El buen pastor

Min. Josué Ramírez de Jesús

Una de las tareas pastorales más importantes es la del acompañamiento. Debido a que todos poseemos creencias que guían nuestros actos es importante asumir los principios del Evangelio para encontrar en ellos dirección, por lo tanto, analizaremos a la luz del capítulo 10 de Juan el modelo pastoral de Jesús. 

En el capítulo anterior encontramos cómo Jesús denunció fuertemente la ceguera espiritual de los dirigentes judíos. Ellos vivían en las tinieblas de la incredulidad, en contraste con el ciego que se abrió a la luz de la verdad. Mientras los fariseos buscaban su propio interés a costa del pueblo, Jesús anunciaba que daría libremente su vida para salvarlo. 

Un problema detonó las acciones y palabras de Jesús respecto a los dirigentes judíos. Ellos, justificados en sus funciones se habían convertido en explotadores del pueblo, avalaban sus propias ideas para presentarlas como voluntad de Dios. Y se habían entregado a una “misión santa” únicamente para su provecho personal. 

Ante este escenario Jesús afirma que su misión como enviado de Dios es formar una comunidad alternativa, donde el hombre encuentre su plenitud. El discurso encontrado en el capítulo 10 es consecuencia de lo sucedido con el ciego.

Jesús comienza con una comparación cuyo significado en el contexto es claro. El redil representa el templo, en donde se han atribuido puestos de poder, individuos que carecen de todo derecho y que son en realidad explotadores del pueblo –ladrones y salteadores–.

El término “ladrón” es aplicado a los dirigentes y a Judas, señala a quien se opone a Jesús y se apropia de la pertenencia de los otros (Juan 12:6). Fue la primera denuncia en su visita al templo. “Salteador”, es aplicado a los dirigentes y a Barrabás y se refiere a quien usa la violencia, los dirigentes someten al pueblo con la violencia de su sistema. 

La acusación de Jesús es directa, los dirigentes que explotan al pueblo y hacen uso del violento sistema para someterlo en realidad son ladrones y salteadores. Ellos no han entrado por la puerta, son extraños, ante quienes las ovejas huyen. En contraste con esas figuras se encuentra la del pastor, quien se distingue por entrar por la puerta y el mismo “portero” le reconoce ese derecho. Su derecho se identifica con su misión divina.

Las ovejas conocen su voz y viceversa: el pastor es el que conoce a las ovejas por su nombre; las conduce y va delante de ellas. La labor del pastor se centra en cuidar de las ovejas, no en explotarlas. Por eso las ovejas escuchan su voz y le hacen caso, tal y como lo ha hecho el ciego. “Las ovejas” es un término que alude a la comunidad de creyentes, a quienes Jesús conduce a pastos tiernos, aguas cristalinas y a la casa del Padre. 

Los dirigentes judíos echaron de la sinagoga al ciego de nacimiento, fueron duros, no fueron buenos guías. Los falsos pastores, en vez de guiar al rebaño hacia Dios, lo alejaron de la fuente de vida. Así se convirtieron en ladrones y salteadores. Ellos roban, matan y destruyen. 

También nosotros podemos ser ladrones, matar y destruir a nuestros hermanos. “Destruimos”, a veces, con la indiferencia, con el mal trato, con la crítica destructiva, con la murmuración, con los juicios condenatorios, etcétera. Procuremos cuidarnos de la lengua, porque podemos hacer mucho daño. 

Al respecto vale la pena hacernos las siguientes preguntas: ¿Estoy robando la buena imagen de mis hermanos? ¿Estoy matando a alguien con mis actitudes? ¿Estoy destruyendo a algún hermano con mi forma de ser, acciones o palabras?

Una motivación equivocada acarrea consecuencias nefastas. Quien es movido por un salario o algún reconocimiento, no se arriesgará por las ovejas, sencillamente porque no le interesan. Cuando hay riesgo de sus vidas no defienden al rebaño. Ante el peligro solo quieren salvarse ellos mismos, como no sienten amor hacia las ovejas, las dejan a merced del lobo sin importar que las lastime o las mate. Así eran los malos pastores que conducían al pueblo de Israel. Y también pueden encontrarse entre los que colaboramos en la conducción del rebaño llamado Iglesia. 

Jesús, el verdadero Pastor, arriesga su vida por las ovejas. Las conoce desde una relación amorosa y es reconocido por ellas, quienes le tienen confianza. La cuida porque las recibió de las manos del Padre. Hay comunión de corazón a corazón. 

Muchas opiniones se generaron en torno a las palabras de Cristo. Para muchos era un endemoniado y loco. Pero al ver los signos que hacía, como cuando curó al ciego de nacimiento, no pensaban que fuera un insensato o un loco. Podían reconocer la bondad de sus actos y lo identificaban más bien con el Mesías, el Hijo de Dios o el profeta de Galilea. 

En este capítulo vemos la misión del verdadero Pastor que es Jesús. Hay una clara contraposición entre Jesús y los fariseos, estos últimos no tienen ningún derecho de hablar; porque ilícitamente se han procurado un acceso al rebaño, pero de allí, a la larga no obtienen nada, las ovejas huirán de ellos. Por el contrario, Jesús es el verdadero pastor; llama a las ovejas por su nombre y ellas lo siguen. 

Este relato nos conduce a grandes conclusiones, en él encontramos a Jesús como modelo pastoral. Observemos algunos de sus rasgos característicos:

• El conocimiento de las personas por su nombre y el conocimiento recíproco. No hay conocimiento sin relación, la cercanía y la profundidad de las relaciones hacen posible el conocimiento mutuo. 

• La primera tarea del pastor es proteger a las personas. Él las protege de los ladrones y salteadores; tampoco permite que el lobo ataque al rebaño. El interés por la vida de las personas hará patente si se es un pastor o un asalariado, es decir, alguien que persigue fines egoístas. 

• La disponibilidad de dar la vida por las ovejas. El buen pastor ha de procurar que entre la comunidad se manifieste la vida abundante, protección y seguridad. No se debe socavar la vida de los demás con palabras llenas de culpa e indiferencia. 

De lo anterior podemos encontrar tres modelos para ejercer el ministerio de acompañamiento pastoral:

1. Relación centrada en el pastor. Esta se da cuando el que acompaña persigue sus propios objetivos. Es un modelo autoritario y paternalista. Está interesado solo en cumplir un rol y aparentar efectividad. 

2. Relación centrada en el problema. Se manifiesta cuando el problema del consultante pasa a ser el principal centro de interés del pastor, solo intervendrá cuando una situación lo amerite y estará enfocado en ofrecer soluciones. Si no hay problema no hay relación, esperara que las personas lo busquen. 

3. Relación centrada en la persona –oveja–. Esto demanda del pastor una buena relación interpersonal, que adopta las características del modelo pastoral de Jesús. En este modelo es necesaria la iniciativa, autenticidad y empatía.

Queda clara la manera en que nos cuida el Señor y pide cuidarnos unos a otros. Los primeros dos modelos quedan descartados al quitar del centro lo más importante: las personas. Este era precisamente el pecado de los dirigentes judíos, su obrar estaba determinado por su interés personal. 

Jesús trazó una línea de acción diferente, colocando en el centro a las personas, porque está a favor de la vida misma, siempre dispuesto a darse a sí mismo. Porque quien se da a sí mismo se convierte en dador de vida.

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