Y Recibireis Poder

Por: Min. Derick Yoyarib Jaramillo González

La presa Hoover, en los EEUU, es una de las obras de ingeniería más importantes del siglo XX. Con una longitud de 380 metros, una altura de 220 metros y una anchura de 200 metros en su base, es una de las presas más grandes del mundo. Construida en la década de 1930, actualmente suministra electricidad a los estados de Nevada, Arizona y el sur de California en la Unión Americana, es visitada por más de 1 millón de turistas al año. El verdadero poder de esta presa no se encuentra en sus grandes dimensiones ni en sus enormes caídas de agua, sino cuando un hogar es iluminado por la energía eléctrica en medio de la oscuridad. Al Todopoderoso Dios, no lo vemos dando grandes pasos en los cielos y haciendo alarde de su poder, ni tampoco lo vemos en la historia amedrentando o dominando voluntades, al contrario, todo su poder lo ha invertido en salvar e iluminar a la humanidad.

En Isaías 61:1-4, el profeta anuncia que ha sido ungido y enviado por el Señor con poder para portar la buena noticia a su pueblo. Los términos de esta buena noticia son: Consolación, reconstrucción y cambio total de la situación. Este texto fue el punto de partida de la misión de Jesús en Lucas 4:18-19, cada 50 años el pueblo de Israel celebraba el tan esperado año de gracia o año del jubileo, que incluía condonación de deudas, liberación de esclavos, reencuentro de familias y retorno de propiedades incautadas por acreedores, era una gran celebración en el pueblo. Jesucristo inauguró con el impulso del Espíritu de Dios el día de salvación, donde demostró el poder liberador del Padre.

¿Para qué necesitamos el poder de Dios?, Isaías 61:4, dice: “Reedificarán las ruinas antiguas, y levantarán los asolamientos primeros, y restaurarán las ciudades arruinadas, los escombros de muchas generaciones.” La Iglesia de Dios es una constructora espiritual para una sociedad que se encuentra en ruinas, para un mundo sin Dios, por lo que debe adoptarse esta misión, pero bien motivados y conscientes de los recursos y poder inagotable que está reservado para toda persona que desee colaborar en la construcción del Reino de Dios hoy.

Se requiere del poder de Dios para:

• Caminar conforme a la mente de Dios (Filipenses 2:13)

• Caminar conforme al camino de Dios (Ezequiel 36:27)

• Testificar conforme a la Palabra de Dios (Hechos 1:8; 4:33)

Jesucristo con autoridad fue guiado a pronunciar palabras relacionadas con el Espíritu Santo. “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la Tierra.” (Hechos 1:8).

El Espíritu Santo en el Antiguo Testamento

En Génesis 1:2 el pueblo de Israel había descubierto la acción del Espíritu de Dios en las experiencias de los profetas, “un poderoso viento se cernía sobre las aguas”, para destacar lo fuerte y concreto de la expresión o “el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas”, para poner de relieve la acción de Dios. Era el aliento de Dios en Génesis 2:7. De un modo semejante se dice en Génesis 8:1: “E hizo pasar un viento (o espíritu) sobre la Tierra y comenzaron a menguar las aguas (del Diluvio)”.

Así se dice en el cántico de Moisés (Éxodo 15:8.10) “Al soplo de tu ira amontonaste las aguas” (“al resoplido de tus narices…”) de forma que Israel pudo pasar por el mar Rojo. Y nuevamente: “enviaste tu soplo y los cubrió el mar.” (15:10) de forma que los enemigos quedaron anegados.

El salmo 147:18 describe lo que ocurre cada primavera, cuando el deshielo hace correr las aguas: “Hace soplar viento (el Espíritu) y manan las aguas.” En el viento cálido de la primavera, el israelita veía la actuación de Dios y de su Espíritu que derrite el hielo y la nieve. Retomando esta idea bíblica del Nuevo Testamento, el Espíritu de Dios es y da: vida, aliento, acción, es salvación para toda persona y es calor para todo corazón frío.

El Espíritu Santo en el Nuevo Testamento

También las personas en el Nuevo Testamento habían experimentado la acción del Espíritu mucho antes de haber reflexionado sobre ello y de haber intentado expresar en palabras cómo habría que describir esa acción. El hecho de que no comprendieran muy bien la acción del Espíritu, no limitaba a Dios el actuar en la Iglesia. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, el Espíritu Santo se manifestó en acciones milagrosas y la extensión y proclamación del Evangelio de Jesucristo. Es un fuego que arde en el corazón de los nuevos creyentes que son impulsados a predicar al Cristo resucitado sin temor alguno.

¿Qué debemos buscar como Iglesia de Dios en este tiempo? Buscar ser liberados de la carga como el profeta Jeremías, que dijo: “si no hablo este mensaje… en mi corazón… se convierte en un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude.” (Jeremías 20:9). Como lo menciona también el apóstol Pablo quien exclamó: “¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Corintios 9:16)

Estas verdades del Espíritu Santo de Dios deben alentarnos y alertar a los que nos esforzamos para que avance la fe en la que hemos creído:

1) Nos alienta saber que la simple y fiel proclamación del evangelio asegurará avance en el mundo.

2) Nos alerta para que sucumbamos a la mentira de que podemos hacer avanzar el evangelio a través de nuestra brillantez, elocuencia o estrategias inteligentes. Estas cosas no tienen poder para llevar a cabo la “imposible” conversión de los hombres.

3) Debemos apoyarnos con un sentido de urgencia en los medios bíblicos para el avance del evangelio: la proclamación clara y valiente de la cual no debemos sentirnos avergonzados.

4) Vivimos en una época de incredulidad y escepticismo. La cultura ridiculiza la fe en Cristo como si fuera un mito sin esperanza, nos ve como personas intolerantes e ignorantes. Este ataque a menudo nos pone a la defensiva, y tratamos de responder y demostrar nuestra posición y relevancia por medio de la apologética (defensa de la fe). Pero no nos olvidemos: no podemos convencer a un hombre a creer, así como no podemos levantar a un muerto. Estas cosas son obra del Espíritu de Dios. Los hombres vienen a la Fe solamente a través de la obra sobrenatural de Dios a través de su Santo Espíritu.

“Debemos rehusar apoyarnos sobre el bastón quebrado de la sabiduría humana y aferrarnos a la verdad de que “sólo el evangelio es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree.”

Hechos 1:8 (BLPH) dice: “Ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes y los capacitará para que den testimonio de mí en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta el último rincón de la Tierra.”

Ciertamente nadie pudo haber anticipado los cambios monumentales vistos en el primer siglo simplemente por la predicación de la Palabra. Esto es especialmente cierto cuando consideramos las limitaciones de esa época, junto con la persecución y opresión contra la Iglesia primitiva. Habría sido difícil imaginar cómo iba a llevarse a cabo la evangelización. Pero al ver lo que sucedió en la Iglesia en los primeros años, nos anima y recuerda que la tarea es factible, algo que deberíamos hacer es creer simplemente porque Dios lo dijo.

¿Por qué no podemos hacer la misión de Dios sin el poder del Espíritu Santo?

1. El ser humano se esconde de Dios, no le interesa Dios.

2. El hombre sin ayuda del Espíritu Santo considera locura el Evangelio.

3. Por la ceguera espiritual a causa del pecado, misma que impide la visión correcta del Evangelio. El Espíritu Santo es necesario para iluminar el corazón humano.

4. No hay salvación sin la obra del Espíritu Santo.

¿En dónde se llevaría a cabo el testimonio del evangelio con la acción del Espíritu Santo?

La Biblia Reina Valera traduce: “…en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la Tierra”. La traducción de la Biblia de Jerusalén es más acorde con el texto griego: “…en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la Tierra.” VRV menciona cuatro áreas geográficas; la Biblia de Jerusalén tres, agrupando Judea y Samaria como una sola. Y podemos hacer un planteamiento diferente al bosquejo geográfico tradicional.

α Jerusalén, lugar lleno de peligros

Los apóstoles hubiesen preferido comenzar su testimonio en Galilea, su tierra natal. Jesús los llamó a hacerlo en Jerusalén donde Él había sido asesinado unas cuantas semanas antes. Él mismo Jesús dijo: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!” (Mateo 23:37). Allí fueron enviados los apóstoles en primer lugar; allí donde los profetas eran asesinados, en medio de una sociedad peligrosa.

α Toda Judea y Samaria: regiones contradictorias y enemistadas.

Los pueblos vecinos tienden a odiarse por rivalidades y diferencias territoriales, pero pocos han llegado al extremo de judíos y samaritanos. En la historia de la humanidad, es difícil encontrar a pueblos que se aborrezcan tanto. Evangelizar a los vecinos es un gran desafío ¡Eso si es difícil! Sin embargo, el Señor nos ha llamado a eso: a predicar el evangelio de la paz allí donde hay conflicto. Cabe aclarar que Jesús utiliza el calificativo “todo”. No bastaba con dar testimonio en una parte de Judea o Samaria sino en todo el territorio.

α Los confines de la tierra: territorios desconocidos.

Este llamamiento se parece al de Abraham quien “siendo llamado obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.” (Hebreos 11:8). Los apóstoles debían ir a lugares recónditos y desconocidos impulsados por el deseo de cumplir la voluntad de su Señor.

Aplicaciones:

1. Busquemos la justa dimensión del Espíritu Santo como Iglesia

Necesitamos ser investidos del poder del Espíritu Santo. Recordemos las palabras del profeta Zacarías: “Entonces respondió y me habló diciendo: Ésta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.” (Zacarías 4:6). Hay una urgencia en tomar en serio esta palabra, ¡sin el poder del Espíritu Santo no tendremos éxito en la misión! La obra de la evangelización estaría muerta y sin progreso.

2. Cuidemos el ministerio dejándonos guiar por el Espíritu Santo

El apóstol Pablo era tan consciente de cuán grande es este privilegio que dijo a los ancianos de la Iglesia en Éfeso: “Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos para pastorear la Iglesia de Dios, la cual Él compró con su propia sangre.” (Hechos 20:28)

a) Los pastores y líderes son llamados por el Espíritu Santo.

b) Debemos ser cuidadosos de nuestras propias vidas.

c) La Iglesia que está al cuidado de los pastores ha sido comprada con la sangre de Cristo.

Guiar a las personas es una gran responsabilidad, guiar a los que pertenecen a Dios es una responsabilidad aún mayor, pero guiar a quienes han sido comprados por la sangre de Cristo es el mayor privilegio y la tarea más grande por la que un pastor y líder dará cuentas, por lo que requiere ser lleno del Espíritu Santo (Hebreos 13:17)

3. Hablemos de Jesucristo con la autoridad del Espíritu Santo

Predicar a Jesús no falla, no fallará jamás, no pensemos que la gente moderna, secular, el intelectual, el ateo, está necesitando que le hablemos de cosas sofisticadas, todos necesitamos de Jesús, levantemos a Jesús, hablemos del evangelio y todo va a salir bien siempre guiados por el Espíritu de Dios. (1 Corintios 1:18–23)

4. Preparémonos para la segunda venida de Cristo

En la Biblia hay miles de promesas, cada una de ellas es capaz de revolucionar la vida del ser humano, si nos apoderásemos con fe de esas promesas nuestras vidas serán plenas. La promesa de la venida de Cristo es una promesa incondicional, esto quiere decir que Jesucristo vendrá, queramos o no, lo creamos o no, Cristo vendrá, estemos preparados o no, Él vendrá cuando en la agenda divina llegue la hora. Hoy vemos dolor, traición, soledad, hambruna, gente violenta, injusticia, etc. Por lo que el mensaje es: no se turbe vuestro corazón, vivamos en la esperanza de la Palabra: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.” (Apocalipsis 22:17).

Conclusión:

Algo que podemos reconocer e imitar de nuestros hermanos que fueron enviados por el Señor y recibieron el poder del Espíritu Santo fue:

• Su temor

• Su compartir

• Su adoración

• Sus resultados

El libro de Hechos es un libro asombroso que narra la extraordinaria historia de una Iglesia sencilla, capacitada por un Dios soberano, dotada por una Palabra poderosa, Él habla y las cosas suceden; sus promesas son tan tangibles como la realidad, poder fue prometido y poder fue dado. La gran comisión fue anunciada y se expandió como fuego; un perseguidor de la Iglesia fue elegido como la figura misionera principal y se convirtió en un apóstol en cadenas con una causa que avanza mientras él está en prisión. ¡Ciertamente la Palabra de Dios, que es inspirada por el Espíritu Santo, cuando es realmente aceptada, puede transformar la vida de las personas!

Bibliografía:

• Pérez Millos Samuel. Comentario exegético al texto griego del Nuevo Testamento. Editorial Clíe.

• Roloff Jürgen. Comentario de Hechos de los apóstoles. Ediciones Cristiandad.

• Simons Robert. Comentario de exploremos Hechos. Editorial Unilit.

• Núñez Miguel. El poder de la Palabra para transformar una nación. Editorial: Poiema Publicaciones, 2016.

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