UN SECRETO A VOCES: LA VIOLENCIA EN LA FAMILIA
La violencia es considerada un problema de salud pública por la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 1996, al mismo tiempo es también una violación a los derechos humanos.
Familias que sufren violencia
Desafortunadamente, la violencia familiar también está presente en las familias creyentes en Dios, porque es una práctica aprendida a partir de las creencias culturales y sociales para resolver los conflictos. De tal forma que la violencia se utiliza en la familia, en la escuela, en la calle, en los medios de comunicación, en el deporte.
La práctica de la fe debería ser un factor importante para romper con este problema, al menos eso se esperaría; sin embargo, no es así. Los últimos catorce años de mí vida los he dedicado a la atención de mujeres en situación de violencia y observo que un porcentaje significativo de mujeres proceden de familias cristianas evangélicas, donde la violencia se ejerce de igual forma que las que no profesan esta fe. Es decir, también utilizan la violencia para resolver los conflictos las personas creyentes.
Las relaciones entre los miembros de la familia generan conflictos a diario, mismos que deberían resolverse mediante el diálogo y acuerdos y no a través de la violencia.
Dos ejemplos bíblicos
La Biblia nos da un ejemplo de esta violencia en el libro de Génesis capítulo 4:4-7. Para Caín, es un problema que su ofrenda no haya sido del agrado de Dios. En realidad, Abel no tenía culpa alguna de ello, pero Caín se enoja. Dios lo busca y lo confronta con sus emociones. Su molestia no le permitió utilizar la razón para resolver el conflicto de forma pacífica, por el contrario, termina trágicamente.
Seguramente, después de este hecho, se volvió cotidiano el uso de la violencia en la resolución de conflictos, de tal forma que Génesis 7:11-13 dice: Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra. Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra.
La violencia ejercida entre las personas origina la destrucción de toda la tierra, porque dice que toda estaba llena de violencia. Tal pareciera que no había más remedio que terminar con las personas y todo lo creado por Dios. Sólo se salva la familia de Noé y los animales que se señalaron. Dios obró misericordia en ellos.
La violencia es un mal que progresa. Surge en el interior de las personas, se incrementa, se recrudece a diario y en muchas ocasiones termina de-sintegrando la familia.
Estos dos relatos en el mismo libro nos muestran lo antiguo que es el uso de la violencia como una forma de resolución de conflictos, que no termina con el Diluvio. A lo largo de la Biblia encontramos historias donde la violencia es la protagonista.
¿De dónde surge la violencia?
Pero, ¿dónde o por qué nace esta violencia en el seno de la familia? Por ejemplo, en el caso de la violencia contra las mujeres, una respuesta recurrente de quienes estudian este problema, señalan que esta violencia es una consecuencia de la desigualdad de género. A muchas personas, sobre todo del mundo cristiano, les cuesta trabajo comprender esto, porque lo señalan como conceptos feministas; sin embargo, la historia de Caín y Abel nos orientan en este sentido.
En el caso de la violencia en la familia, la desigualdad que origina la violencia, no sólo es entre los géneros, también se da entre hermanos o hermanas, de hijos a padres, de mujeres a hombres, y más. Caín era el primogénito, por tanto consideraba que tenía mayores privilegios. Tal vez en su historia familiar se lo hicieron creer de esa manera, así que, al momento de presentar la ofrenda ante Dios daba por hecho que la de él sería la más agradable, sólo por ser el mayor; al no resultar como suponía, se posiciona en él la frustración, por lo que en el intento de mostrar su supremacía decide agredir a Abel hasta matarlo.
Antonio Ramírez, psicólogo mexicano que trabaja en San Francisco, California con hombres que ejercen violencia, señala que el hombre violento con su pareja, tiene como objeto tenerla bajo control para obtener beneficios al disponer de los recursos de ella. Es una forma de lograr que la mujer sirva en todo al hombre. Por lo que los hombres se han convertido en cuidadores y promotores de una presunta superioridad sobre las mujeres. Cuando un hombre mantiene a una mujer desequilibrada, sin alternativas, desprovista de recursos económicos o intelectuales, desprovista de sus propias capacidades para satisfacerse a sí misma y tomar decisiones; cansada, exhausta de cuidar a toda la familia, lo que hace es preservar este modelo donde el hombre manda y la mujer se somete.
Por lo anterior señala que, «al creerse superior, va a ser violento para imponerse y mantenerse como dominante»1, por lo que él cree que está justificado para usar la violencia al imponerse como padre, esposo, proveedor, dueño, jefe, autoridad, entre otras situaciones que le darían poder.
Entonces: ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?, pregunta Santiago (4:1) y él mismo contesta con otra pregunta: ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros. Estas pasiones internas se desatan por mantener el poder. Culturalmente hemos aprendido que el más fuerte gana y el débil se somete; por tanto, se deberá imponer toda la fuerza para mantener esa disposición.
La violencia que sufren las mujeres
La violencia contra las mujeres es un problema universal y ancestral, que al paso de las generaciones es aceptada como «normal», considerada hasta hace pocos años como un problema de cuatro paredes, esto quiere decir que estaba prohibido quejarse o hablar del problema fuera de casa. El hogar se supone que debe ser el espacio más seguro para los y las integrantes de la familia, con la práctica del amor como esencia; sin embargo, ha sido señalado como el lugar donde las mujeres corren mayor riesgo de experimentar la violencia.2
La violencia contra la mujer se define como cualquier acción o conducta, basada en su género, que le cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico, tanto en el ámbito público como en el privado. En la definición, se señala que la violencia puede tener lugar dentro de la familia o en cualquier relación interpersonal.3
Estamos ya en el siglo XXI y pareciera que se ha incrementado la violencia familiar, pero, muchas personas diríamos que no ha aumentado, más bien es que hoy se denuncia más, ha dejado de ser un asunto de cuatro paredes; existen leyes, programas y políticas públicas a nivel federal, estatal y municipal que permiten que las personas que sufren violencia expongan la problemática que viven. Resulta paradójico que con tanto avance, las mujeres en las Iglesias locales permanezcan en silencio, ocultando la violencia en la que se encuentran. Somos parte de México y de sus encuestas que nos dicen que 7 de cada 10 mujeres en nuestro país aceptan que han tenido alguna situación de violencia en su vida4, por lo que las mujeres de nuestras congregaciones no escapan de ello.
Considero todavía mayor el problema en la comunidad evangélica, porque los conceptos religiosos aprendidos orillan a las mujeres a permanecer calladas, porque no pueden evidenciar al marido, -«qué dirán los hermanos o las hermanas», tienen temor a ser criticadas, o en otras ocasiones cuando se atreven a confesarlo al Pastor o a cualquier otra autoridad de la Iglesia, reciben en muchas ocasiones respuestas como: «aguante», «no lo deje, ore a Dios», «así nos pasa a muchas» «no se preocupe, luego se compone, así era mi esposo», de tal forma que estos factores contribuyen a perpetuar la violencia en las familias de muchos hogares cristianos.
El mayor problema de las mujeres en situación de violencia es su silencio, que es el reflejo de la indefensión, en la que han aprendido a vivir a lo largo de padecer la violencia. Los actos perpetrados hacia ellas las conduce a desarrollar mecanismos para aminorar su sufrimiento, de tal forma que se esfuerzan en darle gusto al marido, vestirse como a él le gusta, evita pedirle el dinero para el gasto, trabaja demasiado para mantener limpia la casa o para prepararle los alimentos, para lavarle y plancharle la ropa, evita que los hijos o hijas hagan ruido, entre otras cosas.
Tipos de violencia
En algunas familias, los actos anteriores están muy naturalizados. Como se viven a diario, las personas consideran que eso es normal y creen que todas las familias viven así. La violencia no sólo es el golpe, son los insultos, la descalificación, el sometimiento, el condicionar el gasto familiar, el obligarla a tener relaciones sexuales. Actualmente estos actos se han clasificados en tipos o formas de violencia.
Según las leyes mexicanas, los tipos de violencia que padecen las mujeres en el hogar son la física, psicológica, sexual, económica y patrimonial5.
La violencia psicológica: Es cualquier acto u omisión que dañe la estabilidad psicológica de la mujer, que puede consistir en: abandono, celos, insultos, humillaciones, devaluación, decirle «que no vale nada», que es «tonta», hacer comparaciones destructivas, rechazo, amenazas, ponerle etiquetas, las cuales producen en la mujer la depresión, devaluación de la autoestima que las puede llevar hasta el suicidio. Este tipo de violencia es la más frecuente.
La violencia física: Es cualquier acto que produce daño, usando la fuerza física o algún tipo de arma u objeto, que le provoca o no lesiones; además de empujones, bofetadas, patadas, pellizcos, puñetazos, jalones de cabello, encierro, intentos de ahorcamiento ya sea con las manos o algún objeto.
La violencia patrimonial: Es cualquier acto u omisión que afecta la supervivencia de la víctima, como el robo o destrucción de sus pertenencias personales, incluyendo documentos, bienes y valores, recursos económicos. Incluye el patear las puertas de la casa de la persona afectada o de sus familiares, la ruptura de vidrios.
La violencia económica: Es toda acción u omisión del agresor que afecta la supervivencia económica de la víctima. Se manifiesta a través de limitaciones económicas, no dándole dinero o condicionándola a cambio de que se porte bien o haga lo que el marido dice.
La violencia sexual: Es cualquier acto que degrada o daña el cuerpo y/o la sexualidad de la víctima y que por tanto atenta contra su libertad, dignidad e integridad física. Ejemplos: obligarla a tener relaciones sexuales después de una discusión, llevar películas pornográficas a casa y/u obligarla a verlas, hasta la violación de parte del marido.
Los hijos, sufren violencia
La violencia que reciben las mujeres al interior de la familia tiene repercusiones para ella en diferentes áreas y un efecto traumático para las hijas e hijos que la observan.
En la familia, además de las mujeres, los hijos e hijas también la padecen y en doble sentido: uno porque observan la violencia infligida hacia la madre y, en otro sentido, cuando la reciben. El abuso infantil es mucho más frecuente que la violencia hacia las mujeres, porque también se ve como «normal» golpear a los hijos o hijas para corregirles, «solo así entienden», dicen algunas personas adultas, también señalan: «una nalgada a tiempo te ahorrará dolores de cabeza» o usamos la «vara santa» (la que se compra en la librería bíblica) que tiene inscrito el pasaje de Proverbios de «corregir al hijo con vara».
Aprendemos desde la infancia que nos corregimos con golpes. Usamos la violencia para poner límites en lugar de enseñar y aplicar reglas. Cuando la ira se apodera del padre o la madre porque su autoridad es desafiada por los hijos e hijas entonces la medida correctiva que se aplica lastima física y psicológicamente a los hijos e hijas, en ocasiones llevándoles hasta la muerte.
Consejos bíblicos para la familia
La Biblia nos orienta para encontrar salida a este problema mundial. Dios reprueba la violencia, basta sólo con leer el relato del diluvio para entenderlo; la violencia en el hogar va contra el principio de familia instituido por Dios.
La familia es el lugar diseñado por Dios para que el padre, la madre, las hijas y los hijos encuentren y ejerciten el amor, la seguridad, la comprensión, el apoyo mutuo para que se desarrollen sanamente en su amor.
El hombre y la mujer fueron creados a la imagen y semejanza de Dios, los hizo iguales ante Él, con algunas diferencias biológicas, pero iguales, para disfrutar de sus bendiciones (Génesis 1:27).
Este artículo es dirigido principalmente para personas creyentes en Dios. El apóstol Pablo en la Carta a los Efesios 5:21-6:4 deja recomendaciones precisas para toda la familia, yo agregaría o interpretaría que son puntos importantes para prevenir y atender la violencia familiar. Estas palabras las resumo en lo siguiente:
Primero.- El hombre es autoridad en la familia (como lo es Cristo Jesús en la Iglesia), para guiarla, cuidarla, protegerla; por tanto, es autoridad para amar a la mujer y cuidarla como a su propio cuerpo. Pablo en ningún momento habla de someterla, sobajarla y mucho menos golpearla.
Segundo.- La mujer sujeta al marido, es decir pegada o sostenida en él, en obediencia a un hombre que la cuida, la protege, le enseña y la santifica. La sujeción se debiera dar de forma natural porque el hombre actúa con el cuidado y amor que Dios le ha encomendado. Pablo no dice que la mujer debe soportar de su esposo los golpes, insultos, descalificaciones o hasta amenazas de muerte.
Tercero.- A padre y madre les recomienda que guíen a sus hijos en disciplina (reglas) y amonestaciones del Señor. Tampoco dice Pablo que se disciplinen con golpes; al contrario, les dice que no provoquen ira en sus hijos.
Cuarto.- A los hijos e hijas les pide que sean obedientes al padre y a la madre, pero además refuerza el sentido de igualdad para ambos cuando dice que se honre a padre y madre, entiendo que es honrarles por igual, no más al padre porque trae el dinero o más a la madre porque es quien da a luz a los hijos e hijas.
S.O.S. ¡Salvemos a la familia!
Somos hijas e hijos de Dios con entendimiento, con compromiso de amar a Dios y nuestra mejor muestra de amor hacia Él, es nuestra obediencia; por lo que, les invito a reconstruir nuestras familias a través del conocimiento de la Palabra de Dios, que nos guía a reconocer nuestros pecados para arrepentirnos y cada día disfrutar de la vida en abundancia que nos vino a ofrecer nuestro Señor Jesucristo.
Hombres y mujeres valemos por igual ante Dios (no hay judío, no hay griego, no hay hombre, no hay mujer), somos parte de su esencia, comprados con sangre. Miremos al frente, hagamos un análisis de nuestras relaciones en el hogar, ¿cómo vivimos?, si hay violencia es tiempo que nos humillemos ante Dios, para que Él sane a nuestra familia.
Pongo a sus órdenes la Organización en la que atendemos a víctimas de violencia:
Fundación Luz y Esperanza A.C.
Domicilio: Calle 6 de enero, 104, Colonia Centenario. Saltillo, Coahuila.
Teléfono (01) (844) 4 10 53 72 y 4 81 76 57
e-mail: rmsalazarr@hotmail.com
Bibligrafía
1 Violencia Masculina en el Hogar. Felipe Antonio Ramírez Hernández. Pax México. 2000
2 Estudio multipaís de la OMS sobre salud de la mujer y violencia doméstica contra la mujer: primeros resultados sobre prevalencia, eventos relativos a la salud y respuestas de las mujeres a dicha violencia: resumen del informe. http://apps.who.int/iris/bitstream/10665/43390/1/924359351X_spa.pdf
3 Convención Interamericana Para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la Mujer “Convención De Belem Do Para”.
4 Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2011. Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI)
5 Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Artículo 6.
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