Con los ojos de la fe

Min. Ausencio Arroyo G.

Toda mirada está determinada por la perspectiva del observador. Cada paisaje u objeto cercano serán definidos y juzgados por los conceptos previos y la vista parcial de cada persona. Cada quien ve la vida, el mundo, el ser humano, y las circunstancias presentes desde su óptica privada, porque el entendimiento, las experiencias, las emociones y el carácter se mezclan a la hora de percibir los hechos de la realidad.

Tener fe, es mirar con los ojos de Dios la vida y las experiencias. En las circunstancias adversas, desde una perspectiva personal, los sucesos no tienen un sentido favorable ni parecen llevarnos a algo bueno. A pesar de muchos años de practicar una vida de iglesia, de escuchar y leer la Palabra y aun de enseñarla, en la hora de aflicción, el Dios a quien adoramos, se nos hace tan inaccesible y distante. Cuando la confusión y la duda llenan de oscuridad el corazón, nos ciegan a las manifestaciones y las promesas del Señor.

En el Evangelio de Marcos 8:13-21 hallamos el relato de uno de los encuentros de Jesús con los fariseos, en él se dice que un grupo de ellos se acerca a Jesús pidiéndole la realización de una señal, lo más probable es que buscaban algo grandioso, no les bastaban los milagros de misericordia, como la multiplicación de los panes, la curación del sordomudo y de la hija de la sirofenicia, de los versos previos. Exigían un evento cósmico, para aceptar que realmente era el Mesías prometido. Mas sus expectativas, los convertía en ciegos a las evidencias de bondad y la demostración de la divinidad de Jesucristo. En la Biblia, cada milagro; llamativo o discreto, contiene un mensaje de Dios para los hombres, pero muchos no entendemos. Somos ciegos a los actos de Dios.

¡Danos una señal! exigen, en clara provocación. Los fariseos no buscan razones para creer y menos adorar; el gesto corporal de Jesús demuestra su contrariedad: da un profundo gemido. Aquellos que dicen indagar cada día en las Escrituras para descubrir al Mesías, cuando lo tienen frente a ellos no lo pueden ver. Qué decepción, tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. Al incrédulo ningún signo le satisface, y su oído endurecido será insensible a los murmullos divinos.

¡Guardaos de la levadura de los fariseos y de la de Herodes! Exhorta Jesús a sus discípulos. La levadura es símbolo de corrupción, así como en la harina esta substancia cambia la consistencia de la masa; como símbolo, la levadura espiritual cambiará, para incredulidad, la esencia del corazón humano. La levadura puede referirse a mirar la vida espiritual en base a las expectativas personales, los fariseos no pueden reconocer las manifestaciones divinas de Jesús, para ellos, sus acciones no se ajustan a lo que quieren ver, sienten que Jesús no hace demostraciones de portento y no muestra habilidades sensacionales. Tenían ya un esquema de cómo sería el Mesías, por ello no pudieron verlo ni oírlo. Quizá, la levadura puede ser el orgullo que nos lleva a pensar que nadie puede enseñarnos nada, que no hay nadie mejor que quienes conforman un grupo selecto de líderes de opinión, pensaron que sus ideas eran perfectas, porque si no, no las tendrían. Dudaron de los signos mostrados ante ellos, es como si dijeran a Jesús: ¿Es todo lo que sabes hacer? ¡Queremos ver algo de verdad grande!

La levadura también puede ser la actitud racionalista que condiciona la fe. Tomás, creyó cuando sus sentidos vieron y tocaron al Resucitado. Exigir evidencias palpables a los sentidos diluye la fe, porque la fe es confiar que lo dicho por Dios es verdad y se cumplirá. Como Noé, no exigió evidencias de qué clase de lluvia podría hacer Dios y procedió a fabricar el arca, así los creyentes, confiamos a la Palabra del Señor y obedecemos a pesar de las consecuencias. Pretender ajustar a Dios a nuestra manera de entender la vida es relativizar su grandeza. Dios no tiene que acomodarse a mi entendimiento o mis razones. Tener fe es poseer la mirada de Dios hacia las situaciones de la vida, es amar lo que Dios ama, buscar lo que Dios busca, es conocer como Dios conoce.

La levadura puede referirse a la falta de gratitud, los milagros de multiplicación de los panes, habían bendecido a mucha gente, los fariseos no son capaces de agradecer por la generosidad de Jesús, no valoran que otorgó sustento a varios miles de personas en dos ocasiones, ellos buscaban desacreditarlo. La carnalidad no puede apreciar las buenas acciones, menos gozarse por el bien que disfrutan otros. La levadura puede ser también la actitud de buscar respuestas inmediatas, es mostrar incapacidad de esperar y por ello condicionar la fe a que vengan pronto los pedidos que hacemos a Dios. La impaciencia perturba el espíritu del creyente y pone plazo a Dios, haciendo de Él un objeto al gusto o antojo personal. Pero Dios está por encima de la voluntad humana.

Los discípulos, se sorprenden de la advertencia de Jesús, y no entienden sus palabras. Deducen con simpleza que les reprocha no haber llevado más pan. Como si esa fuese la clave. Son ciegos a la fe. No captan que la solución a problemas como la escasez, las adversidades, las pérdidas, las dudas o los miedos, se halla en el más grande milagro, la cercanía de Dios. Los milagros de los que fueron testigos no dependieron de cuántos panes tenían, ni de otros recursos sino de que el Señor que provee estaba allí, el que hace los milagros está con ellos en la barca.

La señal que nos dio el Señor fue su muerte en la cruz. Al final del evangelio de Marcos, el secreto mesiánico es develado, Jesús es el Hijo de Dios, no por actos espectaculares ni por sortilegios sensacionales, cuando Jesús expira en la cruz, el Centurión romano exclama: verdaderamente este era hijo de Dios. Jesús es descubierto, no por los “religiosos buenos” sino por un “pecador gentil”. No les será dada señal sino la de Jonás profeta. Como estuvo Jonás en el vientre del gran pez, así estará el Hijo en el corazón de la tierra, en soledad y aislamiento, en su total debilidad, pero en la fuerza de la esperanza y en el poder del Espíritu.

La levadura es la incredulidad. Es lamentable olvidar demasiado pronto las manifestaciones de la gracia y el poder del Señor. O más lamentable es no poder gozarnos con sus promesas porque la realidad no se ajusta a nuestra manera de ver la vida. La fe es la capacidad de mirar con los ojos de Dios, es tener su perspectiva de amor y generosidad. La visión correcta nos concede andar como hijos de luz. La fe es mirar que Dios hará salidas cuando parezca que no las hay. Es confiar que proveerá lo que necesitemos, según sus riquezas de gloria. La fe es mantener la esperanza contra la catástrofe, es sentir el compromiso de solidaridad con quienes sufren. Pidamos desde lo profundo de nuestro ser:

Oh Dios, abre nuestros ojos,

para quitar las sombras del corazón,

para ver el bien que nos haces,

para saber que estás allí, en el dolor.

Oh Dios, quita de nuestra mirada

El deseo de ser más grandes que tú

La codicia que esconde la máscara

La cáscara dura de piel insensible

Oh Dios, enséñame a sentir tu presencia,

A confiar que harás más de lo que puedo pedir,

A mirar más allá de las ruinas del mundo,

A declarar que sólo tú eres Dios y no yo, ni nadie más.

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