Una iglesia sana y que sana

Min. Joel J. Pachuca Rosales

«Una iglesia sana y que sana», escuchaba al predicador decir. Un predicador, que meses atrás, el cáncer lo postró por largos periodos, a veces en casa, otras en el hospital. Y era en el hospital donde oraba y alentaba a otros enfermos. En ocasiones con dolor, otras veces sin fuerza, pero no dejaba la oportunidad de dar esperanza a otros a su alrededor. Quienes iban a animarlo, salían animados de la visita. Este desafiante testimonio, hace recordar uno de los sentidos esenciales de la iglesia: la sanidad, su esmero en el proceso de sanación de ella y ocupada en la sanación de otros. Ambas tareas, en Dios. 

La iglesia está llamada a ser una comunidad sana y sanadora. En palabras del escritor argentino Daniel Schipani: «Las marcas de la iglesia como comunidad sanadora son: pueblo de Dios, cuerpo de Cristo y morada del Espíritu Santo. Dichas categorías no pueden considerarse por separado, solamente desde el aspecto metodológico es posible hacerlo. Estas marcas son maneras específicas en que la comunidad de fe se comporta y son las que hacen posible las prácticas y experiencias de cuidado, apoyo y sostén de las personas que se involucran en la vida de la iglesia.»1

La iglesia como pueblo de Dios. 

La iglesia, entre las diferentes analogías que menciona el Nuevo Testamento, es pueblo de Dios. Es el pueblo de Dios que anda peregrino. Estar como peregrinos en el camino es una metáfora que nos ayuda a no creer que vamos solos. Es en ese camino donde se da el encuentro con otros, pues el pueblo de Dios está llamado a vivir en relaciones de fraternidad, amor y solidaridad. «La iglesia como pueblo de Dios significa que ella debe asumir una actitud de franca solidaridad y de comunión, de manera que pueda estar en camino junto con los pueblos, las naciones y las sociedades, ella es pueblo de Dios peregrinante»2.

La iglesia como cuerpo de Cristo. 

El apóstol Pablo desarrolla la idea de la comunidad como cuerpo de Cristo (1 Corintios 12). Dejando claro que no hay alguien más importante que otro, por ninguna razón, como por ejemplo, algún talento excepcional que tuviese. Cada parte permite, con su aporte, que todo el cuerpo funcione armónicamente.

El teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer3, con relación a la identidad de iglesia como “cuerpo de Cristo”, refiere que la iglesia tiene su unidad en la vinculación de la persona de Cristo y con la comunidad. Dios no puede verse en la comunidad sin Cristo, pues es a través de Él que va a actuar en la comunidad”. La iglesia está llamada a abrazar, tocar, caminar, hablar, como lo hizo Cristo, cuando tuvo cuerpo en la tierra. 

La iglesia como morada del Espíritu. 

La iglesia es morada del Espíritu Santo, referido por Juan como el consolador: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Juan 14:16). En referencia a la función del Espíritu Santo como acompañante, consejero, consolador y abogado. Veamos:

Parakléseos (παρακλήσεως), término que aparece en 2 de Corintios 1:3 y en Juan 14:16.

Paráclesis (Παράκλησις), implica acciones como consolar, confortar, exhortar, animar, ayudar.

ParáclitosΠ (αράκλητος), se refiere al que proporciona protección, seguridad, ayuda, a quien conforta o da consejo. 

El apóstol Pablo habla del Espíritu que se manifiesta en la comunidad por medio de los dones que le otorga a cada miembro4. Esto permite que la comunidad reciba un poder para desempeñar su misión. La iglesia es una comunidad sanadora donde mora el Espíritu. En la comunidad, el Espíritu se manifiesta en el servicio y la colaboración de unos con otros, no hay jerarquía de dones, todos estamos invitados y convocados a ponerlos a disposición de la comunidad. La comunidad debe tener siempre presente el ejemplo de Jesús, cuando lava los pies a sus discípulos (Juan 13:14). La autoridad que distingue a la comunidad es el servicio, no el poder desde una posición de jerarquía para regir la vida de los otros.

La iglesia, llamada a servir para sanar

El servicio al que está llamada la iglesia implica la acción de estar cerca con quien sufre para buscar su sanidad. En el Antiguo Testamento la palabra servicio está relacionada con la acción de sanar. En la Septuaginta, que es una traducción del Antiguo Testamento al griego, se traduce en numerosas ocasiones la palabra servicio mediante el vocablo θεράπων, que trasliterado es therapeu. Esto, debido a que la etimología de esta palabra refiere a un “estar cerca”. Describe la acción de alguien que se mantiene cerca de otro como medio para su sanidad. 

En la evolución del término, therapeu fue relacionándose más con la acción de un médico o psicoterapeuta que se mantiene cerca de un paciente para socorrerlo y acompañarlo en su proceso de sanidad. No obstante, desde la perspectiva bíblica, therapeu es la acción de servicio de quienes Dios llama, que describe su cercanía y calidez en el acompañamiento hacia el débil y enfermo.

En la Septuaginta, se utiliza therapeu para describir la acción de los líderes que sirven a Dios acompañando al pueblo (Números 12:7; Josué 1:2; 8:31,33; 9:4,6). El ejemplo más claro es Moisés, quien fue un “pastor” para Israel, los acompañó en el proceso de transición de la esclavitud a la libertad. La carta a los Hebreos lo expresa así: Así pues, Moisés, como siervo (θεράπων, therapeu), fue fiel en toda la casa de Dios, y su servicio consistió en ser testigo de las cosas que Dios había de decir (Hebreos 3:5, DHH).

El ministerio sanador de Jesús

En el Nuevo Testamento, este pasaje de Hebreos es el único en el que se utiliza therapeu para referirse al servicio, la mayoría de las veces se utiliza para describir las acciones sanadoras de Jesús. Esta es la base para concluir que entre los discípulos el servicio se entendía como acciones encaminadas a acompañar a otros en el proceso de restaurar y sanar, pues Jesús servía a la gente sanando. El evangelista Mateo da el siguiente testimonio: “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando (θεραπεύων) toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mateo 9:35). 

Jesús vino a traer salvación y sanidad

La iglesia está llamada a buscar a los perdidos para salvación. Pero la salvación desde la perspectiva bíblica no sólo es en términos futuros al final de los tiempos. La salvación que trae Jesús inicia desde que Él llega a la vida de la persona.

Salvación y sanidad. La Biblia, habla de la salvación en términos futuros, pero también en términos históricos, de liberación y de sanidad. En el sentido básico de la palabra, el término salvación está relacionado con sanidad. Por eso algunos textos donde algunas traducciones utilizan la palabra “salvación”, la misma traducción en otras revisiones anteriores usa la palabra “salud”. Tal es el caso de la versión Reina Valera Antigua. Veamos, por ejemplo, las líneas finales del Salmo 91: 

Lo saciaré de larga vida,

Y le mostraré mi salvación 

(Reina-Valera 1960).

Saciarélo de larga vida,

Y mostraréle mi salud

(Reina-Valera Antigua).

En la Biblia encontramos muchos ejemplos de que la salvación, en un sentido, se presenta como sanación. Todo el ministerio de Jesús está lleno de referencias al acto de salvar, cuya evidencia concreta está en el sanar. Ante cojos, ciegos, enfermos, la expresión de Jesús: “tu fe te ha salvado”, se hacía palpable en la sanidad de ellos. 

El servicio sanador de Jesús revela aspectos muy importantes de su actuación que orientan nuestro accionar como discípulos hoy en día: 

1. Las sanaciones de Jesús muestran su cercanía a los marginados. Los enfermos, y por causa de ellos sus familias, tenían que soportar una situación de marginación por parte de la sociedad de aquella época (por ejemplo, Juan 9:1-2). Jesús, contra corriente: toca, abraza, tiene comunión, dialoga, establece contacto, se acerca y convive con los enfermos, impuros y marginados. 

2. Las obras de sanidad de Jesús evidencian lo central de las personas sobre las tradiciones. El hecho de que Jesús se acerque a los enfermos marginados, los toque y se deje tocar por ellos era un atentado contra las normas de pureza que gobernaban la sociedad palestina del siglo primero. El ejemplo de Jesús es un ejemplo para nosotros. Es ineludible preguntarnos: ¿Qué tradiciones, costumbres o formas representan un obstáculo en la actualidad para que la iglesia, los creyentes, desarrollen ministerios de servicio sanador? ¿Cómo superar tales obstáculos?

Por una iglesia sanadora

Ser discípulos de Cristo implica ser siervos, cuya tarea es la de estar cerca de los necesitados para acompañarlos en sus procesos de salvación, liberación y sanación: “y sanad (θεραπεύετε) a los enfermos que en ella haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios” (Lucas 10:9).

Las siguientes acciones son ejemplos concretos de cómo desarrollar la salvación aquí y ahora, este servicio sanador entre nosotros y hacia los demás:

1. Restauración: promover la sanidad de la persona en todos los ámbitos de su vida y que, a la misma vez, pueda sentirse renovada, en condiciones para desempeñar sus responsabilidades.

2. Contención: proveer un espacio donde la persona se sienta sostenida y segura. Implica el apoyo y respaldo en las crisis. 

3. Orientación: invitar a la persona a pensar y discutir una variedad de opciones que puedan facilitar la resolución del conflicto o crisis que se haya presentado. 

4. Reconciliación: generar espacios para abrir el corazón, confesar los errores, ante Dios o los demás, para reconciliarse. La expresión histórica de esta función incorpora aspectos como la confesión y el perdón.

5. Formación: discipular a las personas para que alcancen su plenitud en Cristo y desarrollen sus dones, sirviendo en ministerios acordes a estos. 

6. Liberación: proporcionar contextos de seguridad y confianza mutua que faciliten a la persona la oportunidad de enfrentar y superar las experiencias que le han impedido realizar sus sueños, alcanzar metas y contribuir a la sociedad. 

7. Dignificación: fomentar la transformación de aquellas personas que se sienten víctimas y dependientes de fuerzas externas e internas que las paralizan, en protagonistas de su historia, que se levantan a servir.

Una iglesia sanadora, es una comunidad que hace suyas las palabras de Jesús que tomó del Antiguo Testamento y aplicó a su ministerio: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4:18-19).

¡Amén! ¡Que así sea!

Referencias:

1 SCHIPANI, Daniel. Bases eclesiológicas: La iglesia como comunidad sanadora, 1997

2 MOLTMANN, Jürgen. La iglesia, fuerza del Espíritu. Hacia una eclesiología mesiánica. Sígueme: Salamanca, 1978

3 BONHOEFER, Dietrich. Creer y Vivir. Salamanca: Sígueme, 1974

4 En 1 Corintios 12: 4-11

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