Violencia familiar: qué hacer si se está viviendo

Dra. Rosa María Salazar Rivera

Cuando la violencia atrapa

La violencia en el hogar atrapa a los y las integrantes de la familia debido a que se naturaliza, es decir, se cree que lo adecuado es resolver los conflictos o desacuerdos con violencia. Un porcentaje alto de mujeres que padecen violencia tienen dificultad para identificarla, señalan que su esposo nunca la ha golpeado, que “solo” la insulta, pero porque ella le provoca; que no le da suficiente dinero para la manutención, pero porque ella tiene la culpa pues es mala administradora; que accede a tener relaciones sexuales porque ella entiende que es su obligación.

La Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belém Do Pará) define a la violencia como: «cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado».

Para comprender mejor esta definición con el fin de identificar si hay violencia en la familia, empecemos por entender qué quiere decir “acción o conducta basada en su género”. Se refiere a los actos que se hacen contra una mujer porque su comportamiento no cumple con lo que nos han dicho de las mujeres, por ejemplo: porque no tiene la comida a tiempo para cuando llega el esposo, hijos o hijas, porque la comida no la hizo como la suegra o como dice el marido, porque está en la calle platicando con la vecina (“anda de chismosa”), porque sale a la calle con ropa muy ajustada al cuerpo, porque no hace las labores de la casa y solo está para eso, porque desobedece al marido, porque platica en la calle con hombres desconocidos, porque sale de la casa sin avisar al esposo, porque no sabe cuidar a los hijos o hijas, y muchas otras cosas más. Esto se toma como pretexto o razones por las cuales el hombre ejerce violencia hacia las mujeres, porque él se ve a sí mismo como la autoridad o el que manda en la familia y ha aprendido que, para que la mujer le obedezca o haga caso, es necesario usar el maltrato o los golpes.

Según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH 2016), 7 de cada 10 mujeres de nuestro país reconocen haber padecido algún tipo de violencia, por lo que inferimos que la estadística abarca a las mujeres de la Iglesia. Al parecer, la violencia avergüenza a las mujeres porque damos por entendido que en la Iglesia esto no sucede. Por ello, es necesario que este mito sea derribado reconociendo que tenemos este problema y debemos atenderlo.

Para salir de la violencia

Lo primero es buscar resolver los conflictos de pareja o familiares mediante el diálogo. No se doblegue. Escuche, y luego pida a su esposo que no le grite, que sí le escucha, y pídale llegar a un acuerdo. Si esto no es posible, será necesario que usted busque ayuda psicológica, para aprender a poner límites, para evitar estar bajo la violencia.

Identifique si está viviendo violencia. En el siguiente cuadro hay algunas preguntas que le ayudarán a saberlo.

Preguntas 

Si

No

¿Sientes que tu pareja te está controlando?

¿Has perdido amigas, familiares, compañeras(os) de trabajo para evitar que tu pareja se moleste?

¿Te critica y/o humilla en público o en privado sobre tu apariencia, tu forma de ser, el modo en el que haces tus tareas hogareñas, etc.?

¿Controla estrictamente tus ingresos y el dinero que te entrega, originando discusiones?

¿Sientes que estás en permanente tensión, y, hagas lo que hagas, él se irrita o te culpa?

¿Te ha amenazado alguna vez con algún objeto o arma, o con matarse él, a ti o a algún miembro de la familia?

¿Sientes que cedes a sus requerimientos sexuales por temor o te ha forzado a tener relaciones sexuales? 

¿Después de un episodio violento, él se muestra cariñoso, atento, te regala cosas y te promete que nunca más volverá a golpearte o a insultarte y que “todo cambiará”?

Cuando usted escucha los insultos de su esposo no permita que le lastimen. Al escucharlos, inmediatamente haga un ejercicio de respiración para evitar caer en provocaciones (tome aire profundamente, reténgalo unos segundos y luego sáquelo lentamente); enseguida haga lo posible por alejarse de él sin contestar y vaya a algún espacio donde pueda estar sola (el baño, una recámara, el patio, la cocina) y repita para usted misma: “yo no soy lo que él dice que soy, yo soy hija de Dios hecha a su imagen”. Esta es una forma de evitar que los insultos le hagan daño, no los acepte, están solo en la boca de él. Reconózcase como una hija de Dios que la tiene en alta estima, es decir en alto valor. Si puede, empiece a hacer el ejercicio de perdonar a quien la agrede, pero tome en cuenta que el perdón no es un permiso para que la siga maltratando. Por el contrario, el perdón significa que usted decide dejar atrás la experiencia sufrida y resolver, con mayor convicción y claridad interior, no volver a tolerar ningún tipo de violencia.

Rechace la culpa que en ocasiones siente, el responsable de la violencia es quien la ejerce. El hecho de que usted no haga todo lo que él le dice no es una razón para que la maltraten. Ore continuamente a Dios y acepte su gracia; haga lo que usted haga Él le escucha en todo momento y le perdona, solo acepte su perdón y su amor. 

Si usted se siente muy lastimada por la violencia que vive, le sugiero fortalecer su relación con Dios con el siguiente ejercicio. Ore a Dios y, al hablar con Él, trate de escucharse a sí misma; es una manera de concentrarse y encontrar ese momento donde solo están usted y Dios. Cuéntele como se siente. Pídale que le dé fortaleza en su alma, que le ayude a detener dicha violencia. Recuerde lo que dice la Palabra: Pero yo clamaré a Dios, y el Señor me salvará. Mañana, tarde y noche clamo angustiado, y él me escucha (Salmo 55:16,17, NVI).

Tal vez usted está muy lastimada por la violencia de la que ha sido víctima durante mucho tiempo y esto la lleva a padecer varios síndromes psicológicos, por lo que puede estar viviendo momentos de mucha hostilidad; es decir, estar continuamente enojada por todo, con amargura en su ser. Para contrarrestar esto, le sugiero que ponga atención cuando usted se dirige a su esposo y a sus hijos o hijas. Si sus palabras salen con enojo, nuevamente haga el ejercicio de la respiración profunda para que detenga sus palabras, y vuelva a repetirles la frase buscando hacerlo amablemente. Practíquelo cada día hasta que logre hacerlo de forma automática.

Al mismo tiempo que hace los ejercicios anteriores, atrévase a romper el silencio, platíquelo con las personas más allegadas, como su madre, hermanas o familiares cercanos. Comprenda que la violencia recorre un ciclo en el que el hombre, en ocasiones, pide perdón, promete cambiar y no volver a golpearla; pero esto se repite una y otra vez, por lo que es necesario romper el ciclo pidiendo ayuda.

Busque ayuda profesional, entre más temprano se atienda tendrá mayor oportunidad de salir de la violencia. Identifique que la violencia no desaparece con las promesas de cambiar que le hace su esposo. Es necesario que acuda a algún lugar especializado para la atención de mujeres víctimas de violencia, como es en los Institutos de las Mujeres, en el Sistema de Desarrollo Integral de la Familia (DIF), Centros de Justicia para las Mujeres, Organizaciones de Sociedad Civil que atienden esta problemática (es difícil que encuentre psicólogas cristianas evangélicas, especializadas en violencia, que le puedan ayudar).

Recuerde algo importante, una vez que acuda a la atención profesional es necesario que no falte a sus citas, esto le ayudará a mejorar su autoestima, a poner límites para dejar la violencia completamente. Usted no es culpable de la violencia que padece, la responsabilidad está en el hombre que la ejerce, por lo que él también necesita acudir a algún lugar para su tratamiento, pero él lo deberá buscar, no usted.

Hable con su Pastor de la violencia que padece para que sea apoyada espiritualmente al igual que su esposo, pero esta atención debe ser por separado, al hacerlo juntos él se la pasará culpándola de todo y usted puede tener un retroceso en su tratamiento.

Si la violencia que padece es grave y su vida corre peligro, es necesario que salga de su casa y se resguarde con algún familiar o pida ayuda para ir a un refugio donde le brindarán seguridad y un tratamiento especializado, generalmente son gratuitos. Si es necesario, acuda a una Agencia del Ministerio Público a denunciar la violencia porque es un delito.

Referencia

1 Extracto del Cuestionario Autodiagnóstico de Violencia Intrafamiliar. Cáceres, Ana y otras colaboradoras del servicio Nacional de la Mujer de Chile.

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