misión; el sustento de los pastores, el acompañamiento pastoral, los programas educativos, la elaboración de materiales, la evangelización, la difusión de la Biblia, apoyo a los creyentes y simpatizantes en sus necesidades, recursos que, como administradora de los bienes de Dios, recibe en los diezmos y ofrendas que los fieles, por amor y desprendimiento le confían1.
1Lucas 10:7; Romanos 15:26; 1 Corintios 16:1-2; 2 Corintios 11:8; 1 Timoteo 5:18
19. EL MATRIMONIO
El matrimonio es el propósito de Dios para la pareja, en el que un hombre y una mujer se comprometen a unir sus vidas mediante un pacto de amor y fidelidad. Inicia ante las autoridades civiles con testigos de la sociedad y es bendecido por el Creador, ante la Iglesia, para que dure toda la vida, en un marco de igualdad, tolerancia, respeto y apoyo mutuo, que honre a ambos.
El propósito de Dios en el matrimonio
El texto base para entender el propósito de Dios para la pareja humana: Génesis 2:18-24, usa las expresiones: “Dejar”, “Unirse” y “Ser una sola carne”, para indicar que tanto el hombre como la mujer; dos seres completos, deciden dejar en segundo término todo lo que eran y planeaban como individuos, para construir una vida en común que sea señal de lo que Dios quiere para la humanidad entera. Unirse en estas condiciones, será la razón y prioridad de su existir terreno, con espacios para su individualidad pero con la conciencia de que la relación personal que cada uno tiene con Dios, a partir de su casamiento, se da desde su condición de esposos pues ya son una sola carne. Es evidente entonces que el matrimonio, según el propósito de Dios, es heterosexual y monógamo.
El “dejar”, significa asumir con madurez el compromiso de formar un nuevo hogar, independiente de las familias de origen. También es la manifestación de una relación sana con los padres quienes son honrados al ver que capacitaron a su descendencia para iniciar su propia vida y a su vez ellos pueden dejarlos ir.
Y allegarse ha á su mujer. Debe entenderse en el contexto de esta otra frase: hueso de mis huesos y carne de mi carne lo que significa tomar la decisión de unirse a la pareja en virtud de ver en ella a la persona que efectivamente le saca de la soledad, compartir con ella la vida y enfrentar juntos el porvenir.
Y serán una sola carne. Se refiere a la intimidad en la mutua entrega sin reservas que incluye las emociones, los deseos, las aspiraciones y la vida sexual dada por Dios para el goce de la pareja, y por medio de la cual, es posible la procreación. El matrimonio, por ser una relación permanente, permite que la pareja alcance su plenitud delante de Dios.1
1Malaquías 2:14-16, Mateo 19:5-6; Efesios 5:21-31
El matrimonio es una relación de igualdad
El propósito de Dios para el matrimonio ha sido desde el principio: la mutua cooperación1, no la servidumbre2. Dios hizo a Eva como ayuda* idónea. La soledad de Adán3 terminó con la presencia de ella y no por la de los otros seres que la antecedieron, seres que bien podían haber sido sus ayudantes o sirvientes4. Su soledad realmente consistía en la necesidad de contar con un aliado, de tener la compañía de un ser con el que pudiera estar cara a cara, un ser distinto de él pero al mismo tiempo ni inferior ni superior. Dios hizo lo justo para él, tomando a Eva del centro de su cuerpo5. Adán reconoció enseguida a su par al decir: hueso de mis huesos y carne de mi carne6. A partir de ellos la esposa será la compañía adecuada para el esposo, en una relación de apoyo mutuo, que los abraza, protege, les da soporte en un reflejo de la frase: “Jehová, sé tú mi ayudador” donde “ayudador*”7, es la misma palabra hebrea que se utiliza en “ayuda”* idónea.
1Génesis 1:28; Mateo 19:8; 2Génesis 3:16; 3Génesis 2:18; 4Génesis 2:19-20; 5Génesis 2:21-22; 6Génesis 2:23; 7Génesis 2:24-25; 1 Samuel 7:12; Salmo 30:10 *La palabra ayuda, es la traducción del vocablo hebreo <˓azar>, que significa, rodear, ayudar, socorrer, proteger, circundar, y es la raíz de la expresión <eben-ezer>
El propósito divino para la pareja fue pervertido con reglamentaciones e interpretaciones de la Ley de Dios que rebajaban la dignidad de la esposa al nivel de una propiedad que, como tal, podía ser dejada por cualquier motivo para tomar otra1. El Señor descubrió que detrás de esta pervertida interpretación de la voluntad de Dios, está la dureza del corazón que se niega a seguir el ejemplo de Adán al recibir a Eva2.
1Mateo 5:28, 31-32; 19:3; 2Mateo 19:4-9
La relación de igualdad en el matrimonio se rompió a partir de la caída1 como una de las muchas consecuencias que trajo el pecado2. Jesús combatió esta condición de desigualdad reafirmando el propósito de Dios para la pareja humana, al declarar: al principio no fue así.3
1Génesis 3:16; 2Génesis 3; 3Mateo 19:8
Divorcio
De acuerdo con las Sagradas Escrituras, el matrimonio sólo se disuelve con la muerte1, o por la excepción señalada por Jesús en Mateo 19:9, única causa justificada para el divorcio.
1Romanos 7:1-3; 1 Corintios 7:39
Matrimonio después del divorcio ilícito
Si una persona se divorcia, por razones distintas a las que la Biblia autoriza y contrae nuevo matrimonio, comete adulterio1; y hace, que su nuevo cónyuge también lo cometa2.
1Mateo 5:32; Marcos 10:11-12; 2Lucas 16:18
La ceremonia de bendición matrimonial
La autoridad civil tiene la facultad exclusiva para unir en matrimonio1, por eso los contrayentes acuden primero ante las autoridades civiles para legalizar su unión matrimonial. Posteriormente piden la bendición de Dios a través de su pastor o un ministro, pues sólo el Creador tiene el poder para unirlos en una sola carne2.
1Romanos 13:1; 2Mateo 19:5-6
TERCERA SECCIÓN
20. LA PROFECÍA
La profecía es un mensaje que anuncia la voluntad de Dios, denuncia la conducta contraria a ésta y proclama la llegada del Reino de Dios como salvación o condenación, dependiendo de la respuesta a su mensaje. Como característica, incluye un llamado a la conversión.
Los profetas
La palabra profeta es la traducción del término hebreo “Nabí”, que quiere decir: “el vocero de Dios”1. El profeta era el mediador que recibía de Dios el verdadero sentido de lo que pasaba en el mundo y lo transmitía en palabras comprensibles a los seres humanos2. Exponía la evaluación divina sobre la conducta del pueblo y daba a conocer el veredicto, ya sea de castigo o restauración3.
1Éxodo 7:1 compare Deuteronomio 18:14-22; 22 Samuel 12:1-12; Ezequiel 3:22-27; Oseas 2:1-13; 3Isaías 1:1-4; Jeremías 1:2; Ezequiel 1:1-3
Los profetas anunciaban la voluntad de Dios y en consecuencia denunciaban las acciones del ser humano y de la comunidad que se desviaban de ella. Ejercían su actividad en contra del abuso del poder1 y sobre la conducta y motivaciones injustas de las personas2. Un falso profeta era aquel que hacía pasar la mala conducta del rey y del pueblo, como si fuera buena3, impidiéndoles con ello el arrepentimiento.
1Isaías 1:4-8; Amós 2:6-8; 21 Corintios 14:24-25; 3Lamentaciones 2:14
El papel de la profecía
La profecía, tiene como función principal, llamar al arrepentimiento1 dando a conocer el veredicto de Dios sobre su pueblo: Si no cambian, se ejecutará la sentencia. Si se arrepienten y confían en Dios, los perdonará y tendrán esperanza, pues tal vez, transforme sus circunstancias2 de acuerdo a su bondad que nunca cambia3 y conforme a su libertad para enjuiciar. No lo haría por capricho, como lo hacen los seres humanos, sino de acuerdo a su Palabra4.
La profecía anuncia lo que Dios ha decidido hacer, no propiamente lo que va a suceder; si así fuera, entonces el pueblo no tendría esperanza, porque estaría invariablemente determinado lo que pasaría con ellos.
1Nehemías 9:26; 22 Samuel 12:22; Oseas 14:1-3; Jonás 3:8-9; 1 Corintios 14:24-25; 3Isaías 30:18; Jonás 3:10-4:3; 4Números 23:19; Isaías 46:9-10; Amós 3:7
En el Nuevo Testamento, la palabra profética, está vinculada al anuncio que hace Jesús del Reino de Dios. Es un llamado al ser humano para que se vuelva de su mal camino y espere con fidelidad la realización final de su Reino (horizonte escatológico). La profecía pretende que el creyente, responsablemente, permanezca fiel al testimonio de Cristo y esté vigilante esperando su retorno, que puede ocurrir en cualquier momento1.
1Mateo 24:44; 25:13
En su función como profeta prometido1; Jesús buscó que el pueblo se convirtiera a Dios2, reveló las verdaderas intenciones de la conducta humana3 y anunció las consecuencias para quienes acepten4 y para quienes rechacen su mensaje.5
1Deuteronomio 18:18; Juan17:7-8; 2Hechos 26:18; 3Juan 3:19; 4Mateo 10:41,42; Juan 6:40; 5Mateo 16:27
Jesús, el cumplimiento de la profecía
Los anuncios del Antiguo Testamento, respecto al futuro, fueron la expresión de la confianza en que Dios actuaría definitivamente para establecer su Reino, no pretendieron ser el diseño exacto ni mucho menos, la regla a la que Él tendría que sujetar su acción final.
Sólo que en algunos sectores del pueblo judío, esos anuncios proféticos fueron concertándose alrededor de la esperanza de un Mesías rey y un reino judío de alcance universal. De manera que cuando Dios actuó en Jesús, lo hizo de una manera tan distinta a esa esperanza mesiánica que la desilusión se convirtió en el principal obstáculo para que los judíos vieran en Jesús al Mesías de Dios. Para tratar de salvar ese obstáculo los escritores del Nuevo Testamento constantemente se refirieron a las acciones de Jesús como el cumplimento de lo dicho por los profetas1, pero esa afirmación escandalizó a los jerarcas judíos.
1Lucas 24:27, comparar con Juan 5:39
Jesús, además de cumplir la profecía del Antiguo Testamento, anunció realidades nuevas del porvenir1 porque para Él la predicación del Evangelio a todo el mundo es un elemento determinante del fin2.
1Mateo 19:28; Mateo 24 y 25; 2Mateo 24 y 25; Marcos 13:10;1 Pedro 3:9
21. OBRA Y FIN DE SATANÁS
Satanás se opone a que Dios sea reconocido y obedecido, tentando al ser humano con un supuesto mejor destino que el Reino de Dios. Ha sido derrotado por el poder de Cristo Jesús y será aniquilado al final de los tiempos. Su labor se hace más peligrosa debido a la cercanía de su fin, pero los creyentes pueden resistirle y vencerle al someterse a la soberanía de Dios.
Satanás en la Biblia
El interés primordial de la Biblia es que el ser humano conozca a Dios y a su Hijo1 para que tenga vida en comunión con ellos; y que el creyente tenga su fe fundada en la persona y obra de Jesús; sin embargo, es un hecho que menciona a Satanás. En su insondable sabiduría, Dios permite la existencia del diablo y sus obras. Por eso toda afirmación acerca del origen, la esencia, la obra de satanás y de cómo resistirle debe restringirse a la revelación bíblica. Ni las religiones paganas, ni la imaginación artística, ni las creencias y tradiciones populares, ni las disciplinas de conocimiento humano son válidas para este propósito.
11 Juan 3:8-10
La Biblia no dice cómo se originó Satanás1 ni explica su esencia; y cuando se refiere a él, lo hace de maneras tan distintas que para la razón humana, es imposible armonizarlas. Esto no significa una desventaja para el creyente, pues sobre este tema, el enfoque de la Escritura está en alertarlo acerca del peligro que representa2, a fin de que lo resista firme en la fe3.
1Isaías 14:12-15 es una profecía contra el rey de Babilonia (v. 4) y Ezequiel 28:1-19 es una profecía contra el rey de Tiro (vv. 2 y 12) deducir de estos textos el origen de Satanás es muy discutible; 2Santiago 4:7; 1 Pedro 5:8-9. 3Juan 17:3; Jeremías 9:24.
La Biblia utiliza el vocablo hebreo “satán” (Satanás en español) de diferentes maneras:
En el Antiguo Testamento se emplea como: 1) Verbo, para referirse a la acción de acusar, oponer o resistir a alguien1 2) Participio, se puede aplicar a la persona que realiza la acción o la función de ser adversario o acusador, al manifestar una función opositora. 3) En forma nominativa, aparece con artículo en Job y Zacarías2: “el Satán”; esto indica que no se trata de un nombre propio, sino que es el término que define a quien se dedica a la labor de fiscal o acusador en un juicio. En el Nuevo Testamento ocurre un cambio pues se consolida el nominativo Satanás3 para referirse al opositor de los planes de Dios, haciéndose una descripción más amplia de su función (ver el párrafo siguiente). Pero también en concordancia con el Antiguo Testamento se aplica a Pedro4 y a Judas5. El término griego “diábolos” (Diablo en español) se usa como sinónimo o equivalente de Satanás6.
1Zacarías 3:1b; 2Job 1:6, 8, 9, 12; 2:1-2; Zacarías 3:1-2; 3Marcos 4:15; Hechos 5:3; 1 Tesalonicenses 2:18; 4Mateo 16:23; 5Juan 6:70-71; 6Mateo 4:1, 5, 8 Comp. 4:10; Apocalipsis 12:9; 20:2.
La obra de Satanás
En la Biblia no se muestra a Satanás luchando contra Dios, pues no hay punto de comparación; ya que Dios es eterno y Satanás es temporal: hubo un tiempo cuando no era1 y habrá uno cuando no será más2. La Biblia muestra que su ámbito de acción está confinado a este mundo y que su obra es contra los creyentes fieles3. Esta confrontación se describe con una variedad de términos que explican la realidad de su obra: “Beelzebub, Príncipe de los demonios”4; “El Malo”5; “Diablo”6; “Homicida”, “Mentiroso y Padre de Mentira”7; “Belial”8; “dios de este siglo”9“Príncipe de la potestad del aire”10; “Maligno”11; “Tentador”12; “El ángel del abismo”13; “Gran Dragón” y “Serpiente Antigua”14; “Acusador”15. La labor de Satanás está asociada con: acusar, tentar, provocar, obstaculizar, dividir, calumniar (del griego diábolos)16, engañar, dañar, hacer caer y/o desviar.
Su propósito es evitar que Dios sea reconocido y obedecido, imponer su imperio de muerte sobre la humanidad caída17 y seducir a los creyentes para que se alejen del verdadero Dios y de Su voluntad, incitándoles a hacer el mal, aun haciéndoles creer que hacen el bien18.
1Génesis 1:2; Colosenses 1:16; 2Apocalipsis 12:12; 20:2; 22:1-5; 3Apocalipsis 12:17; 4Mateo 12:24; 5Mateo 13:19; 6Mateo 13:38-39; 7Juan 8:44; 82 Corintios 6:15; 92 Corintios 4:4; 10Efesios 2:2; 11Efesios 6:16; 121 Tesalonicenses 3:5; Mateo 4:3; 13Apocalipsis 9:11; 14Apocalipsis 12:9; 15Apocalipsis 12:10; 161 Timoteo 3:11; 2 Timoteo 3:3; Tito 2:3; 17Mateo 4:8-9; Hechos 26:18-28; 2 Corintios 4:4; 2 Timoteo 2:26; Hebreos 2:14; 18Mateo 7:23; Juan 8:31-47; Hechos 5:3; 2 Corintios 11:1-15; Apocalipsis 2:9-10; 3:9.
Jesús, superior a Satanás
Jesús despojó a Satanás de su dominio1. Su sola presencia inquietó a los demonios2. Con su palabra de autoridad3 liberó a los oprimidos por el diablo (sin ritos ni expresiones mágicas)4. Con su muerte en la cruz lo derrotó y condenó5. Satanás será atado al inicio del milenio y al final será arrojado en el lago de fuego y azufre, está destinado a desaparecer y no tiene lugar en la nueva creación6.
1Lucas 11:14-22; Romanos 16:20; Hebreos 2:14; 1 Juan 3:8; 2Mateo 8:28; Marcos 1:23-25; 3Mateo 8:16; 4Hechos 10:38; Lucas 13:16; 5Juan 12:31-33; 16:11; Colosenses 2:15; Hebreos 2:14; 6Apocalipsis 20:10, 21:27; 22:1-5.
El creyente resiste a Satanás
No obstante la superioridad de Cristo, la fascinación del mundo por Satanás y sus mentiras continúan. Su influencia sigue generando confusión, angustia y desazón obstaculizando la comunión con Dios y la fe en Jesucristo. Como ha sido vencido por Cristo y está destinado a ser destruido, ha intensificado su peligrosidad1, influyendo en quien le da lugar2; tentándolo para que considere a la mentira que daña, al homicidio, a la rivalidad y a la división, como recursos válidos para conseguir los deseos engañosos de su corazón3. Las Escrituras alertan al creyente sobre esta amenaza y al mismo tiempo revelan que puede resistirle y vencerle: sometiéndose a Dios4, confiando en la victoria de Cristo5, manteniendo firme su testimonio personal hasta la muerte6, vigilando permanentemente sus áreas débiles siendo consciente de sus asechanzas7, y vistiendo la armadura de Dios8.
12 Corintios 2:11; 1 Pedro 5:8; Apocalipsis 12:9-12; 2Efesios 4:27; 3Jeremías 17:9; Juan 8:44; Hechos 5:3; 2 Corintios 11:13-15; 2 Timoteo 2:25-26; 1 Pedro 5:8-10; 4Mateo 4:1-11; 1 Juan 2:14; Santiago 4:7; 5Apocalipsis 12:11; Romanos 6:8; 8:17; 6Apocalipsis 2:10; 12:11; 71 Corintios 7:5; Efesios 6:11; 8Efesios 6:14-17.
Nadie puede justificarse responsabilizando a Satanás por el mal personal o estructural del que participe1.
1Génesis 3; Romanos 5:12; 2 Corintios 5:10; 10:12-13; Apocalipsis 20:13.
22. EL RETORNO DE ISRAEL
Dios eligió a Israel como su pueblo para mostrar sus planes de redención para el mundo, lo hizo objeto especial de su amor y le manifestó su poder, preservando su existencia y convirtiéndolo en instrumento de bendición para las demás naciones. Sin embargo, por su rebeldía, Dios permitió su dispersión entre las naciones. El reconocimiento oficial del Estado de Israel en 1948, confirma el designio de Dios a favor de su restauración. La restauración de Israel, tanto en los tiempos bíblicos como en los actuales, es paradigma de la del creyente.
La elección de Israel
Dios, en su soberanía eligió a un pueblo pequeño, vulnerable y débil, para mostrar su misericordia y poder. Lo hizo crecer y lo sustentó a fin de constituirlo en evidencia de su benevolencia para todas las naciones1.
1Génesis 12:1-3, Deuteronomio 7:6-9, Gálatas 3:8
La infidelidad de Israel
Dios hizo un pacto con Israel con el compromiso de bendecirlos, preservarlos y darles prosperidad en todo tiempo, brindándoles su protección y defensa ante las diferentes amenazas a las que estuvieran expuestos. Su promesa consistía en un estado de completo bienestar* en medio de cualquier circunstancia1.
1Génesis 17:7; Deuteronomio 26:9; Isaías 41:10-20; *En hebreo Shalom=paz
Por su parte, Israel se comprometió a obedecer el pacto; sin embargo, no siempre se mantuvo fiel. Practicó idolatría, divinizó elementos de la creación y pervirtió su comprensión del carácter santo de Dios, incurrieron en injusticias contra su prójimo. Por esto Dios, permitió para su corrección, que fueran llevados al exilio en el siglo VII1 a. C. y después a la dispersión en el primer siglo de nuestra era.
1Éxodo 19:8; Deuteronomio 28:64; Ezequiel 5:7-17; Oseas 9:17; Amós 2:6-8; 5:26-27; 7:17
La fidelidad de Dios
Dios ha cumplido su Palabra, se ha mantenido fiel a pesar de la rebeldía de Israel. En su gracia ha restaurado el hogar de sus padres, retornándolos a la tierra de la promesa1.
1Isaías 12:1-6; Isaías 43:5-7; Jeremías 29:10-11; Oseas 11:1-11
El retorno del Israel disperso, comenzó al inicio del siglo XX y se consolido en 1948 por la intervención bondadosa de Dios. Este suceso fue predicado con anticipación por parte de nuestra iglesia. El retorno de Israel es un ejemplo para los creyentes de la manera que Dios ama y de cómo, por su gracia, restaura a los suyos a una vida plena en Él, manteniendo sus promesas a pesar de la infidelidad y los errores humanos1.
1Lucas 15:10-32, Romanos 2:4; 8:31-39, 1 Timoteo 1:16; 1 Pedro 1:2
23. EL MENSAJE DE LOS TRES ÁNGELES
El mensaje de los tres ángeles constituye para la Iglesia el compromiso de predicar: Un llamado al arrepentimiento afirmando la realidad de un sólo Dios creador quien debe ser adorado. Un anuncio sobre el final del sistema político religioso que como una estructura de poder se autodenomina divina e intenta someter a los hombres a su señorío. Una advertencia a la Iglesia de Dios para resistir frente a los poderes idolátricos cualquiera que fuese su representación guardando los mandamientos de Dios y la fe de Jesucristo.
Apocalipsis 14:6-13
Estos tres mensajes, que tienen como marco el inminente juicio de Dios, constituyen una exhortación a perseverar en santidad, obedeciendo los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Santidad que salvaguarda al creyente de una fe adulterada y deformada por las prácticas paganas del imperio.
El primer ángel anuncia con urgencia el propósito de Dios de que todos los moradores de la tierra conozcan a través del Evangelio, que sólo hay un Dios verdadero creador de todo lo que existe y que demanda reconocimiento y adoración exclusivos, en virtud de su providencia, poder y amor para la humanidad.
El segundo ángel proclama el juicio, como un hecho consumado, sobre todo poder que pretenda ocupar el lugar de Dios, oprimiendo e influyendo a todas las personas de manera destructiva con sus ideologías y prácticas.
El tercer ángel llama a resistir los poderes idolátricos y mantener la obediencia de los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Es una fuerte advertencia a no dejarse contaminar ni por la fuerza ni la seducción de aquello que no es verdaderamente de Dios. Es un llamado a no dar lugar a los pensamientos ajenos a los valores de Dios ni adoptar formas o prácticas que traigan éxito aparente o que sean socialmente aceptables pero que no corresponden a la fe bíblica.
24. LAS SIETE ÚLTIMAS PLAGAS
El texto bíblico menciona siete últimas plagas en las cuales se evidencia que el mundo y su destino están en manos de Dios. Por medio de ellas interviene para acabar con el mal. Son juicios para el malvado y esperanza para los justos. En éstas, Dios muestra la realidad vulnerable de la humanidad.
Descripción de las plagas:
Primera Plaga
Es una plaga mala y dañosa que se origina con el derramamiento de la primera copa del juicio de Dios sobre la tierra y que cae sobre los hombres que tienen la señal de la “bestia” y sobre los que adoran su imagen1.
Segunda Plaga
Es una plaga que convierte el mar en sangre, causando la muerte de todo ser viviente que se encuentre en él. Es originada con el derramamiento de la segunda copa2.
Tercera Plaga
La tercera copa es derramada sobre los ríos y sobre las fuentes de las aguas convirtiéndolas en sangre, para que la beban quienes derramaron la sangre de los santos y de los profetas3.
Cuarta Plaga
Derramada sobre el sol, quemando a los hombres con su gran calor y haciendo que blasfemen el nombre de Dios. A pesar de la plaga no se arrepintieron de sus malas obras4.
Quinta Plaga
Derramada sobre el reino de la bestia, trayendo oscuridad y ulceras sobre los hombres, quienes por el intenso dolor muerden sus lenguas y blasfeman el nombre de Dios, pero persistiendo en su negativa a arrepentirse de sus obras5.
Sexta Plaga
Se derrama sobre el río Éufrates, secando sus aguas y preparando el camino para la invasión de los reyes de oriente. Al tiempo de esta plaga, tres espíritus inmundos como ranas salen de las bocas del dragón, de la bestia y del falso profeta. Espíritus de demonios que hacen señales a todos los reyes del mundo, congregándolos para la batalla del gran día del Dios Todopoderoso, en el lugar llamado Armagedón. En medio de estos acontecimientos, el Señor, exhorta a los creyentes a mantenerse vigilantes en virtud de su sorpresivo regreso6.
Séptima Plaga
Esta es la última plaga, se derrama sobre el aire y una gran voz desde el trono que está en el santuario celestial dice: “hecho es”. Hubo relámpagos y voces y truenos y el terremoto más grande desde que los seres humanos existen, la ciudad grande fue partida en tres partes, las ciudades de las naciones cayeron y Dios juzgó a Babilonia la grande; desapareciendo las islas y los montes. Cayó del cielo granizo del peso de un talento* que hizo que los seres humanos blasfemaron contra Dios por lo grande de esta plaga7.
1Apocalipsis 16:2; 2verso 3; 3versos 4-7; 4versos 8-9; 5versos 10-11; 6versos 12-16; 7versos 17-21 *Medida de peso utilizada en la antigüedad que varía entre 30 a 60 kilos
El mensaje de las siete últimas plagas:
Cuando Dios liberó al pueblo de Israel de su opresión en Egipto, lo hizo a través de diez plagas, en las que mostró el poder que tiene sobre la creación. Las plagas fueron señal de castigo para el Faraón y su pueblo, que endurecieron su corazón para que no se rindiera pese a las grandes maravillas que estaba presenciando. Las plagas también fueron señales para el pueblo de Israel, pero en su caso, eran de libertad; anunciaban, y en ellas se realizaba, el rescate portentoso y amoroso de Dios.
De una manera parecida, pero a nivel universal, Dios librará a los creyentes de todas las naciones del poder del mal ejercido por la triada blasfema: el dragón, la bestia y el falso profeta.
Serán siete plagas, el medio por el cual realizará la liberación de su pueblo. Para aquellos que adoran a la Bestia, serán plagas que endurezcan su corazón en la rebeldía, y para los creyentes, serán el anuncio y la realización de su rescate final.
En las plagas Dios se mostrará como verdadero dueño de la creación, y también como el Ser ante el cual los poderes del mal no pueden oponer resistencia, el ser humano podrá verlo ubicado en su pequeñez, pero lamentablemente, optando por resistirse y blasfemar contra Dios1.
1Apocalipsis 16:1-21
Este juicio de Dios anuncia que el mal no es permanente. Toda estructura de opresión, abuso e idolatría dejará de ser. Finalmente, Dios habrá de derramar su ira sobre todo aquello que produzca dolor y muerte. El anuncio de las plagas contiene un mensaje de esperanza para los justos. Durante ellas Dios les dará protección. La maldad que los oprime no permanecerá para siempre, dejará de existir1. Por ello, el creyente debe tener cuidado en no solazarse en la suerte que correrán los rebeldes porque sería caer en el mismo lazo de maldad2.
1Malaquías 3:18, Apocalipsis 15:4-5; 2Romanos 11:20, 22
Los eventos extraordinarios que describen las plagas, valorados desde la fe, son señales de una nueva era que está naciendo, mucho mejor que la actual. Son como los “dolores de parto” de una mujer que está dando a luz1.
1Lucas 21:28–31, Romanos 8:22-25
25. LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO
El regreso personal y definitivo de Cristo a la tierra será un evento mundialmente visible en el que habrá de manifestarse su gloria plena. Su segunda venida inaugura su reino milenial. El creyente lo espera confiado en la comunión que tiene con Él y comprometido en la realización de su misión en el mundo.
Jesús vendrá en forma repentina, personal y visible
La segunda venida de Cristo será visible para todos los que vivan en ese momento1; así como sus discípulos lo vieron ir al cielo, el mundo lo verá regresar.2 Su gloria será manifestada plenamente resucitando a los que creyeron en Él3, y transformando el cuerpo a quienes estando vivos, hayan sido fieles dándoles un cuerpo espiritual4, para que juntos lo reciban y lo acompañen a la tierra5, lugar en el que establecerá su reino milenial6.
1Mateo 24:30; Lucas 21:25-27; Apocalipsis 1:7; 2Hechos 1:9-11; 31 Tesalonicenses 4:16; 41 Corintios 15:51-52; 51 Tesalonicenses 4:17; 6Mateo 25:31
Las señales
La venida de Cristo está marcada por la sorpresa, vendrá de forma repentina y es imposible de pronosticar. Los creyentes, que aman su venida1, lo esperan comprometidos en la realización de su misión, confiados en que Él los acompañará hasta el fin del mundo2, sin distraerse en averiguar el día y la hora en que vendrá, pues este dato sólo lo determina y conoce Dios3.
12 Timoteo 4:8; 2Mateo 28:20; 3Mateo 24:36
Por la inquietud de sus discípulos al entender que les había prometido volver, Jesús les dio señales de su segunda venida1, pero tanto Él como los escritores del Nuevo Testamento, advirtieron que dichas señales no deben ser motivo para descuidar el tiempo que falta para que Él regrese2.
1Mateo 24:4-30; Santiago 5:7-8
El principal tropiezo para el pueblo de Dios no es que ya regrese Jesús, sino que se tarde y en esa espera el pueblo se descuide. Desde su primera venida ya pasaron dos mil años, y sólo Dios sabe cuántos falten para la segunda, pero desde los primeros discípulos se vive con la certeza de que vendrá en cualquier momento1. Esta seguridad promueve su perseverancia en la fe y el servicio, por mucho que tarde el Señor2.
11 Pedro 4:7; 2 Pedro 3:8-10; 2Mateo 24:45-46; Tito 2:11-13; Santiago 5:7
26. RESURRECCIÓN Y CASTIGO ETERNO
La resurrección de los muertos será en dos momentos: Primero la de los justos con la segunda venida de Cristo y mil años después, la de los injustos para su castigo eterno, es decir, su aniquilación. Ambos acontecimientos, designados por Dios, manifiestan la última etapa en la historia de la humanidad y responden a un proceso de purificación de la creación.
El orden de la resurrección
El reino milenial de Cristo marca dos momentos para la resurrección1.
1Juan 5:28-29; Hechos 24:15
La primera resurrección se efectuará al venir el Señor Jesucristo1. Los santos de todas las edades, se levantarán del polvo al mismo tiempo2 y los justos que estuvieren vivos serán transformados. Ambos tendrán un cuerpo glorioso3, recibirán vida definitiva, no sujeta al tiempo, ni participarán en la maldad y reinaran con Cristo por mil años4.
11 Tesalonicenses 4:16; Apocalipsis 20:6; 2Hebreos 11:32-35; 31 Corintios 15:51-53; 2 Corintios 5:1-4; Colosenses 3:4; 4Mateo 25:41; Apocalipsis 20:4
La segunda resurrección ocurrirá después del milenio1, y quienes se levanten en ella serán destruidos completa y definitivamente. Esta es la muerte segunda2, es un castigo eterno porque quienes la experimenten serán consumidos en “el lago de fuego” para nunca más volver a la vida3.
1Apocalipsis 20:5; 2Apocalipsis 20:12-15; 3Mateo 18:8; Apocalipsis 20:14
Castigo eterno
El castigo eterno comprendido como un tormento que dura para siempre es incompatible con la verdad bíblica por las siguientes razones:
a) Dios dará inmortalidad sólo a los creyentes. Por carecer de este don, los incrédulos no podrán ser atormentados permanentemente, serán reducidos a nada, quedándose para siempre sin la oportunidad de volver a vivir. En esto consiste lo eterno de su castigo.
b) El término “castigo eterno” se refiere al alcance de su efecto más que a la duración. La comprensión de este concepto debe considerarse a la luz del amplio vocabulario que en la Biblia es utilizado para referirse a la destrucción. Se compone de palabras que califican lo eterno en función de la naturaleza y efecto del medio por el cual se castiga y no por la duración de dicho castigo; los salmos1, los profetas2, el Nuevo Testamento3 y principalmente la palabra “el fuego o el infierno”*4. En este caso es iluminador el caso de Sodoma y Gomorra referido en Judas 7, en el que la palabra fuego viene acompañada de la griega “eterno**” que no obstante significar literalmente “que dura por los siglos”, es evidente que se refiere al efecto del castigo y no a su duración, pues el fuego que destruyó a las dos ciudades fue eterno, por sus resultados permanentes. La destrucción fue completa y definitiva. Por eso el humo, evidencia de que el fuego ha hecho su obra, es lo que “sube para siempre jamás”5.
1Salmo 2:9-12; 11:1-7; 34:8-22; 37:2, 9-10, 20, 38; 58:6-10; 69:22-28; 145:17, 20; 2Isaías 1:28; Sofonías 1:15, 17-18; Oseas 13:3; Malaquías 4:1-3; 3Mateo 13:30, 40; 13:48; 15:13; Lucas 13:7; 17:27, 29; 20:16; Juan 15:6; 4Mateo 5:22, 29-30; 18:8-9; 23:15, 33; Marcos 9:43-44, 46-48; 5Apocalipsis 14:11; 19:3 *En hebreo gehena; **Del Griego aionios, siglo, era, eterno
c) No es posible un tormento continuo de realidades inmateriales e impersonales como la muerte y el sepulcro. Juan, describe en Apocalipsis, el lanzamiento del diablo, la bestia, el falso profeta, la muerte, el sepulcro y los impíos al lago de fuego, que es “la segunda muerte”1.
1Mateo 25:41; Apocalipsis 20:6,10-14; 21:8; 2:11
d) El tormento eterno es contrario a la visión bíblica de justicia1 porque los pecados cometidos en el lapso de una vida no se pueden comparar con un tormento que duraría toda la eternidad.
1Mateo 16:27; Romanos 2:5-6
e) La presencia de multitudes sufriendo tormento permanente, sería incongruente con la paz y la plenitud del nuevo mundo. La nueva creación sería defectuosa desde el mismo comienzo, puesto que los pecadores permanecerían como una realidad eterna en el universo de Dios1. ¿Cómo podrían estar en paz los redimidos sabiendo de la existencia dolorosa de millones de personas? Resultaría incompatible con su nueva naturaleza libre de maldad y hecha para el amor.
1Salmo 5:4-6
La purificación de la creación
La creación avanza hacia la consumación del propósito eterno de Dios para ella, que incluye la redención del pecado, de la muerte y de la vanidad, lo que significa que Dios hará algo nuevo y perfecto a partir de lo viejo e imperfecto, pasando de lo temporal a lo eterno1.
1Apocalipsis 21:5
Dios destruye lo que se opone a la liberación de su creación, asegurándose de que alcance su plenitud. Es en este contexto que debe comprenderse el lenguaje bíblico que habla de destrucción, porque en realidad es una purificación1.
1Juan 15:1-6
27. EL REINO DE DIOS
nifestado en tres etapas: En la persona y ministerio de Jesús, en virtud del cual y por su gracia la iglesia ya lo experimenta en la fe y la esperanza. En el futuro reinado milenial de Cristo, a través del cual Dios restaurará todas las cosas, incluidos la tierra y los seres que la habitan. Finalmente en su Reinado eterno cuando sea visible y haga que todo llegue a su plenitud.
La promesa del Reino de Dios
La certeza de que Dios es soberano de la creación desde y para siempre, ha sido uno de los pilares de la fe para los creyentes de todos los tiempos; certeza, que ha convivido dentro de ellos, con la necesidad que tienen de que ya no exista el mal que aqueja a la creación1.
1Éxodo 15:18; Salmo 93
La presencia del mal se debe a las decisiones de los seres humanos que han usado mal la libertad que Dios, sin dejar de ser soberano, les concedió. Dentro de la realidad contaminada por el pecado la soberanía o reinado de Dios se convirtió en el objeto de la esperanza de los seres humanos que desean una tierra libre del mal1.
1Salmo 45:6
Esta esperanza tuvo una primera realización en el reino de Israel, pero debido a que sus reyes no actuaron como instrumentos del gobierno de Dios1, el pueblo albergó la esperanza de un Mesías que fuera la manifestación real del Reino de los Cielos, que incluyera a todas las naciones2, convencidos de que ninguna forma de gobierno humana, puede, o podrá proclamarse como si fuera el Reino de Dios, pues sólo por intervención divina, el ser humano y la creación pueden gozar de paz, justicia y gozo3. Dios prometió intervenir para instaurar su Reinado, promesa que es la esencia del Antiguo Testamento y el motivo para el ministerio de Jesús.4
1Isaías 1:23-25; 2Génesis 12:3; 1 Crónicas 29:11; Salmo 117:1; 145:10-13; Amós 9:7; Zacarías 8:20-22; 14:9; 3Romanos 14:17;
1 Corintios 4:20; 4Isaías 9:7; Ezequiel 34
El Reino de Dios por Gracia
Con el ministerio de Jesús inicia el cumplimiento de la promesa del Reino de Dios1. Los creyentes participan ya “de los bienes que habían de venir”2. Al aceptar la gracia manifestada en Él, tienen salvación y vida eterna para servir al Dios vivo3.
1Mateo 12:28; Marcos 1:15; Lucas 10:9; 11:20; 17:21; Colosenses 1:13; 2Hebreos 9:11; 10:1; 3Hebreos 9:14; Hechos 15:11; 4Romanos 5:21
La obediencia a Dios es una característica fundamental en su reinado. Por esta razón, el evangelio capacita al creyente para obedecer al señorío de Cristo como uno de los bienes que ya puede disfrutar. Sin embargo, por el hecho de que el creyente vive aún en esta realidad pasajera; ni el bienestar que disfruta es pleno ni su obediencia es perfecta, necesita de la gracia que lo ampare y lo guarde para el regreso del Señor; entonces, será plenamente transformado y en esa nueva condición gozará de bienestar completo y obedecerá de manera perfecta1. De ahí que la presencia actual del Reino y la Gracia sean dos aspectos del mismo Evangelio2. Por esta razón, se experimenta como un reino de gracia.
11 Corintios 1:4-7; 2Evangelio y Reino: Mateo 4:23; Hechos 8:12; Evangelio y gracia: Filipenses 1:7
Por gracia, el Reino está abierto en el presente para todos y la participación en él es un don y no un logro1, es por fe y no por méritos como creían algunos “justos” y “buenos”2. Don que ya disfruta la comunidad de creyentes3 que han decidido obedecer a la ley de Dios, combatiendo los deseos impuros del corazón4, los hábitos y las ocupaciones que les impiden una entrega total5.
1Romanos 3:9, Efesios 2:8-9; 2Lucas 18:9-14; Marcos 10:23-27; 3Marcos 4:11; Lucas 8:10; Juan 3:3, 5; Hechos 28:31; Gálatas 5:21; 4Marcos 9:47; 5Lucas 9:62; 16:16
El Reino Milenial de Cristo
Dios, por medio de Cristo, llevará a cumplimiento las promesas hechas a través de los profetas1, un tiempo de paz y justicia bajo el Reinado del Mesías2. Jesús vendrá por segunda vez y establecerá su Reino3 en la tierra durante mil años4, los santos de su pueblo reinarán con Él5 ejerciendo dominio sobre todas las naciones de la tierra6, someterá a los poderes que se oponen y destruirá a la muerte7; así, la creación será regenerada8. Esto sucederá en el tiempo determinado por Dios que sólo Él conoce9.
1Daniel 7:27; Miqueas 4:1-3; Zacarías 14:9; 2Salmo 72:7; Isaías 2:4; 3Mateo 25:31; Lucas1:32; 4Apocalipsis 20:4-6; 5Mateo19:28; Apocalipsis 2:26-27; 5:10; 6Apocalipsis11:15; 7Hechos 3:21; 1 Corintios 15:25-26; 8Mateo 19:28; Romanos 8:19-23; 9Mateo 24:36
El Reino Eterno de Dios
Después de que todo quede sujeto a Cristo; todo se sujetará al Padre1, para que Él sea todas las cosas en todos2. Una vez que la tierra sea nueva, purificada por el fuego3, sin ninguna clase de mal y sin la dimensión de lo temporal4 con cielos nuevos y la justicia como su moradora5 Dios reinará eternamente en ella, visible y luminosamente6.
11 Corintios 15:24-25, 28; 21 Corintios 15:28; 32 Pedro 3:10-13; 4Apocalipsis 21:4-5; 52 Pedro 3:13; 6Apocalipsis 22:4-5
Debido a que la mente humana es finita, todo lo que pueda pensar o imaginar respecto al milenio y a la eternidad está sujeto a limitaciones, sólo puede referirse a estas realidades por medio de lenguaje figurado. Por ahora el creyente ve “como en un espejo”1, a partir del regreso del Señor tendrá la plenitud de la gloria con la cual disfrutará la presencia directa de Dios2.
11 Corintios 13:12; 2Apocalipsis 21:3, 23; 22:4-5
28. LA NUEVA CREACIÓN
El Reino de Dios apunta hacia la realización de una nueva humanidad, nuevos cielos y nueva tierra, que significan el alcance de la plenitud de la creación en su totalidad. La creación entera alcanzará su estado de gloria por la presencia permanente de Dios, pasando de lo corruptible y temporal a lo incorruptible y eterno, caracterizado por la vida abundante y el gozo perfecto de los redimidos.
La nueva Humanidad
En Jesús, se ha revelado el tipo de Humanidad que Dios anhela crear. Adán es el tipo del hombre viejo que requiere ser renovado1. El modelo de Jesús es el de un ser humano pleno, que vive para Dios en amor, justicia y verdad. A partir de Él, Dios está transformando a las personas2 para conseguir que todos lleguen estar unidos por la fe en el propósito de ser como el Hijo de Dios, una nueva humanidad plena, conforme a la medida que es Cristo3. En la nueva creación, la humanidad alcanzará este propósito, por la gloriosa manifestación de Dios4.
1Romanos 5:14; 1 Corintios 15:45; 2Gálatas 4:19; 2 Corintios 3:18; 3Efesios 4:13; Colosenses 3:9-11; 41 Corintios 15:22, 51-54;
Filipenses 3:20-21
Cielo Nuevo y Tierra Nueva
Dios hará de la nueva creación su morada permanente. La habitará en su totalidad, en consecuencia; ya no habrá lugar para el mal, imperará el bien que produce su presencia, el Dios sublime y majestuoso se hará accesible a los redimidos, no habrá separación ni ocultamiento. Dios será todo en todos1.
1Mateo 5:8, 1 Corintios 15:28, 1 Juan 3:2; Apocalipsis 21:22-27; 22:4-5
La creación entera será liberada de su condición vulnerable, temporal y corruptible, pasando a un estado de glorificación y plenitud. Será el hogar perfecto de los redimidos1 pues se tornará un bien permanente, con una tierra maravillosa y generosa, en donde el dolor, el sufrimiento, la enfermedad, la muerte y el pecado no serán más2.
1Romanos 8:18-23, 2 Pedro 3:13, 21 Corintios 15: 54-55; Apocalipsis 10:6, 21:4-5
La nueva creación será la misma en la que ahora se vive sólo que en un estado imposible de comprender, debido a que pasará de lo temporal y corruptible a lo eterno e incorruptible. El creyente, y con el toda la creación, seguirá teniendo conciencia de ser él mismo, pero en un cuerpo glorioso. La creación del principio no se perderá, se restaurará, no al estado original sino al que Dios desde la eternidad la había destinado1.
1Apocalipsis 10:6; 21:1-5
La nueva Jerusalén
La nueva Jerusalén es el ideal de la nueva vida: La ciudad donde está la presencia de Dios de forma permanente y accesible, el río, el árbol, sus hojas para sanidad. Todos ellos, símbolos de una vida que no disminuye ni se agota1.
1Apocalipsis 22:1-2
Justicia, Gozo y Paz
Esta nueva realidad, producirá la experiencia del mayor gozo posible; pues la victoria sobre la muerte y el pecado llenarán de alegría y celebración el corazón de los redimidos, la justicia reinará, la vida eterna se manifiesta plena de bienestar, el Shalom será posible1.
1Romanos 14:17; Apocalipsis 7:9-10; 19:7; 21:2; 22:1-3