Una iglesia viva y activa bajo la nueva normalidad

Min. Moisés López Román

«Son los edificios que permanecen cerrados, la iglesia no ha cerrado su fe en Jesús que es el centro y la razón de ser.
Mayormente hoy, continúa ofreciendo amor y servicio a los demás».

 

«Para todo lo que suponga bienestar de la gente, la institución no debería esperar a ser invitada, debería adelantarse»
(José Manuel Vidal)

Es verdad que muchas iglesias no estaban preparadas para funcionar sin el culto celebrado en el templo. La actual crisis sanitaria, vino a cambiar gran parte de las diferentes formas en que expresábamos y practicamos nuestra fe. También es verdad que ha cuestionado muchas áreas de ser iglesia, tales como la centralidad en los cultos, el enfoque en lo estético del edificio y las prácticas de amor y servicio aterrizadas únicamente en el interior de la iglesia. Tal y como se expresa en algunos grupos religiosos «Nadie hubiera imaginado, ni en el peor de sus sueños, que nuestras vidas, repletas de acontecimientos sociales, vividas con y para los otros se precipitaban al mayor de los distanciamientos». Ante dicha realidad, la mayoría de la iglesia, por gracia de Dios, ha sabido responder muy bien desde la «esfera digital» para la celebración de los cultos y podría continuar e ir mejorando en lo virtual.

Puesto que, esta pandemia vino para quedarse o al menos en tanto que se tenga la esperada vacuna que combata el virus, necesitamos plantearnos ¿Cómo poder ser la iglesia que practica la caridad y el servicio a los necesitados en medio de tantas restricciones sanitarias? o ¿Será que la iglesia salió del templo para quedarse ahora en Zoom? ¿Cómo ser una iglesia viva y activa bajo la nueva normalidad? Esta última pregunta, ante la situación actual no es fácil de responder, pues esta depende en su mayoría de las condiciones económicas, la idea sobre la pandemia y la visión evangélica que la iglesia tenga de sí misma, sin embargo, en la carta a los Gálatas encontramos algunas exhortaciones emitidas por el Apóstol Pablo que movió a la iglesia a no detenerse en su responsabilidad cristiana y el ejercicio del amor movido por el Espíritu en momentos de necesidad. “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:9-10).

Resulta importante señalar el ambiente social y político en el que se encontraban las poblaciones de Galacia; mucho antes de que fueran evangelizadas por el Apóstol en su primer viaje misionero. Sus inicios se remontan, aproximadamente al siglo III a.C. Se cree que esa gente era procedente de Galia (hoy Francia) y se establecieron en Asia Menor. Para los griegos y romanos era un sociedad salvaje y simpatizantes de la guerra, pues se cree que la mayoría de ellos ejercían servicios mercenarios, una vez establecidos en dichos territorios se dedicaron a la agricultura y la ganadería adoptando un nuevo modelo de vida, aunque la agricultura no era tan redituable. Al tiempo que Pablo escribe la Carta, los Gálatas eran gobernados por el imperio romano dirigido por el emperador Claudio (42-54 d.C), dado que el imperio era reconocido por su respeto del derecho y las leyes, pero también por su sistema esclavista, por la recaudación de impuestos y por la fuerza de sus legiones, en la sociedad romana la estratificación social era sumamente marcada, y solo gente de alto rango era digna de poseer riquezas y altos cargos, esta imposición del imperio afectó a los campesinos y ganaderos de la región de Galacia. La exhortación a ejercer la hermandad, va, ante todo en este sentido, pese a lo poco común de esta práctica en una sociedad como lo era la del imperio romano.

La iglesia bajo la nueva normalidad

El Apóstol, establece un principio “no nos cansemos, pues, de hacer el bien” puesto que no sabemos cuánto tiempo más continuará el confinamiento. La iglesia, frente a los nuevos cambios, tiene que reconfigurar su modelo de ser iglesia, tal como lo señala el filósofo francés Stéphane Vinolo: «La pandemia nos lanza a la cara nuestra ética y habrá que tomar decisiones éticas brutales». Necesita administrar sus fuerzas y recursos, impulsados por la ley de Cristo que no es otra cosa que el amor mostrado en los demás por la dirección del Espíritu, para que no se detengan en estos tiempos de necesidad.

La iglesia activa bajo la nueva normalidad

Es verdad que antes de la pandemia se tenía toda la libertad para ejercer un ministerio sin restricción alguna, pero las formas de servir anteriormente necesitan reconfigurarse ante esta nueva normalidad. Pablo sugiere “no desmayarnos”. La situación a la que nos enfrentamos no solo ha causado angustia y pánico, también ha violentado nuestra capacidad de pensar. Por ello, es importante discernir y buscar la dirección del Señor, leer los signos de los tiempos, incomodarnos en estado de confort y como comunidad espiritual soportar la carga los unos de los otros.

La iglesia ofrece caridad a miembros y no miembros de la comunidad de fe.

“Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:2, 10). Las estratificaciones romanas establecían que los privilegios y el bienestar lo merecían solo la nobleza. Para el Apóstol, la comunidad espiritual movida por la ley del amor y la presencia del espíritu, procura el bien de todos aun a los de afuera, pese al dicho «la caridad bien entendida comienza por la casa». La iglesia está en su momento para proponer la fuerza del evangelio ante la crisis.

Insinuaciones de una iglesia viva y activa bajo la nueva normalidad.

Los creyentes debemos ser sabios, precavidos, el COVID-19 presenta un reto a nuestra generación, pero no somos la única generación que ha enfrentado algo similar, necesitamos pensar bien y no apresurarnos, Pablo nos exhorta a sembrar y a su tiempo cosecharemos, pero es importante que esto que sembramos sea caridad y servicio que haga bien a los otros. Los pastores jugamos un papel importante podemos hacer pasiva o activa a la iglesia según sea nuestra postura teológica de la realidad, tenemos que tratar de educar a nuestras congregaciones y utilizar esta situación para crecer juntos como iglesia. Aun con las restricciones sanitarias, podemos reconfigurar una nueva manera de integrar ministerios.

1. Organice su comunidad, de manera que todos los miembros puedan compartir y ofrecer a los más cercanos de su entorno lo que dispongan. Identifique a los vecinos, familiares o hermanos que estén pasando precariedad en sus finanzas y comparta una despensa básica o bien una ofrenda de amor. La Iglesia, si de algo sirve, es para dar sentido a la vida y crear espacios de convergencia y de esperanza.

2. Identifique un hogar donde haya personas de la tercera edad (vecino, miembro de la iglesia o un familiar) y ofrezca su servicio para traer sus compras del súper, medicamentos o necesidades que les obliguen a salir de casa. ¡No nos cansemos de hacer el bien!

3. Abra sus puertas desde internet. Forme redes de apoyo virtual constante para que los fieles sigan teniendo guía espiritual desde sus casas. Oren por todos incluyendo los de afuera, que en estos tiempos al igual que nosotros necesiten escuchar que en Dios hay esperanza, que nuestras cargas son más ligeras cuando confiamos y nos abandonamos en Él.

4. De ser posible, establezca un centro de acopio que recolecte artículos de primera necesidad (alimentos, cubre bocas, caretas y gel antibacterial) eligiendo un grupo de personas potencialmente fuertes bajo las normas más estrictas de protección y compartan en lugares vulnerables o de escasos recursos un paquete que incluya alimentos y el kit sanitario.

5. Forme un módulo de información que contenga, teléfonos y dirección donde ofrecen servicio de pruebas de COVID-19 y atención a personas lo más cercano al lugar donde se encuentre.

Son solo algunas alternativas, sin duda que ustedes pueden repensar y proponer las que sean necesarias. Mientras tanto, no nos cansemos de hacer el bien. «Llevamos a la iglesia y la misión a contextos de la vida diaria. Debemos pensar en la iglesia como una comunidad de gente que comparte la vida, la vida cotidiana. Y los cimientos de la misión se establecen en la vida cotidiana. Una iglesia de todos los días con una misión todos los días» (Tim Chester y Steve Timmis, 2018). La iglesia necesita recordar que, ha sido llamada para labrar la dicha ajena, sean creyentes o no.

Bibliografía

Rene Padilla, Milton Acosta & Rosalee Velloso (2019) Comentario Bíblico Contemporáneo Estudio de toda la Biblia desde América Latina Pag. 1531.

Armando J. Levoratti & Elsa Tamez (2007) Comentario Bíblico Latinoamericano Nuevo Testamento, ed. Verbo Divino. Pág. 901-902.

Tim Chester & Steve Timmis (2018) Iglesias 24/7 comunidades misionales en la vida cotidiana, ed. Andamio, pag. 31.

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