Soy un hijo de pastor

Por Galilea Sanchez

Antes de que empieces a leer, me gustaría que reflexiones las siguientes preguntas, independientemente de que seas hija/o de pastor o no: ¿Qué características consideras debe distinguir a un hijo de Dios? ¿Crees que el comportamiento de quien se dice ser hijo de Dios debe ser diferente a los que no lo son? Siendo sincero, adolescente, ¿qué tan cerca estás de cumplir las características que tú has mencionado?

Espero realmente hayas analizado detenidamente estas tres preguntas, ya que esto tiene que ver también, con ser un “hija/o de un pastor”.

Lo que tú sientes, piensas y vives al ser hijo de Dios es lo que, varios de ellos viven al ser parte de la “familia del pastor”. ¡Así es! Sólo que, lamentablemente en nuestra actualidad, el serlo se ha visto como una problemática, tanto para la iglesia como para el/la adolescente o familia pastoral.

Ser hijos de Dios es un tesoro enorme, un regalo tan grande que nos debería encantar y emocionar compartirle a las personas que no gozan de ese privilegio. Claro que este regalo nos debe hacer “diferentes” al mundo; no actuamos de la misma manera que actúan nuestros amigos, no tenemos el mismo vocabulario que ellos, no creemos como ellos creen, no festejamos todo lo que el mundo acostumbra, ellos no ven y gozan la vida como nosotros lo hacemos junto con Dios. Esto es lo que nos hace ser diferentes a los demás, nos hace ser únicos y permite distinguirnos.

¿Ha sido fácil ir contracorriente del mundo? ¡Claro que no! Esta vida llena de felicidad, de amor y entrega a Dios, es una lucha de cada día. Diariamente podemos ser criticados, juzgados o cuestionados. El entorno está al pendiente de nuestro camino para ver en qué momento fallamos, esperando para atacar y apagar esa luz que el Señor ha puesto en nosotros, una luz que brilla en la tempestad y en la oscuridad del mundo.

¿Crees que esto pueda suceder dentro de la iglesia? Tristemente, a veces sí.

Y en donde se ve más reflejada esta situación es en la vida de los hijos de los pastores. Ellos están expuestos a comentarios constantes sobre su comportamiento, su vestimenta, sus reacciones ante cualquier cosa o hasta su propio desarrollo en las etapas de la vida. Al parecer ellos/as no tienen esa “libertad” que tienen los demás chicos y en ocasiones es lo que desanima al joven o lo hacen sentirse ahogado ante la “mirada” de todos.

Bueno, déjame decirte que ellos forman parte importante de una familia que la Iglesia ve como ejemplo y como guía. El hecho de que ellos sean adolescentes o jóvenes los puede hacer llevar una carga pesada de responsabilidad, compromiso y cautela ante todo lo que hagan.

Como tú y como yo, los hijos de pastores viven sus crisis en esta etapa. Debemos entender que nadie, en lo absoluto, está exento a fallar o tropezar. Todos estamos expuestos a ello y no deberíamos ser sólo criticados ante una caída, por el contrario, deberíamos ser amados, abrazados y orientados por Dios a través de su amada iglesia.

¡Ser hijo de pastor es tan increíble como ser hijo de Dios!

Se conoce a la iglesia de una manera más cercana y se logra conectar con ella de una manera sensacional. Permite ir madurando el carácter por medio de las diversas situaciones que se pueden presentan. Incluso, los señalamientos personales ayudan a reflexionar más acerca de las cosas y tener una postura propia sobre muchos temas.

Te invito a que, si eres amigo de alguien que sea hijo/a de pastor (sea o no en tu localidad) procura no cometer el error de solamente señalarlos y cuestionarlos en su actuar, al contrario, apóyalos y bríndales tu ayuda, el amor, el consejo, el abrazo y la compañía que necesitan y que nuestro mismo Dios te da. Ora por ellos, para que puedan crecer en madurez espiritual buscando siempre la aprobación de Dios.

Hijo de pastor: crece en Dios, madura en Él y sírvele con todo tu corazón. Agradécele por permitirte ser un ejemplo y deja que él te siga usando como instrumento para bendecir a su pueblo. No importa lo que digan de ti, quédate con lo que te construya y desecha lo que no ayuda en tu vida espiritual. ¡Dios está contigo!

Yo soy hija de pastor y no me avergüenzo.

Soy hija de pastor y soy libre, porque también soy hija de Dios.

Soy hija de pastor y es una hermosa bendición.

Soy hija de pastor y agradezco cada día a Dios por este privilegio.

¡Soy hija de pastor! ¡Gloria a Dios!

Celebra con tu familia esta bendición. Celebra a Cristo por este regalo.

Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; Átalas a tu cuello, Escríbelas en la tabla de tu corazón; Y hallarás gracia y buena opinión Ante los ojos de Dios y de los hombres. Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas”.