PIZZA Y AMIGOS

Escrito por: Abdiel Gómez Salomón

En la congregación a la que asisto, los adolescentes tienen una agradable costumbre: en cada cumpleaños llevan pizza para compartir con todos. Esa costumbre se ha ido arraigando, y algo de lo que me he dado cuenta es que, cuando hay comida o botana de por medio, ellos se muestran más receptivos. Se trata de la confianza que se genera entre todos los que compartimos. Cuando se comparte la mesa, también se comparte una parte de la vida.

Bueno, pues Jesús hizo algo similar. Él buscó mostrar lo que es el reino de los cielos, eso que suena tan lejano y tan irreal, pero que el Maestro hizo palpable en la realidad. Sus parábolas, sus dichos, sus acciones y toda su vida iba encaminada a mostrar amor, a compartir y dar vida hacia los demás. Así que un día, durante la pascua judía, mientras el pueblo conmemoraba su salida de Egipto hacía tantos años, Jesús decidió compartir algo especial con sus discípulos.

Jesús buscó un lugar adecuado, privado. También se aseguro de que sus amigos estuvieran ahí, y de que la cena estuviera lista. Después, simplemente se sentó a la mesa con ellos y compartieron todos juntos, sin importar sus diferencias, o el hecho de que uno de ellos lo iba a traicionar… O bueno, los doce terminaron fallándole. Aún así, Jesús los hizo parte de su vida; compartió de su vida con ellos.

“Coman, este es mi cuerpo”. “Tomen, esta es mi sangre”. Cuando Jesús dijo estas palabras, hizo algo trascendente: les ofreció su vida, su amistad; su amor. Compartir la mesa con alguien en aquella época, era aceptarle, hacerlo como un igual. Jesús hizo todo eso por sus discípulos, lo merecieran o no.

Cuando tú te sientas a la mesa con tus amigos en la iglesia, con tu grupo de adolescentes, con tu iglesia o con tu familia, los haces tus iguales. No importa si lo que hay delante de ustedes es una pizza, pollo con mole, unos tamales o un pedazo de pan con jugo de uva; lo que importa es el amor que experimentes con las personas que te rodean.

Por eso, aunque no estés bautizado, aunque no comas del pan y el jugo, tú eres parte de la mesa de Jesús, Él te invitó y te hizo parte de su vida. Ahora te toca compartir esa misma vida con aquellos a quienes amas, lo merezcan o no.

La Cena del Señor es un acto especial para la Iglesia, pero lo que hace que sea especial no es en sí mismo lo que el cuerpo ingiere, sino el amor entre aquellos que la comparten. Esto es la comunión en la mesa del Señor. ¡Ven, la mesa te espera!