La amistad que salva

Min. Israel Delgado Sánchez

“En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia”

Vivimos en un mundo donde la amistad es definida en función de la cantidad de amigos y seguidores en los sitios de redes sociales. Interactuamos con otras personas publicando fotos de las vacaciones, de los lugares que visitamos y actualizaciones sobre los logros propios, o de nuestros hijos y cónyuges; compartiendo videos graciosos o de otro tipo en concordancia con algunos de nuestros intereses. Pero si bien estas cosas pueden ayudarnos a mantenernos conectados en algún nivel, difícilmente son los componentes básicos de una relación cercana que resulten nutricios.

De muchas formas, nuestro estilo de vida moderno va en sentido contrario de la amistad. Casi todo el mundo está sobrecargado, sobrecargado y sobrecargado. Entre el trabajo, las clases, las tareas del hogar y los compromisos familiares, no queda mucho tiempo para desarrollar o cultivar amistades. Una pequeña charla con compañeros de trabajo o mensajes de texto para decir «hola» puede ser todo lo que logremos realizar en el día.

Sin duda, incluso las interacciones breves pueden ser bendición en nuestro día. Sin embargo, Dios nos creó para propiciar algo más que lazos sociales superficiales. Necesitamos amistades verdaderas. Amistades conforme a los principios y actitudes sugeridos en la palabra de Dios.

Este es el tipo de compañerismo que Salomón describe en Eclesiastés 4:9, 11-12. Donde escribió: “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo.… De nuevo, También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán…”.

En la Biblia encontramos una muy amplia variedad de referencias a la amistad. Y la riqueza de los textos que nos la presentan reside en que proporcionan una gama de aristas tal, que ponderan muchos de los atributos de la amistad como don, pero también como ámbito de lo humano, acaso a veces problemático, pero al final don de gracia del Creador para ser bendecidos con el que nos otorga su amistad.

Desde el Antiguo hasta el Nuevo Testamento, la Biblia está llena de historias y consejos sobre el tema. Se nos dice que los amigos aman en todo momento (Proverbios 17:17), que, a pesar de que nos hieren, es una evidencia del afecto verdadero (Proverbios 27:6), algunos pueden ser perturbadores, pero otros aún más fieles que la misma familia (Proverbios 18:24), proveen un refinamiento y crecimiento mutuos (Proverbios 27:17), pueden compartir su sabiduría (Proverbios 13:20), e incluso pueden sacrificarse por nosotros (Juan 15:13).

En las recomendaciones prácticas sobre la Iglesia, en el Nuevo Testamento, hay también algunos consejos sobre la amistad. Pablo exhortó a los creyentes, y esto puede aplicarse a los amigos en la fe, a ser compasivos, amables, humildes, mansos, pacientes, perdonadores, a tener paz unos con otros, ser amorosos y agradecidos (Colosenses 3: 13-15). Los amigos también se enseñan unos a otros y adoran a Dios juntos (Colosenses 3:16).

Los verdaderos amigos permanecen a nuestro lado no solo para tener diversión, sino también para apoyarnos (Hebreos 10:24-25) y animarnos (1 Tesalonisenses 5:11) mientras corremos la carrera que Dios nos ha puesto por delante. Puede haber un compromiso compartido con la forma de vida de Dios y el deseo de agradarlo y glorificarlo por la forma en que vivimos nuestras vidas. Esa es la esencia del compañerismo bíblico1.

Muy a menudo, nuestra inclinación natural es mantenernos alejados de las personas que enfrentan circunstancias difíciles. ¿Por qué? «A veces tenemos miedo de entrar en el dolor de los demás porque sabemos que es posible que digamos algo incorrecto o que no tengamos las respuestas correctas. Pero, sobre todo, creo, tenemos miedo de la carga», escribe Christine Hoover en Messy Beautiful Friendship (2017)2. Ella llama a la adversidad la «prueba de fuego de la amistad» porque nos pide que «entremos voluntariamente en el dolor de otra persona».

Es como un hermano en tiempo de angustia (Proverbios 17:17). Los verdaderos amigos están dispuestos a soportar la incomodidad para poder apoyarse mutuamente cuando sea necesario. Esto podría significar ser un buen oyente de alguien que necesita hablar, orar o ayunar sobre la situación de otra persona, enviar notas de aliento, brindar ayuda práctica como proporcionar comida o dinero, o simplemente sentarse en silencio con un amigo herido que quizás no quiera hablar, pero aun así no quiera estar solo. Cuando mostramos este tipo de apoyo, no podemos evitar sentirnos más unidos los unos con los otros.

“Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran” (Romanos 12:15). Compartir el dolor de otra persona no es algo que la gente quiera hacer normalmente, pero la primera mitad de este versículo puede ser igualmente antinatural. Muchas veces en nuestro mundo de competencia feroz, las personas se encuentran compitiendo incluso con sus amigos, hundiéndose en la envidia si un compañero los supera. Esto es desafortunado y se da aún entre el ministerio cristiano. En marcado contraste, los amigos amorosos se regocijan en los logros, éxitos y bendiciones de los demás. Cada uno quiere que al otro le vaya bien, incluso si eso significa ser eclipsado por él o ella. Los amigos amorosos encuentran la verdadera felicidad en la felicidad del otro, siempre animando al otro para que lo haga lo mejor que pueda.

“Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero” (Malaquías 3:16). Los amigos piadosos participan en conversaciones significativas para aclarar y profundizar su comprensión de la Palabra de Dios. No es que todo lo que se diga tenga que ser profundo o complejo. Pero con una verdadera amistad fundada en principios bíblicos, nunca parece incómodo hablar sobre los propósitos de Dios y lo que está haciendo en la vida de cada uno.

“Mejor es reprensión manifiesta, que amor oculto” (Proverbios 27:5). Los amigos de fe nos dirán si estamos cometiendo un error grave en nuestras vidas, incluso si nos duele un poco. Todos tenemos puntos ciegos y, a veces, necesitamos otro par de ojos espirituales para ayudarnos a mantenernos en el camino correcto. ¿Debemos señalar cada pequeño defecto o idiosincrasia de nuestros amigos? No, claro que no. Por lo general, nuestros amigos cercanos están dispuestos a pasar por alto nuestros defectos, y eso es algo por lo que podemos estar agradecidos. Sin embargo, cuando lo que estamos haciendo tiene un impacto negativo en nuestra vida espiritual o en las personas que amamos, el asunto es diferente. Los verdaderos amigos se enfrentarán a nosotros y nos instarán a cambiar de dirección.

El ejemplo supremo de amistad es el de Jesús. Él es el máximo ejemplo de amor incondicional pues, “no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45). Él voluntariamente entregó su vida en beneficio de la humanidad que no era digna de su amor y conmiseración. Si queremos tener amistades bíblicas, debemos hacer lo mismo. Debemos amar a los demás con abnegación, lo merezcamos o no y sin esperar nada a cambio.

Juan 15:12-15 dice: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”. A la luz del ejemplo de Jesús podemos extraer algunas enseñanzas inmediatas. Los amigos tienen ideas afines (el amor). Se aman con amor sacrificado, como don de sí mismos. Comparten el uno con el otro desde lo profundo del corazón. Los amigos se conocen bien y promueven el bienestar de los demás.

Nosotros tenemos la bendición de haber sido adoptados en la familia de Dios “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Romanos 8:17) y de haber sido hechos amigos de Jesús. A cambio, estamos llamados a ser buenos amigos unos de otros conforme a los principios de la amistad que nos legó Jesús, primordialmente en su vida, pero también en el resto de su revelación escrita.

Según la Biblia, la verdadera amistad se caracteriza por el amor. Los Proverbios, el ejemplo de David y Jonatán, las instrucciones a la Iglesia y, en última instancia, el ejemplo de Jesús representa la verdadera amistad. Un verdadero amigo ama, da consejos sabios, permanece leal en toda circunstancia, perdona y promueve el bienestar del otro. Llora y se goza porque todo ello lo considera un don de gracia del creador.

Referencias

1 Becky Sweat, Six Characteristics of Biblical Friendship, September/October 2018, Discern Magazine.

2 Christine Hoover, Messy Beautiful Friendship: Finding and Nurturing Deep and Lasting Relationships. Baker books, Gran Rapids, Michigan, 2017.

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