Luz en tiempos de dolor

Hna. Inés García Juárez

Sabemos que la luz y la oscuridad son parte de la vida, sin embargo, cuando lleguemos a sentir el más espantoso dolor o experimentemos la más terrible oscuridad, recordemos cuán importante es la luz de Jesús para iluminar nuestro camino. Abandonemos la confianza en nuestras fuerzas y aprendamos a depender únicamente de su maravillosa luz, que nos descubre a través de su evangelio las promesas de renovación y salvación. ¡Oh, Jehová, Dios de los ejércitos, ¡restáuranos!, Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos (Salmo 80:19).

Una de las mayores dificultades con las que se ha enfrentado nuestra moderna y avanzada humanidad en pleno siglo XXI, es la pandemia COVID-19, que ha registrado un gigantesco cambio en la historia de todo el mundo, llenándonos de incertidumbre ante el futuro. Desafortunadamente la modernidad, la tecnología, las grandes conquistas del espacio y los grandes esfuerzos que día con día hace la ciencia, no han sido suficientes y de pronto perdimos el control, que creíamos tener, de la realidad que nos rodeaba, quedando vulnerables ante una situación que nos ha rebasado.

Muy pocas veces la humanidad entera se ha enfrentado a su propia fragilidad. La sensación de seguridad, que podían tener las empresas, las familias o los gobiernos, desapareció en un instante debido a esa inesperada nube de oscuridad que se cierne sobre todas las naciones y que ha colocado al hombre frente a su realidad. Lo que le ha llevado a tomar medidas de restricción en diferentes actividades laborales, educativas o religiosas; todo con el fin de disminuir el contagio del virus. Esto ha ocasionado un enorme caos emocional, primeramente, por el temor a enfermar y morir, en seguida, por la falta de empleo y el distanciamiento de amigos y familiares que funcionan como una red de apoyo emocional.

Todos, en mayor o menor grado, hemos sufrido algún tipo de pérdida; el fallecimiento de un ser querido, la pérdida de la salud o de un bien material, inclusive pérdidas intelectuales a causa de la edad o la muerte de una mascota, lo cierto es que, el dolor y el sufrimiento son inevitables, ambos son humanos y nos llevan a vivir el duelo como un proceso de adaptación emocional, cognitiva y conductual que se percibe como la respuesta ante una pérdida, misma que nos desequilibra emocionalmente y nos inunda de dolor, por lo que es necesario desahogarnos.

Expresa tu sufrimiento

Algunos personajes en la Biblia se expresaron en medio de la crisis:

Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido; han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios (Salmo 69:3).

Cuando esperaba yo el bien, entonces vino el mal; y cuando esperaba luz, vino la oscuridad (Job 30:26).

Nunca será fácil atravesar por momentos de oscuridad, pero cuando el dolor y el sufrimiento se apoderen de nosotras, justo en ese momento, será necesario y saludable detenernos en el camino, vivir los procesos normales de cualquier duelo, sentirnos abatidas y darnos tiempo para estar tristes, así como David y Job. Es necesario llorar hasta que se agoten las lágrimas, expresar todo lo que sentimos, para llevar a cabo una transformación emocional que finalmente nos conducirá a una profunda reflexión. Aumentará más nuestra fe y nos permitirá dejar atrás toda tribulación. Y olvidarás tu miseria, o te acordarás de ella como de aguas que pasaron. La vida te será más clara que el mediodía; aunque oscureciere, será como la mañana (Job 11:16-17).

Jesús es luz de vida

Ante esta difícil realidad, surge una solución que nos brinda la luz que necesitamos para transitar por un camino lleno de esperanza de vida, Jesucristo nos dice: Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas (Juan 12:46). La única respuesta que podemos encontrar en el valle de oscuridad y muerte es la presencia de Jesucristo como la luz de vida para el mundo y las naciones, ya que su misión tiene un alcance universal y eterno. Depositemos nuestras cargas en sus amorosas manos y no sigamos sumidas en el dolor. No nos confundamos bajo esa nube de oscuridad. El Señor Jesús nos dice: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida (Juan 8:12).

Jesús sana el dolor

Si nunca hemos experimentado la oscuridad, entonces, ¿cómo podríamos entender y percibir la luz? Tal vez hemos sentido que nuestra vida se destroza, que nada tiene sentido. Tal vez estemos paralizadas por la depresión y nos ahoguen tanto las tragedias, que sentimos que no podemos respirar. Quizás nos sintamos tan lesionadas que no aguantamos más, pero ante el panorama más tenebroso que estemos viviendo, levantemos la mirada para encontrar a Dios como una luz que tiene el poder para disminuir el dolor de la herida más profunda, que funciona como un bálsamo sanador para la enfermedad de nuestra alma, porque la luz de Jesús resplandece y pone aceite en nuestras llagas, nos levanta y nos cuida con amor, El sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas (Salmos 147:3).

Levántate y resplandece

No podremos proyectar la luz de Cristo viviendo bajo las tinieblas del dolor, aunque nos sintamos caídas y derrotadas, que nuestro resplandor no dependa de las circunstancias que vivimos, ni de lo que suceda a nuestro alrededor. Nuestro gran desafío será levantarnos de cualquier tribulación para resplandecer con la luz de Jesús. Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; más sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria (Isaías 60:1-2).

Refleja la luz de Jesús

Permitamos que Jesús nos inunde con su luz y desvanezca toda tiniebla, que sobre nosotras sea vista su gloria, que nos use como instrumentos que esparcen por el mundo las buenas nuevas a través del evangelio, que en los surcos del dolor, logremos plantar semillas de esperanza, porque la luz hace que las tinieblas desaparezcan, ya que no tiene fuerza ni energía, tampoco tiene poder, ni puede invadir la luz de Cristo que habita en nosotras y como hijas de luz, debemos ser los espejos que la reflejan. Porque ustedes antes eran oscuridad, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de luz (Efesios 5:8, NVI).

Finalmente

El dolor es la oportunidad que se nos presenta para crecer, visualicemos a la oscuridad como una oportunidad para reflexionar, no permitamos que el caos que reina en la tierra empañe nuestra luz, al contrario, que la tristeza que vivimos nos permita apreciar más los momentos de felicidad, que la distancia y el temor a la muerte nos haga valorar y amar más a nuestros seres queridos. Tengamos la certeza de que la noche más oscura terminará y entonces amanecerá y saldrá el sol más brillante que nunca. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella (Juan 1:5).

No podemos negar que hay tinieblas en este mundo, pero lograr la estabilidad y la paz dependerá de nuestra capacidad para enfrentar y superar adversidades, de nuestra fidelidad y confianza en Jesucristo como la única fuente de luz y de vida, de nuestra fortaleza para enfrentar las tinieblas que se presenten a futuro. Aprendamos que las dificultades de la vida son el medio que Dios utiliza para crear sentimientos vitales para nuestro autoconocimiento y así fortalecer nuestro ser. Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz (Números 6:24-26).

Referencias:

Biblia de Estudio Plenitud, Grupo Nelson, 2008. Versión Reina Valera Revisión 1960.

https://www.biblegateway.com

https://www.misionvida.org/luz-que-alumbra-mis-tinieblas/

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