La fe y nuestras emociones ante la contingencia

Min. Ausencio Arroyo García

Ante el periodo de reclusión doméstica, los especialistas han señalado que, la condición de encierro que empezamos a padecer a causa de la contingencia podría provocar diversas emociones negativas, que si se prolongaran o se expresaran inadecuadamente suscitará conflictos internos o de relaciones. Por emoción nos referimos a la: Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática (RAE).

Frente a los niveles de ansiedad a los que estamos expuestos, la Palabra y el Espíritu de Dios nos dan la dirección y sana contención para salir bendecidos de la difícil prueba que enfrentamos. Las Escrituras nos orientan a cuidar el corazón (Proverbios 4:23); en el trasfondo hebreo, el corazón es el asentamiento de las decisiones; como creyentes, se espera que mantengamos la pureza y el equilibrio interno a fin de que nuestro carácter y conductas sean acordes a la fe que profesamos. El camino de las emociones es diverso y múltiple, no en todos tendrá la misma manifestación; es fundamental mantenernos vigilantes cuidando el corazón y las emociones.

EMOCIONES QUE PODRÍA EXPERIMENTAR DURANTE LA CONTINGENCIA:

Miedo: podemos temer perder el bienestar material, físico y familiar. El miedo es de alto riesgo porque si está fuera de control provoca conductas disfuncionales. El miedo se acrecienta cuando enfocamos la mirada en los peligros y no en el Señor del pánico (Mateo 14:30) y la superación de este se halla en el dominio del amor de Dios en el corazón del cristiano.

Enojo: la sensación de estar padeciendo algo injusto y las restricciones de espacio, posibilidades de acción y pérdida del control de la vida, despierta la animadversión contra las circunstancias, las autoridades o incluso, las personas cercanas que, en su percepción; se apropian de su tiempo, sus energías y sus recursos. El enojo fuera de control puede conducir a conductas violentas. Si dejamos que se manifieste tal cual, la ira podría explotar y lastimar a personas que amamos o a extraños y dejar daños físicos, materiales, emocionales o espirituales. El Señor nos confronta sobre el manejo de la ira, si bien no prohíbe la posibilidad de sentir enojo, sí exige que la mantengamos dentro de los límites para no cometer pecado (Efesios 4:26; Santiago 1:20), el desarrollo del carácter cristiano conduce al dominio propio (2 Timoteo 1:7). Es mejor hablar las frustraciones y el enojo que experimentemos que actuar la ira. Hable con un consejero pastoral y ore pidiendo a Dios tener dominio propio.

Tristeza: las diferentes pérdidas producen la idea catastrófica de que ocurrirá algo peor, que nada merece el esfuerzo y quizá lleve al deseo de no hacer nada. Generalmente se asocia con la sensación de soledad. A veces surge de peligros reales, otras son sólo imaginaciones. Para sobreponernos a esto, la Biblia nos enseña que los hijos de Dios no estamos solos: “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende”, Salmo 34:7. Somos invitados a celebrar en la presencia del Señor y a compartir las bendiciones con el prójimo: “El gozo del Señor es vuestra fuerza” (Nehemías 8:10). Podemos encontrar formas de vincularnos con los hermanos para enfrentar juntos el pesimismo.

Aburrimiento: el encierro en un espacio restringido y en el ciclo diario repetitivo reduce la poca animosidad con que se cuenta al comienzo de la contingencia. La tentación consiste en hacer del ocio mera pasividad, como quedarse demasiado tiempo en cama o llenar las horas con entretenimiento de las pantallas. La holgazanería hace perder los regalos del Señor: (Proverbios 6:6-11; 19:15; 21:25; 20:4). No hay que desaprovechar la ocasión, la inteligencia es descubrir la oportunidad (26:13-16). El esfuerzo atrae la bendición de Dios (14:23). El trabajo lleva a la prosperidad y la indolencia a la penuria. En todo momento se debe tener presente la afirmación de 10:22. Como seres que somos a imagen y semejanza de Dios, estamos dotados de capacidades creativas para dar forma al caos y hacer existir lo que aun no existe.

Ansiedad: Es la sensación de intranquilidad y zozobra. Lo denominamos por estar nerviosos, ya sea por tener un presentimiento de algo desafortunado o por la estrechez que se percibe (Salmo 4:1), en medio de los problemas la mente se cierra y no alcanza a mirar soluciones. La ansiedad conduce al mal humor, decaimiento, aislamiento o parálisis emocional, lleva al desgaste físico, emocional e incluso espiritual.

RECURSOS DE LA FE CRISTIANA PARA CONTRARRESTAR LOS EFECTOS DE LAS EMOCIONES NEGATIVAS:

  1. Tenga gratitud (Salmo 103:1-3). El agradecimiento proviene de reconocer las bendiciones gratuitas que viene de Dios. Consiste en sabernos favorecidos de manera desinteresada. Cómo podemos fortalecer el espíritu de agradecimiento: mire todo lo que le rodea, no se concentre en lo que ha perdido o lo que le falta, atienda todo lo bello y bueno que sucede junto a usted, aunque sean cosas pequeñas (el vuelo de un colibrí, un brote de higo, el reencuentro de un amigo, lluvia mansa en el jardín, una comida deliciosa en casa), son significativas. Recuente el mal que no padece, de cuántas adversidades posibles ha sido librado, cómo ha recuperado la salud o resuelto problemas. Afirme la bondad que recibe, recuerde las personas que han estado cerca y le han brindado cuidado y afecto sincero, los favores de diferente índole que ha recibido.

Agradezca sus posesiones significativas, las habilidades y cualidades que posee. Revalore a las personas que forman parte de su vida, recuerde las experiencias que le han hecho feliz. Considere que los problemas, bajo el aliento del Espíritu pueden suscitar grandes oportunidades de fortaleza espiritual. De una manera práctica, haga una lista diaria de siete elementos que formen parte de su vida o que haya tenido en algún momento, por las que sienta gratitud, las puede escribir. Identifique, cada día, una fotografía personal o familiar que le despierte sentimientos positivos.

  1. Tenga mayor consciencia de su ser íntimo (Proverbios 4:23). Todos somos capaces de hacer el bien y el mal, todos tenemos áreas pecaminosas en las que se hace más visible nuestra naturaleza humana caída. Cuando no manejamos sana y justamente esta realidad, se hace visible por nuestras conductas y carácter; podemos caer en dos expresiones equivocadas: la culpa excesiva que nos lleva a considerarnos siempre indignos, no merecedores de gozo ni bienestar; o bien desviamos nuestra atención hacia otros, que presentan debilidades similares a las nuestras que pretendemos ocultar.

Desarrolle la aceptación de aspectos no amables de usted mismo y de otros, porque usted ha sido aceptado incondicionalmente por el amor de Dios que se ha revelado en Jesús. Permita que esta actitud de fe madura, fortalezca su sentido de ser perdonado y su aceptación del don amoroso de la gracia de Dios, más que dejarse dominar por sentimientos improductivos de culpa. Trate su cuerpo como habitación de Dios. Evalúe las creencias y los valores aprendidos de su infancia y reafirme y retenga sólo aquello que sea verdadero para su mente y corazón adultos. Aprenda a aquilatar sus dudas honestas, viéndolas como etapas de crecimiento de su fe aún cuando esto perturbe su necesidad nostálgica por una seguridad espiritual. Armonice sus valores éticos que guían su vida con su entendimiento del amor, la justicia y la plenitud para toda la gente en cualquier lugar, tienda puentes, no barreras, entre usted y otros con quienes tiene diferente entendimiento de Dios y de lo que es una vida correcta. Hoy, más que nunca practique auto-cuidado espiritual cada día, invierta tiempo en actividades como: meditación, oración, estudio serio, o escribir un diario en los aspectos religiosos que afectan su vida.

  1. Exprese amor ágape hacia los demás: incondicional y consistente (Juan 13:34). Haga posible que su fe incremente su esperanza y su paz interna, así como su entusiasmo por la vida y su deseo para servir a otros. Haga saber a los suyos el afecto, diga sus sentimientos por escrito o en forma verbal. La manera cristiana de tratar a los demás es con la misericordia, ésta consiste en hacer algo por los demás, a la manera de Dios (Isaías 54:10). Este amor se expresa en otorgar perdón a los que han caído, ser generoso con los débiles. Ser compasivos con quienes nos defraudan. Otorgar perdón nos llena de beneficios espirituales: nos mantiene sanos, preserva la alegría de vivir, recuperamos el control de nosotros mismos, hacemos de la vida algo más justo, detenemos el dolor de la herida, soltamos la amargura, aceptamos el perdón de Dios.

Si amo a mi prójimo voy a ser paciente con personas atípicas, quienes llegan a sernos desagradables. Antes de juzgar, entienda que cada uno tiene sus motivos y muchas veces los desconocemos. Expresar amor cristiano se hace evidente en el apoyo que se brinda a quienes están sufriendo (Proverbios 3:27). De la misma manera, nos compromete a hacer bien a los adversarios. La prueba más desafiante es hacer el bien a quienes nos hicieron o hacen daño, lo cual no quiere decir que estamos obligados a quedarnos en el lugar del daño, significa que no estamos buscando el desquite ni los alegraremos si sufre quien nos lastime. La manera de eliminar a un enemigo es convertirlo en amigo. Deje que Dios empareje las cosas (Romanos 12:17-21).

  1. Alinee su corazón al propósito de Dios para su vida (Filipenses 3:12). La desilusión ocurre cuando no se cumplen las expectativas que tenemos sobre Dios y nuestros anhelos. Nos sentimos decepcionados cuando lo que esperamos o soñamos no se realiza. Imaginamos la vida de una forma y le expresamos a Dios esos deseos con fervor y confianza; sin embargo, muchas veces, parece no responder a las oraciones. Nuestra búsqueda convencional de Dios, si lo observamos, consiste en hacer nosotros los planes y luego pedir al Señor que los bendiga, como que si supiéramos qué es lo que nos conviene en la perspectiva completa de las cosas y lo que requerimos es nada más un poder que lo haga posible. Este esquema condiciona a Dios a actuar según nuestro deseo y entendimiento. Pero, hay algo invertido en este modelo. Dios sabe lo que es mejor para nosotros y fue Él quien permitió que viniéramos a la vida con un propósito (Jeremías 1:5; 29:11). En lugar de orar diciendo: Dios bendice mis planes, deberíamos orar: buen Dios, quiero hacer los planes que has bendecido para mí. Quiero entender lo que pides que haga, quiero hacer tu voluntad. Vivir la vocación es la experiencia única que satisface y gratifica en lo más profundo del ser. La persona que no cumple el llamado divino, por muy feliz que parezca siempre será como un extranjero y errante en la vida.
  1. Deje en Dios todos sus motivos de ansiedad (1 Pedro 5:7). La epidemia, entre otros efectos, golpea el orgullo humano que cree tener todo bajo su control y nos recuerda que aunque tenemos libertad de actuar, nosotros no tenemos el dominio de la creación y ni de las consecuencias de nuestras decisiones. Pero, los creyentes, vivimos confiados en Aquél que tiene el mundo en sus manos y nos conduce en los valles oscuros. Entre otras cosas, tener un verdadero descanso nos proporcionará las energías para enfrentar el clima adverso, día a día. Un Salmo muy conocido dice: “en paz me acuesto y me duermo, porque sólo tú, Señor, me haces vivir confiado” (4:8) NVI. Esta expresión describe la actitud de alguien que al ir a la cama puede soltar todas las preocupaciones, dejarlas en la voluntad del Padre eterno quien de verdad tiene el poder de guardarnos. El reposo se consigue al soltarnos en sus planes y cuidados.

Nuestra vida está escondida con Cristo en Dios, declara Pablo (Colosenses 3:3). Todo lo que somos, nuestra esencia e identidad, no pueden desaparecer ni con las amenazas de la vida ni de la muerte, Dios es eterno y estamos en su corazón y memoria para siempre. Mientras no nos soltemos de su mano, nada nos podrá separar de Él.

El escritor de la carta a los Hebreos afirma: “Hay dos cosas imposibles: que Dios mienta y que no cumpla lo que promete. Esas dos cosas nos dan confianza a los que nos refugiamos en él. Nos fortalecen para continuar en la esperanza que Dios nos da. Tenemos esa esperanza tan fuerte y segura como un ancla que sostiene el alma”, (6:18-19a BPD). El ancla del alma es la esperanza. Frente a las tormentas de la vida, nuestro ser se aferra a lo seguro en las profundidades de la existencia. El mal y el sufrimiento son temporales, pero las promesas de Dios son eternas, podemos sentir la fortaleza de su gracia y poder. La esperanza consiste en la confianza que la adversidad pasará y que saldremos victoriosos porque Dios es fiel e invencible.

RECOMENDACIONES FINALES

Mientras la prueba permanece, haremos bien en seguir algunas recomendaciones de especialistas.

  1. Mantenga la perspectiva completa: la mayoría de las personas pueden contraer el virus y superarlo sin manifestar ningún síntoma serio. Es importante tomar las medidas de higiene que se indican.
  2. Conozca los hechos. Adopte un enfoque analítico sobre la epidemia en los reportes diarios de las instancias de salud.
  3. Comente en familia. Comunique a su familia sobre la enfermedad, conforme a sus edades. Dé oportunidad, sin juzgar, para que expresen sus emociones y recuerde las palabras del Señor: “En el mundo tendrás aflicción, más confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
  4. Evite sobreinformación. Elija un horario de ver o escuchar las noticias al respecto, se recomienda al medio día; procure no seguir con obsesión el número de víctimas por la epidemia.
  5. Mantenga contacto social. La distancia física no implica separación de los lazos de afecto. Por diferentes medios usted puede compartir sus sentimientos.
  6. Mantenga un arreglo de su cuerpo y vestido. Aunque no vaya a salir de casa, vístase como un día de actividad. Le ayudará a organizar los momentos del día.
  7. Respete sus horarios de sueño. Ayude a su organismo a armonía de sus elementos químicos de buen estado de ánimo (como la serotonina y otros).
  8. Haga ejercicio regular en casa. Vea orientaciones al respecto.
  9. Aprenda algo nuevo. Existen muchas alternativas para invertir energía mental.
  10. Acceda a la luz del día en los horarios recomendables, y ámbitos de la naturaleza, cuando sea posible.
  11. Aliméntese sanamente y manténgase hidratado.
  12. Brinde a los niños un espacio seguro para sus juegos y divertimentos que promuevan emociones positivas.

1(American Psychological Association (APA, 2020). Five Ways to View Coverage of the Coronavirus. https://www.apa.org/helpcenter/pandemics; https://pavlov.psyciencia.com/2020/03/74f289d2- recomendaciones_psicologicas_uba.pdf ):

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