“QUE SEAN UNO” Juan 17:22-23

“QUE SEAN UNO” Juan 17:22-23

Del 3 al 5 de marzo de 2023 se llevó a cabo en San Cristobal de las Casas, Chiapas, la reunión de lideres de países miembros de la Zona 2 del Congreso Ministerial Internacional en la que estuvieron representados los países de México, Belice, Guatemala, El Salvador, Costa Rica y Nicaragua. También nos acompañó el Min. Ramón Ruiz Garza, Presidente del CMI.

En medio de un mundo fracturado e individualista, fuimos desafiados a reforzar la unidad de la iglesia en medio de la diversidad; respetando la autonomía de los países miembros en la toma de las decisiones.

Fueron jornadas de intenso trabajo y de análisis sobre asuntos que se tratara en el próximo Congreso Ministerial Internacional que se llevará a cabo en el mes de noviembre de 2023 en Nigeria, África. Durante esos días los asistentes pudimos ser reconfortados y abrazados por las congregaciones locales que nos abrieron su corazón para compartir las bendiciones de Dios con todos los delegados.

Les invitamos a unirse en oración en favor de la iglesia en México y Centroamérica, Dios nos permita mantener ese espíritu de unidad en amor.

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El amor comienza en casa

El amor comienza en casa

Hna. Elizabeth Sánchez Ramírez

Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.

(1 Juan 4:11)

El carácter se forja en casa, allí obtenemos la confianza en nosotros; si somos amados y se alimentan nuestros sueños. La casa, sin importar la construcción, el tamaño o comodidades que ofrece, es el espacio íntimo en el que nos sentimos en libertad de ser y hacer. Nuestra casa habla de nosotras y de nuestra familia; de los gustos, costumbres, organización, hábitos y de la manera en que nos relacionamos. El valor principal de nuestra casa son los lazos afectivos que entrelazan a la familia, representan la seguridad, confianza y aceptación. Cuando es el espacio cálido y nutricio que debiera ser, nos hace exclamar: “¡No hay como estar en casa”! La clave está en el amor que se respira bajo su techo.

Dios creó la familia para que, a través de la relación de la pareja, y en el cuidado de padres e hijos y entre hermanos, el amor encuentre su plena expresión. Cuando el amor que une a un hombre y una mujer en matrimonio se mantiene vivo y floreciente, los hijos crecen sabiéndose amados, protegidos, atendidos en las necesidades de cada etapa de su desarrollo, en un ambiente cálido y armonioso que aun cuando sean adultos, en los tiempos difíciles, tristes o alegres podrán recordar y nutrirse de ese amor familiar.

Cuando hablamos de familia, generalmente pensamos en el modelo inicial creado por Dios; papá, mamá e hijos, sin embargo, en nuestra sociedad tenemos una gran variedad de familias en las que pueden estar incluidos abuelos, tíos, primos, o también puede haber la ausencia de mamá, papá o ambos, hoy se considera familia al núcleo de personas que habitan en la misma casa, unidos por una relación consanguínea o adopción.

El plan de Dios, para la familia es que sea fuente de amor, aceptación y apoyo, sin embargo, en muchos hogares lo que fluyen son conflictos: entre los padres, entre los hermanos, entre padres e hijos; problemas económicos, adicciones, etc. Crece la violencia, el abandono, el divorcio, el desamor, dejando dolor, angustia, baja autoestima, temor; sobre todo en los más pequeños e indefensos. Muchos problemas surgen cuando nos olvidamos de nutrir el amor. Así como necesitamos alimentar nuestro cuerpo cada día con productos saludables, el amor necesita atención y cuidados para mantenerse fuerte y sano. 

Cuando una pareja se une pensando que el amor es solo placer, complacencia, cuando para cada uno solo importa satisfacer sus intereses y necesidades sin tomar en cuenta los del otro, si no están dispuestos a ceder, a dejar su propio bienestar por el bien del otro; el amor está destinado a morir y toda la familia lo sufrirá.

Amar requiere entrega y decisión. El amor se hace evidente por la importancia que damos a la o las personas amadas, por la atención que ponemos a sus necesidades y el esfuerzo que hacemos para satisfacerlas, aun sobre nuestro propio bienestar. El apóstol Juan nos habla acerca del amor perfecto, el amor de Dios: En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados (1 Juan 4:10). Dios nos muestra un amor sin límites buscando nuestro bien, por esto, el apóstol nos pide: Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros (1 Juan 4:11). Los otros que están más cercanos son nuestra familia, por eso el amor debe empezar en casa. 

Solemos pensar que amar es vivir siempre felices, que cada uno pueda tener y hacer lo que quiera. Así no es el amor. El apóstol Pablo, nos enseña que el amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece (1 Corintios 13:4) Es decir, el amor no se centra en mis intereses y deseos, sino en hacer lo que es bueno para la persona amada. 

Entonces, ¿cómo podemos amar sin buscar nuestros propios intereses? La Biblia es un manual completo del amor. Aquí solo presentaré algunos consejos que sirvan de orientación.

1. Pide la ayuda de Dios. Recuerda que Él te ama, y ama a tu familia. Él te dice: Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo (Jeremías 29:11, DHH).

2. Mantén tu atención en cada miembro de la familia. Qué todos puedan sentirse en libertad y confianza para contarte sus experiencias, sus intereses, sus necesidades, gustos y disgustos. Escúchalos atentamente. De esta forma ellos también estarán dispuestos a escuchar, tus opiniones y consejos. 

3. Respeta a las personas dentro y fuera de casa. Tú conducta es ejemplo para tu familia. El respeto es fundamental para convivir en paz y armonía, por lo que en casa deben establecerse reglas y normas justas que protejan la integridad de todos. Evita la mentira, las palabras hirientes, conductas egoístas, demandantes, impulsivas y sobre todo agresivas de y hacia todas las personas sin importar su edad. Fomenta conductas y palabras amables. En todos los casos el respeto debe ser mutuo.

4. Pasa tiempo de calidad con tu familia. Planea un día a la semana para hacer cosas juntos, actividades que proporcionen alegría, algo que todos disfruten. Por ejemplo: caminar, una noche familiar con juegos de mesa, ver un programa en la televisión, cenar. Esto ayuda a conocernos mejor y reforzar los lazos de unión familiar.

5. Actúa con empatía y comprensión ante los problemas que surgen entre los miembros de la familia. Es necesario aprender que lo que tú piensas, quieres y sientas no es lo único que importa, es preciso tomar en cuenta lo que el otro piensa, quiere y siente para comprender por qué actúa de determinada manera y poder tomar decisiones y acuerdos en caso de conflicto.

6. Ejerce la autoridad que te corresponde con sensibilidad, firmeza, respeto y justicia.

7. Nutre a tu familia cada día con el amor de Dios a través de la oración y el estudio de la Palabra. Tomen tiempo para hacerlo en familia. Cuando el amor de Dios está entre nosotros la casa se llena de paz, esperanza, fe, gratitud y alegría. El amor empieza en casa y se transmite a otros ámbitos de la comunidad.

Dios nos dé sabiduría para que nuestra casa sea ese espacio del genuino amor.

Referencias

• Biblia de Estudio RVR 1960. Editorial Vida. 

• Biblia Edición de Promesas, revisión 1960

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El mentor

El mentor

Hna. Karla Flores Hernández

Más de una vez y en distintas ocasiones, hemos escuchado o leído Mateo 28:19-20: Acercándose Jesús, les dijo: Toda autoridad Me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.

Este versículo ha sido de gran importancia para la iglesia cristiana, ya que resume la misión de evangelizar.

Antes de partir, Jesús les deja una gran tarea a sus discípulos, misma para la cual los había preparado en sus años de ministerio, y esta “gran comisión” también es dada para nosotros en la actualidad. 

En ocasiones, sucede que al escuchar este texto, nos sentimos inseguros e incapaces de llevar a cabo esta tarea, y resuenan en nuestra mente preguntas tales como: ¿por dónde empiezo? ¿qué hago? ¿qué les digo?, preguntas que nos abruman y desaniman a dar el primer paso.

A lo largo de este artículo, quiero que tengas presente lo siguiente: “[…] ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”, estas palabras de Jesús manténlas siempre en tu mente y tu corazón.

Ahora bien, la primera tarea que se nos encomienda es “hagan discípulos”, y para esto primero tenemos que entender qué es un discípulo. La palabra discípulo, al igual que disciplina, proviene de la palabra latina discipulus, que significa «alumno» o «aprendiz», es decir, un discípulo es un seguidor, uno que confía y cree en un maestro y sigue sus palabras y ejemplo. 

Pero ¿cómo se hace un discípulo? ¿Cómo empezamos? Jesús es nuestro gran maestro, en la Biblia podemos encontrar algunas características del discipulado que Él nos puso como ejemplo.

1. Practicaba lo que predicaba

Jesús era coherente con lo que enseñaba, los mandatos que Él daba a sus discípulos los ponía en práctica. En Juan 13, un pasaje muy conocido, encontramos un gran ejemplo del servicio: Así que se levantó de la mesa, se quitó el manto, se ató una toalla a la cintura y echó agua en un recipiente. Luego comenzó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.

En aquel entonces, los judíos no usaban zapatos, usaban sandalias, ¿puedes imaginar cómo se encontraban los pies de los discípulos? Llenos de polvo, mugre, malolientes, sucios.

Nuestro Salvador, el Rey de reyes, tomó forma de siervo lavando los pies de sus discípulos.

2. Tenía un diálogo personal

Jesús no solamente enseñaba en los montes a las multitudes, también se tomaba el tiempo para conversar a solas con quien lo necesitaba. En Lucas 19 podemos leer la historia de Zaqueo, un recaudador de impuesto que buscaba ver a Jesús entre la multitud. Zaqueo era una persona aborrecida en el pueblo por su profesión, y quienes se acercaban a él eran considerados como traidores, aun así, Jesús fue a su casa, y pasó un momento personal con él. Como resultado de esto, Zaqueo cambió su vida y decidió seguir a Jesús.

3. Jesús los amaba

[…] Él había amado a los suyos que estaban en el mundo, y los amó hasta el fin (Juan 13: 1). En la noche de la última cena, Jesús hace un acto de amor y humildad al lavarle los pies a cada uno de sus discípulos, incluyendo a Pedro que lo iba a negar y a Judas quien lo iba a traicionar. Jesús no solo decía amarlos, lo demostró hasta el fin.

4. Jesús hacía milagros

Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo (Mateo 4:23).

Una de las características del discipulado de Jesús, es que no solo predicaba, también ayudaba a solucionar los problemas y necesidades de quienes se le acercaban. A veces, las palabras no son suficientes, es necesario accionar, apoyar y acompañar.

5. Jesús es incluyente

Aconteció que, estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había muchos que le habían seguido. Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores? Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores (Marcos 2:15-17).

A lo largo del Nuevo Testamento, encontramos distintos pasajes donde se muestra a un Jesús incluyente, un Mesías que dignificaba a todos aquellos que eran excluidos y discriminados por el sistema religioso de su época. Buscaba una convivencia con ellos para enseñarles y mostrarles el camino con amor y paciencia. No solo buscaba la redención espiritual, sino también social.

El ministerio que Jesús realizó estando aquí en la Tierra es nuestro máximo ejemplo y modelo para seguir. Si no sabes cómo empezar, qué decir o hacer, hazte la siguiente pregunta: «¿qué hizo Jesús?».

Es una tarea ardua, que requiere valor, pero sobre todo amor, y si en algún momento te sientes decaer, recuerda sus palabras: […]Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.

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Familias bendecidas para bendecir

Familias bendecidas para bendecir

Perla Esquivel y Esdras Valencia

Tener una familia es cimentar una buena educación, formación y valores. Aquí se construye la formación de la personalidad de cada uno de sus miembros; es el pilar sobre el cual se fundamenta el desarrollo psicológico, social y físico del ser humano […] si todos los individuos creciéramos dentro de un seno familiar, la sociedad se enfrentaría a menos problemáticas.»1

La voluntad de Dios es bendecir a todas las familias, este deseo se expresa de una forma clara y hermosa, en la maravillosa promesa hecha a Abraham: Y serán benditas en ti, todas las familias de la tierra (Genesis 12:3, RVR1960). Ser familias bendecidas es posible, aun en una época como la actual en la que los modelos familiares han sufrido una serie de cambios bruscos y se percibe una fractura en la institución considerada como la base de la sociedad.

En el relato bíblico la primera familia aparece fracturada desde el huerto del edén, como consecuencia de alejarse del proyecto de Dios para sus vidas. De igual modo viviendo en la carne, nuestros esfuerzos también fallarán en hacer que las familias sean completas y saludables en un mundo roto. Resulta tentador pensar que podemos arreglar los problemas del matrimonio sin una visión espiritual y que si aunado a ello, contamos con recursos económicos suficientes, entonces tenemos resueltos los problemas de la vida y que todo irá bien. Así es como algunos matrimonios creen que funciona la dinámica familiar; haciendo a un lado, los valores espirituales.

En las Escrituras Sagradas encontramos familias construidas con amor y pureza, también podemos ver familias formadas a partir del pecado, niños nacidos del adulterio, a través de la prostitución y viviendo en entornos problemáticos. Sin embargo, Dios pudo cambiar la inercia en esos hogares, los cuales, no obstante, iniciaron de una manera complicada, pudieron recibir de Dios la bendición para seguir adelante, para ello es necesario tomar una decisión.

En el libro de Josué capítulo 24 encontraremos dos momentos importantes en el discurso de este gran líder del pueblo de Israel. Durante este tiempo, los lleva a un viaje a través de la historia. Al tener reunidas a todas las tribus en Siquem, pidió a los líderes ir frente al santuario para presentarse delante de Dios y expresó: Esto es lo que el Dios de Israel les dice: Hace mucho tiempo, sus antepasados vivían en Mesopotamia, y adoraban a otros dioses. Uno de sus antepasados fue Térah, el padre de Abraham y Nahor (Josué 24:2, TLA). 

Comienza desde el momento en que sus antepasados no conocían al Dios de Abraham. Luego los lleva sistemáticamente a través de una historia de la fidelidad de Dios y la entrega del pueblo de Israel. Él les recuerda todo lo que Dios ha hecho que los ha llevado a este punto y esto los lleva a pedirles un compromiso. Literalmente les pide que elijan lo que harán. Esto nos lleva al punto de este versículo.

Continuó con esta frase que conocemos y más de uno hemos apropiado: Si no quieren serle obedientes, decidan hoy a quién van a dedicar su vida. Tendrán que elegir entre los dioses a quienes sus antepasados adoraron en Mesopotamia, y los dioses de los amorreos en cuyo territorio ustedes viven ahora. Pero mi familia y yo hemos decidido dedicar nuestra vida a nuestro Dios (Josué 24:15, TLA).

Aquí encontramos a Josué, uno de los líderes más fieles de Israel, llamando claramente al pueblo a elegir entre servir a otros dioses o servir al único y verdadero Dios. Entonces Josué da el ejemplo con esta declaración: Pero mi familia y yo hemos decidido dedicar nuestra vida a nuestro Dios.

Dentro de este versículo, Josué está haciendo una declaración acerca de lo que más les importa a él y a su familia. Él menciona, claramente y sin dudar, a quién servirán. No le importaba lo que cualquier otro israelita y sus familias decidieran hacer, estaba estableciendo lo que era correcto para su casa.

Este es un compromiso total de seguir a Dios sin importar qué. Eso fue bueno para Josué y su familia, pero ¿qué significa eso para nosotros? ¿Estos versículos son aplicables para mí y mi familia en este momento? 

Nos gustaría compartirles algunas propuestas a través de las cuales podemos ser familias bendecidas para bendecir:

1. Mostrar el amor y la provisión de Dios en nuestras vidas. Josué había sido testigo de varios comportamientos vergonzosos exhibidos por los israelitas mientras vagaban por el desierto con Moisés, desde la creación del becerro de oro hasta lo que había visto antes de sus declaraciones en el capítulo 24. Su esperanza era mostrarles a través de la historia, en los primeros versículos, que del Señor recibieron provisión y pudieron sobrevivir en el desierto en los últimos años, fue de un Dios amoroso que había hecho lo mismo, generaciones anteriores a ellos, y continuaría por las generaciones venideras, Él los cuidaba y no los dioses falsos.

2. Necesitamos ser conscientes de que nuestras decisiones tienen consecuencias.  Estas pueden ser, buenas o malas, no solo sobre nosotros mismos sino también sobre otras personas. Una decisión egoísta afecta a nuestras familias de manera negativa.

3. Pedir al Señor que nos guíe. Como creyentes, nacidos de nuevo, la Biblia nos dice que somos embajadores de Cristo (2 Corintios 5:20). Así como Josué había dado un buen ejemplo para que su familia siguiera a Dios, cada cristiano debe hacer lo propio con la familia que el Señor le ha dado. Aunque Josué era capaz de dar el ejemplo, no podía tomar la decisión por ellos, la gente tenía que elegir por sí misma. 

4. Asumir la responsabilidad de preparar a nuestros hijos para que sirvan al Señor. Somos mayordomos de esos hijos y es nuestra responsabilidad discipularlos para ese día. El Señor nos los ha confiado, y seremos responsables de ellos. la decisión de servir a Dios influye positivamente en nuestras familias. A través del servicio podemos ayudar a otros a acercarse a Dios y tomar la decisión de permitirle entrar en sus vidas a través de la aceptación de Jesús. ¿A quién servirás hoy? 

5. Estar dispuestos a corregir los errores y avanzar hacia la curación. Depende de ti y de tu familia. Cuando he cometido algún error en mi crianza excesiva, mi miedo, mi juicio, etc., he tenido que ir con cada uno de mis hijos y mi cónyuge para hablarlo y pedir perdón.

No existe tal cosa como una familia perfecta. Sin embargo, la esperanza surge a través de la comprensión de que la familia rota es cualquier cosa menos una realidad irredimible. La compasión viene cuando entendemos que todos nosotros, cada uno de nosotros, sin Dios estamos rotos.

A medida que abrazamos nuestra propia necesidad de misericordia, podemos extender la gracia a los demás. Si bien es vibrante y llena de vida, la familia de hoy también es desafiante y real, pues requiere ensamblaje o incluso reensamblaje. Cuando estamos quebrantados, no encontramos justo donde necesitamos estar ante Dios y donde tenemos que quedarnos.

Referencia

1 https://www.habitatmexico.org/article/la-familia-como-base-de-la-sociedad

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Un templo caminante

Un templo caminante

Min. Ausencio Arroyo García

Acérquense al Señor Jesús, quien es la piedra viva, rechazada por los hombres, pero elegida y de mucho valor ante Dios. Ustedes también son como piedras vivas que Dios utiliza para construir un templo espiritual. Ustedes sirven a Dios en ese templo como sacerdotes santos, y por medio de Jesucristo ofrecen sacrificios espirituales agradables a Dios (1 Pedro 2:4-7).

En lo más profundo de la mente humana se tiene la nostalgia de un paraíso perdido, es la sensación de haber sido arrancados del espacio seguro donde se pueda crecer y cumplir los mejores anhelos. Para muchos, ese lugar lo podemos encontrar aquí y ahora, ya sea en un sistema económico político o en un estilo de vida que consiste en disfrutar el mayor placer posible; sin embargo, la enseñanza cristiana no promete un paraíso presente, sino que es una promesa del futuro. En la era actual ningún modelo de sociedad será lo suficientemente justo ni bueno ni duradero para hacer real toda la vida buena de Dios para todos. La fe nos orienta hacia una nueva realidad en una nueva creación, un mundo que viene de Dios, sin corrupción, sin dolor ni muerte, un mundo donde se establece la justicia y reina la paz.

En esta búsqueda, la iglesia es vista como peregrina y extranjera al mundo, no al planeta sino al conjunto de valores y poderes que determinan la existencia. La primera carta de Pedro se dirige a una familia espiritual dispersa sobre la faz de la tierra, lo cual no deja de ser chocante a las expectativas humanas, ya que los elegidos no tienen hogar, el Padre no les ha brindado una casa estable y son migrantes permanentes, siempre en el camino, sin alcanzar el lugar final de reposo.

En busca de un Santuario

Como un pueblo peregrino en pos de la “nueva tierra y nuevos cielos”, una expresión que anuncia la recreación de Dios, no tenemos lugar sagrado al cual aferrarnos. No hay ciudad ni montaña o río, no hay roca o árbol que nos conecten con lo sublime y eterno. Así como en la travesía del desierto el pueblo de Dios recibió el tabernáculo como signo y evidencia de la presencia de Dios entre ellos, nosotros tenemos el tabernáculo de nuestro cuerpo que es el altar en el cual ofrecemos sacrificios de alabanza y de amor al Señor de todo y de todos. El altar por excelencia no es el lugar de reunión de la congregación, puesto que no es más santo ni más relevante que el corazón de cada creyente.

Jesús, más que honrar lugares o fechas, dignificó personas. Recuperó la belleza, impresa desde la creación, en aquellos que se hallaban afeados por el pecado o la enfermedad, liberó a quienes eran víctimas de relaciones de opresión, enalteció a los olvidados y marginados, abrazó con ternura a los desvalidos, miró con gracia a los fracasados. Y allí, en las calles, a la orilla de los caminos y en los rincones de los hogares aparecieron altares humanos. En los tocados por Jesús hubo respuestas a la gracia: saltos de alegría, cantos de testimonio, cuerpos limpios, manos generosas y muchas alabanzas a Dios. Hizo que cada vida, que cada persona, se convirtiera en un templo de adoración.

En esta línea, Pedro les indica a los creyentes: […] como piedras vivas, sean edificados casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo (1 Pedro 2:5).

La grandeza de esta idea pasa por la condición de los destinatarios de la carta, son perseguidos por causa de la fe, se hayan socialmente marginados, sin poder económico ni político, son desheredados del mundo. Mas ellos, son elegidos y beneficiarios de un don mayor. Según la previsión de Dios han sido apartados por el Espíritu y rescatados por medio del sacrificio de Jesucristo, aunque sus condiciones sean tan desfavorables, son un linaje especial por medio de quienes Dios extiende su reino de luz.

Es la obra de Cristo en nosotros la que nos convierte en altares de adoración, su sangre ha purificado nuestras vidas y hemos sido santificados en el poder del Espíritu. Solo entonces, somos llamados a presentar ofrendas espirituales al Señor. El escritor afirma esto, habiendo hecho previamente cuatro exhortaciones a los lectores, y estas constituyen evidencias de ser partícipes del plan de salvación.

Llamados a ser la diferencia

Tengan esperanza (1 Pedro 1:13). La realidad que experimentamos determina nuestra manera de ver y de tomar decisiones. El apóstol nos confronta para mirar más allá del momento o de las circunstancias, para no dejar que las pérdidas o la falta de prosperidad nos alejen de las promesas. Es necesario enfocar en lo relevante, afirmar la mente y el corazón en aquello que permanece hasta la venida del Señor cuando nuestra salvación será completa. No cambies las bendiciones eternas que recibirás por el placer temporal. Un creyente entiende el futuro y deja lo que estorba a fin de poseer lo que es eterno.

Vivan en santidad (vv. 14-16). La relación con Dios transforma nuestro carácter, nos provee las virtudes que no teníamos y desarrolla la mejor versión de lo que podemos ser. Alcanzar la santidad no es por medio del esfuerzo personal para que se convierta en mérito, sino que es el cambio que Dios, por medio de su Espíritu, realiza en nuestra conciencia y corazón. En su poder cambia lo que somos, de pecadores perdidos a hijos restaurados, nos fortalece para dejar lo que es ajeno a su voluntad y para lograr la bondad y justicia conforme a su naturaleza.

Teman a Dios (vv. 17-21). Dios está por arriba de todo y de todos, Él gobierna y determina sobre las cosas y la vida, como seres humanos admitimos nuestra condición frágil y deficiente; y aceptamos nuestro lugar en el universo y los planes divinos, ante esto, nuestra respuesta debe ser de reverencia y sumisión. Pero, hemos sido distinguidos con la bendición del sacrificio del Cordero, planeada desde antes de la fundación del mundo. El temor a Dios está basado en el reconocimiento de la liberación que ha hecho y el elevado precio que pagó por cada uno. Lo mejor que somos y tenemos, todo se lo debemos a Él. 

Ámense unos a otros (vv. 22-25). Nadie puede ser un auténtico cristiano solo, aislado. El carácter que recibimos de Dios lo ponemos en práctica en la comunión con los otros, cada uno es una piedra viva con la cual se edifica la casa espiritual. El discípulo Simón fue llamado Pedro para describir la función que Dios le dio en su iglesia. Ser una piedra junto con los demás, para conformar el santuario viviente. 

Cómo podemos ser altares vivientes

Deja que Dios sea Dios. Un lugar de adoración se levanta para reconocer la majestad divina. El Dios de la Biblia, no está supeditado a ningún lugar, ni presente ni pasado; más bien, Dios busca estar en el trono del corazón del creyente. Cuando Él es el centro de nuestra existencia, es el fundamento de los valores y prácticas y permitimos que gobierne los diferentes ámbitos de vida, solo allí es honrado y proclamado. En realidad, solo creemos aquello que obedecemos. Si decimos que Dios es nuestro Dios, entonces es Señor de nuestras costumbres, deseos, palabras, compromisos y voluntad, entonces y solo entonces nuestra persona es un altar santo.

Da lo mejor que tienes. Así como el Padre entregó la vida de su Hijo para nuestra salvación; espera que, en reconocimiento a este regalo, cada uno ofrezca lo mejor que tiene o puede lograr, en este altar viviente no deben presentarse ofrendas a medias ni engañosas o para recibir el reconocimiento humano. En el altar viviente se ofrecen sacrificios espirituales, de corazón limpio y de gracia, sin pretender el aplauso o la ganancia sino en expresión de gratitud por ser objetos del amor de Dios. Estés donde estés, que tu persona sea un aroma agradable al Señor del Universo. No entregues regalos defectuosos si está en tus manos dar lo mejor, donde quiera que Dios te ponga.

Sirve con gozo al prójimo. Los actos de amor para el prójimo son expresiones de olor fragante a Dios (Efesios 5:2; Filipenses 4:18). El sacrificio que represente compartir y cuidar de otros, son hechos para el Señor mismo. Estos actos son manifestaciones de un corazón regenerado que ha dejado de ser el centro de sus atenciones y que es capaz de abrir su mano para bendecir a los menos favorecidos o que se hayan en infortunio. Pero no debe hacerse por fuerza o con intenciones mezquinas sino con el gozo de alabar a Dios en su imagen visible. Las muestras de servicio al prójimo se determinan en cuanto reflejan el carácter santo de Dios y si pueden resistir el escrutinio de Dios que juzga lo más íntimo de la mente humana.

Una palabra final

Los encuentros con Dios fueron marcados para santificar el espacio donde se manifestó lo sublime y majestuoso, los que vieron la gloria levantaron un altar de reconocimiento, ese altar podía ser un montículo de piedras o a veces una sola, hasta que se levantó un templo fijo en tiempos de Salomón. Mas ninguno pudo contener la grandeza del poder de Dios, porque Dios es inaprehensible, su ser infinito no puede ser contenido por ningún edificio, pero, nos obsequia el privilegio de ser altares humanos en los cuales se presenten ofrendas de gratitud y amor. Vayas donde vayas, en todo tiempo, si estás en Cristo, eres un altar de adoración al Señor de la vida.

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Mi profesión, mi ministerio

Mi profesión, mi ministerio

Min. Abdiel Gómez Salomón y Elemy E. Espinoza Ramírez

«Desde su galaxia el niño ya sabe que cuando sea grande tendrá que ceder.

Pero, mientras tanto, él tiene la llave del eterno sueño de ser o no ser […]»

(Yo quiero ser bombero. Facundo Cabral y Alberto Cortés).

Seguro te estarás preguntando, ¿quiénes son esos señores? Y también cuestionarás: ¿De qué están hablando? Primero, ofrecemos una disculpa por la referencia a los antiguos años 90´s, sabemos que es historia vieja. Pero hay algunos detalles que, seguramente, has escuchado por ahí.

En esta narrativa, se cuenta la historia de un niño que va creciendo dentro de su familia, lleno de expectativas y esperanzas que han depositado sobre él. ¿La edad? No sé, quizás unos 4 o 5 años. Lo interesante de esto, son esas ideas preconcebidas que, según sus familiares, llevarían al éxito a este niño.

Ya todos habían hecho planes: ingeniero, doctor, banquero, militar… Estaban seguros, cada uno por su cuenta, de lo que ese niño sería al crecer. Pero él también estaba seguro: ¡bombero!, ¿por qué? Porque es mi voluntad. ¡Gran respuesta! Al menos, desde su galaxia, tiene voluntad e impulso por vivir.

En esta ocasión, no vamos a discutir cómo elegir una carrera, profesión u oficio, pero sí queremos puntualizar que: la vocación puede aparecer en cualquier momento de la vida, y esta puede vincularse a la carrera profesional o a aquello a lo que te dediques; o tal vez no. Quizás puedas usar tu carrera para descubrir tu vocación.

Profesiones, carreras y oficios

Recordando la infancia, los niños y niñas querían ser bomberos, doctores, policías o maestras. Ahora, una de las mayores aspiraciones es ser influencer o creador de contenido. Y, ¿sabes qué? Todo eso está perfecto. ¿Por qué? ¡Porque es tu voluntad!

Déjame decirte que, cual sea la carrera que hayas elegido, –sin importar las circunstancias que te hayan llevado a ello– tienes la posibilidad de encontrar una vocación dentro de ella, una que le dé un giro a tu vida y te encamine en el servicio y el amor por los demás.

¿A qué nos referimos? Bueno, pues nos han enseñado a elegir una carrera, a darle un rumbo a nuestras vidas desde muy pequeños y a tratar de no salirnos de ese rumbo. Sin embargo, con el paso del tiempo hemos descubierto que hay muchas cosas a las que nos podemos dedicar, y siempre se puede hacer un poco más allá de lo aprendido.

Así, sin importar a lo que te dediques, hay algo que puedes hacer para darle a tu vida un toque de servicio. Jesús aprendió un oficio de su padre, pero también supo llegar a otros espacios, donde tuvo la oportunidad de encontrar su vocación.

Hay otro ejemplo. En Gálatas 1 y 2, el apóstol Pablo se encargó de defender su vocación, una que encontró de manera “inusual”, pues, aunque nunca conoció a Jesús –como era el caso de los 12 discípulos–, le fue revelado el camino que debía seguir.

Vocaciones y contextos

Pablo había crecido como judío, con un amplio conocimiento sobre las culturas griega y romana, que predominaban en aquella época. Se había aleccionado en la ley y, en sus palabras, era más celoso y cuidadoso de todos esos preceptos que cualquier otro judío (Gálatas 1:14). Era un ciudadano ejemplar. Pero también, en términos actuales, se podría decir que era un verdadero profesional.

Había estudiado de todo, y como fariseo, Pablo se convirtió en uno de los mejores. Una carrera exitosa, sin duda. Aún así, terminó cambiando el sentido de todo lo que hacía y resignificó todo el conocimiento que adquirió durante todos esos años de carrera. Y esto, porque encontró su verdadera vocación: el llamado del Maestro.

Pero ojo: no cambió de “profesión”. Él seguía siendo tan docto y culto como cuando se consideraba un judío tradicional. No. Lo que cambió en Pablo fue el sentido de su carrera. El encuentro que tuvo con Jesús, narrado en Hechos 6, le hizo darse cuenta de que, aunque todo el conocimiento adquirido era muy valioso, era mucho más importante poder servir a quienes antes persiguió.

Pablo, al descubrir su vocación en Cristo, aprovechó esos recursos que antes utilizaba para lastimar y someter, ahora como un vehículo de comunicación hacia toda la gente, por la gracia y el amor del Resucitado.

Con todo este contexto, podemos dimensionar la pasión y el impulso que movía a Pablo. Se convirtió en el portador del mensaje evangélico que llegó a muchos gentiles. Y esto es importante, porque los gentiles eran todos aquellos que no habían nacido de la cultura y la religión judía. Pablo, por la revelación que tuvo en Jesús, encontró que su vocación era llevar ese mensaje a quienes que no habían tenido la bendición de conocer personalmente al Mesías. Gracias a eso, Pablo dejó la vida de violencia que llevaba, y aprendió a amar a su prójimo.

Como el apóstol Pablo, no es necesario cambiar tu profesión, ni echar en saco roto todo lo que has aprendido en este mundo. Lo que sí es necesario, es escuchar el llamado, acudir al encuentro con Jesús y darle sentido a todo lo que haces, encontrando la vocación de servir.

Una plataforma para servir

En Filipenses 3, Pablo dice que, todo aquello que antes consideraba valioso -como su estirpe judía y todo su conocimiento-, ahora lo toma como una pérdida; estiércol, basura, un sin sentido. Sin embargo, durante su ministerio supo utilizarlo en beneficio de la obra de Dios. Es decir, que cuando usas tus recursos para lastimar, vives en un absurdo; pero cuando Jesús te encuentra, todo ello se convierte en una herramienta de bendición.

Cuando hablamos de carrera, no pensamos solo en una profesión con un título, sino aquello a lo que le vamos a dedicar todo nuestro esfuerzo, tiempo y recursos. Esa carrera puede ser tan amplia como cada quién lo decida. Si la carrera es “ser bombero”, no solo se limita a apagar incendios; se puede rescatar animales, proteger a las personas de desastres, y se puede extender a la vida diaria. Si la carrera es la abogacía, tu vocación puede impulsarte a ofrecer servicio a quienes no tienen suficientes recursos. Es decir, la carrera solo es el medio, pues el llamado sobrepasa cualquier vehículo.

Tu carrera se convierte, de esta manera, en una plataforma de servicio. La profesión no siempre va acompañada del ministerio, y el ministerio no siempre se ejerce en la profesión. Pero cuando encuentras la revelación y servicio al que Jesús te llama, tienes la oportunidad, como Pablo, de darle sentido a esa carrera.

¿Quieres ser bombero? ¡Adelante! ¿Quieres estudiar una carrera? ¡No te detengas! ¿Quieres ser influencer? ¡Dale con fuerza! Pero, hagas lo que hagas, nunca dejes de lado tu verdadera vocación: amar a todos, como Jesús te amó.

Donde están tus pies

Como cristianos, nos pasamos la vida pensando cuál es el tiempo, cuál es el lugar correcto y el momento perfecto para servir. A algunos, la vejez los asalta antes de que puedan decidir su lugar y momento ideales. Otros pasan su vida adulta acumulando cosas y riquezas, pensando que la vida se trata de eso. Pero tú, que vas avanzando sobre el camino, puedes preguntarte: ¿Dónde están mis pies?

¿Tus pies están en la escuela? Puedes servir. ¿Estás en redes sociales? ¡Puedes ayudar a otros! ¿Tienes una profesión? ¡Eres de bendición para alguien! Donde estén tus pies, ahí está también tu vocación.

No esperes a la edad, ni a la madurez, ni al máximo conocimiento. Para servir solo necesitas la vocación. Lo demás, lo irás adquiriendo con trabajo y voluntad. Pero el llamado de Jesús está ahí, Él te busca como a Pablo, y te impulsa hacia donde está la necesidad. Solo necesitas escuchar la voz de tu maestro.

Referencias:

Nueva Versión Internacional.

La vocación de Pablo. Isidoro Mazzarolo. RIBLA 76, 2017/2. La carta de Pablo a los Gálatas.

Esmeralda Alarcón Montiel. Elección de carrera. 2019. https://www.redalyc.org/journal/340/34065218004/html/

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Jesús recorría los poblados: del templocentrismo a la vida

Jesús recorría los poblados: del templocentrismo a la vida

Min. Marcos de Melo

Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo (Mateo 4:23).

Introducción

Los evangelios sinópticos, a diferencia de los demás escritos del Nuevo Testamento, nos cuentan pormenores de la vida de Jesús que son únicos y fundamentales para entender con detalles quién fue Jesús y cómo actuó cuando se humanizó y vivió entre nosotros. Narraciones de su nacimiento, infancia, familia y forma de vida, son relatos que nos conectan con Jesús, a quien los evangelios lo llaman Hijo de Hombre, y de esta manera nos permite identificarnos con su forma de vida; ya que solo podemos seguirle como discípulos porque Él se encarnó haciéndose hombre y siervo de todos.

Gracias a Marcos, Mateo y Lucas, conocemos detalles de la vida de Jesús que son determinantes para nuestra vida de fe, tanto en lo personal como en lo comunitario; los cuales nos permiten seguirle como discípulos y así dar continuidad al proyecto del Reino que Él inauguró. Al conocer la vida de Jesús, que los evangelios nos presentan de manera brillante, podemos observar claramente que Jesús asume voluntariamente su labor misionera, adoptando un estilo de vida de servicio que constituye un modelo desafiante para el desarrollo de la misión en nuestro contexto.

Los evangelios sinópticos coinciden en que Jesús crece y desarrolla su ministerio en Galilea, al norte de Jerusalén. Los evangelistas cuentan que Jesús se acerca a Jerusalén para ser bautizado por Juan el Bautista en el rio Jordán, pero luego de su bautizo regresa a Galilea y desde allí desarrolla su ministerio predicando el evangelio del reino de Dios, recorriendo los pueblos y calles de Galilea, sanando toda clase de enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Estos detalles señalados por los sinópticos nos llevan a evaluar nuestro modelo de hacer misión para basarlo cada vez más en el de Jesús.

Analizando la realidad religiosa y cultural de la época de Jesús, lo más lógico sería pensar que al iniciar su ministerio lo haría en Jerusalén, ya que era allí donde se encontraba todo el sistema de operación religiosa de los judíos, con su brillante y magnífico templo, con sus sacerdotes investidos de mucho poder, con sus muchas y destacadas escuelas de maestros, sin olvidar los reconocidos e influyentes grupos, entre ellos y tal vez el más sobresaliente y conocido: el de los fariseos; y toda tradición religiosa que era central para cualquier judío de la época. Más aún cuando se trata de alguien que se manifestará en el pueblo hablando en nombre de Dios, como lo hizo Jesús. 

Pero Jesús deja en claro que no vino a encerrarse en un templo, menos a dar seguimiento a tradiciones y alimentar la maquinaria religiosa que operaba en Jerusalén. Él vino para traer vida, y vida en abundancia, para todo ser humano, para ello siempre buscaba el verdadero sentido de la ley. Es digno resaltar que Jesús no estaba en contra de la ley y las tradiciones, pero siempre buscaba que las mismas dieran respuestas a las necesidades del pueblo. Por eso dijo: No piensen que he venido para acabar con la ley de Moisés o la enseñanza de los profetas. No he venido para acabar con ellas, sino para darles completo significado (Mateo 5:17, PDT). En otros textos Jesús repite varias veces lo mismo: Oísteis que fue dicho […] pero Yo os digo […] (Mateo 5:38). Estos textos y muchos otros que podríamos mencionar, revelan la convicción de Jesús y el objetivo de su ministerio: Recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas proclamando el nuevo mensaje del reino y sanando toda clase de enfermedades y dolencias (Mateo 4:23).

El actuar de Jesús siempre sorprende y desafía

Ya vimos cómo Jesús, luego de su bautismo, regresa a Galilea y allí empieza su ministerio predicando el evangelio del reino de Dios (Mateo 4:12,17; Marcos 1:14,15; Lucas 4:14,15). Lucas nos da más detalles sobre este inicio diciendo: Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros (Lucas 4:16-21).

Los detalles de Lucas son interesantes, pues nos muestran a Jesús asumiendo el papel de Mesías (v. 21c). Eso se debe a que todo el pueblo de Israel había esperado durante siglos la llegada del Mesías y de manera brillante Lucas cuenta cómo esta profecía se cumple con Jesús. Los presentes en aquella pequeña sinagoga de Nazaret, en aquel sábado, fueron privilegiados y ese evento no deja de asombrar. Las voces de todos en la sinagoga, cuyos ojos están fijos en Jesús, describen este momento (v. 21b). Muchos tal vez se preguntaban: ¿Será verdad lo que estamos escuchando? ¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama su mamá María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Acaso no están todas sus hermanas aquí con nosotros? (Mateo 13:55-56).

Este asombro se debe en parte a que muchos maestros de la época enseñaban que el gran evento de la llegada del Mesías, tan esperado y anunciado por los grandes profetas como Isaías; sucedería en Jerusalén, específicamente en el Templo.

La frase de Natanael: ¿de Nazareth puede salir algo bueno? (Juan 1:46), describe el pensamiento colectivo que había sobre el Mesías. Había maestros que incluso afirmaban que el Mesías aparecería en el pináculo del templo, la parte más alta y visible, ya que desde allí todos lo podrían ver. Teniendo en cuenta este detalle, hace sentido una de las tentaciones de Jesús cuando Satanás lo llevó a la parte más alta del templo, y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, tírate abajo, porque escrito está: “Ordenará que sus ángeles te sostengan en sus manos, para que no tropieces con piedra alguna” (Mateo 4:6-7).

Pero Jesús sorprende a quienes estaban cerrados a todo lo que no fuera parte de la enseñanza tradicional, al dar inicio de su ministerio público en Galilea, una región considerada por los líderes religiosos como tierra de gentiles (Mateo 4:15). Eso genera un gran asombro e inquietud. Con esta forma de actuar, Jesús derriba grandes paradigmas y expone la fragilidad de los líderes religiosos de su tiempo. Bien pudo haber sido eso uno de los principales factores y motivos por los cuales los líderes religiosos no pudieron identificar a Jesús como el mesías: A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron (Juan 1:11).

Si queremos seguir a Jesús, necesitamos reconocerle como nuestro modelo a seguir. Si lo hacemos, es necesario dejarnos guiar por Él y si necesario, que nos sorprenda como lo hizo en Galilea aquel sábado en una sinagoga cuando se presenta ante los oyentes como el Mesías. Necesitamos abrazar su modelo de vida y eso implica un gran desafío que no deja de sorprender. 

Recorrer los poblados implica: ayudar, servir y liberar; no hacer proselitismo

[…] Dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor (Lucas 4:18-19).

Esta imagen, de Jesús recorriendo los poblados de Galilea, proclamando libertad a cautivos y anunciando la buena noticia del Reino de Dios, es una práctica que necesitamos recuperar como iglesia ya que tradicionalmente se entiende por misión: hacer adeptos, seguidores y miembros de la institución. Pero si queremos ser discípulos de Jesús, Él debe conducir la misión y para ello debemos dejarnos conducir por Él, al impulso del Espíritu como Jesús mismo lo hizo. 

Para recorrer los poblados necesitamos estar llenos del Espíritu Santo 

Solo podremos abrazar el mensaje del Reino de Dios, tener el valor de Jesús de recorrer los poblados para anunciar las buenas noticias del Reino, sanar toda clase de enfermedad, liberar y restaurar al ser humano: si entendemos y asumimos lo dicho a la iglesia primitiva: vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea (Hechos 10:37-38).

Para ser testigos, necesitamos ser llenos del Espíritu Santo como lo fue el mismo Jesús. Solo así seremos valientes para salir de la seguridad y comodidad que nos proveen nuestros lugares de reunión y formas litúrgicas, para recorrer los poblados anunciando el reino de Dios, como lo hizo Jesús.

Recorrer los poblados implica salir de nuestros templos

Puesto que él es Señor del cielo y de la tierra, no vive en templos construidos por manos humanas (Hechos 17:24). Este texto nos deja ver que las primeras comunidades ya tenían la tentación de querer encerrarse en lugares físicos y desde allí vivir su espiritualidad alimentada por el culto, en vez de seguir por fe el modelo de Jesús de Nazareth. Si no fuera así, no tendría sentido que Lucas considerara este detalle al escribir a las comunidades de fe que leerían su documento.

Si somos genuinos y nuestros ojos están fijos en Jesús, como nos indica Hebreos 12:2, no tendríamos dificultad en reconocer que la vida espiritual de la mayoría de nosotros gira en torno a un lugar físico, como el templo, donde se realizan los programas y prácticamente todas las actividades que alimentan la vida del creyente. No podemos dejar de reconocer que muchas de nuestras reuniones se parecen cada vez más a una experiencia mística, desconectada de la realidad y centrada en la relación vertical, privada y fuertemente emocional, del individuo con Dios, olvidándonos de los que sufren y viven en nuestras Galileas.

Seguimos repitiendo muchos de los errores cometidos por los judíos de la época de Jesús, quienes centraban toda la vida de fe en Jerusalén, lejos de Galilea, y esperaban que el Mesías se manifestara en el Templo o en torno a las actividades litúrgicas ya establecidas. Pero Jesús sorprende rompiendo con los paradigmas judíos de su época. Si nuestros ojos están fijos en Jesús, no podemos seguir encerrados en nuestros edificios, ocupados únicamente en programas que responden intereses internos, mientras existe tanta necesidad en nuestro entorno. Necesitamos salir a nuestras galileas actuales llenas de gentiles, donde transitan personas sin esperanza, marginadas y excluidas de cualquier posibilidad para encontrarse con Dios en espacios y eventos que hemos declarado sagrados, como son nuestros templos, reuniones y liturgias. Necesitamos pasar del templocentrismo a la vida. Necesitamos estar hoy donde Jesús estaría. Urge que nos pongamos en el camino.

Recorrer los poblados implica ponernos en el camino

Ponerse en camino es la vida que eligió Jesús cuando decidió abrazar la labor de anunciar el reino de Dios. Mateo dice que Jesús no tenía dónde reclinar la cabeza (Mateo 8:20). Eso muestra su desapego de toda clase de seguridades, actitud que debemos adoptar todos los que deseamos seguir Su modelo y ser enviados por Él para dar continuidad a Su misión.

El anuncio no se puede hacer sentados. Seguiremos siendo poco efectivos si continuamos centrados en nuestros templos y actividades litúrgicas. La disponibilidad y la movilidad son exigencias básicas y características distintivas del discípulo.

Jesús nos invita a cambiar, convertirnos y abrirnos al Reino

La predicación de Jesús fue y es: Ya está aquí el Reino, convertíos (Mateo 4:17). Convertirse es cambiar desde el fondo adoptando otros valores: los del Reino de Dios. También nos hace poner la mira en otro objetivo: la salvación integral de todo ser humano, pues esta es la voluntad de Dios.

Sin seguimiento no hay discípulos, sin discípulos no hay cambios, cuando no hay cambios no hay crecimiento, sin crecimiento hay retroceso y la muerte solo es cuestión de tiempo. Debemos preguntarnos: ¿Cambiamos o estamos siempre iguales? ¿Somos discípulos que seguimos a Jesús por el camino por Él trazado o estamos anclados en lo de siempre: templos, paradigmas y tradiciones? ¿Buscamos convertirnos constantemente en algo nuevo y mejor para bendecir a otros o nos aferramos a lo que tradicionalmente conocemos y que nos da seguridad religiosa? ¿Qué actitud mostraría Jesús hoy si recorriera las calles de “la Galilea actual”? ¿Lo reconocíamos y seguiríamos? O ¿desde nuestras practicas eclesiales y religiosas pediríamos su muerte?

La conversión implica ser como Jesús de Nazaret y dar continuidad a la misión, que Él inauguró y defendió con su propia vida. Así queda definida la vocación de la iglesia: hacer el bien, sanar, liberar y proclamar la buena noticia del reino de Dios, con la sencillez del que sabe que no da lo suyo, sino lo que ha recibido; con la urgencia del que entiende que no lo ha recibido no solo por privilegio, sino para compartir.

Galilea nos espera

A pesar de las dificultades y las oposiciones que sufrieron, tanto Jesús como los primeros creyentes, Galilea fue un lugar específico, estratégico y determinante. Galilea fue un lugar de entrañable recuerdo, en contraposición a Jerusalén y el Templo, donde la oposición terminó llevando a Jesús a la cruz. Galilea fue la patria espiritual de la primera comunidad cristiana. Aunque Jesús muere y resucita en Jerusalén, sabemos que el encuentro con sus discípulos y el envío suceden en Galilea (Juan 21).

Los discípulos, después de la resurrección se considerarán testigos de todo lo que Jesús hizo y dijo desde el principio, desde Galilea. Es ahí donde el Resucitado les ordena continuar la expansión del Reino de Dios.

Como el padre me ha enviado, así yo los envío a ustedes (Juan 20:21). En el envío por parte de Jesús, en su vida histórica, el acento se pone en una sola cosa: comunicar vida. Seamos Jesús hoy en nuestras galileas. 

Seamos Jesús para los demás

Jesús sacudió las tradiciones religiosas de Israel, entre ellas las relacionadas con el templo y el culto. Si decidimos seguirle, también hará lo mismo con nosotros, porque así como los judíos viajaban al templo de Jerusalén para presentar sus sacrificios, por lo general nosotros también preparamos durante la semana lo mejor de nuestra adoración, para entregársela a Dios el sábado, en nuestras reuniones en el templo. 

Que Dios nos sacuda de tal manera que todo lo que ya no responda a la demanda de la misión en nuestros días se caiga y demos lugar a nuevos paradigmas, para Su gloria.

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