Es mejor con amor

Min. José Luis Chapan Xolo

Que no haya una raíz de amargura en sus corazones (paráfrasis de Hebreos 12:15).

Es increíble cómo en los últimos años se han disparado considerablemente las problemáticas en el ámbito matrimonial. Algunas vienen como consecuencia de ir acumulando roses, diferencias o situaciones menores que no se resuelven. Estas, desembocan, no sólo en situaciones que resultan devastadoras, incluso en una ruptura matrimonial. Pero, de no ser así, van provocando una brecha que cada día va borrando todo rastro de atención y cuidado mutuo entre los cónyuges. Lamentablemente, lo anterior pueden ir tejiendo poco a poco redes de amargura en el corazón de cada uno. 

El matrimonio, sin duda, es la mejor aventura que se puede vivir. Pero hay experiencias complicadas que son parte de la relación y que, generalmente, cuando iniciamos nuestro matrimonio, nadie está preparado del todo para enfrentarlas. Cada matrimonio va construyendo el modelo de hogar que desea de manera consciente o inconsciente. Y, seguramente, será al pasar los años, que sabremos si este cumplió con aquellos sueños y anhelos que nos planteamos al inicio de nuestro caminar juntos.

Por supuesto hay grandes retos dentro de la vida de pareja que debemos asumir con suma seriedad, ya que de otra forma caemos en el riesgo de poner nuestra atención en aspectos triviales y, peor aún, invertir energías de nuestro matrimonio sobre situaciones que no ayudan a llegar a ningún lado en nuestra relación.

¿Cómo llega a convertirse una relación con su pareja en algo bueno, algo que les diga que están siendo plenos en su relación y creciendo juntos? O, por el contrario, ¿cómo llega un matrimonio a ser asfixiante, desesperante y en algunos casos hasta peligroso para la integridad física y emocional? 

Cuando la prioridad no es el amor al otro

Claudia y Roberto (nombres ficticios) tenían grandes dificultades. Cuando tenían la oportunidad de expresar sus inconformidades, Claudia señalaba que Roberto no mostraba interés hacia ella, como esposa y como mujer, que solo se limitaban al trato formal por sus dos hijos. Incluso, señalaba que se habían casado sin el amor suficiente, pero que ella estaba dispuesta a soportarlo porque sus hijos tuvieran lo necesario en las cuestiones económicas, aunque eso implicara que frente a los demás la menospreciara y ridiculizara por no tener la figura de tal o cual persona, y que solo estaba con ella porque no tenía más opciones. Cuando la prioridad no es amar al otro; seguramente en nuestro corazón ya tenemos claro en qué habremos de mantenernos ocupados en dicha relación. 

Cuando he tenido la oportunidad de acompañar a algún matrimonio en alguna crisis de pareja es común que cada uno se encuentre en su rincón de batalla debido al daño mutuo que se han causado, sea por las palabras ásperas, soeces, o reproches, etc. Uno puede percatarse cómo las rutinas, las presiones laborales, los pendientes, las deudas económicas o las actividades cotidianas van asfixiando la relación, pero, sobre todo, lo que más daña es la falta de atención mutua, la falta de comprensión y de apoyo en los aspectos más básicos y cotidianos; si uno no está pendiente de esto será fácil entrar en ese espiral que va hacia abajo.

Si Jesús prioriza el amor al prójimo de la misma forma en que nosotros nos amamos a nosotros mismos, entonces: si dañamos al otro, si le ofendemos, si buscamos dañarlo de alguna forma, no es sino la evidencia de la falta de amor que prevalece en lo más profundo de nuestro corazón y que no se limita a personas que desconocen la Palabra. Claudia y Roberto eran personas que conocían la voluntad de Dios, sin embargo, habían normalizado el hecho de sobrevivir como pareja, como familia, y se habían conformado con sus circunstancias. 

Cuando no es nuestra prioridad el bienestar del otro, sino solo un aspecto que se vuelve irrelevante, como puede llegar a serlo la economía de un hogar, se desatarán las más terribles batallas, que dejarán cicatrices y que, por supuesto, no serán los mejores recuerdos.

Si la motivación que hay detrás de cada sacrificio no es el deseo de bienestar para los nuestros, sino solo el anhelo de poseer más riquezas, se pone en riesgo la cercanía, la unidad o la convivencia con los nuestros. Se debe poner en la balanza los costes de nuestra entrega al trabajo, aunque detrás esté el más noble deseo que los nuestros sean los receptores de los beneficios y bendiciones que pueden resultar del gran esfuerzo, pues de otra manera serán víctimas del deseo desmedido de poseer bienes. 

Lo que puede ayudar, es vivir con contentamiento en medio de las circunstancias, y esto es posible solo por amor; es el mejor sazonador para la relación. Proverbios 15:17 dice: Las verduras son mejores que la carne cuando se comen con amor (TLA). 

Una de las experiencias que el Señor nos ha permitido a mi esposa y a mí es que de vez en vez procuramos visualizar hacia donde vamos como pareja en cuanto a nuestros proyectos, planes, metas y si estos nos han ayudado a mejorar en nuestra relación. Es cierto, no todo ha sido miel sobre hojuelas, pero en medio de los momentos difíciles que hemos pasado, podemos decir con certeza que el Señor nos ha acompañado y ha suplido nuestras necesidades. 

Hubo una época en que la situación económica era bastante complicada y en algunos momentos nos sentíamos rebasados y llegamos a anhelar lo bien que les iba a los demás -por lo menos en las cuestiones materiales-. Así que decidimos que ambos trabajaríamos para suplir las necesidades que para nosotros, en ese momento, eran prioridad. Pero eso trajo como resultado el que solo nos veíamos algunas tardes, porque yo debía ocuparme en atender otros asuntos que requerían más tiempo y, por lo regular, era el tiempo en el que ella salía de trabajar. Y aunque aparentemente teníamos estabilidad, notamos que nuestra comunicación iba teniendo ciertas complicaciones. No nos dedicábamos tanto tiempo. No siempre podíamos andar juntos, porque ella debía descansar, para al otro día hacer su jornada laboral. Entonces tuvimos que pedir perdón al Señor porque nos estábamos desviando del camino, estábamos invirtiendo nuestro tiempo y energías en cumplir esos anhelos que no estaban alineados con Su voluntad. 

Sabíamos que teníamos que hacer algo si es que nuestra prioridad era verdaderamente nuestro deseo de servir al Señor y nuestro bienestar como pareja. Así que, nos enfocamos en actividades que podíamos hacer juntos en nuestra labor pastoral. 

Para mí cobra sentido Proverbios 15:17, porque creo que renunciaría siempre a una aparente estabilidad económica si ésta atenta de alguna manera a nuestro bienestar como pareja o si esto significara sacrificar el tiempo que puedo disfrutar con mi familia. Desde que el Señor nos permitió comenzar esta aventura, nos ha mostrado su mano de bondad en todo momento. 

La confianza en el Señor ha sido nuestro timón en este proyecto. Nos ha ayudado a recordar las palabras del apóstol Pablo: El que ama es capaz de aguantarlo todo, de creerlo todo, de esperarlo todo, de soportarlo todo (1 Corintios 13:7, TLA). Y no lo dice en el sentido estoico, en donde uno de los dos cónyuges debe soportar humillaciones, menosprecio, vejaciones, abandono, etc. Lo entendemos como una exhortación para ese tiempo en el que no se tengan todas las comodidades; allí podemos decir que el amor es capaz de soportar las carencias en aras de un bienestar mayor, y que esas carencias no son eternas, porque el Señor sabe de lo que tenemos necesidad (Mateo 6:8). 

El proverbista llama la atención sobre aquellas cosas que se van sembrando con odio o rencor y traen amargura al corazón y desasosiego a la relación, aun cuando ésta pueda estar en las mejores condiciones materiales. Aunque ambos tengan el potencial para construir una relación diferente, si no está el Señor guiando cada corazón, entonces no sólo no serán capaces de disfrutar todo lo que tienen, sino es muy probable que sigan pensando que necesitan conseguir más para realizarse. Por el contrario, cuando hay contentamiento en el corazón se aprende a valorar cada momento, a darle mayor importancia a las cosas cotidianas, pero que son las que fortalecen la relación: disfrutar juntos durante la comida, cuando salen de paseo, cuando van por un café o sencillamente aprenden a valorar cada momento que el Señor les permita. 

La relación como pareja solo se disfruta si hay amor, pues este es el ingrediente elemental. Cuando hay amor, todo lo que acontece alrededor de la relación se puede ver desde la perspectiva correcta, aun cuando en ocasiones se viva con limitaciones materiales, el amor en el corazón de cada uno produce una profunda gratitud y el contentamiento para poder ver más allá de sus circunstancias. 

Que el Señor nos permita ver cuán afortunados somos cuando en nuestro hogar se vive, se respira y se alimenta nuestra relación con el amor maravilloso que viene de la confianza depositada en nuestro Dios. 

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