Saldrá el sol de justicia

Min. Avelardo Alarcón Pineda

Cuando el sol se oculta

Un gobernador, quien debía poner toda su atención en procurar el bienestar de la población que lo eligió, hacía fraude con empresas farmacéuticas, compraba agua en lugar de medicamentos para atender a niños pobres con cáncer; en consecuencia, muchos pequeños no recibieron el tratamiento médico que requerían. Un “pastor evangélico”, quien presumiblemente estaba allí para cuidar, guiar y acompañar a las personas, utilizaba su autoridad como “apóstol” para realizar toda una serie de actos de abuso sexual con personas de su denominación incluyendo menores de edad. Un gobernante decide que, ante las crecientes lluvias, se desvíe el cause de un río; provocando que una región en donde viven personas, que en su mayoría son pobres, se inunde para “salvar” una ciudad. Una empresa decide que, para no pagar impuestos excesivos, evitar el pago de prestaciones y la creación de antigüedad para los trabajadores, utilizará el mecanismo de outsourcing. En lugar de proteger a la población, un grupo de militares deciden realizar una matanza, y para no enfrentar consecuencias por su delito hace parecer que se enfrentó a un grupo de delincuentes en el que tuvo que responder para defenderse.

En medio de la pandemia actual. El jefe de recursos humanos llamó a Fernando a la oficina de la empresa para plantearle una propuesta debido a la contingencia: –Puedes elegir, le dijo,– la primera opción es que te enviemos a tu casa a descansar por un mes con el 20% de tu sueldo o que vengas a trabajar de manera normal pero solo te podemos pagar el 50%. Fernando, por supuesto, eligió la segunda opción. Muchas personas se han quedado sin trabajo y él prefiere conservar el suyo, aunque deba trabajar al 100% y solo recibir el 50% de su sueldo.

Patricia está en cuarto año de primaria y tiene dos hermanos en secundaria, su madre trabaja como empleada doméstica y representa su único ingreso económico porque su padre falleció cuando Patricia era pequeña. Las clases de la escuela son en línea y para poder tomarlas necesita su propia computadora y conexión a internet; la familia no cuenta con recursos para tener ambas cosas, así que Patricia lleva todo el tiempo de la pandemia sin poder continuar con sus estudios, lo mismo que sus hermanos.

Una persona se infecta con covid-19 y necesita suministro de oxígeno, para lo que requiere un tanque que le dura dos horas, cada recarga del valioso gas le cuesta doscientos pesos, por lo que el tratamiento de su enfermedad tiene un costo de dos mil cuatrocientos pesos diarios, lleva veinte días enfermo, su familia es muy pobre y cada día sufren angustia y dolor, ¿cómo van a mantener el tratamiento?

Felicia se dedica a vender tortas en un puesto callejero, es el único sostén de su familia y desde hace ocho meses no ha podido realizar sus ventas. Cuando llevaba dos meses de confinamiento se decidió a salir a la calle a vender su producto, pero la policía le recogió el puesto, por poco y la llevan a prisión.

Mariana y Rodrigo tenían una pequeña empresa en la que daban trabajo a cinco personas. Su emprendimiento iba muy bien y se sentían complacidos, pero desde que inició el confinamiento no pudieron continuar con el trabajo y sus ventas se redujeron dramáticamente. Su empresa se fue a la quiebra y encima se quedaron con muchas deudas con el banco, las cuales no tienen cómo pagar. El banco está por embargarles las únicas propiedades que les quedan.

Podríamos continuar con historias similares, las cuales se enumerarían por miles y no terminaríamos, cada una tiene muchos puntos en común con las otras, pero el que más destaca es el de la experiencia de injusticia. En un mundo en el que la supervivencia es el valor predominante, el más fuerte prevalece sobre el débil. Y en medio de nuestra realidad, el más fuerte se hace cada vez más fuerte y el débil se debilita más.

La pandemia actual ha agudizado una realidad que ya veníamos viviendo: la desigualdad y, en consecuencia, la injusticia se ha vuelto más clara, cruda y cruel. Millones de personas en el mundo experimentan injusticias cotidianamente y día a día se van acumulando nuevas manifestaciones en las que el trato injusto o la condición de desigualdad deja ver su flagelo, sobre todo hacia los menos favorecidos: los pobres, los débiles, los marginados, los menospreciados de la sociedad, los inocentes, los ancianos, los pueblos indígenas, los migrantes, entre otros.

La injusticia no es una práctica nueva, lamentablemente ha acompañado a la humanidad a lo largo de la historia y su presencia divide al mundo en dos: entre víctimas y victimarios. Esta división no es tan estricta ya que en general, debido al pecado, toda persona practica la injusticia de alguna manera. Así, todos somos en algún sentido victimarios y en otro somos víctimas. Esta realidad puede provocar un desánimo en las personas al ver que es imposible erradicarla de la vida, lo que nos llevaría a darnos por vencidos en la lucha por mantenernos libres de injusticia. Por un lado, el desánimo nos puede llevar a la desesperanza, a creer que en el mundo no habrá justicia y por otro lado a la frustración, al creer que de manera personal no podremos practicarla. Parece que en nuestro día, el sol se ha ocultado.

Un texto para desesperados

La escritura no ignora esta condición humana; al contrario, la justicia es uno de los temas más referidos en sus páginas, lo que nos permite ver una revelación muy grata acerca de Dios. Nuestro Señor no es indiferente a la injusticia, no es indiferente ante las víctimas ni ante los victimarios, no es indiferente ante la práctica de la injusticia ni ante sus causas y consecuencias. Para el Dios de la Biblia, la injusticia no es un tema superficial ni vago o sin valor; por el contrario: es un tema central.

El tema de la justicia es tratado principalmente en los escritos de los profetas. Para ellos, este es un tema primordial en la vida del pueblo de Israel, pues es en la justicia en donde se encarna la ley. Para los profetas, toda persona que desea mantenerse fiel a Dios debe colocarse del lado de la justicia, aunque su naturaleza caída le incline a la práctica de la injusticia; la fidelidad consiste en mantenerse en pie de lucha contra dicha inclinación y sobre todo inclinar el corazón hacia el Señor y su voluntad. También, la fidelidad consiste en mantener la esperanza a pesar de que las cosas se vean completamente adversas.

Los profetas plantean constantemente una visión extrema de las condiciones de injusticia y plantean algo así como: y si en este mundo todo fuera injusticia y no es posible cambiar algo al respecto, ¿vale la pena mantenerse fiel a Dios? ¿Vale el esfuerzo seguir promoviendo la práctica de la justicia? ¿Tiene sentido esforzarse en la esperanza de que esta realidad puede cambiar? Las respuestas de los profetas son extremas: aunque el creyente esté desesperado porque ve a los injustos multiplicarse y prosperar, aunque llegáramos al extremo de ver que la humanidad completa se pierde en la práctica de la injusticia, aunque todo esfuerzo por promover la justicia parezca infructuoso; todo trabajo y toda esperanza por causa de la justicia tienen sentido y serán satisfechos. Aunque aquí y ahora no pudiéramos ver algo provechoso, vendrá el día en que todo cambiará por la intervención definitiva de Dios.

Viene el día, un incendio se anuncia

El capítulo 4 de Malaquías, nos anima en sus primeros tres versículos a apropiarnos de una visión: viene el día. La visión es el incendio de un bosque en el que el fuego no deja ni raíz ni rama. Un incendio que devora todo a su paso y convierte a la tierra en un horno que todo lo consume. Ese día invertirá las condiciones: todos los que han gozado y disfrutado el fruto de la injusticia, de la maldad y de la soberbia se hallarán ante una experiencia opuesta: su disfrute se tornará en terror por situarse frente a la realidad del juicio de Dios. ¿Entonces cuál es la realidad?

La descripción que ofrecimos al principio de este artículo presenta lo que podríamos llamar: la realidad actual, la realidad que todos vemos y percibimos con los sentidos, esta realidad en la que la injusticia prevalece, se acrecienta y es celebrada por quienes ostentan mejores condiciones: los fuertes, los poderosos y los privilegiados. Esta realidad en la que crece el número de víctimas, quienes sufren, se desgastan y lamentan por la condiciones precarias, abusivas y opresoras en las que viven. Desigualdad, discriminación, falta de oportunidades, carencias producidas por el abuso y la imposición de unos pocos que afectan la salud, la alimentación, la seguridad, la ecología, el ingreso, el bienestar o el descanso, entre otras condiciones, de un enorme número de personas en el mundo.

¿Qué hacer ante la injusticia? ¿Enojarnos, amargarnos, indignarnos o buscar venganza? ¿Perder la esperanza, sentirnos frustrados o desesperarnos? ¿Debemos actuar o mantenernos impasibles ante ella?

El profeta Malaquías nos da su respuesta: debemos mantener nuestra mirada en esta visión: los injustos están destinados a la destrucción y este sistema injusto está destinado a ser aniquilado. Por tanto, no debemos comprometer nuestras emociones con esta realidad sino con la realidad que viene: ni enojo ni amargura o venganza sino resistencia. Mantenernos en el gozo de un futuro que viene y transformará todo. Asumir la firme decisión de ponernos del lado de quien manifestará la realidad victoriosa, no la que se hace visible a nuestros sentidos sino la que es revelada mediante la fe.

Es importante recordar que la visión de Dios es resultado de su amor. Malaquías 1:2 describe cómo el Señor ha elegido al más pequeño por amor. El Señor está del lado de los desheredados, los menores, los últimos. Esta verdad está vista en el hecho de que Dios eligió por amor a Jacob sobre Esaú: al pequeño lo hizo mayor, al desheredado le dio sus promesas, al último lo constituyó como primero. El Señor trastorna las estructuras del mundo por amor1, por tanto, quienes lo seguimos creyendo en Él seguiremos sus pasos y por amor seguiremos estando del lado de la justicia en la esperanza de que cuando venga aquel día muchos sean librados del fuego.

Ceniza que se pierde bajo las pisadas de los inocentes en una celebración

El profeta nos anima a tener una visión subversiva del mundo, un día amanecerá y habrá un incendio terrible que quemará toda maldad y hará desaparecer la injusticia dejando solo cenizas tras de sí. Ese día el justo se levantará para una nueva mañana en la que las diferencias en el mundo se invertirán, mientras que la injusticia es arrasada por ese fuego, para los justos el día brindará un brillo especial que les hará salir de sus casas como cuando ha pasado la lluvia y el sol brilla nuevamente. Y así como los becerritos brincan alegremente sobre una pradera tras salir el sol, los piadosos brincarán de alegría sobre la ceniza que se pierde bajo sus pisadas inocentes, ceniza que es lo único que quedará como recuerdo de la injusticia. Así lo ha dicho el Señor.

Brilla el sol de justicia

En medio del panorama actual es natural desesperanzarse. Multitudes claman hoy por justicia, multitudes se quejan hoy a causa de la gran cantidad de abusos que sufren por parte de quienes tienen mayor poder. El abuso no solo viene de las altas esferas de poder, está presente en el rincón de la cocina, en el seno de los hogares. La injusticia se gesta en la recámara, en la sala o el patio de la casa; se manifiesta de un cónyuge a otro, de un padre a un hijo o de un hermano mayor hacia el menor. Por lo que, aunque la injusticia se manifiesta así en lo más recóndito como en la vida pública, somos llamados a no perder la esperanza sino a mantener nuestra fidelidad intacta, a practicar, promover y esperar en la justicia como personas piadosas.

Si usted está desesperado o de-sesperada por causa de la injusticia, para usted es este mensaje; anhele la justicia, desee con todo su corazón que la justicia reine, promueva con todas sus fuerzas la práctica de la justicia hasta donde le sea posible, no acepte las injusticias que se han encrudecido en medio de esta pandemia como una nueva normalidad; desespere con hambre y sed de justicia2 pero no pierda la esperanza, porque a los que temen al Señor les espera un mañana diferente, para nosotros saldrá el sol de justicia y en sus alas traerá nuestra salvación (Malaquías 4:2).

Referencias

1 1 Juan 3:10

2 Mateo 5:6, 20.

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