UNO QUE SE OFRECE POR TODOS

El mandamiento de Jesucristo de celebrar el acto de comer el pan y beber el vino tiene una profunda trascendencia. Mucho más allá de lo que alcanzamos a ver, en su origen mantiene un significado que jamás deberá cambiar con el paso de los años. Vale la pena que intentemos recuperar el sentido de las expresiones y descubrir no una frase, sino una presencia y unidad dados por el acto sublime de la Cena del Señor.

La frase pronunciada al distribuir el Pan partido: Esto es mi Cuerpo (Marcos 14:22) significa: «Esto soy yo mismo; con este pan me doy a mí mismo». Según esto, si Jesús interpreta la acción de distribuirles el Pan partido (una acción con significado) con las palabras: «Esto soy yo», esta frase quiere decir que: al recibir los discípulos el pan, participan de la auto entrega de Jesús. Y la frase de la copa: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada (Marcos 14:24b), derramar la sangre se usa cuando se habla de la muerte violenta y de entregar la vida. En otras palabras equivaldría a: «Esta es mi muerte por la multitud», que interpreta la muerte de Jesús como expiatoria y ofrecida en nombre y representación de la muchedumbre; o sea, «uno que se ofrece por todos».

Al distribuir el pan partido y al pasar el vino, la realidad significada por las palabras indica que los discípulos participan de la entrega que Jesús hace de su propia vida por los demás. Debemos agregar a esto la perspectiva profética (Marcos 14:25), que coloca a la Cena del Señor en un horizonte del futuro: Jesús introduce a sus discípulos ya ahora en la venida del Reino de Dios.

«La última Cena es la última de las comunidades de mesa que Jesús tiene con sus discípulos; y, al igual que todas estas comunidades, fue un anticipo de su pleno cumplimiento en el Reino de Dios. Aquí y ahora los hijos Pródigos pueden ya sentarse a la mesa del Padre. A la vez, es un ruego para que lleve a cabo la consumación de su Reino» (Joachim Jeremías).

En 1 Corintios 11:28, tomar la Cena o dejar de hacerlo es una responsabilidad personal; cuando participamos cada uno de nosotros nos sometemos a la acción salvífica de Dios o a su juicio. La invitación a participar de la mesa nos pone de nuevo frente a esta decisión.

Participamos de los emblemas en comunidad y no individualmente. Nuestra vida en la Iglesia es confirmada en la Cena. No podemos evadir las disensiones que tuviéremos con nuestros hermanos. No debemos dividir el Cuerpo de Cristo. Él, como padre de la familia reparte a todos sus hijos.

La Cena del Señor tiene a lo largo del Nuevo Testamento un carácter festivo. Vivamos con alegría y reverencia de la prenda que Él ha dejado. En medio de este mundo sin esperanza, en un tiempo de tormentas, el ser cristiano se alza triunfante viviendo y amando la eternidad del Reino de Dios.

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